jueves, 17 de julio de 2014

Los últimos argentinos tuvieron que desalojar el sambódromo

Los últimos argentinos tuvieron que desalojar el sambódromo

Lo que dejó la Copa del MundoFue el lugar habilitado para acampar durante el Mundial. La mayoría se fue el lunes. Pero cerca de 400 hinchas se quedaron hasta ayer a las 11, el plazo máximo que habían dado las autoridades.

  • Luis Moranelli
El motor del Citroën 3 CV de Matías y Jésica ruge. El lo acelera, un poco para que no se apague pero también como una forma de saludar a los que se le cruzan en el camino. Ella se para adentro del auto, saca la cabeza por el techo y reparte besos a los fotógrafos. Son los últimos que en abandonar el sambódromo, predio en el que miles de argentinos acamparon durante el Mundial.
Al igual que ellos, ayer cerca de 400 personas tuvieron que armar sus bolsos y seguir viaje. Las autoridades locales ya habían avisado que el horario límite era las 11. El desalojo fue tranquilo: ante la mirada de 40 policías, los argentinos levantaron las carpas y dejaron trabajar a los camiones hidrantes que comenzaron a limpiar. No tienen una tarea fácil: deben reacondicionar un espacio en el que llegó a haber 4 mil personas.
A tres días de la final, la mayoría son viajeros que aprovecharon la ocasión para pasar por Brasil. Jésica y Matías, uno de Córdoba y otro de Ushuaia, no saben hasta dónde llegarán. Salieron de Mendoza el 20 de mayo y piensan seguir su marcha. Lo mismo harán Gregorio y Joaquín, un francés y un argentino que se mueven en una combi. “Fue una experiencia hermosa. Al final hubo algunos problemas, porque colapsó de gente y no faltó el que aprovechó para robar. Para nosotros este lugar fue un casa”, coinciden mientras se preparan para empujar su camioneta, a la que los kilómetros le pasan factura.
Aunque destacan la hospitalidad de los brasileños, muchos reconocen que en los últimos días la relación se tensó. Por eso, confían en que ahora, ya sin la invasión argentina –unas 90 mil personas, según la Secretaría de Turismo de Río–, el clima volverá a ser el de una ciudad turística. “Hoy voy a la playa a vender artesanías. Si veo que se vende, me voy a quedar unos días más. Si no, me voy para San Pablo”, cuenta Rocío Morogues, una joven de Lanús que está viajando desde hace un mes y medio.
También hay hinchas que llegaron exclusivamente por el Mundial. Algunos están desde el inicio y otros decidieron viajar a medida que Argentina avanzaba. Juan Cruz salió de La Plata hace 45 días. Hizo dedo hasta Paso de los Libres, en Corrientes. Después se subió a un colectivo y llegó a Porto Alegre, y desde allí se movió gracias a la solidaridad de otros argentinos. “Ahora tengo un pasaje pero no está a mi nombre. Voy a ir al consulado para ver cómo me pueden ayudar”, cuenta. No es el único en esa situación (ver Recuadro).
Otros esperan que la ayuda venga de otro lado. “Si mi vieja me depositó plata, me vuelvo. Si no, tengo que ver cómo hago para llenar el tanque y empezar a bajar rumbo a Santa Fe”, explica Hernán, que llegó a Río con unos amigos.
Ya es mediodía y antes de empezar a planificar la vuelta hay que almorzar. Oscar organiza con unos amigos colombianos para ir al comedor comunitario en el que se alimentaron las últimas semanas. “Te dan un plato por un real (unos $ 5) y se come muy bien”, asegura este vecino de San Andrés de Giles. Con la panza llena, tratará de ver cómo hace para llegar a Iguazú, ciudad en la que dejó la bicicleta con la que abandonó su pueblo 15 días antes de la final y comenzó una travesía que, todavía no sabe cómo, terminó en Río.

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