EDITORIAL
La reconversión del Puerto en la recta final
Han pasado 16 años desde que se esbozaron los trazos generales del proyecto de extender el Puerto de Santa Fe hasta el cauce principal del río Paraná. Y el martes pasado se produjo uno de los hechos más importantes en esta larga marcha hacia la reconversión de nuestra centenaria estación fluvio-marítima.
Ese día, un consorcio de empresas nacionales y extranjeras presentó una oferta concreta con vistas a la ejecución de las obras de infraestructura sobre la zona de islas, base de la futura operación portuaria. Y disparador, si se cumplen las condiciones del pliego licitatorio, de la inversión pública y privada correlativa de la concesión de las instalaciones a construirse junto al canal profundo de navegación de la hidrovía Paraguay-Paraná.
Es un paso trascendente, aunque ahora la oferta presentada -que superó el primer escalón de los aspectos formales y la garantía fijada- deberá atravesar la lupa del análisis técnico, requisito necesario para proceder a la apertura del sobre que contiene la oferta económica. En suma se trata de la etapa definitoria de un proyecto que ha consumido más de tres lustros de estudios, investigaciones, evaluaciones, contratación de consultoras, discusiones técnicas, análisis legislativos y decisiones políticas para arribar al punto actual.
Lo que no deja de ser interesante, es que sin haberse planteado desde el comienzo como una política de Estado, cinco gobiernos provinciales consecutivos lo han impulsado sin contramarchas. El proceso se inició en 1998 durante el primer mandato de Jorge Obeid, a quien representantes de la Bolsa de Comercio de Santa Fe le entregaron un documento que proponía explorar la hipótesis de una extensión portuaria a la vera del Paraná debido a que los crónicos problemas de calado se agravaban con el creciente tamaño y capacidad de los buques de carga y los costos de dragado del canal de acceso, construido a contracorriente y, por tanto, presa de inevitables sedimentaciones.
Si la montaña no venía a Mahoma, Mahoma debía ir a la montaña. Viejos operadores del negocio de granos habían señalado con crudeza que en estas condiciones el Puerto no tenía destino, aserto que la realidad corroboraba. Y lo peor es que esta esterilización portuaria ocurría en un contexto económico auspicioso, tanto por la expansión de la frontera agrícola hacia el norte como por el geométrico crecimiento del comercio mundial. Ambos factores le devolvían al Puerto de Santa Fe una función que había perdido. Así lo entendieron las administraciones de Obeid, primero: y luego, de Carlos Reutemann, otra vez Obeid, Hermes Binner y Antonio Bonfatti.
Este último, en particular, terminó de componer una visión geoestratégica y económica del proyecto en cuestión. Máxime después de la reciente visita a San Juan, donde encontró a un José Luis Gioja exultante que enfatizó el papel clave del nuevo Puerto dentro del corredor bioceánico central y como pieza de articulación con el túnel cordillerano de Aguas Negras que perforará el macizo andino en dirección al Pacífico.
Pero en Santa Fe siempre hay una nota discordante. Esta vez surgió de la Cámara de Diputados, donde al día siguiente el legislador peronista Héctor “Pirucho” Acuña impulsó la creación de una comisión especial investigadora de supuestas irregularidades en la administración del Puerto local. El FPCyS se retiró del recinto y algunos diputados del conglomerado peronista se abstuvieron. La iniciativa llama la atención porque las presuntas irregularidades se investigan desde hace meses en la Justicia. Por tanto, la referida comisión se tiñe de un color político partidario que mete ruido forzado en medio de la etapa más sensible del proceso de reconversión. El promotor es un denunciador serial de presuntas ilicitudes en los más diversos campos y materias, que ha hecho de la sobreactuación su método de visibilización política con miras a permanecer en el ruedo en 2015.
Es interesante que sin haberse planteado desde el comienzo como una política de Estado, cinco gobiernos provinciales consecutivos lo han impulsado sin contramarchas
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