jueves, 1 de mayo de 2014

maria herminia grande

Algo pasó

La sensación de la Argentina de estos días es la de un país que ha retrocedido, y lo que es peor involucionó en democracia.

En 1983 la política reconcilió a la sociedad con la ley. Era común por entonces que algunos dirigentes políticos comenzasen sus alocuciones recitando el preámbulo de la Constitución nacional. Hoy gritan sus supuestas verdades en programas de espectáculo o se presentan en sociedad en silencio, convencidos que el discurso político es aburrido. La libertad era entonces, un valor común y una barrera infranqueable para quienes quisieran transponerla.
El entonces presidente Dr. Raúl Alfonsín con el respaldo de sus valores y de los votos hizo frente a las botas en un juicio justo, para los responsables del gobierno de facto. Las asonadas posteriores que debió soportar no hirieron de muerte a la naciente República. Por entonces el valor a la vida ganaba las calles donde militantes de distintos partidos políticos aunaban su voz cantando "No tenemos miedo, no tenemos miedo No tendremos miedo nunca más, solo con justicia, nos haremos dueños de la paz". Luego de años de vivir bajo el imperio del poder del terror y no de la ley justa, Alfonsín (insisto con la anuencia mayoritaria de la sociedad), restableció la garantía del debido proceso, es decir los ciudadanos cualquiera fuese su situación ante la ley tenían derecho a un juicio justo. Argentina entonces volvió a encaminarse hacia la ansiada meta de equidad legal. Y de pronto algo pasó.
A tres décadas en donde sociedad y gobierno eligieron un estilo de vida, hoy nos estamos mordiendo el rabo con aquel ayer. El gobierno de Alfonsín tuvo múltiples problemas, su virtud no fue la conducción económica, pero enamoró a la gente con su discurso, con su proyecto, con su honestidad. Indudablemente este enamoramiento primitivo fue un flechazo, dado que por razones de bolsillo Alfonsín debió irse antes de finalizar su mandato. A la distancia puede uno interpretar que esta fue la primera grieta de nuestra democracia renacida. A lo largo de estos años, en un momento determinado la corrupción comenzó a blanquearse, los corruptos fueron ganando terreno y la sociedad y la justicia transitaron el camino de la indiferencia hasta llegar a la complicidad. Hoy los barrabravas manejan los clubes de fútbol y los negocios espurios. La ciudadanía desconfía de quienes deben protegerla.
En el caso de la justicia su descrédito comenzó en el momento mismo en donde se dividió en justicia para poderosos por un lado y justicia para pobres por otro. En el caso de la policía, el enquistamiento de sectores delictivos en esta institución produce una vez más en el ciclo de nuestra historia, el alejamiento de la sociedad para con ella. La familia fue perdiendo su apego por los valores. Los dirigentes políticos no se preocuparon por revitalizar y modernizar sus partidos. Las escuelas dejaron de ser el reservorio de nuestras generaciones, el desorden de afuera las penetró sin resistencia. Y los narcos aparecieron como nuevos protagonistas en esta nueva sociedad. Existen hechos cuya responsabilidad principal la tiene la política, y otros donde el rol protagónico lo tiene la sociedad.
Con respecto a lo primero Ortega y Gasset en la "Rebelión de las Masas" decía: "en una buena ordenación de las cosas públicas, la masa es lo que no actúa por sí misma. Ha venido al mundo para ser dirigida, influida, representada, organizada. Pero no ha venido al mundo para ser todo eso por sí dado que cuando la masa actúa por sí misma sólo lo hace de una manera porque no tiene otra: lincha"
Con respecto a lo segundo, el protagonismo de la sociedad, uno de los ejemplos más recientes es el de Naira. En este caso ni siquiera existe lo que la justicia podría evaluar como emoción violenta producto de un robo u otro delito. Aquí se golpeó premeditadamente hasta matar a una adolescente en manos de sus pares y hermanas mayores, por el solo hecho de ser o hacerse la linda. Esto ocurre en la puerta de la escuela a la que pertenecen las adolescentes. Tal vez todo un símbolo, el de esta muerte a golpes en la puerta de la educación: nos ha ganado la cultura de la violencia, ha perdido el valor de la tolerancia y de la palabra. Sin lugar a dudas en este caso es la sociedad, responsable de haber perdido el valor ético, quién no tiene mandamientos ni conciencia, quien manifiesta ausencia total de valores, es el regreso al salvajismo, al individualismo y a la tribu.

Lamentablemente hoy no podemos cantar "No tenemos miedo, no tenemos miedo. No tendremos miedo nunca más, solo con justicia, nos haremos dueños de la paz"... Hoy tenemos miedo, no tenemos justicia justa, no tenemos paz.

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