Los pancheros del Papa y su insólito carrito solidario
POR MARCELO D'ANDREA
Voluntarios venden el alimento en pleno centro porteño y la recaudación la donan a Cáritas y a un monasterio. “Los turistas se sacan fotos con nosotros”, cuentan.
El carrito de panchos en homenaje al Papa Francisco.
22/02/14 - 08:21
Cuando empezaron a forjar la idea, que surgió de la simple asociación de un apodo popular con un alimento, la definieron como insólita, pequeña y sin ambición. De a poco fue tomando forma y desde hace 10 días es una realidad: en pleno centro porteño, un grupo de católicos y voluntarios venden panchos en un carrito que lleva la imagen del papa Francisco. Lo que recaudan lo donan a Cáritas y a un monasterio.
La venta de los panchos de Pancho es un éxito. Cuestan $ 10 y por día comercializan entre 180 y 200. Los principales artífices de este proyecto solidario son Juan Carlos Desseville (46), Victoria Di Francesca (35) y Darío Piñón (35). Cuenta la historia que ellos, en compañía de otros católicos que habitualmente se reúnen en la parroquia Asunción de la Santísima Virgen de Flores, empezaron a buscar una forma simpática para acercarse a la gente, en nombre de Francisco.
“Todo empieza por la simple propuesta del Papa de invitar a la población a salir a la calle, a ayudar. Entonces pensamos una forma en la que nosotros nos queremos comunicar con ellos. Y en una de esas sobremesas en la parroquia, por septiembre del año pasado, comenzamos a jugar con el alimento y el apodo de Francisco. A eso le sumamos que el pancho es muy porteño, práctico, económico y está presente en toda la comunidad”, cuenta a Clarín Desseville, quien además es asesor en comercio exterior y director de la empresa que lleva su apellido.
Así lograron que uno de sus amigos conformara el carrito y ellos se ofrecieron como voluntarios para comprar la mercadería y vender el producto. Desde el jueves 13 comenzaron con la aventura.
El carrito está ubicado en San Martín 780, a metros de su intersección con la avenida Córdoba, frente a uno de los accesos de un reconocido shopping y sobre uno de los muros laterales del monasterio de Santa Catalina, lugar al que destinan parte de lo recaudado. De lunes a viernes, entre las 11 y las 18, las gigantografías del Papa – con la leyenda ‘Dígale sí a Francisco, dígale sí a Pancho’ – acompañan al puesto. Como la calle es peatonal en todo momento hay gente que se acerca. Y con cada venta, los voluntarios entregan una estampita con la frase mencionada y la imagen de Francisco.
“Estamos acá porque la pata fundamental de este proyecto es el rector del monasterio, el padre Gustavo Antico. Las cosas las guardamos ahí. Es un lugar al que queremos ayudar porque funciona como un centro de atención espiritual y porque, como todo edificio del siglo XVII, necesita un mantenimiento importante. Y también a Cáritas, que luego decide de forma independiente qué hacer con lo que le podemos donar”, explica Desseville.
Di Francesca, que trabaja en una empresa importadora y exportadora de productos eléctricos y forma parte del departamento de Desarrollo de Fondos de Cáritas, dice – sonrisa mediante – que los turistas les piden fotos y los filman con sus celulares. Y que mucha gente entendió la propuesta y hasta les cuentan sobre los inconvenientes por los que atraviesan. “Eso nos hace bien”, suma Juan Carlos, que además es el esposo de Victoria. En medio de ese panorama, Piñón, estudiante de la ingeniería en Seguridad e Higiene, no para hasta vender el último pancho de Pancho del día.
La venta de los panchos de Pancho es un éxito. Cuestan $ 10 y por día comercializan entre 180 y 200. Los principales artífices de este proyecto solidario son Juan Carlos Desseville (46), Victoria Di Francesca (35) y Darío Piñón (35). Cuenta la historia que ellos, en compañía de otros católicos que habitualmente se reúnen en la parroquia Asunción de la Santísima Virgen de Flores, empezaron a buscar una forma simpática para acercarse a la gente, en nombre de Francisco.
“Todo empieza por la simple propuesta del Papa de invitar a la población a salir a la calle, a ayudar. Entonces pensamos una forma en la que nosotros nos queremos comunicar con ellos. Y en una de esas sobremesas en la parroquia, por septiembre del año pasado, comenzamos a jugar con el alimento y el apodo de Francisco. A eso le sumamos que el pancho es muy porteño, práctico, económico y está presente en toda la comunidad”, cuenta a Clarín Desseville, quien además es asesor en comercio exterior y director de la empresa que lleva su apellido.
Así lograron que uno de sus amigos conformara el carrito y ellos se ofrecieron como voluntarios para comprar la mercadería y vender el producto. Desde el jueves 13 comenzaron con la aventura.
El carrito está ubicado en San Martín 780, a metros de su intersección con la avenida Córdoba, frente a uno de los accesos de un reconocido shopping y sobre uno de los muros laterales del monasterio de Santa Catalina, lugar al que destinan parte de lo recaudado. De lunes a viernes, entre las 11 y las 18, las gigantografías del Papa – con la leyenda ‘Dígale sí a Francisco, dígale sí a Pancho’ – acompañan al puesto. Como la calle es peatonal en todo momento hay gente que se acerca. Y con cada venta, los voluntarios entregan una estampita con la frase mencionada y la imagen de Francisco.
“Estamos acá porque la pata fundamental de este proyecto es el rector del monasterio, el padre Gustavo Antico. Las cosas las guardamos ahí. Es un lugar al que queremos ayudar porque funciona como un centro de atención espiritual y porque, como todo edificio del siglo XVII, necesita un mantenimiento importante. Y también a Cáritas, que luego decide de forma independiente qué hacer con lo que le podemos donar”, explica Desseville.
Di Francesca, que trabaja en una empresa importadora y exportadora de productos eléctricos y forma parte del departamento de Desarrollo de Fondos de Cáritas, dice – sonrisa mediante – que los turistas les piden fotos y los filman con sus celulares. Y que mucha gente entendió la propuesta y hasta les cuentan sobre los inconvenientes por los que atraviesan. “Eso nos hace bien”, suma Juan Carlos, que además es el esposo de Victoria. En medio de ese panorama, Piñón, estudiante de la ingeniería en Seguridad e Higiene, no para hasta vender el último pancho de Pancho del día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario