miércoles, 26 de junio de 2013

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VENTANA › MEDIOS Y COMUNICACION

Debates en políticas de comunicación

Washington Uranga presenta un libro de reciente aparición producido por investigadores del campo comunicacional que recoge y despliega debates sobre políticas de comunicación en América latina y otras partes del mundo.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Washington Uranga

Lejos ya de los años setenta en los que el concepto de políticas de comunicación se instaló en los escenarios académicos y políticos, el tema se actualizó en los últimos tiempos, particularmente en América latina, a partir de los procesos de democratización impulsados por los gobiernos, por una parte, y por las organizaciones sociales, en especial aquellas dedicadas prioritariamente al campo comunicacional. No se trata, por cierto, de cuestiones de fácil resolución. Por el contrario, todo planteo sobre políticas de comunicación desata polémicas, despierta controversias, porque compromete intereses y juegos de poder, pero también porque la cuestión entraña un alto grado de complejidad que alimenta las perspectivas diversas, las aproximaciones desde distintos ángulos para buscar respuestas ajenas al consignismo y a las simplificaciones.

Todas estas tramas se abordan en un libro de reciente aparición titulado Siete debates nacionales en políticas de comunicación. Actores, convergencia y tecnología, compilado por los investigadores Guillermo Mastrini y Ornela Carboni, editado por la Universidad Nacional de Quilmes y que cuenta con prólogo de Martín Becerra.

El trabajo colectivo (269 páginas) realizado por investigadores y maestrandos de la Maestría en Industrias Culturales de la UNQ analiza los marcos regulatorios en comunicación en el Reino Unido (C. Rodríguez, M. Taborda y E. Zabala), en Venezuela (M. García, A. Murúa, A. Panozzo y C. Rotouno), en Estados Unidos (A. Bizberge, C. Rodríguez Miranda, C. Fariña y L. Spinelli) y en México (F. Montesino, L. Vega, R. Irimia y A. Baiza).

Bajo el título “El proceso de regulación democrática de la comunicación en la Argentina”, los doctores Guillermo Mastrini, Martín Becerra y Santiago Marino desarrollan un capítulo dedicado al país, en particular en torno de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en el que sostienen, entre otros conceptos, que la mencionada norma “constituye un paso muy importante en el proceso de democratización de los medios” pero “debe ser considerado un punto de partida”. Agregan, en el mismo sentido, que “la consolidación de una política de comunicación (en la Argentina) será consecuencia de la acción de los gobiernos (actual y futuros) y de la participación intensa de la sociedad civil”.

Otros dos capítulos del libro están dedicados a analizar el fenómeno de la televisión digital terrestre (TDT). B. Califano, O. Carbone y C. Labate trabajan sobre “el fin de la cuenta regresiva: el desembarco de la TDT en España” y A. Baccaro, A. Maglieri y N. Manchini sobre “el proceso de implementación de la TDT en Brasil”.

El libro abre a un panorama de discusiones sobre una cuestión que se vuelve central no sólo para los expertos en comunicación, sino que es cada día más significativa para la política y para los procesos democráticos en todas partes del mundo. “Hoy en día las políticas de comunicación superaron el gueto de los especialistas para ser objeto de discusión en los propios medios, que durante décadas se resistieron a hablar sobre los criterios que rigen su funcionamiento, y sobre todo para ser tema de debate en la sociedad”, sostiene Becerra. Y agrega que “los políticos parecen haber vencido el tabú de hablar sobre los medios y la sociedad descree del mito de la inmaculada concepción de los medios y las industrias culturales”.

Una constante que aparece a lo largo de toda la obra, y más allá de las diferentes aristas de cada uno de los capítulos, es que las políticas de comunicación, en el marco de la democracia y como uno de los pilares de las políticas públicas, requieren de la acción conjunta y articulada del Estado y de la sociedad civil. Y que es precisamente a los actores no estatales a quienes les corresponde tener un papel sumamente activo y protagónico para garantizar que dichas políticas contribuyan a “generar sociedades más igualitarias y democráticas”, según se afirma en las conclusiones de la obra. Aunque es evidente, como también se asevera, que el aporte de la sociedad civil resultaría insuficiente para lograr el éxito del proceso de democratización de las comunicaciones si no está “acompañado por la decisión política de los gobiernos a fin de mediar entre los intereses privados y los intereses ciudadanos”.

El libro reúne una serie de aportes coherentes en la temática, diversos en los enfoques y complementarios entre sí, que resultan de gran valor no sólo para los estudiosos de los temas de la comunicación, sino para todos aquellos interesados en comprender los procesos políticos y sociales atravesados hoy también por los debates de la comunicación, las tecnologías, la cultura y las industrias culturales.

 

 

MEDIOS Y COMUNICACION

Melancolía a un click

Horacio Fiebelkorn analiza una puesta teatral que arriesga el tenso diálogo entre el presente y lo que la web nos dice que fue nuestra historia.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Horacio Fiebelkorn *

La expansión a escala planetaria y sin techo de Internet nos llevó a naturalizar algunas cosas que en otros años hubiesen sido impensables.

Las más evidentes: discografías completas a sólo un toque de mouse. Todos aquellos discos que por años fisgoneamos en las bateas de vinilos o cedés, ahora están a nuestra entera disposición gracias a algún usuario generoso que subió el material a algún sitio de alojamiento on line. Las empresas disqueras no dejan de lamentar el hecho de haber promovido un formato clonable y patalean frente a un fenómeno que no pudieron prever y no pueden frenar.

Otro tanto pasa con las películas: todo aquello que siempre quisimos ver en cine, VHS o DVD, ahora espera ser descargado o visto on line. Los consumidores de “productos culturales” estamos, al parecer, en la casa de caramelos de Hansel y Gretel, donde todo es delicioso y comestible, al alcance de la mano y a cambio de nada.

Hay, sin embargo, otro aspecto, más sutil, de lo que viene proponiendo la web, a través de YouTube.

Porque en los canales de video está cada minuto de aquellos programas de tevé y aquellas películas con que se fue armando nuestro mapa emocional, desde los tiempos de la tele en blanco y negro. Así, podemos pasar horas chusmeando La dimensión desconocida, Los jinetes de McKenzie, los gags de Pepe Biondi o Carlitos Balá o los avisos de Sylvapen, Glostora o cualquier producto que antaño mereciera un spot de algunos segundos.

Lo que en los ’90 propuso el canal Volver, ahora está a un click de distancia, que nos trae capítulos decisivos de nuestra educación sentimental. Porque cada fragmento de esa memoria almacenada en la web nos derivará hacia escenas y personas de un pasado que, como su nombre lo indica, no volverá, no traerá de vuelta a los ausentes y no nos dará la chance de revertir las malas elecciones, las frustraciones, los fracasos.

De este modo, pues, convivimos –voluntariamente, ya que nadie nos obliga a nada– con voces e imágenes que nos recuerdan todo el tiempo aquello que fuimos, aquellos sueños y expectativas vitales.

Cuando ese pasado tan particular como genérico interviene en el presente, la misma idea de “presente” o “futuro” se vuelve difusa, amorfa, y se aproxima a una angustia autoinfligida: esa información que nadie realmente necesita que le recuerden todo el tiempo equivale al ritual de una persona que todos los santos días repasa las fotos de su infancia.

El resultado de todo esto es la “melancogarcha”, palabra con que la obra Lo que yo tuve, de Sabrina Osowski y Gustavo Tarrío, y con dirección de este último, designa a esa elegía contra natura, ese resultado de la fricción interactiva entre el presente y lo que la web nos dice que fue nuestra historia.

El tema no deja margen para otra cosa que una puesta audaz en la sala Abrancancha, partiendo del rescate de una telecomedia de 1965, Las chicas, que se emitió por el 13. En ella, Violeta Rivas, Estela Molly y Selva Alemán encarnaban a tres jóvenes que deseaban triunfar en el mundo del arte escénico.

Frente a las imágenes del programa, y entre bailes y canciones, va desplegándose la contracara de esos sueños a través del relato de las protagonistas. Lo que yo tuve ya no está, lo tuve y ya no.

Las chicas ya se hacía cargo en su momento del anhelo de tantísimas personas por actuar, cantar y bailar en la pantalla chica, y de sus obstáculos y complicaciones. Y Lo que yo tuve se constituye en el negativo grotesco de lo que alguna vez fue “presente”, utilizando además el espacio como lugar y herramienta de reflexión sobre el tiempo.

Un “presente” intervenido continuamente por imágenes del pasado se convierte en una vida poco vivible, bajo la sombra cruel de la melancogarcha. Lo que yo tuve asume el riesgo de una revisión implacable del transcurrir temporal, explorando esa tensión entre dos conceptos distintos de “presente” que se encuentran en la época y en los corazones de cada usuario de Internet, involucrada de forma irreversible en el mundo material y emocional de las personas.

* Poeta y periodista.

 

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