La tarea estratégica es Cristina 2011
Publicado el 24 de Febrero de 2011Por
Periodista, escritor y profesor universitario.
Hay que confiar en la conducción política de Cristina y apoyar sin duda las decisiones que tomará en el momento que ella crea oportuno tomar, entre ellas las que deriven en la conformación de listas y candidaturas.
Para quienes estamos convencidos de que el modelo de país inaugurado por Néstor Kirchner en 2003 es hoy el mejor para todas y todos los argentinos, y de que la única garantía para su consolidación y profundización pasa por la capacidad militante, el temple y las condiciones de liderazgo que posee Cristina Fernández de Kirchner, el escenario nacional de cara a las elecciones de octubre resulta mucho más simple que aquel lógicamente atravesado por las apetencias sectoriales, y a veces personales, al interior del propio bloque transformador. Semejante afirmación deriva en la necesidad de militancia individual y colectiva dentro de lo que me animo a calificar como tríptico de tareas estratégicas.
Primero: desplegar el más amplio dispositivo posible de comunicación mediática y directa, entendiendo a esta última como la llamada “de boca en boca”, en los ámbitos cotidianos de cada uno de los que suscribimos al proyecto, para darle cada día más volumen cuantitativo y cualitativo al consenso social en torno a la idea de un nuevo mandato, decisivo, de la actual presidenta de la República.
Segundo: apelar a la militancia –ya lo dije, personal y colectiva– para dejar constancia de que ese consenso debe apoyarse no sólo en suscripciones ideológicas sino, fundamentalmente, en el amplio abanico de políticas públicas aplicadas por el gobierno en materia de crecimiento económico sostenido con inclusión social, cultural y política, densidad democrática en orden a la plena vigencia de los Derechos Humanos, en su más amplio significado, y recuperación de los principios de soberanía nacional y popular.
Tercero: estar alertas y en capacidad de rápida respuesta y movilización ante la posibilidad cierta de que los sectores más recalcitrantes de la oposición (los oligopolios del capital concentrado, las bandas criminosas del denominado duhaldismo y la corporación mediática encabezada por el Grupo Clarín y sus principales socios) continúen con más y nuevas operaciones de desestabilización, apelando a las herramientas que les provee la denominada teoría de “democracia vigilada más guerra de baja intensidad”. A ello me referí en mi columna del pasado miércoles, para recordar que la misma es monitoreada por los poderes globales hegemónicos, en particular desde los Estados Unidos, con el objetivo condicionar y destituir a gobiernos plenamente democráticos y autónomos.
En ese orden de asuntos, y teniendo en cuenta que fue un ministro de la Corte Suprema (ver “Hoy los golpes los dan las fuerzas de seguridad, no los ejércitos”, en Tiempo Argentino del 17 de enero pasado), el que alertó de alguna manera sobre los peligros que acechan a las democracias contemporáneas, no les cabe otros apelativos que el de inteligentes y oportunas a dos de las más recientes y notorias decisiones del Poder Ejecutivo: impedir el ingreso al país de material no declarado por parte del gobierno de los Estados Unidos y poner en caja nacional a todos los programas de entrenamiento en el exterior de las fuerzas de seguridad, excluyéndolos de toda matriz militar.
En ese mismo sentido, hay que destacar los anuncios formulados por la ministra Nilda Garré –uno de los cuadros políticos y de gestión decisivos con los que cuenta la presidenta–, tendiente a crear mecanismos de participación ciudadana en la ejecución de las políticas de seguridad; se trata de una iniciativa de máxima eficacia en la lucha contra el delito, pero también para la protección colectiva del sistema democrático.
Cualquier lector podría preguntarse si acaso estas líneas pretenden omitir el cúmulo de informaciones y versiones que le dan forma al internismo que anida dentro del multifacético bloque político y social que apoya a Cristina. De ninguna manera; simplemente parto de una categoría política constatada en la Historia: los proyectos y las conducciones estratégicas son los mejores vectores para el acomodamiento funcional de las disputas faccionales.
Para el caso Argentina 2011, si la militancia convierte a las tendencias que registran todas las encuestadoras en resultados electorales, la consagración de la presidenta para un nuevo mandato, con un aluvión de votos en primera vuelta, será, con toda seguridad, el mejor ordenador del campo propio; de allí se desprende que hay que confiar en la conducción política de Cristina y apoyar sin dudas las decisiones que tomará en el momento que ella crea oportuno tomar. Entre ellas las que deriven en la conformación de listas y de candidaturas; y, sobre todas las cosas, evitar cualquier movimiento que le haga el juego a esa derecha lumpen y desesperada, que se sabe perdedora y sólo cuenta con la operatoria cotidiana de la corporaciones mediáticas.
Es en este contexto donde, una vez más, cabe destacar el peso específico y estratégico que ha tenido para la democracia inclusiva de los argentinos la lucha por la democratización de la comunicación social y la consecuente consagración de la nueva Ley de Medios Audiovisuales, devenir encabezado, con mandato de Cristina, por Gabriel Mariotto, uno de los dirigentes políticos y funcionarios de Estado que con más perspicacia viene leyendo el escenario político actual, lo que sin dudas los pone en una posición de creciente expectativa respecto de sus futuras tareas militantes y de gobierno.
La derecha lumpen y sus patrones –la corporación mediática– saben que es sobre tableros como el actual, y con indudables resonancias a futuro, donde la ley para la democracia de la palabra se materializa con mayor densidad: al abrirse las alamedas de la información para una pluralidad de actores, los oligopolios resisten y se niegan a acatarla, pero tienen en claro que se les acabó su hora de discurso único, creador de supuestas realidades, tergiversador y a esta altura de los acontecimiento, decididamente mentiroso.
Qué habrán pensado Magnetto, sus editorialistas y sus sirvientes de la camándula política al enterarse por una encuesta difundida días pasados por este diario, según la cual el 72,7% de los periodistas encuestados está de acuerdo con la Ley de Medios Audiovisuales, que el 79,3% sostiene que en el país rige una plena libertad de expresión y que un 70,2% considera que las que atentan contra ella son las empresas donde trabajan.
Vaya a saber uno qué se cruzó por sus cabezas, seguro que nada bueno ni justo. Sus decires y actitudes cotidianas indican que han decidido continuar con las campañas de mentiras y abonar nuevas maniobras neogolpistas o desestabilizadoras. Quizás sea por eso, aunque sea sólo por eso, que valga la pena tener en cuenta la urgencia de ser consecuentes con la estrategia de hacer que Cristina reviente las urnas con votos en las elecciones de octubre, sin otras consideraciones que emanen de la propia ansiedad; y, por supuesto, estar alertas
Periodista, escritor y profesor universitario.
Hay que confiar en la conducción política de Cristina y apoyar sin duda las decisiones que tomará en el momento que ella crea oportuno tomar, entre ellas las que deriven en la conformación de listas y candidaturas.
Para quienes estamos convencidos de que el modelo de país inaugurado por Néstor Kirchner en 2003 es hoy el mejor para todas y todos los argentinos, y de que la única garantía para su consolidación y profundización pasa por la capacidad militante, el temple y las condiciones de liderazgo que posee Cristina Fernández de Kirchner, el escenario nacional de cara a las elecciones de octubre resulta mucho más simple que aquel lógicamente atravesado por las apetencias sectoriales, y a veces personales, al interior del propio bloque transformador. Semejante afirmación deriva en la necesidad de militancia individual y colectiva dentro de lo que me animo a calificar como tríptico de tareas estratégicas.
Primero: desplegar el más amplio dispositivo posible de comunicación mediática y directa, entendiendo a esta última como la llamada “de boca en boca”, en los ámbitos cotidianos de cada uno de los que suscribimos al proyecto, para darle cada día más volumen cuantitativo y cualitativo al consenso social en torno a la idea de un nuevo mandato, decisivo, de la actual presidenta de la República.
Segundo: apelar a la militancia –ya lo dije, personal y colectiva– para dejar constancia de que ese consenso debe apoyarse no sólo en suscripciones ideológicas sino, fundamentalmente, en el amplio abanico de políticas públicas aplicadas por el gobierno en materia de crecimiento económico sostenido con inclusión social, cultural y política, densidad democrática en orden a la plena vigencia de los Derechos Humanos, en su más amplio significado, y recuperación de los principios de soberanía nacional y popular.
Tercero: estar alertas y en capacidad de rápida respuesta y movilización ante la posibilidad cierta de que los sectores más recalcitrantes de la oposición (los oligopolios del capital concentrado, las bandas criminosas del denominado duhaldismo y la corporación mediática encabezada por el Grupo Clarín y sus principales socios) continúen con más y nuevas operaciones de desestabilización, apelando a las herramientas que les provee la denominada teoría de “democracia vigilada más guerra de baja intensidad”. A ello me referí en mi columna del pasado miércoles, para recordar que la misma es monitoreada por los poderes globales hegemónicos, en particular desde los Estados Unidos, con el objetivo condicionar y destituir a gobiernos plenamente democráticos y autónomos.
En ese orden de asuntos, y teniendo en cuenta que fue un ministro de la Corte Suprema (ver “Hoy los golpes los dan las fuerzas de seguridad, no los ejércitos”, en Tiempo Argentino del 17 de enero pasado), el que alertó de alguna manera sobre los peligros que acechan a las democracias contemporáneas, no les cabe otros apelativos que el de inteligentes y oportunas a dos de las más recientes y notorias decisiones del Poder Ejecutivo: impedir el ingreso al país de material no declarado por parte del gobierno de los Estados Unidos y poner en caja nacional a todos los programas de entrenamiento en el exterior de las fuerzas de seguridad, excluyéndolos de toda matriz militar.
En ese mismo sentido, hay que destacar los anuncios formulados por la ministra Nilda Garré –uno de los cuadros políticos y de gestión decisivos con los que cuenta la presidenta–, tendiente a crear mecanismos de participación ciudadana en la ejecución de las políticas de seguridad; se trata de una iniciativa de máxima eficacia en la lucha contra el delito, pero también para la protección colectiva del sistema democrático.
Cualquier lector podría preguntarse si acaso estas líneas pretenden omitir el cúmulo de informaciones y versiones que le dan forma al internismo que anida dentro del multifacético bloque político y social que apoya a Cristina. De ninguna manera; simplemente parto de una categoría política constatada en la Historia: los proyectos y las conducciones estratégicas son los mejores vectores para el acomodamiento funcional de las disputas faccionales.
Para el caso Argentina 2011, si la militancia convierte a las tendencias que registran todas las encuestadoras en resultados electorales, la consagración de la presidenta para un nuevo mandato, con un aluvión de votos en primera vuelta, será, con toda seguridad, el mejor ordenador del campo propio; de allí se desprende que hay que confiar en la conducción política de Cristina y apoyar sin dudas las decisiones que tomará en el momento que ella crea oportuno tomar. Entre ellas las que deriven en la conformación de listas y de candidaturas; y, sobre todas las cosas, evitar cualquier movimiento que le haga el juego a esa derecha lumpen y desesperada, que se sabe perdedora y sólo cuenta con la operatoria cotidiana de la corporaciones mediáticas.
Es en este contexto donde, una vez más, cabe destacar el peso específico y estratégico que ha tenido para la democracia inclusiva de los argentinos la lucha por la democratización de la comunicación social y la consecuente consagración de la nueva Ley de Medios Audiovisuales, devenir encabezado, con mandato de Cristina, por Gabriel Mariotto, uno de los dirigentes políticos y funcionarios de Estado que con más perspicacia viene leyendo el escenario político actual, lo que sin dudas los pone en una posición de creciente expectativa respecto de sus futuras tareas militantes y de gobierno.
La derecha lumpen y sus patrones –la corporación mediática– saben que es sobre tableros como el actual, y con indudables resonancias a futuro, donde la ley para la democracia de la palabra se materializa con mayor densidad: al abrirse las alamedas de la información para una pluralidad de actores, los oligopolios resisten y se niegan a acatarla, pero tienen en claro que se les acabó su hora de discurso único, creador de supuestas realidades, tergiversador y a esta altura de los acontecimiento, decididamente mentiroso.
Qué habrán pensado Magnetto, sus editorialistas y sus sirvientes de la camándula política al enterarse por una encuesta difundida días pasados por este diario, según la cual el 72,7% de los periodistas encuestados está de acuerdo con la Ley de Medios Audiovisuales, que el 79,3% sostiene que en el país rige una plena libertad de expresión y que un 70,2% considera que las que atentan contra ella son las empresas donde trabajan.
Vaya a saber uno qué se cruzó por sus cabezas, seguro que nada bueno ni justo. Sus decires y actitudes cotidianas indican que han decidido continuar con las campañas de mentiras y abonar nuevas maniobras neogolpistas o desestabilizadoras. Quizás sea por eso, aunque sea sólo por eso, que valga la pena tener en cuenta la urgencia de ser consecuentes con la estrategia de hacer que Cristina reviente las urnas con votos en las elecciones de octubre, sin otras consideraciones que emanen de la propia ansiedad; y, por supuesto, estar alertas
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