MEDIOS Y COMUNICACION
Más política
Lucía Caruncho asegura que no es
la comunicación la que está en crisis, sino la capacidad del régimen democrático
para representar políticamente a los sectores excluidos.
Por Lucía
Caruncho *
La diversidad de grupos sociales
e identidades, la multiplicidad de demandas, reivindicaciones e intereses,
sumadas a un creciente proceso de especialización y diferenciación en todas las
áreas de la vida humana, evidencian la heterogeneidad de las sociedades
latinoamericanas, donde pensar lo político en términos de consentimiento
discursivo implica desconocer a igual tiempo las diferentes ideas, valores y
creencias, políticas, sociales y culturales.
Por eso, más allá de las
preferencias individuales en torno de las formas comunicacionales de los
líderes políticos, que no asuste la verborragia, ni la elocuencia, que asuste
su ausencia. Porque cuando las voces se apagan, la diversidad se esfuma y la
palabra política es única, lo que está acallando es una dimensión importante de
la vida cívica.
Lo dicho no intenta conspirar
contra la paz pública ni igualar la discusión política a la mera confrontación,
lo que se dice es que las libertades democráticas agitan siempre el orden
establecido. Por eso, en tiempos donde el conflicto mediático está de moda, el
filo de los discursos políticos despierta corazones adormecidos y moviliza por
igual a seguidores y detractores.
Pero si bien los medios de
comunicación juegan un rol imprescindible al expresar intereses sectoriales y
visiones del mundo, se trata de una representación mediática reducida a ella
misma, es decir, da cauce y visibilidad a las demandas sociales en la comunicación
y no en la política. Lo que pone en peligro la calidad democrática no es, como
se sugiere, la crispación, el personalismo ni el sentimentalismo discursivo, la
democracia peligra cuando existen sectores de la población huérfanos de
representación política.
Es que la comunicación es sólo
una de las dimensiones necesarias para la constitución de un régimen
democrático. Cuando la palabra no se activa en acciones y en instrumentos
normativos, muere no sólo la esperanza, sino también la posibilidad real y
concreta de absorber políticamente las transformaciones socioculturales,
potenciar la expansión de la ciudadanía y generar las condiciones necesarias en
pos de la equidad e igualdad de oportunidades. Es la representación democrática
la que está en juego, por tanto son los poderes políticos y el sistema de
partidos los principales responsables de tomar decisiones que potencien y
fortalezcan el proceso de democratización.
No basta el diálogo para derrotar
la vejación de los derechos humanos. Palabras como bien común, salud,
seguridad, inequidad, justicia social, inclusión, se repiten a diario, y más
allá de las repercusiones que tienen en el fuero íntimo de cada uno, para que
la disposición actual de cosas cambie se necesita además, y fundamentalmente,
un apartado político capaz de hacerlas viables. Porque la democracia no muere
ante la existencia de conflicto, muere cuando no es posible trasladar esas
cosmovisiones y esas luchas al sistema político. Esto se vuelve un importante
desafío, al considerar bastos sectores de la sociedad ensimismados en la
comunicación y enajenados de la política, políticos más mediáticos y menos
representativos, y unas instituciones con incentivos cada vez más particulares
y menos colectivos.
Por eso es necesario dar cuenta
de la realidad sin tapaduras ni máscaras, reconocer los negocios mediáticos,
los intereses políticos, los vericuetos legales y jurídicos, para reconstruir,
a partir de allí, un engranaje más transparente y democrático, que otorgue
forma legítima a los juegos del poder político, con el objeto de garantizar la
gobernabilidad democrática.
No cabe duda de la imperiosa
necesidad de reclamar una ciudadanía más activa y abarcativa, instituciones de
representación colectiva y partidos políticos que logren sobrevivir a las
elecciones de turno. Un Estado que genere mecanismos de participación
ciudadana, acorde a las necesidades y cambios comunicacionales y culturales, y
un poder político en mayor relación con las organizaciones sociales,
catalizadoras de cambios y moderadoras de conflictos.
La tarea involucra no sólo a
ciudadanos, intelectuales, académicos, investigadores sociales y gobierno de
turno, sino también, y, forzosamente, a la oposición partidaria, porque hacerse
cargo implica salir de la mera operación discursiva para pasar a la acción
política.
No es la comunicación en sí misma
la que está en crisis, sino la capacidad del régimen democrático para
representar políticamente a los sectores excluidos.
* Maestranda en Ciencia Política
y Sociología (Flacso).
MEDIOS Y COMUNICACION
McGuffin
Sostiene Marta Riskin que en el
mundo del entretenimiento, los McGuffin resultan artilugios divertidos que
apartan la atención de la trama principal, pero cuando se usan para manipular
la opinión pública son miserables.
Por Marta
Riskin *
“Van dos hombres en un tren y uno
de ellos le dice al otro ‘¿Qué es ese paquete que hay en el maletero que tiene
sobre su cabeza?’. El otro contesta: ‘Ah, eso es un McGuffin’. El primero
insiste: ‘¿Qué es un McGuffin?’, y su compañero de viaje le responde: ‘Un
McGuffin es un aparato para cazar leones en los Adirondacks’. ‘Pero si en los
Adirondacks no hay leones’. le espeta el primer hombre. ‘Entonces eso de ahí no
es un McGuffin”’, le responde el otro.”
François Truffaut,
El cine según Hitchcock
François Truffaut,
El cine según Hitchcock
Guiones
En el mundo del entretenimiento,
los McGuffin resultan artilugios divertidos que apartan la atención de la trama
principal. Cuando se usan para manipular la opinión pública son miserables.
La sucesión de microguiones
distractivos que empantana, desde octubre de 2009, la plena aplicación de la
Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (LSCA) defiende un único núcleo
narrativo: “El Estado debe entregar la custodia de los derechos ciudadanos a
los grupos corporativos y la agenda pública a los monopolios de los medios de
comunicación”.
El resto es espectáculo, un largo
show de cortometrajes que oscurece el alcance de las redes de privilegios y la
importancia estratégica del negocio.
Quienes hacen de la política un
vodevil y crean “consenso” amuchando espectadores con anzuelos emocionales
suelen reconocer cuando la redundancia de miedos e incertidumbre en los
libretos aburre hasta a su audiencia más fiel... aunque la carencia de obra
sólo les permita producir cambios de escenografía o reparto.
Buscando elenco
La sustitución de intérpretes
secundarios, aquellos que mudan de parlamentos ideológicos como de vestuario,
por otros más dignos y talentosos, desnuda los aprietes usuales de la sección
“Espectáculos” del monopolio sobre los profesionales, cuyos oficios dependen de
la visibilidad pública.
Suele bastar con la reedición de
algún reportaje, convertir las opiniones en injurias y una difusión que incluya
a la víctima, defendiendo su discurso original.
Estas ficciones se multiplicarán
en discusiones y serán recicladas como disparadores para nuevas y similares
series.
Si la captura de espectadores
distraídos no fuese la única finalidad de estas operaciones, podría imaginarse
que otro objetivo sería dividir a los sectores progresistas para impedir
debates significativos y proyectos comunes.
Protagonistas
En tiempos electorales, la
competencia por cuotas de pantalla exige lealtad al código funcional del medio
concentrado, pero obliga al candidato a contradecir sus más tiernas frases
proselitistas.
El Próspero posmoderno,
consentiría Fernández Retamar, respeta la lógica según la cual el pueblo
gobierna a través de representantes de las corporaciones mediáticas y, por eso,
participa con reveladora anticipación del casting para suplentes del círculo de
Lampedusa, adonde se mienten cambios para que nada cambie.
Ya no se trata de pobres cómicos
de la legua preservando arte o pan cotidiano, sino de aspirantes, incluso muy
jóvenes y con disfraz transgresor, a la representación ciudadana y, por ello,
asumen pleno compromiso del daño que ocasionan al renegar del poder
transformador de la Política.
Cortometrajes
Cuentan, Nerón cantaba “El saqueo
de Ilion” durante el incendio de Roma.
Luego, culpó a judíos y
cristianos y desarrolló su plan urbanístico.
La destrucción de los Talleres
del Borda posee similitudes de guión y autores parecidos.
La película está destinada a
audiencias con hábitos de consumo previamente condicionados; el “Centro Cívico”
oculta el nudo inmobiliario de la trama, las guardias pretorianas ejecutan la
brutal represión, periodistas incluidos, y la responsabilidad se elude con un
DNU a favor de la libertad de expresión.
El McGuffin se repite en Córdoba
No es casual si se recuerda el
fallido cierre de antenas de TDA que impedía la difusión de contenidos
gratuitos de TV en HD y, de paso, perjudicaba al proyecto de TV abierta,
desarrollado y fabricado por la Industria Nacional.
Cabe destacar que la orden del
gobierno provincial atentaba también contra el esfuerzo de empresarios y
trabajadores, cordobeses incluidos, por reconstruir el prestigio de la
industria tecnológica argentina, usando un argumento ambiental.
Tampoco es nuevo que ciertos
ecologistas descarten los riesgos graves de contaminación y concentren sus
cruzadas sobre productos y tecnologías vernáculos. Valga el ejemplo de aquella
campaña contra la adjudicación australiana del Reactor Atómico Argentino al
Invap, que favorecía, por omisión, a sus competidores internacionales.
Como diría Aída Bortnik, se puede
vivir una larga vida sin aprender nada, pero es más difícil si usamos la
memoria. “Hagamos una lista.” Las viejas historias sirven para identificar
fallutos, cretinos y McGuffins.
* Antropológa Univ. Nacional de
Rosario.
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