Cristina confirmó que se quiere ir de la mejor manera posible
“Cristina hizo un click en medio de la crisis de las reservas del verano y se decidió a terminar su mandato con el país lo más ordenado posible, aunque sabe que le va a costar en imagen, a nadie le gustan los ajustes”, se sinceró uno de los pocos funcionarios que acceden a su intimidad.
Si se mira la película de los últimos meses, desde la salida de Guillermo Moreno y la designación de Jorge Capitanich, Axel Kicillof y Ricardo Fábrega, el giro es brutal. Cristina ya había hecho el ajuste financiero con la devaluación, la suba de las tasas y la absorción de pesos. Ahora hizo el ajuste ajuste, el que duele en serio, el que nunca se había animado a transitar.
La lógica de la política argentina de hoy tiene un factor ordenador: Cristina decidió terminar su mandato. Abandonó, si es que alguna vez las tuvo, las fantasías de un final épico, glorioso, dando la batalla hasta que la consumieran las llamas finales de las corporaciones.
Actuó como peronista -que lo es- y entendió que ese final puede ser muy romántico, pero fue también el final de la vida política competitiva de Alfonsín, por ejemplo. Lo que quedaba era el ajuste. Y eso es lo que se está viviendo.
Ese el factor ordenador. Ganar estabilidad y tiempo a costa de popularidad y relato. Ese es el trade off que hizo Cristina y le moleste a quien le moleste, es una actitud que encierra una dosis interesante de responsabilidad en el ejercicio del poder.
“Axel está ortodoxo”, agregó el colaborador de la Presidenta. Tan sencillo como eso. Devaluó o toleró que Fábrega devalúe, blanqueó la inflación, la caída del superávit externo -hoy la caída del crecimiento-, acordó el pago a Repsol, negocia lo mismo con el Club de Paris, volvió a los mercados de deuda locales y pronto intentará incursionar en el mercado internacional con un canje del Boden 15.
A ese combo le faltaban las dos caras más desagradables que terminan de configurar un a juste hecho y derecho: Suba de tarifas vía eliminación de subsidios y techo a las paritarias. Acá y en todo el mundo los ajustes, sobre todo, lo pagan los trabajadores. Argentina con Cristina y Kicillof no será la excepción.
En rigor, este paulatino –pero acelerado- regreso a los mercados de deuda ya comenzó por las provincias. Esta semana le autorizaron a Santa Fe a endeudarse con Kuwait y Scioli negocia que le permitan tomar en el exterior unos 1.000 millones de dólares. El problema sigue siendo que la tasa que se le cobraría al país es altísima, a tiro de denuncia penal. Esa es la única traba. Una vez que se logre –si se logra- bajarla un poco, adiós al mantra del desendeudamiento.
Pero a cambio de abandonar esa bandera, Cristina conseguiría los dólares para terminar sin sobresaltos cambiarios su mandato. Esa lógica es la que explica la decisión de hoy de abandonar la otra cucarda, la del crecimiento a tasas chinas, para ahorrarse los 3.000 millones de dólares del cupón del PBI.
“Este será un año de gestión profunda, de mucha fricción, de conflicto social”, agregó el colaborador de la Presidenta. Es decir, los paros y protestas, ya han sido asumidos ¿Hasta dónde aguantará? Esto es política y es la Argentina, donde el descalabro siempre está al alcance de la mano.
Pero la opción por la decadencia controlada del relato, no es una jugada para subestimar. Si logra entregar la banda a su sucesor en el término exacto que finaliza su mandato y lo hace en un país que con todos sus gravísimos problemas, no está explotado, Cristina sabe que entra en la historia. Pocos presidentes argentinos lo lograron –el último fue Menem- y ella podrá decir que gobernó dos mandatos, se bancó la muerte de su marido y conductor en el poder, y le puso el broche al proyecto político que mas años continuados ejerció la Presidencia. No es poco. Lo que falta, lo que hay que cambiar, corregir, ya será tarea para los que vienen ¿No es acaso la política el arte de lidiar –sobrevivir- a eternos problemas insolubles?.
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