Por una hermandad planetaria de los pueblosEvo Morales |
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Hace 50 años, grandes líderes levantaron las banderas de
la lucha anticolonial y decidieron marchar junto a sus pueblos por el camino de
la soberanía y de la independencia.
Eran tiempos donde potencias mundiales y
transnacionales disputaban el dominio sobre territorios y recursos naturales
para seguir engrandeciéndose a costa de la pobreza de los pueblos del Sur.
En este contexto, el 15 de junio de 1964,
al concluir la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo,
77 países del Sur se reunieron (AHORA SOMOS 133 + CHINA) para mejorar su
capacidad de negociación comercial conjunta, desde un bloque que promueva sus
intereses colectivos, respetando las decisiones soberanas.
A lo largo de estos 50 años, los países
trascendieron en sus planteamientos impulsando resoluciones en Naciones Unidas y
acciones comunes favorables al desarrollo sustentado en la cooperación Sur-Sur,
a un nuevo orden económico mundial, a la responsabilidad sobre el cambio
climático, y a las relaciones económicas en el marco de tratamientos
preferenciales.
En este camino, destaca la lucha por la
descolonización del mundo, la autodeterminación y soberanía de los pueblos sobre
los recursos naturales.
Pese a todos los esfuerzos y luchas por la
igualdad y justicia de los pueblos del mundo, las jerarquías y
desigualdades planetarias se han incrementado.
Hoy 10 países del mundo controlan el 40% de
la riqueza de todo el planeta; 15 empresas transnacionales controlan el 50% de
la producción mundial.
Hoy, como hace 100 años a nombre del libre
mercado y de la democracia, un puñado de potencias imperiales invade países,
bloquea el comercio, impone precios al resto del mundo, asfixia economías
nacionales, conspira contra gobiernos progresistas y recurre al espionaje contra
los habitantes del planeta.
Una reducida élite de países y empresas
transnacionales dominan autoritariamente los destinos del mundo, de sus
economías y sus recursos naturales.
La desigualdad económica y social entre
regiones del mundo, entre países, entre clases sociales, entre ciudadanos, se ha
incrementado de manera abusiva.
El 0,1% de la población mundial es
propietaria del 20% del patrimonio de la humanidad. Si en 1920, en Estados
Unidos, un gerente de empresa ganaba 20 veces el salario de un obrero,
actualmente gana 331 veces.
Pero esta manera injusta de concentrar la
riqueza, esta manera depredadora de destruir la naturaleza, está generando
también una crisis estructural que la vuelve insostenible en el tiempo.
Se trata de una crisis estructural, porque
afecta a todos los componentes del propio desarrollo del capitalismo, es decir
es una crisis financiera, energética, climática, hídrica, alimentaria,
institucional y de valores, que se retroalimentan unas a otras. Es decir es una
crisis de la propia civilización capitalista.
La crisis
financiera se produjo por la
codicia por mayores ganancias del capital financiero, que generó una profunda
especulación financiera internacional, favoreciendo a algunos grupos,
corporaciones transnacionales o centros de poder que concentraron la riqueza.
Se trata de burbujas financieras que
generan ganancias especulativas, que al final revientan, y con ello arrastran a
la pobreza a trabajadores que recibieron créditos baratos; a ahorristas de clase
media que confiaron sus depósitos a codiciosos especuladores que de la noche a
la mañana quiebran o llevan sus capitales a otros países, provocando la
bancarrota de naciones enteras.
Estamos enfrentando, también, una
crisis energética marcada por el consumo excesivo en los países
desarrollados, por la contaminación de fuentes de energía y el acaparamiento
energético por parte de las transnacionales.
Paralelamente vemos una reducción de
reservas a nivel mundial, altos costos de extracción de petróleo y gas, con una
menor capacidad de producción por el agotamiento gradual de los combustibles
fósiles y el cambio climático global.
La crisis
climática obedece a la anarquía de
la producción capitalista, cuyos niveles de consumo e industrialización
descontrolada han generado un exceso de emisiones de gases contaminantes
provocando el calentamiento global y desastres naturales que afectan al mundo
entero.
Desde hace más de 15 mil años hasta la
industrialización capitalista, la presencia de gases con efecto invernadero no
sobrepasaba las 250 partículas por millón de moléculas en la
atmósfera.
Desde el siglo XIX y en particular en el
siglo XX y XXI, fruto de la acción del capitalismo depredador, hemos pasado a
400 partículas, llevando a un irreversible calentamiento de la atmósfera, con
sus secuelas de catástrofes climáticas que afectan, en primer lugar, a los
pueblos más pobres y vulnerables del Sur, particularmente a los países insulares
producto del deshielo de los glaciares.
El calentamiento global, a su vez genera
una crisis hídrica, profundizada por la privatización, agotamiento de fuentes y
mercantilización del agua dulce, incrementando progresivamente la cantidad de
población que no puede acceder al agua potable.
La escasez de agua en diversas regiones del
planeta está conduciendo a conflictos armados y guerras que agravan aún más la
disponibilidad de este recurso considerado como no renovable.
Como tendencia se observa un crecimiento de
la población y una reducción en la producción de alimentos, lo que deriva en una
crisis alimentaria.
A esto se suma la disminución de tierras
productoras de alimentos, los desequilibrios entre el campo y la ciudad, el
monopolio de empresas transnacionales en la comercialización de semillas e
insumos agrícolas y la especulación en el precio de los alimentos.
El modelo imperial concentrador y
especulador, generó a su vez una crisis institucional marcada
por una desigual e injusta estructura de poder mundial, en especial en el
Sistema de Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, la Organización
Mundial del Comercio, entre otros.
Fruto de todo ello, los derechos sociales
de los pueblos están en peligro. La promesa de igualdad y justicia planetaria es
cada vez más lejana y la existencia de la propia naturaleza está amenazada de
extinción.
Hemos llegado a un límite y hay que tomar
acciones mundiales urgentes para salvar a la sociedad, a la humanidad y a la
Madre Tierra.
En Bolivia, hemos comenzado a dar pasos en
este sentido. Hasta el año 2005 en Bolivia se aplicaba la política neoliberal
que generó concentración de la riqueza, desigualdad social y pobreza,
incrementando la marginación, discriminación y exclusión social.
En Bolivia, la lucha histórica de los
movimientos sociales, especialmente del movimiento indígena originario
campesino, nos ha permitido iniciar pacíficamente, mediante el voto y sin
utilizar la violencia, una Revolución Democrática y Cultural que destierre la
exclusión, la explotación, el hambre, el odio, para reconstruir el camino del
equilibrio, de la complementariedad, del consenso con identidad propia, del
Vivir Bien.
A partir del año 2006, el Gobierno
Boliviano aplicó una nueva política económica y social, expresada en un nuevo
Modelo Económico Social Comunitario y Productivo, cuyos ejes fundamentales son:
la nacionalización de los recursos naturales, la recuperación para beneficio de
todos los bolivianos del excedente económico, la redistribución de la riqueza y
la participación activa del Estado en la economía.
El 2006 el Estado y el pueblo tomamos la
decisión política, económica y social más relevante: la nacionalización de los
hidrocarburos, que se constituye en el eje central de nuestra revolución. Con
esta medida, el Estado participa y controla la propiedad de los hidrocarburos e
industrializa el gas natural.
Contrariamente a la consigna neoliberal del
crecimiento económico en base a la demanda externa (“exportar o morir”), el
nuevo modelo apostó por combinar las exportaciones con el crecimiento del
mercado interno, impulsada principalmente por las políticas redistributivas del
ingreso, descongelamiento e incrementos sucesivos del salario mínimo nacional,
aumentos salariales anuales superiores a la tasa de inflación, subvenciones
cruzadas y bonos de transferencias a los más necesitados.
Todo esto permitió que la economía
boliviana incremente su Producto Interno Bruto de 9 mil a más de 30 mil millones
de dólares, en los últimos ocho años.
La nacionalización de los hidrocarburos, el
crecimiento de la economía boliviana, y la política de austeridad de gastos,
permitieron que tengamos superávit fiscal durante ocho años consecutivos, que
contrastan con los déficits fiscales recurrentes que Bolivia registró durante
más de 66 años.
Cuando asumimos el gobierno, la diferencia
entre la población más rica y la más pobre, era de 128 veces. Ahora esa
diferencia se redujo a sólo 46 veces. Actualmente Bolivia está entre los 6
países con mejor distribución del ingreso, en la región.
Esto muestra que los pueblos tenemos
opciones y que podemos derrotar los destinos impuestos por el colonialismo y el
neoliberalismo.
Todos estos logros en tan poco tiempo le
debemos a la conciencia social y política del pueblo boliviano.
HEMOS RECUPERADO LA PATRIA PARA TODOS, UNA
PATRIA QUE FUE ENAJENADA POR EL MODELO NEOLIBERAL, QUE VIVIÓ ENVILECIDA POR EL
VIEJO SISTEMA DE PARTIDOS POLÍTICOS Y QUE FUE GOBERNADA DESDE AFUERA COMO SI
FUÉRAMOS UNA COLONIA.
HEMOS DEJADO DE SER EL PAÍS INVIABLE COMO
NOS DECÍAN LOS ORGANISMOS FINANCIEROS INTERNACIONALES Y HEMOS DEJADO DE SER UN
PAÍS INGOBERNABLE COMO NOS HACÍA CREER EL IMPERIO NORTEAMERICANO.
HOY DÍA, LOS BOLIVIANOS HEMOS RECUPERADO LA
DIGNIDAD Y EL ORGULLO Y CREEMOS EN NOSOTROS MISMOS, EN NUESTRA FUERZA Y EN
NUESTRO DESTINO. QUIERO DECIRLE AL MUNDO ENTERO CON LA MAYOR HUMILDAD, QUE LOS
ÚNICOS ARQUITECTOS SABIOS Y CAPACES DE CAMBIAR SU FUTURO SON LOS PROPIOS
PUEBLOS.
POR TANTO PROPONEMOS CONSTRUIR OTRO MUNDO:
TAREAS PARA CONSTRUIR LA SOCIEDAD DEL VIVIR BIEN.
PRIMERO: DEL DESARROLLO SUSTENTABLE AL DESARROLLO
INTEGRAL PARA VIVIR BIEN, EN ARMONÍA Y EQUILIBRIO CON LA MADRE
TIERRA
Necesitamos construir una visión
distinta del desarrollo occidental capitalista, transitando desde el paradigma
del Desarrollo Sostenible al paradigma del Desarrollo Integral para Vivir Bien,
que busca no sólo el equilibrio entre los seres humanos, sino el equilibrio y la
armonía con nuestra Madre Tierra.
Ningún desarrollo es sustentable
si la producción destruye la Madre Tierra, ya que es la fuente de la vida y
nuestra existencia. Ninguna economía es duradera si produce desigualdades y
exclusiones.
Ningún progreso es justo y
deseable si el bienestar de unos es a costa de la explotación y la miseria de
otros.
El Desarrollo Integral para Vivir
Bien significa generar bienestar para todos, sin exclusiones; significa respetar
la diversidad de economías de nuestras sociedades; respetar los conocimientos
locales y respetar la Madre Tierra y su diversidad biológica, que alimentará a
las generaciones venideras.
Desarrollo Integral para Vivir
Bien es producir para satisfacer necesidades reales, y no para ampliar
infinitamente las ganancias.
Es distribuir las riquezas,
cerrando la herida de la desigualdad, y no ampliar las
injusticias.
Es combinar la ciencia
contemporánea con la sabiduría tecnológica ancestral de los pueblos indígenas,
campesinos y originarios que dialoga con respeto a la naturaleza
Es pensar en los pueblos y no en
los mercados financieros.
Es colocar a la naturaleza como
centro de la vida, y al ser humano como una criatura más de esa
naturaleza.
El Desarrollo Integral para Vivir
Bien con respeto a la Madre Tierra no es una economía ecologista para los países
pobres, mientras los países ricos aumentan la desigualdad y la destrucción de la
naturaleza.
El desarrollo integral sólo es
viable a nivel planetario, si existe control de los Estados junto a sus pueblos
sobre todos sus recursos energéticos.
Necesitamos tecnologías,
inversiones, producción, créditos, empresas y mercados, no para subordinarlos a
la dictadura del lucro y del lujo, sino para ponerlos al servicio y necesidades
de los pueblos, y de la ampliación de los bienes y servicios comunes.
SEGUNDO: SOBERANÍA SOBRE LOS
RECURSOS NATURALES Y ÁREAS ESTRATÉGICAS
Los países dueños de materias
primas debemos y podemos asumir el control soberano de la producción y también
de la industrialización de nuestras materias primas.
La nacionalización de empresas y
áreas estratégicas permite que el Estado asuma la conducción de la producción,
el control soberano de la riqueza e iniciar la planificación para industrializar
las materias primas, y distribuir la ganancia entre la
población.
Ejercer soberanía sobre los
recursos naturales y áreas estratégicas no significa aislarse de los mercados
mundiales, es vincularse a estos mercados para beneficio de nuestros países y no
de unos cuantos propietarios privados. Soberanía sobre los recursos naturales y
áreas estratégicas no es impedir la participación de capitales y tecnología
extranjera; es subordinar esa inversión y esa tecnología a las necesidades de
cada país.
TERCERO: BIENESTAR PARA TODOS
CONVIRTIENDO LOS SERVICIOS BÁSICOS COMO DERECHO HUMANO
ÌLA PEOR TIRANÍA QUE ENFRENTA LA
HUMANIDAD ES PERMITIR QUE LOS SERVICIOS BÁSICOS ESTÉN BAJO CONTROL DE LAS
EMPRESAS TRANSNACIONALES. ESTO SIGNIFICA CONDENAR A LA HUMANIDAD AL INTERÉS
PARTICULAR Y A LOS OBJETIVOS MERCANTILES DE UNA MINORÍA QUE SE HACE RICA Y
PODEROSA CON LA VIDA Y SEGURIDAD DE LAS PERSONAS.
POR ESO DECIMOS QUE LOS
SERVICIOS BÁSICOS SON INHERENTES A LA CONDICIÓN HUMANA. ¿CÓMO PUEDE UN SER HUMANO VIVIR SIN AGUA
POTABLE, SIN ENERGÍA ELÉCTRICA O SIN COMUNICACIONES? SI LOS DERECHOS HUMANOS NOS
HACEN IGUALES ENTRE TODOS, LO QUE MATERIALIZA LA IGUALDAD ES EL ACESO UNIVERSAL
A LOS SERVICIOS BÁSICOS. EL AGUA NOS HACE IGUALES COMO LA LUZ O LAS
COMUNICACIONES.
Para resolver las inequidades
sociales es necesario incorporar en la legislación internacional y en la
normativa nacional de todos los países, que los servicios básicos (el agua,
electricidad, comunicaciones y el saneamiento básico) son un derecho humano
fundamental de las personas.
Esto significa que es una
obligación legal de estados el garantizar la universalidad de los servicios
básicos, por encima de costos o de ganancias.
CUARTO: EMANCIPACIÓN DEL ACTUAL SISTEMA
FINANCIERO INTERNACIONAL Y CONSTRUCCIÓN DE UNA NUEVA ARQUITECTURA
FINANCIERA
Proponemos liberarnos del yugo financiero
internacional construyendo un nuevo sistema financiero que priorice los
requerimientos de las actividades productivas de los países del Sur, en el marco
del desarrollo integral.
Tenemos que crear y fortalecer bancos del
Sur que impulsen proyectos industriales, que refuercen los mercados internos
regionales, que fomenten los intercambios comerciales entre nuestros países,
pero en base a la complementariedad, la solidaridad.
Necesitamos, además, impulsar la regulación
soberana de las actividades financieras mundiales que amenazan la estabilidad de
las economías nacionales.
Debemos desarrollar un mecanismo
internacional de reestructuración de la deuda, que profundiza la dependencia de
los pueblos del Sur estrangulando sus posibilidades de
desarrollo.
Debemos sustituir las instituciones
financieras como el FMI por otras que permitan una mejor y mayor participación
de los países del sur en sus estructuras de decisión, hoy capturadas por
potencias imperiales.
Es preciso establecer límites a las
ganancias especulativas y a la excesiva acumulación de
riqueza.
QUINTO: CONSTRUIR LA GRAN ALIANZA
ECONÓMICA, CIENTÍFICA, TECNOLÓGICA Y CULTURAL DE LOS PAÍSES DEL G77 + CHINA
Después de siglos de colonialismo, de
transferencias de riqueza a las metrópolis imperiales y de empobrecimiento de
nuestras economías los países del sur han comenzado a retomar una importancia
decisiva en el desarrollo de la economía mundial.
Asia, África y Latinoamérica no sólo son el
77% de la población mundial, sino también representan cerca del 43% de la
economía mundial; y esta importancia va en crecimiento. Los pueblos del Sur
somos el futuro del mundo.
Para reforzar y planificar esta inevitable
tendencia mundial necesitamos tomar medidas inmediatas.
Necesitamos intensificar los intercambios
comerciales entre los países del sur y orientar nuestras actividades productivas
en función de los requerimientos de otras economías del sur, en base a la
complementariedad de necesidades y capacidades.
Necesitamos programas de transferencia
tecnológica entre los países del Sur. La soberanía y el liderazgo tecnológico
imprescindible para una nueva economía mundial con justicia no lo podrá lograr
cada país por sí mismo.
La ciencia tiene que ser un patrimonio de
toda la humanidad, y al servicio del bienestar de todos; sin exclusiones ni
hegemonismos. Para un futuro digno de todos los pueblos del mundo, necesitamos
una integración para la liberación. No una cooperación para la
dominación.
Para llevar adelante estas dignas tareas al
servicio de los pueblos del mundo invitamos a integrarse al G77 a Rusia y otros
países que son nuestros hermanos en necesidades y
compromisos.
Nuestra alianza del G77 no cuenta con una
institución propia que efectivice los planteamientos, declaraciones y planes de
acción de nuestros países. Por ello, Bolivia propone la constitución del
INSTITUTO DE DESCOLONIZACIÓN Y COOPERACIÓN SUR –SUR.
Este instituto estará encargado de
proporcionar asistencia técnica a los países del Sur, para profundizar la
implementación de las propuestas del G77 + China.
También otorgará asistencia técnica y
fortalecimiento institucional para el desarrollo y la autodeterminación; para
llevar a cabo investigaciones; y proponemos que la sede del instituto de
descolonización se encuentre en Bolivia.
SEXTO: ERRADICAR EL HAMBRE DE LOS PUEBLOS
DEL MUNDO
Es un imperativo en el mundo erradicar el
hambre y promover que se aplique y se ejerza plenamente el derecho humano a la
alimentación.
La priorización de la producción de
alimentos debe contar con la participación de los pequeños productores y
comunidades indígenas campesinas, que son las que preservan un conocimiento
ancestral en lo que se refiere a la producción de alimentos.
Para lograr la erradicación del hambre, los
países del sur debemos generar condiciones para el acceso democrático y
equitativo a la propiedad de la tierra, que no permita el monopolio de este
recurso a través del latifundio, pero que tampoco fomente la fragmentación
minifundista e improductiva.
Consolidar la soberanía y seguridad
alimentaria, mediante el acceso a los alimentos sanos y saludables para el
bienestar de la población.
Eliminar los monopolios transnacionales en
la provisión de insumos agrícolas para garantizar seguridad alimentaria con
soberanía.
Que cada uno de nuestros países garantice
los alimentos básicos y propios que consume su población a partir del
fortalecimiento de sus prácticas productivas, culturales, ecológicas, así como
el intercambio solidario entre pueblos. A su vez, los Estados tenemos que
responsabilizarnos de garantizar la energía eléctrica, la integración vial, el
acceso al agua, y fertilizantes orgánicos.
SÉPTIMO: FORTALECER LA SOBERANÍA DE LOS
ESTADOS SIN INTERVENCIONISMO, INJERENCIA NI ESPIONAJE
Propiciar en el marco de las Naciones
Unidas, una nueva institucionalidad para el Nuevo Orden Planetario para el Vivir
Bien.
Las instituciones que emergieron después de
la Segunda Guerra Mundial, como las Naciones Unidas, hoy requieren una profunda
transformación.
Se requieren organismos internacionales que
fomenten la paz, que eliminen las jerarquías mundiales y que promuevan la
igualdad entre los Estados.
Por ello, tiene que desaparecer el Consejo
de Seguridad de la ONU porque en vez de asegurar la Paz entre las naciones ha
promovido la guerra y las invasiones de potencias imperiales para apoderarse de
los recursos naturales de los países invadidos. Hoy en vez de Consejo de
Seguridad hay un Consejo de Inseguridad y de Invasión
Imperial.
Ningún país, ninguna institución o interés
puede justificar la invasión de un país por otro. La soberanía de los Estados y
la resolución interna de los conflictos de cada país, es la base fundamental de
la paz y de las Naciones Unidas.
Denuncio aquí el bloqueo económico injusto
contra Cuba, las agresivas e ilegales políticas del gobierno de los Estados
Unidos contra Venezuela, incluyendo la iniciativa legislativa del Comité de
Relaciones Exteriores del Senado dirigida a imponer sanciones a este país
afectando su soberanía e independencia política, en clara violación de los
principios y propósitos de la Carta de las Naciones Unidas.
Esa es la persecución y el golpismo
internacional que constituye el colonialismo moderno, el colonialismo de esta
nueva época.
Es este nuevo tiempo, en estos tiempos del
Sur, debemos ser capaces de superar y sanar las heridas heredadas por guerras
fratricidas alentadas por intereses capitalistas foráneos, debemos consolidar
esquemas de integración que faciliten nuestra convivencia pacífica, nuestro
desarrollo y nuestra fe en valores compartidos como la
justicia.
Solamente juntos podremos lograr una vida
digna para nuestras naciones.
OCTAVO: RENOVACIÓN DEMOCRÁTICA DE LOS
ESTADOS
El tiempo de los imperios, de las
jerarquías coloniales y de las oligarquías financieras se está terminando. Por
todas partes vemos a los pueblos del mundo demandar su protagonismo en la
historia.
El siglo XXI tiene que ser el
siglo de los pueblos, de los obreros, de los campesinos, de los indígenas, de
los jóvenes, de las mujeres; es decir, de los oprimidos.
El protagonismo de los pueblos
significa la renovación y profundización de la democracia. Tenemos que
complementar la democracia electoral con la democracia participativa y con la
democracia comunitaria.
De la limitada gobernabilidad
partidaria y parlamentaria tenemos que pasar a la gobernabilidad social
de la democracia.
Eso significa que para tomar
decisiones estatales, se debe tomar en cuenta la deliberación de los
parlamentos, pero también la deliberación de los movimientos sociales que
permiten fluir la energía viva de nuestros pueblos.
La renovación de la democracia en
este nuevo siglo también requiere que la acción política se constituya en un
completo y permanente servicio a la vida, que es, a su vez, un compromiso ético,
humano y moral con nuestros pueblos, con los más humildes.
Y para ello, debemos recuperar los
códigos de nuestros ancestros: no robar, no mentir, no ser flojo y no ser
adulón.
Democracia es también distribución
de la riqueza y ampliación de los bienes comunes que tiene la
sociedad.
Democracia es subordinación de los
gobernantes a las decisiones de los gobernados.
Democracia no es beneficio
personal de los gobernantes ni mucho menos abuso de poder: es servicio amoroso
y abnegado hacia el pueblo. Es la entrega del tiempo, del conocimiento, del
esfuerzo y de la propia vida para alcanzar el bienestar de los pueblos y de la
humanidad.
NOVENO.- UN NUEVO MUNDO DESDE EL
SUR PARA TODA LA HUMANIDAD
Ha llegado el tiempo de las
naciones del sur.
Antes fuimos colonizados y
esclavizados, y con nuestro trabajo robado se levantaron los imperios del
Norte.
Hoy, a cada paso que damos por
nuestra liberación los imperios entran en decadencia y comienzan a
derrumbarse.
Pero nuestra liberación no es solo
la liberación de los pueblos del Sur. Es a la vez la liberación de la humanidad
entera porque nosotros no luchamos para dominar a otros; luchamos para que nadie
domine a otro.
Y a la vez solo nosotros podemos
salvar a la fuente de toda vida y de toda sociedad: La Madre Tierra que ahora
está amenazada de muerte por la angurria de un capitalismo depredador y
enloquecido.
Hoy otro mundo no solo es posible
sino que es imprescindible.
Hoy otro mundo es imprescindible
porque si no, no habrá ningún mundo posible.
Y ese otro mundo de igualdad, de
complementariedad, de convivencia orgánica con la madre tierra solo puede surgir
de los mil idiomas, de los mil colores, de las mil culturas hermanadas de todos
los Pueblos del Sur.
Santa Cruz,
14 de junio de 2014
- Evo Morales Ayma, Presidente del
Estado Plurinacional de Bolivia, y Presidente pro-tempore de G77 + China;
discurso pronunciado en el acto inaugural de la Cumbre de esta
entidad.
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