miércoles, 23 de febrero de 2011

a 65 años del primer triunfo peronista

24 DE FEBRERO DE 1946: PERÓN - QUIJANO GANAN LAS ELECCIONES NACIONALES Imprimir E-mail


 Luego del vendaval político que significó el 17 de Octubre de 1945, el viernes 19 de octubre se recompondría el gabinete ministerial, llamando la atención la designación del ministro del Interior, coronel R.E. Bartolomé Descalzo, amigo de Justo, de ideas liberales y presidente del Instituto Sanmartiniano. Es que lo unía a Perón una antigua amistad y era un hombre de conocida rectitud: esto significaba una garantía de corrección en el proceso electoral, convocado para el 24 de febrero de 1946.
Descalzo instruyó a todos los Interventores provinciales, con un enérgico acento militar, para que diesen igualdad de trato a todos los partidos políticos.
Había una desventaja, el movimiento político que encabezaba Perón estaba en pañales, es decir, que necesitaba tiempo para consolidarse, designar sus convenciones (o congresos) y autoridades partidarias, eligiendo los candidatos para los puestos representativos y los gobiernos de provincia. En cambio la Unión Democrática estaba perfectamente preparada para el acto electoral. En la provincia de Buenos Aires llevarían como candidato a gobernador a Crisólogo Larralde.
A poco del 17 de octubre se había formado la Junta Renovadora de la Unión Cívica Radical, presidida por Quijano, que integraría el naciente "peronismo". Por la provincia de Buenos Aires, provenientes de esa estructura partidaria, se incorporarían al peronismo Alejandro Leloir y Alberto Reales.
La Unión Industrial financiaba la campaña de la Unión Democrática, según lo habían probado los empleados del Banco Nación al fotografiar el cheque delator.
Pero, habría un desquite de los "democráticos" con un cheque del Jockey Club de La Plata al Interventor de Buenos Aires, general Albariños, indudablemente para gastos políticos. El gobierno había tenido la pulcritud de nombrar comandantes electorales a distinguidos generales y almirantes para fiscalizar las elecciones. El comandante electoral de Buenos Aires, vicealmirante José Zuloaga, exigió la cesantía de Albariños, apoyado por el cuerpo de oficiales navales, que visitaron el 17 de enero de 1946 a Farrell encabezados por el ministro de Marina Pantín: o renunciaba Albariños, o los marinos renunciaban a controlar la elección. Farrell no tuvo otra alternativa que transferir a Albariños a una jefatura a Campo de Mayo, reemplazándolo por un hombre de su absoluta confianza: el ex interventor bonaerense Sáenz Kelly.
En lo que luego sería el "peronismo" nada era fácil, había que transformar un movimiento espiritual en un partido político. En realidad nunca encuadraría como partido político. Había un jefe y una masa, lo demás era "cartón pintado". Esto no quisieron aceptarlo quienes se sentían dirigentes. Los radicales renovadores –divididos en quijanistas y antillistas- querían imponer sus propios candidatos, desde la vicepresidencia, pasando por las gobernaciones, hasta las diputaciones. Algo semejante pasaba en el laborismo, donde cada sindicato tenía sus propios candidatos. Aunque los laboristas debieron ceder algunas posiciones en las listas, pudieron tener el orgullo de que Perón fuera “el afiliado Nº 1” y Mercante –hijo de ferroviario sindicalista-, el candidato a la gobernación de Buenos Aires.
Los elementos de la vieja política querían aprovechar al nuevo "partido": fracasados del radicalismo, conservadores, centros socialistas, aprovechándose de su experiencia trabajaban sus candidaturas. Los únicos que parecían tener conciencia movimientista eran los centros cívicos Coronel Perón.
Perón quiso unificar el conglomerado en el Partido Único de la Revolución, pero fracasó (más tarde conseguiría formar el partido peronista, luego Movimiento Nacional Justicialista). No pudo imponer, como era su deseo, a Leloir-Bramuglia en Buenos Aires, y dificultosamente conseguiría que laboristas y radicales antillistas, aceptaran a Quijano como candidato a vicepresidente. Los laboristas hubieran preferido a Mercante, pero éste solucionó el problema a Perón aceptando la candidatura laborista a gobernador de Buenos Aires.
Es más, las dos fracciones del peronismo-laborismo y radicales renovadores (a los que hay que sumar grupos independientes, de origen nacionalista o conservador, por lo general agregados a los primeros), fueron divididas a las elecciones de la provincia de Buenos Aires.
El 9 de febrero José Tamborini y Enrique Mosca, candidatos de la Unión Democrática (la oposición según cantara tan bien Copani) fueron proclamados en la plaza del Congreso; el 14 le tocó a Juan Domingo Perón-Hortensio Quijano en la plaza de la República.
Fuera de Perón, y unos pocos, nadie creía en el triunfo. En Buenos Aires sería posible, aunque preocupaba la división antes aludida.
Ante el ataque irracional del Secretario Adjunto de la Embajada norteamericana, Spruille Braden, en su Libro Azul, Perón respondería con el Libro Azul y Blanco y el 12 de febrero diría a sus partidarios enfervorizados: "La disyuntiva de esta hora trascendental es ésta ¡Braden o Perón!".
El 16 de febrero el Partido Laborista, la Unión Cívica Radical Junta Renovadora y los hombres de FORJA de Bahía Blanca presentaron la fórmula presidencial. Con ese motivo y alrededor de las 23 horas se hicieron presentes en los balcones del principal teatro bahiense el coronel Perón, a quien acompañaba también su compañero de fórmula el Dr. Quijano.
Como principal representante del Laborismo provincial habló Cipriano Reyes. Por el Laborismo de Bahía Blanca se manifestaron los candidatos Miguel López Francés y Eduardo Julio Forteza. Finalmente, Roberto Volpe y Justo Mouzo, representantes de la Unión Cívica Radical Junta Renovadora, hicieron conocer también sus propuestas.
Toda una fiesta cívica en la noche bahiense. Esto no impidió que al retirarse la manifestación efectuara una sonora rechifla frente a las editoriales de los diarios "El Atlántico" y "Democracia" que estaban ubicadas en la calle Zelarrayán. También adoptaron la misma actitud frente al diario "La Nueva Provincia". Todos estos periódicos mantenían una actitud de hostilidad frente a la fórmula Perón-Quijano.

Toda la oposición a Perón destacó la indiscutible corrección de las elecciones del 24 de febrero. Hasta el día siguiente al acto electoral todos creían que había triunfado Tamborini.
Al realizarse el escrutinio, resultó que en el orden nacional Perón se había impuesto en Capital, Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, Tucumán, Santiago del Estero, Mendoza, San Juan, La Rioja, Catamarca, Salta y Jujuy.
En el orden provincial, el peronismo ganó todas las provincias, menos en Corrientes donde una coalición conservadora se impuso en el colegio electoral. Específicamente en la provincia de Buenos Aires, cuyos totales oficiales recién fueron reconocidos en abril, la fórmula Perón-Quijano obtuvo cuatrocientos cincuenta mil setecientos setenta y ocho votos y Tamborini-Mosca trescientos veintidós mil ochocientos ochenta y un votos.
Para el ámbito provincia, en los cargos de gobernador y vicegobernador los resultados definitivos dieron el triunfo a la fórmula Mercante-Machado con un porcentaje del 53,2 %, superior –como no podía ser de otra manera- al nivel nacional.
Perón debía asumir la presidencia el 4 de junio de 1946. Un decreto de Farrell del 29 de mayo lo restituía a la actividad militar y lo ascendía –con fecha 31 de diciembre de 1945- al grado de general de brigada.
Perón no debió haber aceptado, pues el pueblo lo reconocía como "el Coronel". Es que generales habría muchos, pero "coroneles del pueblo" hubo solamente tres: Manuel Dorrego, Juan Perón y Domingo Mercante (perdón, me olvidaba de Cogorno).
El flamante movimiento popular, en lo cultural, planteó una impresionante reivindicación de lo nacional, de lo telúrico; y ni que hablar de Mercante, siendo bonaerense e hijo de ferroviario. Había que rescatar lo nuestro y sentirse orgulloso de nuestra esencia hispano-criolla, representada fundamentalmente en el arquetipo del gaucho.

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