¿Qué te pasa, Beatriz?
Publicado el 26 de Octubre de 2011Por
Me hacés acordar a Borges, Beatriz, cuando dijo que el 17 de Octubre fue todo una farsa armada desde el gobierno. Peor todavía, a Mirtha Legrand cuando dudó que el cadáver estuviese adentro del féretro, o a Carrió cuando sostuvo que el llanto de los jóvenes lo organizó Fuerza Bruta.
He leído tu artículo en La Nación del lunes 24 de octubre. Y en verdad, Beatriz, estoy sorprendido, demasiado sorprendido. Casi una página de Beatriz Sarlo en el diario de los Mitre para sostener que si bien hay algunos “motivos económicos”, la causa del triunfo electoral de Cristina tiene su explicación profunda en que se trató de la “autoinvención” de una viuda. La lectura de ese artículo me dejó perplejo. Sólo se me ocurre preguntarte: ¿Qué te pasa, Beatriz?
Vos quizás no recuerdes que nos conocimos en 1966, en la editorial Jorge Álvarez que funcionaba en la calle Talcahuano y donde circulaban jóvenes escritores progresistas (te supuse marxista). Después, te visité en un departamento de la calle Coronel Díaz para entregarte unas páginas sobre la Década Infame para la editorial de Carlos Pérez –lamentablemente desaparecido– (te supuse posadista). Más tarde, tuviste la gentileza de registrar algunos de mis libros como “recibidos” en tu revista Punto de vista (te supuse “prochina”) y en una ocasión, bajo la dictadura, nos encontramos en una manifestación obrera de la cual nos corrieron las fuerzas represivas con gases lacrimógenos (te supuse peronista de izquierda). Ya bajo el gobierno de Alfonsín, nos cruzamos, si mal no recuerdo, en el Teatro San Martín, pero no advertiste mi presencia, quizás porque moviéndote siempre en la crítica vanguardista no habías registrado en tu memoria esos encuentros casuales con alguien de la Izquierda Nacional, encuentros que no llegaron a convertirse en amistad, pero sí en esa complicidad recóndita entre quienes aspiramos a una sociedad distinta (aunque ya te supuse socialdemócrata). Por eso, cuando alguien me decía: Beatriz ha sido peronista, trabajó cerca del posadismo, fue prochina, pro alfonsinista y socialdemócrata yo intentaba justificar esos cambios como producto de una búsqueda, una auténtica y trabajosa búsqueda en un país complicado donde las palabras se vacían de contenido y hay que realizar grandes esfuerzos para saber lo que ocurre y dónde ubicarse. Siempre te consideré inteligente y sin ningún interés subalterno, fuese prestigio o dinero.
Sé que no te importa demasiado saber que defendía tus giros políticos, como tampoco que siempre te he leído con respeto y te he valorado como intelectual. Quizás tampoco te importe ahora que te pregunte –siguiendo el ejemplo de Kirchner con Clarín– “¿Qué te pasa, Beatriz?”. Y formulé la pregunta porque ese artículo es indigno de vos y ahora debo suponer que te hiciste “mitrista”. Claro, para mí eso ya es más grave porque nunca he escrito ni voy a escribir jamás en La Nación hasta que –suceso imposible– ese matutino denuncie que Mitre fue un genocida que arrasó con el Paraguay según lo denunció Alberdi y lo cantó Guido Spano con aquel: “Ya no existe el Paraguay / donde nací como tú.”
Por eso siento la necesidad de reprocharte este último salto mortal que diste. Porque ya eran suficientes tus colaboraciones en Clarín para venir a recalar, desde hace un tiempo, en La Nación, que es, como se sabe, todo lo contrario de la nación. Siento la necesidad de decírtelo y no vas a poder contestarme “conmigo, no” porque vos no tenés “coronita” ni tampoco me podés imputar alguna actitud o conducta dudosa, ni concesiones de ningún tipo que hayan ido en perjuicio de las mayorías populares.
Y vamos al artículo, donde reducís un gran triunfo electoral, por márgenes poco habituales del 54% de Cristina al 17% para la segunda fuerza (con la que casualmente vos simpatizás).
Lo titulaste “Victoriosa autoinvención”. Y a poco de empezar reproducís, como si la compartieses, la declaración de la pitonisa derrotada, que espero que ya no salga más en las pantallas televisivas después del l% de los votos, es decir, de ser repudiada por el 99% de la sociedad argentina: “De lo que pase ahora, nosotros no somos responsables, sino los millones que la votaron.” Es decir, implícitamente, más de 11 millones de imbéciles, tontos, engañados o boludos, según el calificativo que quieras emplear.
Pocas líneas después, te referís a un cántico: “Néstor no se murió / Néstor vive en el pueblo”. Y nada más. No, Beatriz, no, debiste decirlo completo: “Néstor no se murió / Néstor no se murió / Néstor vive en el Pueblo / la puta madre que los parió.” Así se expresa la juventud que proclama su dolor y su bronca por la muerte de un presidente militante, y también alude a sus opositores. Así, completito. ¿O es que en la Tribuna de doctrina no se puede putear? ¿Se puede mentir, difamar, distorsionar la historia, pero se trata de un órgano tan delicado y de tan elevada cultura que no se puede putear?
Pero esto es anecdótico. Lo fundamental de tu artículo constituye una interpretación pobrísima de un acontecimiento riquísimo. Este último es el cambio operado en la Argentina en los últimos ocho años, que vos lo reducís a una cosmética fúnebre, a un montaje cinematográfico, a una “puesta en escena”, según lo subtitulás. Y esto no se puede permitir en una intelectual que hace años que piensa, elabora tesis, critica, argumenta con tan alto nivel que ha dado clases en la Facultad de Filosofía y Letras (¡ah! y también en Cambridge, supuesto templo de la sabiduría universal).
Entonces decís –cuando tu pueblo se moviliza y le otorga a Cristina 40 puntos de diferencia respecto al segundo-, vos decís, -y no quisiera recordártelo– decís: “La Presidenta Viuda fue la protagonista de la obra y la directora de la obra, una creación suya y de un grupo muy chico de publicitarios e ideólogos que la dejó hacer y perfeccionó lo perfeccionable. En lo esencial, una autoinvención” (La Nación, 24/10/2011). Luego, seguís de este modo: “Después del entierro de Néstor, Cristina Kirchner dispuso casi de inmediato todos los elementos de la puesta en escena y vestuario: su luto, su palidez (atenuada con el transcurso de los meses), su figura erguida, su voz potente, que podía quebrarse por la emoción que ella misma se provocaba al mencionar al marido ausente.” ¿Cómo no nos dimos cuenta, Beatriz? Quizás se ponía cebolla cortada en el escote para provocarse lágrimas... y nosotros, tan boludos, ¡nos creíamos que era dolor, que era tristeza!
Pero decís más todavía: “La Presidenta hizo una actuación de alta escuela, mezcla de vigor y emoción, se colocó a sí misma al borde del llanto y se rescató por un ejercicio público de la voluntad. Es la gran actriz de carácter sobre un escenario diseñado meticulosamente por ella misma.” Y más aún: “A veces, un flash la asimila a buena actriz de la televisión representando a una gran mujer política, el mismo empaque de señora que ha bajado a las cosas pero que conserva sus aires, la misma ropa con brillos, un poco de sobreactuación, un poco de distancia y mucho de afectividad.”
Me hacés acordar a Borges, Beatriz, cuando dijo que el 17 de octubre fue todo una farsa armada desde el gobierno. Peor todavía, a Mirtha Legrand cuando dudó que el cadáver estuviese adentro del féretro o a Carrió cuando sostuvo que el llanto de los jóvenes lo organizó Fuerza Bruta. Y vuelvo a preguntarte: ¿Qué te pasa, Beatriz?
No puedo creer que pienses que todo ha sido un invento, todo ficción. ¿En estos últimos años no hubo disminución de la desocupación, ni de la pobreza, ni de la indigencia, no hubo hundimiento del ALCA en Mar del Plata ni constitución de la Unasur, no hubo lucha contra la Sociedad Rural y las grandes corporaciones mediáticas, ni Asignación Universal por Hijo, ni Asignación Prenatal, ni matrimonio igualitario, ni Ley de Medios, ni hubo captación parcial de la renta agraria diferencial a través de las retenciones, ni estatización de las AFJP para recuperar los aportes previsionales de los trabajadores, ni aumento de jubilados y para jubilados? ¿Sólo hubo un escenario bien montado, una mujer pálida por el cosmético y una leyenda para incautos?
Para peor, agregás que, por cierto, hubo “inversiones en cultura..., necesarias para montar el espectáculo” y contar con los artistas, aunque “habrá que examinar su transparencia porque hay mucho dinero en juego flotando por áreas grises”, es decir, “pan y circo”, o lo que es lo mismo “choripán y Coca Cola” para 11 millones de argentinos a quienes se les compraron los votos. No eran entonces boludos, eran corruptos. Y de esas inversiones en la farándula, con algo –reconocés– de “subsidios, miniturismo, bolsas de shoppings o plasmas”, se montó la gran mentira que provocó el 54% de los votos.
Finalmente agregás que la gran “novedad en la historia electoral argentina no está dada por el triunfo por 40 puntos de diferencia sino en el lejano segundo lugar obtenido por Binner”. Eso sí es genuino e importante, ¿no es cierto? Esos tres millones de votos fueron concientes, de gente culta, progresista, que seguramente leyó alguna vez las sesudas elucubraciones de “Norteamérico Ghioldi”. Aunque, te digo, no es tan novedoso: esa palidez del candidato, ese empaque y seriedad que hacen recordar demasiado a los socialistas del treinta, tan poco graciosos que a su candidato Nicolás Repetto lo llamaban el “candidato del cianuro”, algo así como el aburrimiento de De la Rúa, quiero suponer sin Banelco. Pero con un gran don de la oportunidad este Binner se abraza con otro “socialista”, el ex presidente uruguayo Tabaré (Marx los perdone desde la eternidad por llamarse socialistas), a quien supongo te referís cuando hablás del “inspirador uruguayo” que apoyó a Binner, que “supo esperar desde años atrás”, que vetó la ley del aborto y luego fue a decirle a Bush que le diera armas para hacerle la guerra a nuestra patria. Mejor referente, imposible.
Por eso te pregunto, ¿qué te pasa, Beatriz? Y no te enojés y me digas “conmigo, no”, ubicándote en una supuesta altura de ética, progresismo y cultura elevada para terminar descalificando la alegría de tu pueblo en las calles; desvalorizando un gran triunfo popular como hace muchos años no se había visto con tanta contundencia.
¿Acaso vale la pena rodar por la pendiente de esta manera para escribir en el diario que el genocida de la Guerra del Paraguay se dejó de guardaespaldas, como bien decía Homero Manzi? En serio, ¿te pasa algo, Beatriz? <
Me hacés acordar a Borges, Beatriz, cuando dijo que el 17 de Octubre fue todo una farsa armada desde el gobierno. Peor todavía, a Mirtha Legrand cuando dudó que el cadáver estuviese adentro del féretro, o a Carrió cuando sostuvo que el llanto de los jóvenes lo organizó Fuerza Bruta.
He leído tu artículo en La Nación del lunes 24 de octubre. Y en verdad, Beatriz, estoy sorprendido, demasiado sorprendido. Casi una página de Beatriz Sarlo en el diario de los Mitre para sostener que si bien hay algunos “motivos económicos”, la causa del triunfo electoral de Cristina tiene su explicación profunda en que se trató de la “autoinvención” de una viuda. La lectura de ese artículo me dejó perplejo. Sólo se me ocurre preguntarte: ¿Qué te pasa, Beatriz?
Vos quizás no recuerdes que nos conocimos en 1966, en la editorial Jorge Álvarez que funcionaba en la calle Talcahuano y donde circulaban jóvenes escritores progresistas (te supuse marxista). Después, te visité en un departamento de la calle Coronel Díaz para entregarte unas páginas sobre la Década Infame para la editorial de Carlos Pérez –lamentablemente desaparecido– (te supuse posadista). Más tarde, tuviste la gentileza de registrar algunos de mis libros como “recibidos” en tu revista Punto de vista (te supuse “prochina”) y en una ocasión, bajo la dictadura, nos encontramos en una manifestación obrera de la cual nos corrieron las fuerzas represivas con gases lacrimógenos (te supuse peronista de izquierda). Ya bajo el gobierno de Alfonsín, nos cruzamos, si mal no recuerdo, en el Teatro San Martín, pero no advertiste mi presencia, quizás porque moviéndote siempre en la crítica vanguardista no habías registrado en tu memoria esos encuentros casuales con alguien de la Izquierda Nacional, encuentros que no llegaron a convertirse en amistad, pero sí en esa complicidad recóndita entre quienes aspiramos a una sociedad distinta (aunque ya te supuse socialdemócrata). Por eso, cuando alguien me decía: Beatriz ha sido peronista, trabajó cerca del posadismo, fue prochina, pro alfonsinista y socialdemócrata yo intentaba justificar esos cambios como producto de una búsqueda, una auténtica y trabajosa búsqueda en un país complicado donde las palabras se vacían de contenido y hay que realizar grandes esfuerzos para saber lo que ocurre y dónde ubicarse. Siempre te consideré inteligente y sin ningún interés subalterno, fuese prestigio o dinero.
Sé que no te importa demasiado saber que defendía tus giros políticos, como tampoco que siempre te he leído con respeto y te he valorado como intelectual. Quizás tampoco te importe ahora que te pregunte –siguiendo el ejemplo de Kirchner con Clarín– “¿Qué te pasa, Beatriz?”. Y formulé la pregunta porque ese artículo es indigno de vos y ahora debo suponer que te hiciste “mitrista”. Claro, para mí eso ya es más grave porque nunca he escrito ni voy a escribir jamás en La Nación hasta que –suceso imposible– ese matutino denuncie que Mitre fue un genocida que arrasó con el Paraguay según lo denunció Alberdi y lo cantó Guido Spano con aquel: “Ya no existe el Paraguay / donde nací como tú.”
Por eso siento la necesidad de reprocharte este último salto mortal que diste. Porque ya eran suficientes tus colaboraciones en Clarín para venir a recalar, desde hace un tiempo, en La Nación, que es, como se sabe, todo lo contrario de la nación. Siento la necesidad de decírtelo y no vas a poder contestarme “conmigo, no” porque vos no tenés “coronita” ni tampoco me podés imputar alguna actitud o conducta dudosa, ni concesiones de ningún tipo que hayan ido en perjuicio de las mayorías populares.
Y vamos al artículo, donde reducís un gran triunfo electoral, por márgenes poco habituales del 54% de Cristina al 17% para la segunda fuerza (con la que casualmente vos simpatizás).
Lo titulaste “Victoriosa autoinvención”. Y a poco de empezar reproducís, como si la compartieses, la declaración de la pitonisa derrotada, que espero que ya no salga más en las pantallas televisivas después del l% de los votos, es decir, de ser repudiada por el 99% de la sociedad argentina: “De lo que pase ahora, nosotros no somos responsables, sino los millones que la votaron.” Es decir, implícitamente, más de 11 millones de imbéciles, tontos, engañados o boludos, según el calificativo que quieras emplear.
Pocas líneas después, te referís a un cántico: “Néstor no se murió / Néstor vive en el pueblo”. Y nada más. No, Beatriz, no, debiste decirlo completo: “Néstor no se murió / Néstor no se murió / Néstor vive en el Pueblo / la puta madre que los parió.” Así se expresa la juventud que proclama su dolor y su bronca por la muerte de un presidente militante, y también alude a sus opositores. Así, completito. ¿O es que en la Tribuna de doctrina no se puede putear? ¿Se puede mentir, difamar, distorsionar la historia, pero se trata de un órgano tan delicado y de tan elevada cultura que no se puede putear?
Pero esto es anecdótico. Lo fundamental de tu artículo constituye una interpretación pobrísima de un acontecimiento riquísimo. Este último es el cambio operado en la Argentina en los últimos ocho años, que vos lo reducís a una cosmética fúnebre, a un montaje cinematográfico, a una “puesta en escena”, según lo subtitulás. Y esto no se puede permitir en una intelectual que hace años que piensa, elabora tesis, critica, argumenta con tan alto nivel que ha dado clases en la Facultad de Filosofía y Letras (¡ah! y también en Cambridge, supuesto templo de la sabiduría universal).
Entonces decís –cuando tu pueblo se moviliza y le otorga a Cristina 40 puntos de diferencia respecto al segundo-, vos decís, -y no quisiera recordártelo– decís: “La Presidenta Viuda fue la protagonista de la obra y la directora de la obra, una creación suya y de un grupo muy chico de publicitarios e ideólogos que la dejó hacer y perfeccionó lo perfeccionable. En lo esencial, una autoinvención” (La Nación, 24/10/2011). Luego, seguís de este modo: “Después del entierro de Néstor, Cristina Kirchner dispuso casi de inmediato todos los elementos de la puesta en escena y vestuario: su luto, su palidez (atenuada con el transcurso de los meses), su figura erguida, su voz potente, que podía quebrarse por la emoción que ella misma se provocaba al mencionar al marido ausente.” ¿Cómo no nos dimos cuenta, Beatriz? Quizás se ponía cebolla cortada en el escote para provocarse lágrimas... y nosotros, tan boludos, ¡nos creíamos que era dolor, que era tristeza!
Pero decís más todavía: “La Presidenta hizo una actuación de alta escuela, mezcla de vigor y emoción, se colocó a sí misma al borde del llanto y se rescató por un ejercicio público de la voluntad. Es la gran actriz de carácter sobre un escenario diseñado meticulosamente por ella misma.” Y más aún: “A veces, un flash la asimila a buena actriz de la televisión representando a una gran mujer política, el mismo empaque de señora que ha bajado a las cosas pero que conserva sus aires, la misma ropa con brillos, un poco de sobreactuación, un poco de distancia y mucho de afectividad.”
Me hacés acordar a Borges, Beatriz, cuando dijo que el 17 de octubre fue todo una farsa armada desde el gobierno. Peor todavía, a Mirtha Legrand cuando dudó que el cadáver estuviese adentro del féretro o a Carrió cuando sostuvo que el llanto de los jóvenes lo organizó Fuerza Bruta. Y vuelvo a preguntarte: ¿Qué te pasa, Beatriz?
No puedo creer que pienses que todo ha sido un invento, todo ficción. ¿En estos últimos años no hubo disminución de la desocupación, ni de la pobreza, ni de la indigencia, no hubo hundimiento del ALCA en Mar del Plata ni constitución de la Unasur, no hubo lucha contra la Sociedad Rural y las grandes corporaciones mediáticas, ni Asignación Universal por Hijo, ni Asignación Prenatal, ni matrimonio igualitario, ni Ley de Medios, ni hubo captación parcial de la renta agraria diferencial a través de las retenciones, ni estatización de las AFJP para recuperar los aportes previsionales de los trabajadores, ni aumento de jubilados y para jubilados? ¿Sólo hubo un escenario bien montado, una mujer pálida por el cosmético y una leyenda para incautos?
Para peor, agregás que, por cierto, hubo “inversiones en cultura..., necesarias para montar el espectáculo” y contar con los artistas, aunque “habrá que examinar su transparencia porque hay mucho dinero en juego flotando por áreas grises”, es decir, “pan y circo”, o lo que es lo mismo “choripán y Coca Cola” para 11 millones de argentinos a quienes se les compraron los votos. No eran entonces boludos, eran corruptos. Y de esas inversiones en la farándula, con algo –reconocés– de “subsidios, miniturismo, bolsas de shoppings o plasmas”, se montó la gran mentira que provocó el 54% de los votos.
Finalmente agregás que la gran “novedad en la historia electoral argentina no está dada por el triunfo por 40 puntos de diferencia sino en el lejano segundo lugar obtenido por Binner”. Eso sí es genuino e importante, ¿no es cierto? Esos tres millones de votos fueron concientes, de gente culta, progresista, que seguramente leyó alguna vez las sesudas elucubraciones de “Norteamérico Ghioldi”. Aunque, te digo, no es tan novedoso: esa palidez del candidato, ese empaque y seriedad que hacen recordar demasiado a los socialistas del treinta, tan poco graciosos que a su candidato Nicolás Repetto lo llamaban el “candidato del cianuro”, algo así como el aburrimiento de De la Rúa, quiero suponer sin Banelco. Pero con un gran don de la oportunidad este Binner se abraza con otro “socialista”, el ex presidente uruguayo Tabaré (Marx los perdone desde la eternidad por llamarse socialistas), a quien supongo te referís cuando hablás del “inspirador uruguayo” que apoyó a Binner, que “supo esperar desde años atrás”, que vetó la ley del aborto y luego fue a decirle a Bush que le diera armas para hacerle la guerra a nuestra patria. Mejor referente, imposible.
Por eso te pregunto, ¿qué te pasa, Beatriz? Y no te enojés y me digas “conmigo, no”, ubicándote en una supuesta altura de ética, progresismo y cultura elevada para terminar descalificando la alegría de tu pueblo en las calles; desvalorizando un gran triunfo popular como hace muchos años no se había visto con tanta contundencia.
¿Acaso vale la pena rodar por la pendiente de esta manera para escribir en el diario que el genocida de la Guerra del Paraguay se dejó de guardaespaldas, como bien decía Homero Manzi? En serio, ¿te pasa algo, Beatriz? <
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