Kirchner, un modelo militante siglo XXI
Publicado el 27 de Octubre de 2011Por
Hay quien mira su fotografía y llora. Todavía hoy. Yo no. Ya no. A este pueblo que componemos le quisieron dar un volantazo en plena curva, y no pudieron. Salió a la calle un 27 de octubre, hace un año, para impedirlo. Se dio cuenta a tiempo. Antes. Lo madrugó como un goleador de área.
Néstor Kirchner construyó un modelo de militante propio de su época. He ahí, quizás, su mayor aporte. No forzó hasta el grotesco o la antihistoria la versión del militante heroico de los años setenta; creó uno afín a su concreta circunstancia: la de una democracia maltrecha, vacía, que necesitaba generarse a sí misma, nacerse otra vez. Su legado a la cultura política de los argentinos es vasto. Contundente y a la vez sutil.
La presidenta Cristina Fernández destacó en su discurso del domingo 23 de octubre que no hablaba sobre su marido desde su condición de “viuda”, sino desde el perfil que moldeó junto a su esposo durante los 35 años que estuvieron juntos: mujer, militante, parte indisoluble de una pareja política. No es la primera vez que se posiciona en ese sitio tan hostigado por discursos y prácticas de la postdictadura, falsamente reñido con lo institucional, y por fin reconquistado para el acervo social.
Políticamente, a ninguno de los dos es posible pensarlo sin el otro. Son indivisibles. Se multiplican. Ese rasgo tan particular para una pareja de militantes devuelve al acontecimiento amoroso un atributo que la posmodernidad, el neoliberalismo, la crisis del sujeto, la derrota de la revolución, le hicieron perder dramáticamente: la circunstancia exterior. El proyecto propio, aunque sea de a dos, encarado en función de un colectivo mucho más amplio. El amor de Néstor y Cristina, cocinado en los fuegos de la entrega apasionada a la causa de la Patria, reivindica la noción de humanidad que el sistema intenta desmontar en la subjetividad de las personas que viven en él.
Néstor Kirchner rescató para las nuevas generaciones la Historia, sin grandes sobreactuados, pero sí con los necesarios. Con naturalidad propia de la Historia. Apeló al rasgo generacional para su construcción política, pero sin resignar la herencia. Construyó ilusión en una sociedad que la había perdido.
Reivindicó para la organización social la política, y rigió la gestión del Estado sin escaparle al conflicto. Al tiempo que no regalaba nada, apelaba a “poner la otra mejilla”. Inquietante. Interpreto: avanzar en los momentos justos. Llegado el caso, disponerse sólo para contragolpear. Desde el suelo o las cuerdas, lanzar los más inolvidables mandobles políticos, por su robustez y también por lo inesperado.
Como pocos, supo resumir las tensiones de su tiempo. Aprendió a hacer de sus carencias su mayor capital. “La fuerza de él”, como dice Cristina replicando su ausencia. Siempre tuvo claro que el capitalismo dependiente que regentea la Argentina se había quedado sin ética, sin principios, sin proyecto de país. Supo que su momento político había llegado ni bien advirtió que las clases dominantes adolecían de plan superador para la sociedad de su tiempo. Un pueblo sin héroes se descubre huérfano y sale a la calle: lo encuentra en Néstor Kirchner y demuestra, en su envés, que el verdadero héroe es él mismo: pueblo movilizado. Lírica y poética nuevas.
El santacruceño creó su programa cabalgando sobre la rebelión popular de 2001. Leyó como ninguno aquella crisis de representación en que se sumió el orden neoliberal resquebrajado. Tuvo la grandeza de armonizar justas y viejas reivindicaciones populares, complejas demandas de trabajo y justicia, con anquilosadas estructuras que ventiló desde la cúspide del aparato estatal, logrando que también ingrese aire por los zócalos. Tensó hasta lo impensado los estrechos límites de lo posible.
Se recordará cuando en aquel frío invierno de 2009, tras perder aunque por escaso margen la elección en la provincia de Buenos Aires, Kirchner renunció a la presidencia del PJ, y en vez de desensillar hasta que aclare, se mostró a la semana del comicio junto a los intelectuales de Carta Abierta en Parque Lezama. Anunciaba de ese modo que el camino a recorrer transitaría la profundización de lo realizado hasta entonces. Lo confirmó días después cuando acompañó en un acto a las Madres de Plaza de Mayo. ¿Quién podía vaticinar que en vez de negociar un tránsito ordenado y decoroso hasta el fin del mandato, como le sugerían incluso sectores propios, enviaría al Congreso la Ley de Medios y recuperaría para el proyecto nacional los fondos de los trabajadores cautivos en las cuentas de las AFJP? Nadie. Décadas de posibilismo y pedagogía de la derrota impedían ilusionarse.
Siempre dobló la apuesta Kirchner. Cada vez que la política le auguró silencio, en lugar de guardar violín en bolsa, tensó la cuerda con intenciones de que cante, no de que se rompa.
¿Qué pájaro se subió a su pensamiento y voló del pasado al presente, la vez que siendo presidente se declaró compañero de los desaparecidos? ¿Volaba dentro de sí desde hacía años, bajito, suave, imperceptible, para que la sombra no descubriera su vuelo, o rajó de una luz y pasó a otra como fuego? Aunque eso, ¿a quién le importa? ¿Lo invalida, acaso? ¿Pregunta la hora a qué minuto corresponde el próximo segundo, o suma sesenta y a otra cosa mariposa? ¿Existe otra manera de ser tiempo histórico, presente político, en esta parte sur del mundo?
Hace un año que falta y de su agujero en la tierra crece polen de flores que salen por aquí. Néstor Kirchner se fue una primavera y a la siguiente regresó. No se había ido nunca. Hoy es millones de votos. Ayer fue niño que nació de madre bien alimentada. El futuro tiene olor a mañana va a llover. <
Hay quien mira su fotografía y llora. Todavía hoy. Yo no. Ya no. A este pueblo que componemos le quisieron dar un volantazo en plena curva, y no pudieron. Salió a la calle un 27 de octubre, hace un año, para impedirlo. Se dio cuenta a tiempo. Antes. Lo madrugó como un goleador de área.
Néstor Kirchner construyó un modelo de militante propio de su época. He ahí, quizás, su mayor aporte. No forzó hasta el grotesco o la antihistoria la versión del militante heroico de los años setenta; creó uno afín a su concreta circunstancia: la de una democracia maltrecha, vacía, que necesitaba generarse a sí misma, nacerse otra vez. Su legado a la cultura política de los argentinos es vasto. Contundente y a la vez sutil.
La presidenta Cristina Fernández destacó en su discurso del domingo 23 de octubre que no hablaba sobre su marido desde su condición de “viuda”, sino desde el perfil que moldeó junto a su esposo durante los 35 años que estuvieron juntos: mujer, militante, parte indisoluble de una pareja política. No es la primera vez que se posiciona en ese sitio tan hostigado por discursos y prácticas de la postdictadura, falsamente reñido con lo institucional, y por fin reconquistado para el acervo social.
Políticamente, a ninguno de los dos es posible pensarlo sin el otro. Son indivisibles. Se multiplican. Ese rasgo tan particular para una pareja de militantes devuelve al acontecimiento amoroso un atributo que la posmodernidad, el neoliberalismo, la crisis del sujeto, la derrota de la revolución, le hicieron perder dramáticamente: la circunstancia exterior. El proyecto propio, aunque sea de a dos, encarado en función de un colectivo mucho más amplio. El amor de Néstor y Cristina, cocinado en los fuegos de la entrega apasionada a la causa de la Patria, reivindica la noción de humanidad que el sistema intenta desmontar en la subjetividad de las personas que viven en él.
Néstor Kirchner rescató para las nuevas generaciones la Historia, sin grandes sobreactuados, pero sí con los necesarios. Con naturalidad propia de la Historia. Apeló al rasgo generacional para su construcción política, pero sin resignar la herencia. Construyó ilusión en una sociedad que la había perdido.
Reivindicó para la organización social la política, y rigió la gestión del Estado sin escaparle al conflicto. Al tiempo que no regalaba nada, apelaba a “poner la otra mejilla”. Inquietante. Interpreto: avanzar en los momentos justos. Llegado el caso, disponerse sólo para contragolpear. Desde el suelo o las cuerdas, lanzar los más inolvidables mandobles políticos, por su robustez y también por lo inesperado.
Como pocos, supo resumir las tensiones de su tiempo. Aprendió a hacer de sus carencias su mayor capital. “La fuerza de él”, como dice Cristina replicando su ausencia. Siempre tuvo claro que el capitalismo dependiente que regentea la Argentina se había quedado sin ética, sin principios, sin proyecto de país. Supo que su momento político había llegado ni bien advirtió que las clases dominantes adolecían de plan superador para la sociedad de su tiempo. Un pueblo sin héroes se descubre huérfano y sale a la calle: lo encuentra en Néstor Kirchner y demuestra, en su envés, que el verdadero héroe es él mismo: pueblo movilizado. Lírica y poética nuevas.
El santacruceño creó su programa cabalgando sobre la rebelión popular de 2001. Leyó como ninguno aquella crisis de representación en que se sumió el orden neoliberal resquebrajado. Tuvo la grandeza de armonizar justas y viejas reivindicaciones populares, complejas demandas de trabajo y justicia, con anquilosadas estructuras que ventiló desde la cúspide del aparato estatal, logrando que también ingrese aire por los zócalos. Tensó hasta lo impensado los estrechos límites de lo posible.
Se recordará cuando en aquel frío invierno de 2009, tras perder aunque por escaso margen la elección en la provincia de Buenos Aires, Kirchner renunció a la presidencia del PJ, y en vez de desensillar hasta que aclare, se mostró a la semana del comicio junto a los intelectuales de Carta Abierta en Parque Lezama. Anunciaba de ese modo que el camino a recorrer transitaría la profundización de lo realizado hasta entonces. Lo confirmó días después cuando acompañó en un acto a las Madres de Plaza de Mayo. ¿Quién podía vaticinar que en vez de negociar un tránsito ordenado y decoroso hasta el fin del mandato, como le sugerían incluso sectores propios, enviaría al Congreso la Ley de Medios y recuperaría para el proyecto nacional los fondos de los trabajadores cautivos en las cuentas de las AFJP? Nadie. Décadas de posibilismo y pedagogía de la derrota impedían ilusionarse.
Siempre dobló la apuesta Kirchner. Cada vez que la política le auguró silencio, en lugar de guardar violín en bolsa, tensó la cuerda con intenciones de que cante, no de que se rompa.
¿Qué pájaro se subió a su pensamiento y voló del pasado al presente, la vez que siendo presidente se declaró compañero de los desaparecidos? ¿Volaba dentro de sí desde hacía años, bajito, suave, imperceptible, para que la sombra no descubriera su vuelo, o rajó de una luz y pasó a otra como fuego? Aunque eso, ¿a quién le importa? ¿Lo invalida, acaso? ¿Pregunta la hora a qué minuto corresponde el próximo segundo, o suma sesenta y a otra cosa mariposa? ¿Existe otra manera de ser tiempo histórico, presente político, en esta parte sur del mundo?
Hace un año que falta y de su agujero en la tierra crece polen de flores que salen por aquí. Néstor Kirchner se fue una primavera y a la siguiente regresó. No se había ido nunca. Hoy es millones de votos. Ayer fue niño que nació de madre bien alimentada. El futuro tiene olor a mañana va a llover. <
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