viernes, 2 de mayo de 2014

El discurso y el clamor de las víctimas

BONFATTI DEBIO ENTRAR POR OTRA PUERTA A LA LEGISLATURA PARA ABRIR LAS SESIONES

El discurso y el clamor de las víctimas

El gobernador leyó su mensaje durante una hora y 40 minutos, mientras afuera seguían los reclamos por crímenes impunes en la capital provincial. El mandatario no pudo caminar desde la Casa de Gobierno hasta el Palacio por la manifestación.
 Por Juan Carlos Tizziani

Desde Santa Fe El gobernador Antonio Bonfatti inauguró ayer el año legislativo en un escenario de dolor, llanto y desesperación de la víctimas de crímenes impunes que alteraron el protocolo y lo obligaron a esquivar dos encerronas. La primera, en la Casa Gris, donde la protesta lo empujó a salir por una puerta alternativa y a bordo de una camioneta particular que lo llevó a destino. Y la segunda, en la Legislatura, donde también ingresó por la puerta de atrás, porque la del frente ya había sido clausurada por los manifestantes. Fueron dos mundos. En el recinto, Bonfatti se dedicó a leer su mensaje durante una hora y cuarenta minutos. Apeló a "lograr convivencia" y a "unirse en defensa de la vida y de la paz" (ver aparte). Mientras que afuera, el reclamo de justicia se mezclaba con gritos de bronca e impotencia que ni Bonfatti ni los actores del rito institucional podían escuchar. La marcha por verdad y justicia no era una sorpresa porque se conocía desde el lunes y se extendió por las redes sociales. Pero sí sorprendió que unas 300 personas respondieran a la convocatoria, entre ellas los familiares de Adrián Escobar, Esteban Toffolini y Walter González Montaner, víctimas de crímenes impunes. Ayer a la tarde, la Unidad Regional I de Santa Fe informó sobre la detención de varios sospechosos por el crimen de Esteban Toffolini, en viviendas del norte de la ciudad de Santa Fe. Adrián tenía 31 años. Lo mataron el 24 de abril a las 2 de la mañana cuando iba a trabajar como vigilador privado en una empresa de seguridad. Fue a pocas cuadras de su casa. Lo asaltaron para robarle la moto - una Honda de 110 cc.- y le dispararon por la espalda. De paso, se llevaron su celular y cuando su esposa María llamaba, ellos atendían el teléfono y la escuchaban llorar. Cuatro días después, el 29 de abril, Esteban Toffolini salió de su curso de Archivística. Tenía 29 años. Lo interceptaron en una esquina del barrio San Martín para robarle la moto. Dos balazos le arrancaron la vida sobre el pavimento. Trabajaba en la Secretaría de Extensión de la Universidad del Litoral y esa noche lo esperaban en la casa. Nunca llegó a festejar el cumpleaños de su papá. Walter fue asesinado en un bar de la Recoleta, un domingo de octubre de 2013 por defender a un amigo. Ayer, su padre, Raúl González Montaner, se paró frente a la Legislatura con su cartel de dos fotos y un anuncio: "Estos son los asesinos de Walter". Raúl esperaba a Bonfatti, pero cuando vio a Hermes Binner lo encaró: "¿Qué hacen ustedes con la policía?", le preguntó. Y le dijo que ya se había cruzado varias veces con los asesinos de su hijo. - Estamos en eso --le contestó Binner. - Siempre están en eso, pero nunca hacen nada --reprochó González Montaner. Un rato antes, había pasado frente a un grupo de militantes socialistas, que también se habían convocado en la Legislatura. "Ustedes están con las banderitas y a mi me mataron un hijo. ¿Porque no reclamamos todos juntos?". Fue Binner el que siguió la tradición de caminar las tres cuadras desde la Casa de Gobierno hasta la Legislatura. Ayer, Bonfatti barajó otra alternativa: llegar en una caravana de automóviles oficiales seguido por su gabinete, pero tampoco pudo. La protesta había cerrado todas las puertas de la Casa Gris, incluso la cochera. La única alternativa era salir por un corredor de la Dirección Provincial de Vivienda, por calle San Martín, donde lo esperaba una camioneta 4x4 negra que lo trasladó hasta la Legislatura, los últimos metros en contra mano. Bonfatti ingresó por la puerta de atrás porque la explanada del frente también había sido ocupada por los manifestantes. Y no hubo banda de música que lo recibiera. Mientras tanto, los ministros salieron por el frente de la Casa de Gobierno, donde el hermano y la esposa de Escobar encararon al de Seguridad, Raúl Lamberto. "Hagan lo que tienen que hacer. Dejen de proteger a los asesinos", le reprocharon. Lamberto les dijo que Bonfatti los iba a recibir, pero más adelante. No ahora. Fueron cuarenta minutos de diálogo y de tensión. La Legislatura ya era custodiada por más de 300 policías, entre ellos efectivos de la Guardia de Infantería con casco y escudos y un cerrojo de 25 patrulleros de cuatro cuadras a la redonda. En el frente, una pantalla gigante estaba lista para transmitir el acto. A las 11 de la mañana, cuando apareció la primera imagen de Bonfatti, los manifestantes se enardecieron. Los insultos y reproches eran por un incidente con los custodios del gobernador y el maltrato que habían sufrido un rato antes en las afueras de la Casa Gris. Bonfatti ya estaba por empezar su discurso en el recinto. Uno de los manifestantes exhibía una mano ensangrentada por los disturbios en la Casa de Gobierno. Y después, la bronca se unificó en un grito ("¡asesinos! ¡asesinos!") y hasta exhumó un reclamo de otros tiempos: "¡Que se vayan todos, que no quede ni uno solo!". El otro pico de tensión fue cuando el vicegobernador Jorge Henn invitó a cantar el Himno. Primero fue una mujer que se animó contra el equipo de audio y la pantalla gigante. Voló un parlante de una patada, intentaron detenerla. Y unos segundos después, la imagen de Bonfatti de la pantalla se esfumó. Los militantes socialistas siguieron cantando a capella. "Ellos no nos escuchan ¿por qué tenemos que escucharlos nosotros a ellos cuando matan a nuestros pibes como ratas¡ ¿Quién nos devuelve a nuestros muertos?", se preguntó una mujer en llanto. La bronca y las pérdidas volvieron a unificar la demanda: "¡Justicia!". Una y otra vez. Y los socialistas comenzaron a enrollar sus banderas y emprender la retirada. "¡Que vengan a dar la cara. Queremos justicia!", reclamó el hermano de Escobar. "La gente está cansada. ¡Tienen el poder y no hacen nada! ¡Hagan algo, por favor!", suplicó el muchacho. Sobre la pantalla ya habían colgado la bandera: "Basta de impunidad. Todos somos Adrián Escobar. Que sus homicidas sean encarcelados. Queremos más seguridad". Al final, los manifestantes fueron a esperar a Bonfatti por la puerta de atrás, por donde había entrado, mientras en el frente el bloque socialista se fortaleció con otros 250 militantes que llegaron desde Rosario. Ante otra disyuntiva, el gobernador eligió salir por la puerta más libre, rodeado de banderas rojas que habían vuelto a levantarse. Más tarde, el vice fue al encuentro de la esposa y el hermano de Adrián Escobar. Henn los escuchó. "Respeto su dolor, señora", le dijo a María. Ella está desplomada por la pérdida. Y les propuso recibirlos en su despacho el lunes, a las 10 de la mañana, "en nombre del gobierno". "Si ustedes, aceptan, los espero". Ellos aceptaron. Y Henn cerró la promesa con un abrazo al hermano de Escobar. La Legislatura ya se había despoblado.

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