viernes, 1 de abril de 2011

columnistas de la provincia

                     Opinión                

El nuevo resbalón del radicalismo

                                        Por Mauricio Maronna / La Capital

La Unión Cívica Radical volvió a tropezar con la misma piedra y sumó su aporte para poner en evidencia la precariedad de la oposición política. La renuncia de Ernesto Sanz a participar de una preinterna partidaria ratificó en hechos lo que se anunció desde el análisis político: la dirigencia del centenario partido cayó en su propia trampa.
En verdad, la compulsa anunciada para el 30 de abril fue convirtiéndose lentamente en un bumerán si lo que se pretendía era movilizar a sectores independientes en pos de sacar de escena una sensación que desnuda no sólo al radicalismo sino a toda la oposición: la facilidad extrema con la que el kirchnerismo va camino a imponer a Cristina Fernández en un segundo mandato sin necesidad de pasar por el filtro del ballottage.
Los independientes estaban tan lejos de participar de la interna de la interna radical como Rosario de Alaska. Si el recargado fixture electoral en todo el país no logra aún despertar interés en la mayoría de la sociedad, a quién puede ocurrírsele convocar a esa sociedad a un nuevo proceso electoral anticipado que (además) sólo tenía carácter testimonial a la hora de consagrar a un precandidato. “¿A quién se nos iba a ocurrir? A nosotros, los radicales, que no terminamos de diferenciar lo accesorio de lo importante”, dijo ayer con bronca un dirigente de la UCR santafesina, molesto por la piedra en el zapato en que se va convirtiendo la disputa nacional a la hora de consolidar las referencias territoriales en la provincia.
Los aparatos. Sanz levantó campamento tras comprobar no sólo que se quedaba sin mercado potencial que no tuviera que ver con los afiliados de boina blanca sino que Ricardo Alfonsín había logrado anudar mucho mayor cantidad de aparatos en las provincias, fundamentalmente en territorio bonaerense, siempre el enclave definitorio.
La pasión ucerreísta por la pelea doméstica (alguna vez Antonio Cafiero dijo en sorna que para los radicales “el acto de gobernar es un episodio molesto entre dos internas” ) les hace perder de vista la necesidad imperiosa de volver a convertirse en fuerza alternativa desde la administración, léase desde la capacidad de gestionar. Santa Fe aparece como el espejo que, al fin, muestra fortalezas y debilidades.
El factor santafesino. Como casi nunca en los últimos 20 años, la UCR tiene un candidato a gobernador en carrera, en este caso Mario Barletta, con chances serias de ganar. La división del Partido Socialista debería extremar el aval de todos los sectores al postulante, dejando de lado las disputas de comité que nacionalmente nublan la vista de sus principales referentes.
La misma situación les ofrece hoy Rosario, donde tienen en Jorge Boasso a un ariete para alcanzar el triunfo en primarias. Esas son las internas que deberían importarles a los radicales de aquí, de allá y de todas partes. La derrota en Catamarca deja a la UCR al desnudo en cuanto a administraciones provinciales se refiere y abre un manto de dudas sobre el futuro electoral en otros Estados. No habrá posibilidad de que el radicalismo llegue al gobierno nacional si previamente no demuestra vocación en alcanzar esa responsabilidad que, indefectiblemente, deberá estar auspiciada por victorias comarcales.
Por los 40. El panorama que luce hoy la oposición es desolador: los radicales volviendo al capítulo inagotable de correligionarios criticando a otros correligionarios, y el Peronismo Federal camino a una interna con ribetes de patetismo entre Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá. Pocos se han dado cuenta de que al kirchnerismo tal vez ni siquiera le sea necesario llegar al 45% de los votos. Con el 40%, si es que ningún frente o partido llega al 30%, Cristina ganaría en primera vuelta.
El único frente de tormenta que hoy por hoy tiene el gobierno nacional es su vitalicia vocación de estamparse el helado en la frente, como lo terminó de demostrar el bloqueo a Clarín y La Nación. Por lo demás, el oficialismo puede respirar tranquilo: la oposición sigue siendo, apenas, un poroteo de señores y señoras para quienes el poder es lo que pasa mientras están ocupados mirándose el ombligo.

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