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Las condiciones macroeconómicas de la Argentina y la debilidad extendida en el tiempo de la oposición permiten arribar a una conclusión: pese a tener el mejor escenario para seguir en el poder, los casi 8 años de kirchnerismo se convierten en una barrera hasta hoy inexorable para que Néstor o Cristina vuelvan a ganar en el 2011.
La vocación de la presidenta o de su esposo de intentar marcar a fuego cada uno de sus pasos, la epicidad como aureola de cada conquista que logran y, sobre todo, la táctica permanente de gobernar creando conflictos no logra arrimar al vector oficialista toda la masa crítica necesaria para asegurar la permanencia en la Casa Rosada.
En el decir K está el ADN de su crecimiento pero también las razones de la imposibilidad de sumar a los sectores que se fueron tras la resolución 125. Esta aseveración teórica merece un análisis detallado de los porqué.
Discurso progre. El abroquelamiento del espacio en un discurso cada vez más radical respecto a sus enemigos (léase grupos mediático, corporaciones empresarias, Iglesia y otros factores de poder) llevó a su redil a una constelación de agrupaciones y/o militantes que, al fin, pudieron unir consignas con determinada práctica política desde el poder.
La ofensiva por la ley de medios, Papel Prensa y matrimonio homosexual terminó por subir a la nave K a sectores nac & pop que empujaron hacia arriba la desolación numérica del kirchnerismo tras los comicios de junio de 2009. En ese momento bisagra, la pregunta que surfeaba los mentideros políticos era: “¿Cuándo se van?”. Un año y tres meses después el interrogante sigue siendo: “¿Tienen chances de quedarse?”.
Sin un escenario de crisis a la vista, con un crecimiento de la economía paralelo al 10% en el último trimestre, con una oposición desflecada y presa de sus vanidades, la respuesta intelectualmente honesta a esa pregunta es sí.
La foto de la semana pasada de Mario Das Neves, Eduardo Duhalde, Felipe Solá y Alberto Rodríguez Saá luce con cierta tonalidad sepia. Para que esa instantánea se transforme en una película taquillera deberían ocurrir un par de episodios movilizantes y, obviamente, algún que otro actor principal hoy ausente.
En otro segmento opositor, Mauricio Macri no logra bosquejar desde la gestión una alternativa superadora (y movilizadora), enredado en trastornos judiciales y en cierto amateurismo político que lo hace llegar casi siempre tarde y mal a los sucesos que se producen en su distrito de origen.
Estudiantina opositora. El espíritu de estudiantina que acampa en el Acuerdo Cívico con la guerra de posicionamientos entre la UCR, Elisa Carrió, los socialistas y Proyecto Sur les impide por ahora a los radicales terminar de afiatarse en el período de resurrección. Sin embargo, de realizarse este domingo las elecciones nacionales, Julio Cobos o Ricardo Alfonsín serían los más votados. Unos y otros (oficialistas y opositores) trabajan para el rival.
Néstor Kirchner volvió a demostrar el jueves su falibilidad a la hora de la construcción política. Le cedió al gobernador Daniel Scioli una puerta de salida al ponerlo contra la espada y la pared con la ya estruendosa frase: “Qué diga quién le ata las manos”.
El reto. El sermón público que el ex presidente le dirigió a Scioli alertó a más de un intendente del conurbano y a otros gobernadores, ya preocupados porque en sus distritos el apellido Kirchner es más una carga que un suplemento vitamínico a la hora de la oferta electoral.
Es la provincia de Buenos Aires el enclave geográfico que definirá el futuro de Kirchner & Kirchner. A tal punto, que el santacruceño debió entregarle a Hugo Moyano la presidencia del PJ provincial, en lo que constituyó una grosera muestra de debilidad. Encadenarse a Moyano es como salir a cazar jabalíes con un revolver de agua.
“Si Daniel o los intendentes se demoran mucho en romper con Néstor van a correr la suerte de los seguidores del pastor Jim Jones”, le dijo hace algunos meses a La Capital Pepe Scioli, hermano del mandatario. El 18 de noviembre de 1978 los medios de comunicación internacionales dieron a conocer la trágica noticia del mayor suicidio en la era moderna. Era una tragedia de características dantescas, por lo que logró acaparar las primeras planas de su momento: 913 seguidores del Templo del Pueblo se quitaron la vida en un suicidio colectivo, con Jim Jones como fundador y guía de su secta religiosa, quien se consideraba la reencarnación de Cristo.
De ahora en más, el calendario pesará directamente sobre los dirigentes peronistas, que, en su gran mayoría, históricamente han acompañado a los líderes temporales hasta que el perfume comienza a desparramar cierto olor agrio.
Goles errados. El desafío de Cristina es afiatarse cada día más en la gestión (que muestra un repunte incuestionable), atrayendo a las capas medias que no se muestran seducidas por el carácter volcánico de la presidenta ni tampoco por la agenda segmentada que baja desde el poder.
La dispersión y las fotos sepias de la oposición le pone una y otra vez la pelota en el área al kirchnerismo. El problema es que en vez de tocarla suave al fondo de la red, Néstor y Cristina recurrentemente la mandan al tercer piso de la tribuna.
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