domingo, 11 de mayo de 2014

Puente aéreo

El "índice Tinelli" que desvela al Gobierno

Debe ser angustiante para Cristina Kirchner -siempre refractaria a las estadísticas convencionales- constatar cuánto se desvanece su poder a partir de un termómetro tan heterodoxo como es el "índice Tinelli".
Lanzado a la venganza contra el gobierno que le ofreció y luego le quitó la posibilidad de manejar el negocio del Fútbol para Todos, el animador televisivo se convirtió en la gran amenaza para la propaganda de Estado, vital como el oxígeno para el kirchnerismo. Al exponer el relato al ridículo, Tinelli sala las heridas de un gobierno que de tanto vender ilusiones se está quedando sin producto.
El ajuste económico empieza a revelar sus efectos negativos, sin que florezcan aún los beneficios. A la suba de precios que sigue al galope, la falta de crédito y la incierta calma cambiaria, se agregan las alarmas en el mercado laboral. La Presidenta tiene que exprimir la creatividad para encontrar buenas noticias, mientras la sucesión se teje lejos de ella.
Tinelli hace blanco en una clientela que el Gobierno considera propia. Néstor Kirchner solía decir que le temía más al creador de ShowMatch que a ningún dirigente de la oposición. Aludía al olfato de Tinelli para jugar con la política durante los más de 20 años que lleva en la cima de la popularidad televisiva. Coqueteó con el menemismo hasta que llegó la ola de la Alianza; le dio aire a De la Rúa para escenificar su derrumbe, y tuvo guiños de complicidad con el kirchnerismo primaveral.
Kirchner lo creyó un factor decisivo en su derrota electoral de 2009, cuando hizo famoso a Francisco de Narváez con las imitaciones del "Gran Cuñado". El ex presidente hizo un fallido intento de usar el show en su favor con una incómoda entrevista telefónica que le concedió a Tinelli. La relación se reanimó a la par del resurgimiento oficialista de 2010. Tinelli fue uno de los pocos que pudieron pasar a abrazar a Cristina Kirchner en el velatorio de su marido. Poco después se asoció con Cristóbal López, figura emblemática de la simbiosis de negocios y política en la era actual.
Todo se rompió en las horas malas. "Era el último salvavidas del Titanic y Cristina lo tiró al mar", ironiza un importante dirigente peronista sobre la decisión de la Presidenta de ofrecerle a Tinelli manejar las transmisiones de fútbol y sacarlo de la cancha al advertir que se buscaba despolitizar su monumento a la propaganda.
Ahí se lo ve ahora a Jorge Capitanich, martirizado por la imitación balbuceante que le dedican enShowMatch o por la posibilidad de que su ex esposa, Sandra Mendoza, se plante a bailar en cámara.
No le faltaban obstáculos al peronista que Cristina puso a defender el relato con la promesa latente de legarle en 2015 el despacho presidencial. El hombre a veces rivaliza con su imitador, como cuando, para negarse a informar las cifras del delito, leyó a los senadores una minuciosa estadística sobre los minutos que dan los canales de TV a los casos policiales.
Actos como ése son parte de la "batalla cultural" en la que se siente el kirchnerismo. Ahora, la Presidenta creó un ministerio para Teresa Parodi. Decidió darle otro impulso a la cultura, concebida como la celebración permanente de una forma de ejercer el poder (y una fuente de negocios exquisitos), mientras tiembla de sólo imaginar la noche en que Tinelli ponga al aire su caricatura.

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