Otro debate sobre la falacia de la supuesta “imparcialidad mediática”
Publicado el 22 de Abril de 2011Por
En su columna del domingo 17 de abril en La Nación, el periodista y escritor afirma “no aceptar blancos ni negros”, pero critica la política del gobierno nacional desde su aparente “neutralidad”. El jefe de Gabinete le responde.
Equidistantes (Ji Ji Ji)
Los ojos ciegos bien abiertos” canta el Indio Solari, nuestro himno ricotero. Como él, yo tampoco “lo soñé”. Los he visto en vivo y en directo, como decían en la tele hace tiempo. Los vi subirse a diferentes “bondis” sin pudor alguno. Porque cualquier colectivo los deja bien, salvo el de las causas populares. Los vi posar de “progres” en los cafés de Recoleta y en las “vernissages” de los galeristas más conspicuos: nunca en las villas. Los vi hablar de la revolución en las redacciones, derramando ríos de tinta: nunca en la calle.
En fin: los conozco bien. Tienen discursos consolidados. Estructuras dialécticas sin fisuras aparentes. Son los promotores del “independentismo”. Libres pensadores de pacotilla con menos compromiso que una licuadora (aunque con el mismo método para procesar sus ideas).
Son los que hasta ayer nomás remaban como galeotes en la nave insignia del monopolio mediático (o en cualquier otra de sus socios y adláteres, la cuestión era “pertenecer”) y ahora, ante la evidencia de la derrota cultural y política, toman distancia…
En realidad, “equidistancia”. Se muestran alejados de sus recientes pugnas pero también expresan su profundo repudio por lo que ellos, malamente, llaman “populismo”. Están aquí y allá. Como francotiradores de cebitas. Algo de ruido… y nada más. Flotan esperando que la ola los conduzca al lugar indicado. Se apartan para no participar de la pelea y ver qué le pueden sacar a los cadáveres: financiamiento, chivos, colaboraciones, ideas…
Los conozco bien. No son de ahora. Los hubo en todos los tiempos. Pero hoy, a su impudicia, la acompaña esa máscara transparente y deformante de su pretendida ecuanimidad. Ni con Dios ni con el Diablo, aseguran… o lo que es peor: ni con el Diablo ni con el Diablo desempolvando –y no es casualidad– la Teoría de los Dos Demonios para autoredimirse.
Están allí. El domingo pasado, sin ir más lejos, en el diario La Nación, Jorge Fernández Díaz en la columna titulada “La Estupidez Argentina”, mostrándose como centro emergente de una sociedad dividida entre kirchneristas y antikirchneristas…
¿Y él en el medio?
Equilibrado. Objetivo. Neutral, aunque se le filtren ideas ochentistas, de alguna cátedra de sociología más bien gorila, que trataba de conferirle al peronismo la entidad de corporación. LA corporación.
Pero yo los conozco. Y aunque sigan “corriendo a la deriva” para buscar el salvoconducto de impolutos, yo ya los vi venir en falsa escuadra. Sus virtudes vendidas, sus talentos opacos y su única ambición: sobrevivir a todo.
Los vi. La sociedad los vio. Su vocación de posar de equidistantes es pura imagen desfigurada. Su “montaje final es muy curioso”: prefieren ser tibios… Prefieren que los vomite Dios.
En su columna del domingo 17 de abril en La Nación, el periodista y escritor afirma “no aceptar blancos ni negros”, pero critica la política del gobierno nacional desde su aparente “neutralidad”. El jefe de Gabinete le responde.
Equidistantes (Ji Ji Ji)
Los ojos ciegos bien abiertos” canta el Indio Solari, nuestro himno ricotero. Como él, yo tampoco “lo soñé”. Los he visto en vivo y en directo, como decían en la tele hace tiempo. Los vi subirse a diferentes “bondis” sin pudor alguno. Porque cualquier colectivo los deja bien, salvo el de las causas populares. Los vi posar de “progres” en los cafés de Recoleta y en las “vernissages” de los galeristas más conspicuos: nunca en las villas. Los vi hablar de la revolución en las redacciones, derramando ríos de tinta: nunca en la calle.
En fin: los conozco bien. Tienen discursos consolidados. Estructuras dialécticas sin fisuras aparentes. Son los promotores del “independentismo”. Libres pensadores de pacotilla con menos compromiso que una licuadora (aunque con el mismo método para procesar sus ideas).
Son los que hasta ayer nomás remaban como galeotes en la nave insignia del monopolio mediático (o en cualquier otra de sus socios y adláteres, la cuestión era “pertenecer”) y ahora, ante la evidencia de la derrota cultural y política, toman distancia…
En realidad, “equidistancia”. Se muestran alejados de sus recientes pugnas pero también expresan su profundo repudio por lo que ellos, malamente, llaman “populismo”. Están aquí y allá. Como francotiradores de cebitas. Algo de ruido… y nada más. Flotan esperando que la ola los conduzca al lugar indicado. Se apartan para no participar de la pelea y ver qué le pueden sacar a los cadáveres: financiamiento, chivos, colaboraciones, ideas…
Los conozco bien. No son de ahora. Los hubo en todos los tiempos. Pero hoy, a su impudicia, la acompaña esa máscara transparente y deformante de su pretendida ecuanimidad. Ni con Dios ni con el Diablo, aseguran… o lo que es peor: ni con el Diablo ni con el Diablo desempolvando –y no es casualidad– la Teoría de los Dos Demonios para autoredimirse.
Están allí. El domingo pasado, sin ir más lejos, en el diario La Nación, Jorge Fernández Díaz en la columna titulada “La Estupidez Argentina”, mostrándose como centro emergente de una sociedad dividida entre kirchneristas y antikirchneristas…
¿Y él en el medio?
Equilibrado. Objetivo. Neutral, aunque se le filtren ideas ochentistas, de alguna cátedra de sociología más bien gorila, que trataba de conferirle al peronismo la entidad de corporación. LA corporación.
Pero yo los conozco. Y aunque sigan “corriendo a la deriva” para buscar el salvoconducto de impolutos, yo ya los vi venir en falsa escuadra. Sus virtudes vendidas, sus talentos opacos y su única ambición: sobrevivir a todo.
Los vi. La sociedad los vio. Su vocación de posar de equidistantes es pura imagen desfigurada. Su “montaje final es muy curioso”: prefieren ser tibios… Prefieren que los vomite Dios.
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