El socialismo está en llamas
La explosión interna en el socialismo se convirtió en el episodio más trascendente de la política santafesina de los últimos años. El partido ya no será lo que era aunque la sangre no llegue al río y en vez de elecciones se imponga el consenso a las apuradas para abrochar candidaturas.
La súbita irrupción de los ataques a Rubén Giustiniani por parte de Hermes Binner y las respuestas (cuidando mucho las formas) de parte del sector vinculado al senador nacional no hicieron otra cosa que poner sobre escena lo que durante años vienen mascullando puertas adentro: un distanciamiento notorio.
El espectacular crecimiento en las responsabilidades ligadas al poder golpearon las puertas del PS, un partido demasiado chico y encerrado en sí mismo como para gobernar la provincia de Santa Fe y Rosario sin abrir las ventanas y nutrirse un poco más allá de sus históricos dirigentes. El socialismo debe encarar un crecimiento cuantitativo y cualitativo bajo otras circunstancias. Las que les impone la realidad.
Binner ha dicho con honestidad brutal lo que piensa: ve a Giustiniani como alguien ajeno a su administración que, incluso, desde el la estructura del PS le marca determinados pasos que no está dispuesto a dar. Aunque en algunos casos lo dio. Pocos recuerdan hoy qué difícil se le hizo blandir el apoyo en 2007 a la fórmula presidencial Elisa Carrió-Giustiniani, aunque al final empardó el remate diciendo que, si hubiera podido, el corte de boleta era inexorable.
Giustiniani siente que el gobernador lo acorraló políticamente y que no tiene otra mirilla que la de presentar pelea. En la militancia vinculada al “partido” ya se vocea por las redes sociales que no harán campaña por Antonio Bonfatti y levantan los peores epítetos hacia el titular de la Casa Gris.
Así como todo lo incurable tiene cura cinco segundos antes de la muerte, la interna del socialismo podría derivar también en una retracción de las facciones. Pero las heridas ya se dejan ver en la dermis. Lo que se dice públicamente, aunque resulte de un grado belicosidad extremo, es un juego de niños a la par del fuego que salen desde las gargantas de los dirigentes.
El choque de trenes entre binneristas y giustinianistas bajó de la vía al intendente rosarino, Miguel Lifschitz, quien hasta hace poco era considerado el candidato natural para suceder a Binner. El titular del Palacio de los Leones hizo una lectura errónea del devenir de las acciones: el gobernador lo mandó a primer grado casi en paralelo con la unción de Bonfatti, y la irrupción en escena de Giustiniani pareció condenarlo a una especie de cardenal Samoré del partido en caso de que los tironeos posen en el horizonte los riesgos de fractura extrema. Lifschitz es un dirigente apto para aspirar a la gobernación.
Sin embargo, fuera del riñón de Binner se escuchan críticas a la designación de Bonfatti. Desde la corriente de opinión que lidera Giustiniani se asegura que esa unción prácticamente “obligó” a la Unión Cívica Radical a jugar su propio partido con Mario Barletta. La diáspora socialista en una interna favorece las chances de la UCR, aunque el virus del internismo sea el mayor interrogante para trazar pronósticos definitivos entre los de boina blanca.
Pero hoy la gran novedad que ocupa el 90 por ciento de la marquesina es el destino interno del socialismo.
Binner está convencido de que aupará a su ministro de Gobierno hasta la victoria como lo hizo en las encuestas con Giustiniani durante la campaña a senador nacional que perdió con Carlos Reutemann por un par de puntos. “Es verdad que Hermes lo levantó a Rubén, pero era otro escenario: el adversario era el Lole y el respaldo fue del PS, de la UCR, de los otros partidos del Frente Progresista y de los intendentes. Ahí se equivoca Binner. Ahora los radicales tienen su postulante, el partido está dividido y no tenemos intendentes”, dice un altísimo dirigente que no abreva en el giustinianismo.
En el binnerismo aseguran que Giustiniani declinará su postulación antes del 5 de febrero porque “se va a quedar, incluso, sin lo que tiene ahora”. Para los que abonan a esta teoría todo se trata de una cuestión de cargos y más cargos. Aquí sólo tiene valor lo que traiga el paso del tiempo.
Dicen las espadas del senador nacional que Binner cometió un error de cálculo al creer que se repetiría el cuadro de situación de 2007. En ese momento la UCR había ungido a Carlos Fascendini como el candidato a vicegobernador, pero el hoy mandatario, a puro latigazo, impuso a Griselda Tessio.
Sigue jugando a favor de lo que ocurre en el bosque del Frente Progresista la ausencia (oxímoron mediante) estruendosa del Partido Justicialista, enredado en un inédito internismo. A tal punto cotiza la letanía peronista que Binner admitió en una entrevista con este diario haberle dicho a Reutemann durante la última campaña cosas que hoy no se atrevería a recordar. Los únicos que se dieron cuenta de la “boutade” del gobernador fueron Diego Giuliano y Mario Lacava.
Aunque los cierres de listas estén programados para fines de febrero, el verano político se empieza a cocinar en enero. Y promete ser inolvidable.
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