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Como nunca antes, el Partido Socialista vive en Santa Fe con la interna al rojo vivo. Para los oficialistas el 2011 marca en el calendario un año clave para su consolidación y expansión política, con el aditamento inédito de poseer la chance de retener el poder provincial.
El gobernador Hermes Binner ratificó que su apuesta sigue firme. Reunió a más de doscientos funcionarios de todos los ministerios y secretarías, habló de la necesidad de darle “continuidad al proyecto” y aupó ante los presentes a su ministro de Gobierno, Antonio Bonfatti, como el elegido para sucederlo en la tarea de gobernar Santa Fe.
En verdad, Binner había roto allá lejos y hace tiempo su habitual sincretismo partidario al lanzar como una botella al mar el nombre de Bonfatti, sorprendiendo a la constelación partidaria y metiéndole brío a la interna.
Argumentos. Pero la unanimidad respecto a la aceptación del nombre del elegido lejos está de aterrizar en el campo socialista. Desde el partido, estructura interna que responde al senador Rubén Giustiniani, creen que la postulación a gobernador le corresponde a su jefe. Levantan encuestas en las que Giustiniani aparece como el más conocido territorialmente y, además, primero en intención de voto.
Así como Bonfatti cuenta con la bendición clave de la referencia más importante (Binner), el senador agita el peso de la militancia, puntualmente de los sectores juveniles que comienzan a inundar el ciberespecio pintándose virtualmente para la guerra. Proceso bélico que, en verdad, nadie cree que vaya más allá de los aprontes.
No fue casual la sorprendente aparición en escena del presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Di Pollina, blandiendo por primera vez la carta de las internas para dirimir el nombre del candidato.
El tercero en discordia es Miguel Lifschitz, quien tendrá como principal atributo a la hora de mostrar las jinetas sus ocho años de gestión al frente de la Municipalidad de Rosario. En otras circunstancias, el intendente sería el candidato natural, pero el crecimiento constante del socialismo no deja demasiado margen para postulaciones preestablecidas. “Acá no hay candidatos naturales. Hay que ir a la interna y contar los porotos”, se envalentonó una referencia giustinianista en la sobremesa del almuerzo del jueves pasado, que tuvo a Felipe González como principal comensal en el Ros Tower.
Almorzando con Felipe. La excelente idea de hacer desembarcar al gurú socialista europeo (en un encuentro que reunió a políticos, empresarios, jueces y periodistas) logró que por primera vez en mucho tiempo todas las coloraturas del PS convivan en el mismo espacio. Sirvió también para que a la hora de los postres los corrillos de la interna funcionaran a full.
En el binnerismo relativizan el peso de las encuestas cuando aún falta un año para los comicios. El gobernador llevará pegado como una oblea a Bonfatti, levantará su postulación en cada rincón de la provincia, mimetizará a su leal funcionario con su figura pero, además, podrá hacer la gran Reutemann ubicando su nombre como candidato a un cargo legislativo provincial para traccionar votos. Que ningún lector crea que es una lucubración temeraria del autor de esta nota: de esto se habla en el poder provincial.
El factor Hermes. Es más, relativizan la excelente elección de Giustiniani cuando perdió por un par de puntos en los últimos comicios contra Reutemann diciendo que hay que revisar con qué porcentaje contaba el senador y cómo colaboró Binner para instalar su figura.
La resolución del intríngulis socialista como filtro para evitar una interna que sería a todas luces desgastante la tienen las diez cabezas principales del partido, y es aquí donde cobra protagonismo Lifschitz como fiel de la balanza hacia uno u otro sector.
Tercer mandato. Los binneristas hasta serían proclives a aceptar como mal menor que el intendente vaya por un tercer mandato, algo que figura en el manual interno de lo que no se debe hacer. Leyeron, incluso, con cierta tranquilidad las últimas declaraciones del titular del Palacio de los Leones pidiendo por “la continuidad del proyecto” en Rosario. Un párrafo a imagen y semejanza de lo que el titular de la Casa Gris esgrime para sostener a Bonfatti.
Antes de esta opción desde la superficie de la Gobernación consideraban que Giustiniani era el nombre ideal para la Intendencia rosarina. Creen en el fondo que la apuesta de máxima es vender cara la aceptación a la candidatura de Bonfatti como un posicionamiento que maximiza la disputa por los cargos. Y sostienen que, sin embargo, el sector de Giustiniani tiene la presidencia de la Cámara de Diputados, la jefatura del Concejo Municipal de Rosario y la senaduría nacional. Sorprende cómo manejan al dedillo data registrada, incluso, de las concejalías y otros cargos importantes. La interna está expuesta, sólo se necesita saber leerla.
Binner podría condicionar su presencia en un armado nacional a que el PS de las provincias avale su plan para Santa Fe. Léase, la candidatura de Bonfatti.
Al tiempo que los radicales santafesinos dicen que lanzarán la semana próxima en una localidad vecina a Rosario la postulación a gobernador de Mario Barletta, el socialismo está que arde.
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