miércoles, 5 de marzo de 2014

MEDIOS

 MEDIOS Y COMUNICACION
Etica periodística
Washington Uranga vuelve a plantear un tema poco analizado en los medios: la ética periodística. Y abre el debate acerca de la necesidad de procesos autocríticos de los propios profesionales de la comunicación.

http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Washington Uranga
Hablar de ética periodística parece ser una cuestión apenas reservada a los ámbitos académicos, aunque tampoco en nuestras casas superiores de estudio se dedique demasiado tiempo y esfuerzos a debatir sobre este eje transversal –y esencial– para orientar la función que los profesionales de la comunicación brindan a la sociedad.
Sin embargo, la observación cotidiana de lo que leemos, escuchamos y vemos en los medios de comunicación demandaría reflexiones más frecuentes y pertinentes, también con la participación de las audiencias, respecto de este tema que no está desligado de la cuestión ciudadana y de la perspectiva de derechos en su integralidad.
En primer lugar porque, por encima de nuestra condición profesional, los periodistas somos ciudadanos a quienes nos asisten derechos, pero también, y de la misma manera, obligaciones. Entre estas últimas la de ajustarnos a la verdad de los hechos y la de respetar los derechos plenos e integrales de todas las personas. Sería imposible, por extensa pero también por inagotable, la lista de las prácticas periodísticas que hoy vulneran estos principios ciudadanos. Y lo más grave es que ello ocurre sin sanciones morales por parte de la sociedad, representada en este caso en las audiencias. Por una parte porque se ha ido construyendo una lógica de mutua legitimación y complacencia entre comunicadores y público: el periodismo dice lo que determinadas audiencias quieren oír y éstas dan por válido, acríticamente, aquello que coincide con sus apreciaciones previas y es reforzado por el discurso de determinados profesionales de los medios. Por otra, porque no hay ámbitos –tampoco en los propios medios– para ejercer la crítica, la disidencia o el derecho a réplica.
La perspectiva de derechos, en particular del derecho a la comunicación,demanda la posibilidad de que cada ciudadano haga su propio discernimiento, tome sus decisiones libremente. Para ello necesita –antes que opiniones y sin negar que las puede haber valiosas e importantes–información veraz y de fuentes diversas. Por ese motivo el compromiso con la búsqueda de la verdad –que está muy por encima de cualquier presunta e inexistente “objetividad”– exige a los periodistas brindar una cobertura de los hechos completa, equilibrada y contextualizada. Y seguramente vale subrayar el último adjetivo: contextualizada. Sin contexto el texto pierde su sentido, se tergiversa, se manipula. Sin contexto es imposible comprender el texto y darle a éste su verdadera dimensión. Presentar una noticia sin contexto es, probablemente, lo más cercano a mentir.
Pero, al mismo tiempo, un tratamiento ético de la información plantea como exigencia que aquellos que están siendo objeto de la cobertura informativa, los que generan la noticia o son sus protagonistas, así como los destinatarios de la información, sean considerados como sujetos de derecho. Esto equivale a decir que se trata de personas a quienes les asiste la integralidad de los derechos humanos, económicos, políticos, sociales y culturales en todas sus dimensiones y sin ningún tipo de recorte, discriminación o distinción de ninguna especie.
Vale la pena preguntarse cuántos de los que hacemos periodismo o comunicación permanecemos atentos a esta perspectiva en medio de nuestra práctica profesional. Atenuantes existen muchos: el vértigo de la tarea, la presión que impone la búsqueda de la noticia, la precariedad laboral y las condiciones –cada día peores– en las que se ejerce la labor. Sin embargo, ¿los atenuantes anulan o son suficientes para suprimir nuestro compromiso con los derechos?
En poco más de treinta años de democracia existieron en la Argentina muchas autocríticas y revisiones. Grupos, movimientos, personas, hasta corporaciones, aceptaron responsabilidades de diverso tipo por errores cometidos durante la dictadura y aun en democracia. Los medios de comunicación en algunos casos contribuyeron a que estos hechos se concretaran. En otros difundieron los resultados. Poco se ha dicho y debatido, sin embargo, sobre las autocríticas de medios y periodistas. Los medios, suele decirse, “no hablan de los medios”. Y, los periodistas –salvo algunos empeñados en el marketing del escándalo– no hablan críticamente ni de los otros periodistas, ni de su propia actuación. Rara vez se asumen públicamente los errores cometidos. Quizá haya que pensar que, para su propia sobrevivencia y para mantener el prestigio de la profesión –o lo que pueda quedar de ello–, es preciso mirar con mayor atención a los principios de ética periodística, encontrar los caminos para –aun en medio de las dificultades– ponerlos en práctica con honestidad y sin esgrimir excusas y, asunto no menor, asumir públicamente los errores subsanando también los daños causados por la difusión de informaciones falsas o –ni que decirlo– malintencionadas.
MEDIOS Y COMUNICACION
Periodismo y golpe de Estado en Paraguay
Julia Varela y Federico Larsen analizaron el proceso del golpe de Estado en Paraguay desde las experiencias de los periodistas que debieron relatarlo y cuentan los desafíos de quienes intentaron resistir desde las redacciones.

http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Julia Varela y Federico Larsen *
El 21 de junio de 2012 se llevó a cabo el juicio político que corrió a Fernando Lugo de la presidencia de Paraguay y puso en su lugar a su vice, el liberal Federico Franco. El gobierno de facto duró un año, hasta que en abril de 2013, fue electo el actual presidente de la República, Horacio Cartes.
En un país donde el 98 por ciento del espectro radioeléctrico está en manos de diez personas, que también poseen cadenas de supermercado, constructoras y explotaciones sojeras –principales beneficiarios de las políticas económicas de Franco–, es necesario reflexionar sobre el rol que jugaron los periodistas de los distintos medios en ese proceso.
Un ámbito, el de los trabajadores de prensa, donde se elaboraron pequeñas y grandes formas de resistencia al golpe en un clima doblemente hostil. Según un estudio realizado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), antes del golpe el 65,5 por ciento de los trabajadores de prensa del Paraguay estaba en la informalidad. Ya en 2008, el 53,8 por ciento de los periodistas del país había sido censurado al menos una vez en su producción periodística, y el 90 por ciento había practicado la autocensura, según el Sindicato de Periodistas del Paraguay.
Estructura oligopólica dominada por el capital privado, precariedad laboral y levantamiento del orden democrático fue el cóctel donde se gestó la resistencia desde el periodismo al golpe contra Lugo. Su epicentro, la Televisión Pública Paraguay, donde sus trabajadores se atrincheraron por varios días junto con centenares de ciudadanos de Asunción para evitar el cierre y cambio de programación de la emisora. Marcelo Martinessi, su director en ese momento, aseguró que la TV Pública “movió un montón de instancias de participación que estaban dormidas”. Se puede decir que se da “una apropiación del Estado por parte de la ciudadanía”.
Basada en un proyecto que sus creadores definen como “enfoque de derechos”, la TV Pública fue denostada desde su aparición en el mapa mediático paraguayo por la mayoría de los medios privados del país. “Tenían miedo de que hubiese un Aló Presidente con Lugo”, explicó Martinessi, a la vez que subrayó la importancia de ese proyecto de constitución de la emisora, que se convirtió en el símbolo de la resistencia contra el gobierno de Franco.
Pero, la primera reacción de la mayoría de los periodistas del país fue el silencio. “Los que de alguna manera tomamos la postura de no prestarnos a lo que estaba sucediendo debimos replegar”, explicó Paulo López, ex periodista del diario ABC Color, el de mayor circulación del país. “En lugar de trabajar en esa campaña de legitimación del golpe en un momento nos llamamos al silencio.” Los medios hegemónicos intentaron desde un primer momento presentar al golpe como una normal transición en el marco de la democracia. Pero algunos de sus trabajadores lograron “colar” sus notas, reportajes o simples frases para intentar quebrar el discurso oficial: una actitud que tuvo fuertes consecuencias. El SPP registró –solamente en los primeros meses del golpe– 45 despidos de comunicadores. La TV Pública fue totalmente vaciada y sus trabajadores aún están peleando en la corte el reconocimiento de los motivos ideológicos detrás del despido.
“Aquellos que no encontraban espacio para manifestarse en sus medios, adonde estaba ganando una voz distinta o un discurso distinto, lo hacían a través de otro medio, por las redes sociales o aportando datos y compartiendo noticias con los medios alternativos”, explicó Santiago Ortiz, secretario general del SPP.
Existieron varios factores que le dieron fortaleza al proceso: los comunicadores no pudieron prescindir del apoyo de medios comunitarios, alternativos y populares, desligados de la lógica empresarial o estatal, ni tampoco de la resistencia que los movimientos sociales llevaron adelante en las calles, de la que también ellos fueron parte. Pero, principalmente, debieron fortalecer la organización, no de manera aislada, sino con toda la ciudadanía: una enseñanza que todos los periodistas latinoamericanos deberíamos mantener en nuestras prácticas cotidianas.

* Periodistas. Autores de la investigación “La resistencia por otros medios. Periodistas paraguayos ante el golpe de Estado de 2012”.

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