miércoles, 19 de diciembre de 2012


MEDIOS Y COMUNICACION

El pueblo quiere saber

Natalia Calcagno y Gabriel D. Lerman demuestran que en la Argentina se verifica en los últimos años un proceso de diversificación de la palabra a partir de la participación más pareja en el mercado de los principales diarios.

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Por Natalia Calcagno y Gabriel D. Lerman *

El diario ha sido, junto a las revistas, la herramienta de información privilegiada de quien podría denominarse el ciudadano moderno o, más claro, el pueblo emancipado, sujeto de la política. El pueblo quiere saber de qué se trata, fue la máxima que guió su nacimiento iluminista. En el último siglo se diversificaron los soportes y los lenguajes con la radio, el cine, la TV y, recientemente, las señales de noticias, los periódicos digitales, los diarios gratuitos, Internet en general y en particular las redes sociales.

En el período 1958-1974, la Argentina alcanza los mayores índices de producción en cuanto a títulos y a ejemplares de diarios de toda su historia, con el pico más alto en 1970. Ese año se alcanza el record histórico de 2,3 millones de diarios. (Los datos utilizados corresponden al IVC, Instituto Verificador de Circulaciones**.) Ahora bien, resulta interesante señalar que en esos años se observa una oferta diversa de diarios, en donde ninguno de los principales detenta una posición dominante. En efecto, en 1962 el diario de mayor venta alcanzaba el 19 por ciento de los ejemplares, 14 por ciento el segundo, 13 por ciento el tercero, 12 por ciento el cuarto, mientras que el resto se distribuía entre un gran número de diarios nacionales y provinciales. El reparto se empareja aún más en 1972, cuando los primeros cuatro diarios vendían el 16 por ciento, 15 por ciento, 11 por ciento y 11 por ciento del total, respectivamente.

En los años siguientes, la masa de ejemplares en circulación sigue estable, nunca por debajo de los dos millones, hasta que en 1975 se produce una brusca caída de prácticamente el 50 por ciento, reduciéndose el total a 1,4 millón de ejemplares. A partir de 1976, sobre la base de una doble combinación de represión social y política, destrucción del aparato productivo y, por consiguiente, achicamiento del mercado interno, como en otros aspectos de la economía y la vida social, también la producción y venta de diarios se contrae.

En 1982, la tendencia que dominará los treinta años siguientes ya se instala: Clarín, el principal diario del mercado, trepa al 36 por ciento, seguido por La Nación con un 15 por ciento, Diario Popular con 7 por ciento y La Voz del Interior con el 6 por ciento. No parece menor la relación entre esta situación y la posición dominante que asumen los dos principales diarios en el manejo del papel, luego de la apropiación en 1978 de la empresa Papel Prensa, fabricante del insumo más costoso del sector. De modo que, si se comparan los años ’60 y ’70 con el período posterior, se constata una pérdida de diversidad en la oferta y, a la vez, una tendencia a la concentración del mercado en un solo periódico, en detrimento de los demás. Esta tendencia se acentúa en los ’90, junto con la conformación del grupo multimedios Clarín, cuando en 1992 el principal diario alcanza el 47 por ciento del total de los ejemplares, mientras el segundo se mantiene en un 14 por ciento, y el tercero y el cuarto decrecen a 5 por ciento y 4 por ciento, respectivamente.

Ya en el siglo XXI, la merma general en la masa de ejemplares circulante estaría reflejando, de manera directa, el impacto de las nuevas tecnologías, en particular de las ediciones digitales de los diarios surgidas a partir de 1995. En tal sentido, se podría esbozar la hipótesis de una tendencia general a la baja y a la pérdida de magnitud del diario en papel. Sin embargo, si se toma en cuenta nuevamente la relación entre diversidad y concentración entre los principales diarios, se verá que en los años posteriores al 2000, si bien decae el circulante general, el principal diario sufrirá un descenso mayor al resto.

Durante 2012, la participación del primer diario se redujo al 26 por ciento del total, seguido por un 15 por ciento del segundo, 9 por ciento del tercero y 5 por ciento del cuarto. Es decir que la caída cercana al 20 por ciento de Clarín respecto de veinte años atrás no se verifica en los otros diarios. De esta manera, se estaría observando en los últimos años un proceso de diversificación de la palabra, a partir de la participación más pareja en el mercado de los principales diarios. De ser así, si bien la Ley de Medios de Comunicación Audiovisual no legisla la prensa escrita, es evidente que algún impacto ha tenido la batalla cultural que se inicia a partir del conflicto con las entidades agrarias en 2008 y la posterior sanción de la ley de medios en 2009. Ambas situaciones explicitaron en el espacio público que los medios y la “industria cultural”, lejos de funcionar en un terreno de “neutralidad informativa”, forman parte de una trama compleja de intereses. En concreto, uno de cada cinco lectores ya ha cambiado su opción cotidiana a la hora de elegir el diario con el que se informa.

* Coordinadores del SInCA (Sistema de Información Cultural de la Argentina) y del LIC (Laboratorio de Industrias Culturales), programas dependientes de la Secretaría de Cultura de la Nación.

** Página/12, fundado en 1987, no forma parte del IVC.

MEDIOS Y COMUNICACION

Jornada completa

Silvia Bacher asegura que los niños y niñas asisten a la “jornada completa” que le brinda la “escuela de las pantallas”. Sobre todo cuando llega el receso escolar.

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Por Silvia Bacher *

En América latina y el Caribe hay aproximadamente 117 millones de niños, niñas y adolescentes en edad de asistir a la educación inicial, primaria y secundaria básica. Sin embargo, según un reciente informe de la Unesco y Unicef, 6,5 millones de ellos no asisten a la escuela y 15,6 millones concurren a ella arrastrando fracasos y señales de desigualdad expresadas en dos o más años de desfase gradoedad o rezago escolar.

Diferentes investigadores coinciden en que una de las claves para mejorar la calidad educativa reside en extender la jornada escolar, sin embargo, de aquellos que concurren la mayoría no supera las cuatro horas a clase.

Más allá de lo que consignen las investigaciones que hablan sobre deserción de las aulas, la jornada escolar completa hoy ofrece cobertura universal a chicos y chicas de todas las edades y condiciones. Las nuevas generaciones asisten –en algunos casos por más de seis horas– a escuelas ubicuas, cuyas clases toman formatos más amigables y menos esforzados que el de la escuela tradicional: son los que ofrecen las escuelas de las pantallas. Escuelas que no descansan ni en verano ni en invierno, ni los fines de semana y ofrecen contraturno desde tempranísima edad.

Según registran diferentes textos, en 1896 el ministro de Instrucción Pública de Francia, sacando su reloj de bolsillo, afirmaba que a esa hora todos los alumnos de quinto grado de su país estaban leyendo el canto sexto de La Eneida. ¿Cuáles son las clases que comparten niñas, niños y jóvenes de todo el país hoy? Para saberlo, más que ver los Núcleos de Aprendizajes Prioritarios o los diseños curriculares, es oportuno desviar la mirada hacia la grilla del rating televisivo.

En esta escuela acceden (en general sin formación previa ni compañía) a clases abiertas de educación sexual –indudablemente más ligada a la genitalidad que la que propone el Programa nacional de educación sexual–, reciben clases de convivencia –un ejemplo de la currícula podría ser la relación que se da entre los habitantes de la casa de Gran Hermano, donde la denuncia para lograr la eliminación de cada participante está a la orden del día–, o clases de construcción ciudadana –en las cuales las mujeres son consideradas objetos, a los niños se los interpela como consumidores o a los jóvenes se los representa a través de estereotipos en los que la pobreza siempre va entramada con la violencia y las adicciones– y ni qué hablar de las clases de derechos humanos a la hora de mostrar con detalle de filigrana en las noticias hechos aberrantes cometidos contra niñas, niños, mujeres que son repetidos una y otra vez sin decoro ante una audiencia que mira inerme lo que se muestra.

Existe consenso acerca de la urgencia por lograr una mejor calidad educativa. Desde las políticas públicas se pueden enumerar iniciativas, mayor presupuesto, más inversión en infraestructura, más bibliotecas y mucha tecnología. Los datos surgidos del Operativo Nacional de Evaluación que mide los resultados obtenidos en 2010 en comparación con la muestra del 2007, pueden ser un atisbo de cambio. Falta mucho en el sistema educativo formal para que los resultados muestren mejoras sustanciales, pero se está trabajando en ello.

Sin embargo, existe poca conciencia acerca del impacto de las pantallas en las nuevas generaciones. Un relevamiento realizado por la Jefatura de Gabinete de la provincia de Buenos Aires en los 490 registros civiles bonaerenses da cuenta de que uno de los nombres más pedidos para las niñas fue Isabella, popularizado por la protagonista de la serie estadounidense Crepúsculo y por el personaje de la novela Herederos de una venganza, emitida por Canal 13. Desde la misma ficción se desprende que uno de los nombres más elegidos para los varones es el del villano Benicio. Embarazada de cinco meses, una famosa modelo aseguraba que los nombres “que nos sugirieron los chicos ¡son todos de dibujitos animados!”.

A pesar de los datos del informe de Unesco, que señala que el 40 por ciento de los niños en Latinoamérica no cursa preescolar, la realidad da cuenta de la asistencia a la escuela pantalla. Llega el receso escolar y la jornada completa es impartida por las pantallas. Y los chicos dicen presente.

¿Padres, educadores y productores somos conscientes de que la comunicación es un derecho, un bien social, un espacio público por el cual circulan los más jóvenes? Como sociedad afrontamos desafíos que nos obligan a conectar igualdad estimulando el pensamiento y la mirada crítica desde todas las escuelas.

* Periodista. Autora de Tatuados por los medios.

 

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