jueves, 30 de septiembre de 2010

opiniones

No todos los medios ni todos los periodistas

2010 quedará signado en la historia como el año donde los medios y los periodistas fueron más noticia que la noticia misma. El recalentado clima político más los intereses corporativos puestos a la vista de todos, llevó a que cada cual tomara necesaria postura y que, por primera vez en muchos años, los comunicadores termináramos mostrando que la libertad de prensa es sólo un buen slogan.
Recrear la beligerancia que intelectualmente separó a los argentinos en 2008, sería repetir conceptos mil veces dichos. Pero mientras la sociedad parece haber racionalizado lo ocurrido durante y a posteriori de la 125, la madre de las batallas sigue más viva que nunca, pero con una ventaja... ahora cada quien atiende su juego y es sencillo saber qué "camiseta" se pone cada "jugador" y hasta presumir cuáles son los intereses por lo que lo lleva a adoptar determinadas posturas.

Esto pone "todo" blanco sobre negro y no deja lugar a "medias tientas" ni a distraídos.

"El gran diario argentino" siempre manejó los tiempos de los gobiernos y paralelamente a apoyarlos o debilitarlos, movía jugadores donde la madre de las reglas era "todo vale en tanto y en cuanto yo sea el dueño de la pelota y de mi no se habla".

La aparición del CEO Magnetto en la escena aparece como el corolario de las mil formas con que el grupo intentó durante estos dos últimos años marcar la cancha, utilizando periodistas de renombre y políticos con alto grado de credibilidad (hoy destruidos). La estrategia... darle toda la prensa posible para llevar cada discusión al plano que les era conveniente.

En el mientras tanto, el gobierno fue generando anticuerpos y desde los medios privados y públicos más allegados mostró otra cara de la moneda, la cual no necesariamente deberá entenderse como "la verdad revelada", pero sí la visión oculta de una sucesión de hechos encubiertos durante 30 años por los medios hegemónicos.

La aparición del nieto 102 durante el mes de septiembre (sin difusión nacional) marca a las claras que principia a darse el marco para que los que fueron "víctimas de los '70" se animen a decir sus verdades. El silencio de tres décadas no fue casual.

Basta escuchar al nieto recuperado número 84, Alejandro Pedro Sandoval, un joven privado de su identidad durante toda su vida, para entender que él mismo fue cómplice y víctima de engañar a la Justicia el su primera entrega de prendas "truchadas" para comprobar su ADN. Primero, se niega a dar muestras voluntarias. Rei (su hasta aquí padre y apropiador) es avisado 48 horas antes de que se realizaría un operativo judicial y lo induce a Sandoval a que entregue muestras adulteradas que él mismo le proporciona.

Como estaba previsto, se produce el allanamiento y Sandoval entrega un cepillo de dientes, un peine y una toalla que habían sido contaminados con restos del perro y al pedirles sábanas de cama, en vez de buscar usadas recientes, el jefe policial del allanamiento le dice que le entregue sábanas del placard, limpias. Curiosamente, es el mismo comisario que participó del operativo en el caso Noble Herrera, hecho en el que también -vaya coincidencia- las muestras estaban contaminadas.

Esta narración marca a las claras que los '70 están absolutamente vivos y que muchos que formaron parte de la dictadura cívico/militar siguen operando en 2010.

En este marco, sólo la confianza que brinda la lucha de la presidenta alienta a que definitivamente se conozca la verdad.

Que periodistas de la talla de Jorge Lanata o Ernesto Tenembaum se presenten burdamente a inducirnos que se terminó la hora de hablar de los militares y de los años '70, deja sólo un olor de "una gruesa suma" de suspicacias. Ser periodistas y no querer conocer la verdad es como ser médico y negarse a curar.

Es tan repulsiva su falta de compromiso con la verdad que sólo queda el camino de pensar que sus palabras están severamente condicionadas por presiones superiores o estúpidas vanidades.

Contradicen su propio pensamiento con una caradurez inaudita. Primero porque no es lo que históricamente pensaron. El propio Lanata dijo hace sólo tres años que mientras no se conozca la verdad, siempre, quedaría una grieta abierta. Escuchar a María Laura Santillán con un discurso tan dispar y burdo, sin que se le mueva un músculo de la cara, es no sólo grosero sino una falta de ética y respeto sin precedentes en la historia del periodismo argentino.

No conocimos lo que ocurrió en los 70. Es una afirmación.

Por eso es inmoral pedir que no se hable, que no se conozca toda la verdad y todos sus actores.

Pocos medios controlados durante la dictadura, el silencio por temor o complicidad de los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem, sumado al lógico miedo de muchas de las víctimas de esos años, hicieron que la verdad revelada sea una repulsiva mentira. Nos tomaron de "boludos". Nos usaron. Nos mintieron descaradamente cuidando los intereses de unos pocos. No le importó secuestrar o matar para engordar sus bolsillos. Delincuentes comunes con trajes de etiqueta.

Por eso es que no podemos dejar de hablar de lo que no conocemos.

Porque lo vamos descubriendo -todos- hora a hora, y a medida que aparecen los que fueron parte dura de esa horrible historia.

No hablar más de los militares y de los '70 es hacerle el juego a quienes no tuvieron piedad para secuestrar, matar, torturar, fraguar identidad, enriquecerse mediante el apriete, la amenaza y la muerte. No hablar más de los '70 es ser cómplices del genocidio argentino.

¿Hasta dónde la mentira mediática y sus caras visibles van a manchar con sangre ajena su boca, sus ojos y su vida toda?

Porque la historia sigue, no se detiene. Y los errores que se comentan a cambio de favores, se pagarán en esta existencia. Basta verlo a Rafael Videla en perspectiva para comprender que la vida termina devolviendo lo sembrado, más tarde que temprano.

No quiero venganza, sólo verdad. No quiero "idiotas útiles", quiero "hombres" custodios del fiel de la balanza.

Nada debe ser más honorable que tomar posición de vida y vivir en función a sus convicciones.

Quienes venden sus ideales al mejor postor desde el periodismo son traficantes de mentiras y parafraseando a la madre Teresa de Calcuta: "El hombre más peligroso... el mentiroso".

Son peligrosos.
Fuente: Antonio Rico

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