Carlos Bettini y Alberto Fernández, posibles asesores de Cristina
El embajador argentino en España, amigo de la presidenta desde su infancia, podría ayudarla en la dinámica de su gestión. Mientras que el ex jefe de Gabinete, que conserva lazos con gobernadores e intendentes, se puso a su disposición. Expectativas sobre su reacción y sus ambiciones reales y el rol de De Vido como regente de la Economía.
El embajador argentino en España, Carlos Bettini, podría convertirse en uno de los asesores de Cristina Kirchner en la última parte de su gestión presidencial, donde deberá superar la pérdida de su esposo y máximo sostén de su gobierno.
No sería la única ayuda a la que acudiría la jefa de Estado: el ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, se puso su disposición para lo que necesite, un gesto nada menor para quien venía manteniendo una relación oscilante con Kirchner.
Bettini es platense y de amigo de Cristina desde la infancia, quien lo visita cada vez que pisa la madre patria. Arribó a la Embajada española ni bien Kirchner llegó a la presidencia, y se convirtió en un fiel interlocutor con las empresas con intereses en Argentina.
Según fuentes con acceso a la quinta de Olivos, tras la derrota electoral de Kirchner del año pasado la presidenta pensó en Bettini como jefe de Gabinete, pero el principal obstáculo fue su resistencia a recibir órdenes de Kirchner. Aníbal Fernández terminó ocupando ese lugar.
¿Resurge Alberto?
Más allá de cambios de casilleros, en los circuitos kirchneristas ya se da como un hecho que el ministro de Planificación Julio De Vido será el virtual ministro de Economía que fue Kirchner hasta el último día de su vida.
Esto es, quien hace los números de ingresos y egresos, maneja la política monetaria y define las inversiones, tareas más operativas que técnicas en el universo K.
El rol político que cumplía Kirchner también es una incógnita. Lo atajará en un comienzo el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, el único funcionario que compartía con Néstor la misma afinidad que lo une a Cristina.
Pero no es Zannini una figura política de relevancia. Ese vacío reflotó la figura de Alberto Fernández, jefe de Gabinete de Néstor Kirchner pero distanciado de él en el último tiempo. Hablaron por última vez para las elecciones de junio de 2009 y luego sólo se enviaron mensajes.
El tema que los unía en los últimos meses era el peronismo, que Kirchner quería mezclar en la interna abierta del año próximo para así restar candidatos en la elección presidencial donde, cabe recordar, preveía competir para suceder a su esposa.
En el último año y medio, Alberto frecuentaba a dirigentes peronistas hastiados de Kirchner, pero sin intención de mudarse al endeble peronismo federal. Los gobernadores Daniel Scioli (Buenos Aires) y Juan Manuel Urtubey (Salta) y el intendente de La Plata, Pablo Bruera, eran algunos de sus habituales interlocutores.
Sin Kirchner, el peronismo díscolo perdió su razón de ser. Por lo que la única necesidad de la presidenta será aceitar su relación con los gobernadores e intendentes más poderosos, quienes siempre discutieron los temas más álgidos con el ex presidente. A través de sus voceros, Alberto F ya le avisó que está dispuesto a ayudarla.
El ex jefe de Gabinete despidió los restos de Kirchner al anochecer. Como todos los invitados especiales, entró por la explanada trasera de la Casa Rosada pero una vez adentro prefirió no llegar hasta la presidenta
No sería la única ayuda a la que acudiría la jefa de Estado: el ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, se puso su disposición para lo que necesite, un gesto nada menor para quien venía manteniendo una relación oscilante con Kirchner.
Bettini es platense y de amigo de Cristina desde la infancia, quien lo visita cada vez que pisa la madre patria. Arribó a la Embajada española ni bien Kirchner llegó a la presidencia, y se convirtió en un fiel interlocutor con las empresas con intereses en Argentina.
Según fuentes con acceso a la quinta de Olivos, tras la derrota electoral de Kirchner del año pasado la presidenta pensó en Bettini como jefe de Gabinete, pero el principal obstáculo fue su resistencia a recibir órdenes de Kirchner. Aníbal Fernández terminó ocupando ese lugar.
Carlos Bettini
¿Resurge Alberto?
Más allá de cambios de casilleros, en los circuitos kirchneristas ya se da como un hecho que el ministro de Planificación Julio De Vido será el virtual ministro de Economía que fue Kirchner hasta el último día de su vida.
Esto es, quien hace los números de ingresos y egresos, maneja la política monetaria y define las inversiones, tareas más operativas que técnicas en el universo K.
El rol político que cumplía Kirchner también es una incógnita. Lo atajará en un comienzo el secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini, el único funcionario que compartía con Néstor la misma afinidad que lo une a Cristina.
Pero no es Zannini una figura política de relevancia. Ese vacío reflotó la figura de Alberto Fernández, jefe de Gabinete de Néstor Kirchner pero distanciado de él en el último tiempo. Hablaron por última vez para las elecciones de junio de 2009 y luego sólo se enviaron mensajes.
El tema que los unía en los últimos meses era el peronismo, que Kirchner quería mezclar en la interna abierta del año próximo para así restar candidatos en la elección presidencial donde, cabe recordar, preveía competir para suceder a su esposa.
En el último año y medio, Alberto frecuentaba a dirigentes peronistas hastiados de Kirchner, pero sin intención de mudarse al endeble peronismo federal. Los gobernadores Daniel Scioli (Buenos Aires) y Juan Manuel Urtubey (Salta) y el intendente de La Plata, Pablo Bruera, eran algunos de sus habituales interlocutores.
Sin Kirchner, el peronismo díscolo perdió su razón de ser. Por lo que la única necesidad de la presidenta será aceitar su relación con los gobernadores e intendentes más poderosos, quienes siempre discutieron los temas más álgidos con el ex presidente. A través de sus voceros, Alberto F ya le avisó que está dispuesto a ayudarla.
El ex jefe de Gabinete despidió los restos de Kirchner al anochecer. Como todos los invitados especiales, entró por la explanada trasera de la Casa Rosada pero una vez adentro prefirió no llegar hasta la presidenta
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