“El peronismo tuvo que hacerse mayor de edad”
Año 7. Edición número 319. Domingo 29 de Junio de 2014
Jorge Taiana era uno de los jóvenes militantes del peronismo que vivieron la muerte de Juan Domingo Perón y, con una intensa carrera política de por medio –que incluyó la representación de Argentina ante el mundo como titular del Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto– reflexiona como actor y testigo de los cambios que llegan hasta el peronismo de hoy.
–¿Comenzamos por la muerte?
–La muerte de Perón instaló un sentimiento de soledad, como una sensación de lo que le esperaba al pueblo argentino: el desbarranque de un gobierno y la etapa más oscura que había vivido el país, con el genocidio y la dictadura. Fue una pérdida muy grande, pero el tiempo mostró que se podía seguir adelante. Muerto Perón, el peronismo tuvo que alcanzar la mayoría de edad. Aprendimos a superar las diferencias de modo político, sin antagonizar; con los de adentro y con los de afuera del movimiento.
–¿La organización venciendo al tiempo?
–Sí, ésa era una idea-fuerza de Perón. Aprendimos a no esperar hombres providenciales y construir de otra manera. Lo cierto es que las tres banderas históricas del peronismo, soberanía política, independencia económica y justicia social, siguen vigentes, son actuales. Lo que llega para demostrar que el pensamiento de Perón tenía una proyección muy por delante de la contingencia inmediata. No hay duda de que las políticas desarrolladas en estos últimos años con Néstor y Cristina son una continuidad de lo que él pensaba y proponía. Como ejemplo podemos ver que antes de su muerte se hablaba muy poco de la unidad Latinoamérica, no era un tema que convocara, y hoy no es sólo un tema político, una aspiración, la realidad muestra que la unidad regional es un camino que recorremos todos y que se afianza cada día más.
–¿Tal vez la sociedad en su conjunto ha hecho suyas las tres banderas del peronismo?
–No tengo dudas. Y no sólo dentro de las fronteras de Argentina, podríamos afirmar que han llegado más allá de Latinoamérica, incluso a un espacio tan internacional como El Vaticano. En los mensajes del Papa Francisco se trasparenta un origen social –lo político es lo de menos–, porque el Papa es hijo de un tiempo en que los trabajadores podían pensar, y lograr, un futuro mejor para sus hijos; darles estudios. Un tiempo de movilidad social ascendente que concretaba la aspiración de que tuvieran una vida a la que ellos no habían podido llegar, siendo técnicos o profesionales. El Papa es una expresión del social cristianismo que propiciaba Perón.
–Otro tema de lo que se hablaba poco era del cuidado de la naturaleza, de la protección ambiental. Cuando Perón regresó a Argentina hablando de eso el peronismo joven lo miraba preguntándose si no sería verdad que se había vuelto un “león vegetariano”.
–Eso demuestra que era un estadista, que estaba por delante, y muy por delante. Hoy a nadie se le escapa que la protección ambiental es un problema que demanda toda la atención. Sólo que cuando Perón hablaba de eso nos parecía un poco exótico, y lo hacía hace ya cuarenta años. Sus ideas siguen vivas porque tenía visión de estadista; siempre veía mucho más allá de los que vemos todos. Otro ejemplo es el de la justicia social, que hoy es algo sobre lo que nadie tiene dudas. Recuerdo que Evita decía: donde hay una necesidad, hay un derecho. Era algo muy propio del pensamiento peronista, pero ya es una idea incorporada por todos los argentinos. Por eso puedo decir que las banderas que levantó Perón son hoy parte de la cultura del pueblo argentino.
–Ideas que se adaptaron a los cambios, porque el mundo ya no es el que era antes de su muerte en 1974, se ha modificado en muchos sentidos.
–Todo cambia, y también las relaciones internacionales, tanto económicas como políticas. Puedo decir que los gobiernos de Néstor y Cristina son la continuidad del peronismo histórico, pero es imposible que sea una copia. Ha cambiado, ha evolucionado, con aciertos y errores, como es lógico, porque la implementación de las ideas básicas tenía que adecuarse a la realidad. En estos últimos años se ha producido un rescate del país del peor pozo en el que había caído desde la constitución del Estado Nacional, en un escenario particular, determinado por los cambios internos e internacionales.
–La juventud de los ’70 reclamaba el “trasvasamiento generacional”. ¿Cómo se da, en esta etapa, cuarenta años más tarde, ese trasvasamiento?
–Creo que muy bien, y con características propias de una historia complicada como la de Argentina. Nosotros éramos hijos de la crisis permanente, donde los gobiernos elegidos duraban poco y las dictaduras imponían su violencia represiva, política y económica. Los jóvenes que hoy se suman a la militancia no tienen esa experiencia, no llevan encima esas heridas, esas marcas y esos rencores; son más libres. Ya lo dijo la Presidente, son la primera generación que crece en democracia. Y eso es determinante. Ciertas cosas que a nosotros nos parecían importantes para ellos son como pertenecientes al medioevo, tienen otra formación y prácticas democráticas. Lo que tenemos que hacer es apoyarlos para que se desarrollen, tomen el relevo y hagan su propia historia política.
–Seguramente queda alguna deuda. ¿Cuál señalaría?
–Creo que es la dispersión del movimiento obrero. Sus dirigentes han perdido peso específico en la sociedad, en incluso entre sus propios trabajadores. Se han desdibujado y son poco representativos.
–A pesar de no tener el mismo peso que en otros tiempos, los gremialistas, incluso los peronistas, parecen representar un descontento tal vez con poca memoria, ya que hace muy pocos años Argentina estaba infinitamente peor.
–Es que todos nos acostumbramos pronto a lo bueno y reclamamos más. Convertimos aquello que era el techo en el piso, y pedimos más. Es algo humano pensar que lo que tenemos es mérito propio y lo que nos falta culpa de otro. Un profesor que tuve señalaba que decimos “me saqué un 10” y “me pusieron un 4”. El diez me lo saqué, el cuatro “me lo pusieron”. Siendo positivo, es bueno que se ambicione estar mejor si no estamos mal.
–¿Comenzamos por la muerte?
–La muerte de Perón instaló un sentimiento de soledad, como una sensación de lo que le esperaba al pueblo argentino: el desbarranque de un gobierno y la etapa más oscura que había vivido el país, con el genocidio y la dictadura. Fue una pérdida muy grande, pero el tiempo mostró que se podía seguir adelante. Muerto Perón, el peronismo tuvo que alcanzar la mayoría de edad. Aprendimos a superar las diferencias de modo político, sin antagonizar; con los de adentro y con los de afuera del movimiento.
–¿La organización venciendo al tiempo?
–Sí, ésa era una idea-fuerza de Perón. Aprendimos a no esperar hombres providenciales y construir de otra manera. Lo cierto es que las tres banderas históricas del peronismo, soberanía política, independencia económica y justicia social, siguen vigentes, son actuales. Lo que llega para demostrar que el pensamiento de Perón tenía una proyección muy por delante de la contingencia inmediata. No hay duda de que las políticas desarrolladas en estos últimos años con Néstor y Cristina son una continuidad de lo que él pensaba y proponía. Como ejemplo podemos ver que antes de su muerte se hablaba muy poco de la unidad Latinoamérica, no era un tema que convocara, y hoy no es sólo un tema político, una aspiración, la realidad muestra que la unidad regional es un camino que recorremos todos y que se afianza cada día más.
–¿Tal vez la sociedad en su conjunto ha hecho suyas las tres banderas del peronismo?
–No tengo dudas. Y no sólo dentro de las fronteras de Argentina, podríamos afirmar que han llegado más allá de Latinoamérica, incluso a un espacio tan internacional como El Vaticano. En los mensajes del Papa Francisco se trasparenta un origen social –lo político es lo de menos–, porque el Papa es hijo de un tiempo en que los trabajadores podían pensar, y lograr, un futuro mejor para sus hijos; darles estudios. Un tiempo de movilidad social ascendente que concretaba la aspiración de que tuvieran una vida a la que ellos no habían podido llegar, siendo técnicos o profesionales. El Papa es una expresión del social cristianismo que propiciaba Perón.
–Otro tema de lo que se hablaba poco era del cuidado de la naturaleza, de la protección ambiental. Cuando Perón regresó a Argentina hablando de eso el peronismo joven lo miraba preguntándose si no sería verdad que se había vuelto un “león vegetariano”.
–Eso demuestra que era un estadista, que estaba por delante, y muy por delante. Hoy a nadie se le escapa que la protección ambiental es un problema que demanda toda la atención. Sólo que cuando Perón hablaba de eso nos parecía un poco exótico, y lo hacía hace ya cuarenta años. Sus ideas siguen vivas porque tenía visión de estadista; siempre veía mucho más allá de los que vemos todos. Otro ejemplo es el de la justicia social, que hoy es algo sobre lo que nadie tiene dudas. Recuerdo que Evita decía: donde hay una necesidad, hay un derecho. Era algo muy propio del pensamiento peronista, pero ya es una idea incorporada por todos los argentinos. Por eso puedo decir que las banderas que levantó Perón son hoy parte de la cultura del pueblo argentino.
–Ideas que se adaptaron a los cambios, porque el mundo ya no es el que era antes de su muerte en 1974, se ha modificado en muchos sentidos.
–Todo cambia, y también las relaciones internacionales, tanto económicas como políticas. Puedo decir que los gobiernos de Néstor y Cristina son la continuidad del peronismo histórico, pero es imposible que sea una copia. Ha cambiado, ha evolucionado, con aciertos y errores, como es lógico, porque la implementación de las ideas básicas tenía que adecuarse a la realidad. En estos últimos años se ha producido un rescate del país del peor pozo en el que había caído desde la constitución del Estado Nacional, en un escenario particular, determinado por los cambios internos e internacionales.
–La juventud de los ’70 reclamaba el “trasvasamiento generacional”. ¿Cómo se da, en esta etapa, cuarenta años más tarde, ese trasvasamiento?
–Creo que muy bien, y con características propias de una historia complicada como la de Argentina. Nosotros éramos hijos de la crisis permanente, donde los gobiernos elegidos duraban poco y las dictaduras imponían su violencia represiva, política y económica. Los jóvenes que hoy se suman a la militancia no tienen esa experiencia, no llevan encima esas heridas, esas marcas y esos rencores; son más libres. Ya lo dijo la Presidente, son la primera generación que crece en democracia. Y eso es determinante. Ciertas cosas que a nosotros nos parecían importantes para ellos son como pertenecientes al medioevo, tienen otra formación y prácticas democráticas. Lo que tenemos que hacer es apoyarlos para que se desarrollen, tomen el relevo y hagan su propia historia política.
–Seguramente queda alguna deuda. ¿Cuál señalaría?
–Creo que es la dispersión del movimiento obrero. Sus dirigentes han perdido peso específico en la sociedad, en incluso entre sus propios trabajadores. Se han desdibujado y son poco representativos.
–A pesar de no tener el mismo peso que en otros tiempos, los gremialistas, incluso los peronistas, parecen representar un descontento tal vez con poca memoria, ya que hace muy pocos años Argentina estaba infinitamente peor.
–Es que todos nos acostumbramos pronto a lo bueno y reclamamos más. Convertimos aquello que era el techo en el piso, y pedimos más. Es algo humano pensar que lo que tenemos es mérito propio y lo que nos falta culpa de otro. Un profesor que tuve señalaba que decimos “me saqué un 10” y “me pusieron un 4”. El diez me lo saqué, el cuatro “me lo pusieron”. Siendo positivo, es bueno que se ambicione estar mejor si no estamos mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario