opinión
El periodismo, interpelado por debates/combates que parecían cerrados para siempre
Hoy comienza el Congreso sobre Periodismo, Verdad y Política en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Se llevará adelante durante tres días y participarán periodistas de los más diversos medios y agencias de noticias del país.
El proceso histórico latinomericano, y particularmente el argentino, a través del debate de la Ley de Servicios Audiovisuales, ha abierto unos debates/combates que parecían cerrados para siempre.
Articular la conflictiva relación entre política, periodismo y verdad es hoy un desafío para nuestras sociedades, que en medio de todas las atrocidades del neoliberalismo triunfante en la larga década de los ’90 había sellado las preguntas al respecto. Las había “encajonado”, las había bloqueado.
De la verdad, los posmodernos habían afirmado que podía no existir ya que era siempre relativa y patrimonio exclusivo del lenguaje, por lo tanto, no valía la pena ni preguntarse por ella.
También, en una aparente (y sólo aparente) paradoja, desde los peores empirismos, la anterior afirmación convivió sin dificultad con un periodismo que creaba la realidad como propiedad privada indiscutible, justificándose en la idea de lo independiente pero con nombre de empresa.
Ni qué hablar de los antecedentes que permitieron esta derrota de la verdad: la dictadura que desapareció a una generación de lo mejor del periodismo argentino (aquel que no podía separase de su compromiso intelectual con la historia) y que cobijó a periodistas cómplices y siniestros que sin ningún tipo de sofisticado argumento simplemente opusieron verdad a mentira.
Finalmente, verdad y política se separaban de la mano de las más profundas derrotas populares que afirmaban que la historia había muerto y que ante un mundo insoportable sólo quedaba sentarnos frente al televisor a contemplarlo. ¿Qué podía esperarse del periodismo en este contexto, más allá de los gestos heroicos de resistencia de algunos que siempre resistieron?
Pero hoy la política ha demostrado estar contundentemente viva; viva como historia peinada a contrapelo, como conflicto, como capacidad de imaginar un pasado común y un destino juntos .
La verdad de los que no habían tenido verdad (de los Juanito Laguna del mundo, de los condenados de la tierra, de todos los argentinos que nunca se sentaron tranquilos a ver la televisión para que los devorara otra vez) ha brotado a la superficie.
El periodismo, los periodismos, han sido una vez más interpelados por este tiempo. Este congreso toma el desafío en sus manos como mapa, desde el presente hacia el futuro, que ahora sí puede ser imaginado en un proyecto de nación sudamericana.
Articular la conflictiva relación entre política, periodismo y verdad es hoy un desafío para nuestras sociedades, que en medio de todas las atrocidades del neoliberalismo triunfante en la larga década de los ’90 había sellado las preguntas al respecto. Las había “encajonado”, las había bloqueado.
De la verdad, los posmodernos habían afirmado que podía no existir ya que era siempre relativa y patrimonio exclusivo del lenguaje, por lo tanto, no valía la pena ni preguntarse por ella.
También, en una aparente (y sólo aparente) paradoja, desde los peores empirismos, la anterior afirmación convivió sin dificultad con un periodismo que creaba la realidad como propiedad privada indiscutible, justificándose en la idea de lo independiente pero con nombre de empresa.
Ni qué hablar de los antecedentes que permitieron esta derrota de la verdad: la dictadura que desapareció a una generación de lo mejor del periodismo argentino (aquel que no podía separase de su compromiso intelectual con la historia) y que cobijó a periodistas cómplices y siniestros que sin ningún tipo de sofisticado argumento simplemente opusieron verdad a mentira.
Finalmente, verdad y política se separaban de la mano de las más profundas derrotas populares que afirmaban que la historia había muerto y que ante un mundo insoportable sólo quedaba sentarnos frente al televisor a contemplarlo. ¿Qué podía esperarse del periodismo en este contexto, más allá de los gestos heroicos de resistencia de algunos que siempre resistieron?
Pero hoy la política ha demostrado estar contundentemente viva; viva como historia peinada a contrapelo, como conflicto, como capacidad de imaginar un pasado común y un destino juntos .
La verdad de los que no habían tenido verdad (de los Juanito Laguna del mundo, de los condenados de la tierra, de todos los argentinos que nunca se sentaron tranquilos a ver la televisión para que los devorara otra vez) ha brotado a la superficie.
El periodismo, los periodismos, han sido una vez más interpelados por este tiempo. Este congreso toma el desafío en sus manos como mapa, desde el presente hacia el futuro, que ahora sí puede ser imaginado en un proyecto de nación sudamericana.
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