MEDIOS
Y COMUNICACION
El
pueblo quiere saber
Natalia
Calcagno y Gabriel D. Lerman demuestran que en la Argentina se verifica en los
últimos años un proceso de diversificación de la palabra a partir de la
participación más pareja en el mercado de los principales diarios.
El diario ha sido, junto a las revistas, la
herramienta de información privilegiada de quien podría denominarse el
ciudadano moderno o, más claro, el pueblo emancipado, sujeto de la política. El
pueblo quiere saber de qué se trata, fue la máxima que guió su nacimiento
iluminista. En el último siglo se diversificaron los soportes y los lenguajes
con la radio, el cine, la TV y, recientemente, las señales de noticias, los
periódicos digitales, los diarios gratuitos, Internet en general y en
particular las redes sociales.
En
el período 1958-1974, la Argentina alcanza los mayores índices de producción en
cuanto a títulos y a ejemplares de diarios de toda su historia, con el pico más
alto en 1970. Ese año se alcanza el record histórico de 2,3 millones de diarios.
(Los datos utilizados corresponden al IVC, Instituto Verificador de
Circulaciones**.) Ahora bien, resulta interesante señalar que en esos años se
observa una oferta diversa de diarios, en donde ninguno de los principales
detenta una posición dominante. En efecto, en 1962 el diario de mayor venta
alcanzaba el 19 por ciento de los ejemplares, 14 por ciento el segundo, 13 por
ciento el tercero, 12 por ciento el cuarto, mientras que el resto se distribuía
entre un gran número de diarios nacionales y provinciales. El reparto se
empareja aún más en 1972, cuando los primeros cuatro diarios vendían el 16 por
ciento, 15 por ciento, 11 por ciento y 11 por ciento del total,
respectivamente.
En
los años siguientes, la masa de ejemplares en circulación sigue estable, nunca
por debajo de los dos millones, hasta que en 1975 se produce una brusca caída
de prácticamente el 50 por ciento, reduciéndose el total a 1,4 millón de
ejemplares. A partir de 1976, sobre la base de una doble combinación de
represión social y política, destrucción del aparato productivo y, por
consiguiente, achicamiento del mercado interno, como en otros aspectos de la
economía y la vida social, también la producción y venta de diarios se contrae.
En
1982, la tendencia que dominará los treinta años siguientes ya se instala:
Clarín, el principal diario del mercado, trepa al 36 por ciento, seguido por La
Nación con un 15 por ciento, Diario Popular con 7 por ciento y La Voz del
Interior con el 6 por ciento. No parece menor la relación entre esta situación
y la posición dominante que asumen los dos principales diarios en el manejo del
papel, luego de la apropiación en 1978 de la empresa Papel Prensa, fabricante
del insumo más costoso del sector. De modo que, si se comparan los años ’60 y
’70 con el período posterior, se constata una pérdida de diversidad en la
oferta y, a la vez, una tendencia a la concentración del mercado en un solo
periódico, en detrimento de los demás. Esta tendencia se acentúa en los ’90,
junto con la conformación del grupo multimedios Clarín, cuando en 1992 el
principal diario alcanza el 47 por ciento del total de los ejemplares, mientras
el segundo se mantiene en un 14 por ciento, y el tercero y el cuarto decrecen a
5 por ciento y 4 por ciento, respectivamente.
Ya
en el siglo XXI, la merma general en la masa de ejemplares circulante estaría
reflejando, de manera directa, el impacto de las nuevas tecnologías, en
particular de las ediciones digitales de los diarios surgidas a partir de 1995.
En tal sentido, se podría esbozar la hipótesis de una tendencia general a la
baja y a la pérdida de magnitud del diario en papel. Sin embargo, si se toma en
cuenta nuevamente la relación entre diversidad y concentración entre los
principales diarios, se verá que en los años posteriores al 2000, si bien decae
el circulante general, el principal diario sufrirá un descenso mayor al resto.
Durante
2012, la participación del primer diario se redujo al 26 por ciento del total,
seguido por un 15 por ciento del segundo, 9 por ciento del tercero y 5 por
ciento del cuarto. Es decir que la caída cercana al 20 por ciento de Clarín
respecto de veinte años atrás no se verifica en los otros diarios. De esta
manera, se estaría observando en los últimos años un proceso de diversificación
de la palabra, a partir de la participación más pareja en el mercado de los
principales diarios. De ser así, si bien la Ley de Medios de Comunicación
Audiovisual no legisla la prensa escrita, es evidente que algún impacto ha
tenido la batalla cultural que se inicia a partir del conflicto con las
entidades agrarias en 2008 y la posterior sanción de la ley de medios en 2009.
Ambas situaciones explicitaron en el espacio público que los medios y la
“industria cultural”, lejos de funcionar en un terreno de “neutralidad
informativa”, forman parte de una trama compleja de intereses. En concreto, uno
de cada cinco lectores ya ha cambiado su opción cotidiana a la hora de elegir
el diario con el que se informa.
*
Coordinadores del SInCA (Sistema de Información Cultural de la Argentina) y del
LIC (Laboratorio de Industrias Culturales), programas dependientes de la
Secretaría de Cultura de la Nación.
** Página/12, fundado en 1987, no forma parte del
IVC.
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Jornada
completa
Silvia
Bacher asegura que los niños y niñas asisten a la “jornada completa” que le
brinda la “escuela de las pantallas”. Sobre todo cuando llega el receso
escolar.
En América latina y el Caribe hay aproximadamente
117 millones de niños, niñas y adolescentes en edad de asistir a la educación
inicial, primaria y secundaria básica. Sin embargo, según un reciente informe
de la Unesco y Unicef, 6,5 millones de ellos no asisten a la escuela y 15,6
millones concurren a ella arrastrando fracasos y señales de desigualdad
expresadas en dos o más años de desfase gradoedad o rezago escolar.
Diferentes
investigadores coinciden en que una de las claves para mejorar la calidad
educativa reside en extender la jornada escolar, sin embargo, de aquellos que
concurren la mayoría no supera las cuatro horas a clase.
Más
allá de lo que consignen las investigaciones que hablan sobre deserción de las
aulas, la jornada escolar completa hoy ofrece cobertura universal a chicos y
chicas de todas las edades y condiciones. Las nuevas generaciones asisten –en
algunos casos por más de seis horas– a escuelas ubicuas, cuyas clases toman
formatos más amigables y menos esforzados que el de la escuela tradicional: son
los que ofrecen las escuelas de las pantallas. Escuelas que no descansan ni en
verano ni en invierno, ni los fines de semana y ofrecen contraturno desde
tempranísima edad.
Según
registran diferentes textos, en 1896 el ministro de Instrucción Pública de
Francia, sacando su reloj de bolsillo, afirmaba que a esa hora todos los
alumnos de quinto grado de su país estaban leyendo el canto sexto de La Eneida.
¿Cuáles son las clases que comparten niñas, niños y jóvenes de todo el país
hoy? Para saberlo, más que ver los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios o los
diseños curriculares, es oportuno desviar la mirada hacia la grilla del rating
televisivo.
En
esta escuela acceden (en general sin formación previa ni compañía) a clases
abiertas de educación sexual –indudablemente más ligada a la genitalidad que la
que propone el Programa nacional de educación sexual–, reciben clases de
convivencia –un ejemplo de la currícula podría ser la relación que se da entre
los habitantes de la casa de Gran Hermano, donde la denuncia para lograr la
eliminación de cada participante está a la orden del día–, o clases de
construcción ciudadana –en las cuales las mujeres son consideradas objetos, a
los niños se los interpela como consumidores o a los jóvenes se los representa
a través de estereotipos en los que la pobreza siempre va entramada con la
violencia y las adicciones– y ni qué hablar de las clases de derechos humanos a
la hora de mostrar con detalle de filigrana en las noticias hechos aberrantes
cometidos contra niñas, niños, mujeres que son repetidos una y otra vez sin
decoro ante una audiencia que mira inerme lo que se muestra.
Existe
consenso acerca de la urgencia por lograr una mejor calidad educativa. Desde
las políticas públicas se pueden enumerar iniciativas, mayor presupuesto, más
inversión en infraestructura, más bibliotecas y mucha tecnología. Los datos
surgidos del Operativo Nacional de Evaluación que mide los resultados obtenidos
en 2010 en comparación con la muestra del 2007, pueden ser un atisbo de cambio.
Falta mucho en el sistema educativo formal para que los resultados muestren
mejoras sustanciales, pero se está trabajando en ello.
Sin
embargo, existe poca conciencia acerca del impacto de las pantallas en las
nuevas generaciones. Un relevamiento realizado por la Jefatura de Gabinete de
la provincia de Buenos Aires en los 490 registros civiles bonaerenses da cuenta
de que uno de los nombres más pedidos para las niñas fue Isabella, popularizado
por la protagonista de la serie estadounidense Crepúsculo y por el personaje de
la novela Herederos de una venganza, emitida por Canal 13. Desde la misma
ficción se desprende que uno de los nombres más elegidos para los varones es el
del villano Benicio. Embarazada de cinco meses, una famosa modelo aseguraba que
los nombres “que nos sugirieron los chicos ¡son todos de dibujitos animados!”.
A
pesar de los datos del informe de Unesco, que señala que el 40 por ciento de
los niños en Latinoamérica no cursa preescolar, la realidad da cuenta de la
asistencia a la escuela pantalla. Llega el receso escolar y la jornada completa
es impartida por las pantallas. Y los chicos dicen presente.
¿Padres,
educadores y productores somos conscientes de que la comunicación es un
derecho, un bien social, un espacio público por el cual circulan los más
jóvenes? Como sociedad afrontamos desafíos que nos obligan a conectar igualdad
estimulando el pensamiento y la mirada crítica desde todas las escuelas.
* Periodista. Autora de Tatuados por los medios.
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