domingo, 31 de octubre de 2010

Edición especial / Néstor Kirchner 1950-2010

Fotografiar la historia

La imagen cenital de Cristina Kirchner vestida de negro junto al ataúd de su marido; el primer plano de la Presidenta doliente con sus hijos Máximo y Florencia Kirchner; la Plaza de Mayo colmada; gente llorando sobre la avenida Alem en el cortejo y despedida final del ex presidente... algunas imágenes de los últimos días sin duda quedarán grabadas en la memoria como íconos de la política nacional
Jorge Fernández Díaz
LA NACION


Fotografiar  la historia
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La memoria no guarda películas, guarda fotografías", escribió alguna vez Milan Kundera. El conscripto que lloraba mientras hacía un saludo al pecho cuando pasaba el cortejo fúnebre de Juan Domingo Perón, el Che Guevara muerto con los ojos abiertos en Bolivia, Evita embalsamada junto al doctor Pedro Ara o Raúl Alfonsín dormido para siempre en su cajón abierto mientras su nieto le acariciaba amorosamente la cabeza son instantáneas que han quedado impresas en nuestro cerebro con más fuerza que ninguna secuencia de film o noticiero.
Esta vez no olvidaremos esa toma cenital que muestra a la Presidenta vestida de negro junto al ataúd cerrado y cubierto con la bandera argentina, la banda presidencial, el bastón de mando y dos pañuelos de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Allí reposaba Néstor Kirchner, y el fotógrafo de Presidencia lo inmortalizó en esa intimidad vertical que no pudo apreciarse desde la línea plana de la televisión.
El equipo de fotógrafos de Presidencia de la Nación lo comanda una leyenda viva: Víctor Bugge, que retrató a muchos jefes de Estado a lo largo de estos treinta años. Lo curioso es que muchas veces lo hizo a contramano de lo que se espera de un fotógrafo oficial: como un espía o un intruso. Esa escuela, ese ojo invasor pero invisible es el responsable de la foto que dio estos días la vuelta al mundo, que fue tapa de diarios extranjeros y que ya es un ícono de la política nacional.
También del retrato a quemarropa que se le arrancó a Cristina junto con sus hijos Máximo y Florencia Kirchner frente al féretro. Esa foto guarda una rara simetría: la Presidenta tiene abierta extrañamente la mano derecha y el ojo del lector lleva directo a las manos de Perón, que se alzan detrás, en una pintura de la galería de los Patriotas Latinoamericanos.
Este diario puso en la calle trece fotógrafos a lo largo de esas 48 horas increíbles. Al principio, nuestros reporteros gráficos luchaban con la marea humana, cruzando dificultosamente Plaza de Mayo, fotografiando cientos de rostros dolientes. Luego un fotógrafo buscó la terraza más alta, en un edificio ubicado detrás del Cabildo y parapetado allí mostró de día y de noche panorámicas de una muchedumbre incalculable. En la calle, todos fueron ayudados por la gente, que los alzaba para que hicieran una toma mejor o les ofrecían algún detalle: un cartel, un souvenir, una mueca.
¿Qué piensa un cirujano en el quirófano? Sólo piensa en su trabajo. La coraza profesional lo protege del dolor y del miedo. ¿Qué piensa un fotógrafo en esas circunstancias? Algo parecido, aunque la emoción puede jugarle una mala pasada. Le ocurrió, por ejemplo, a Silvana Colombo, una mujer valerosa que cubrió la salida del cortejo. Durante sus prolegómenos, entró en la plaza y sintió que la lluvia la mojaba. Había miles y miles de paraguas, una pantalla gigante que transmitía imágenes del interior de la Casa de Gobierno y un silencio insólito, pesado, masivo, sobrenatural.
Después bajó caminando hasta la avenida Alem y descubrió gente llorando contra el cordón y las vallas. Cuando los automóviles oficiales aparecieron en la avenida y vio tantas personas intentando abalanzarse sobre el coche de la viuda, Silvana Colombo sintió algo profundo. Sintió que estaba en un libro de historia. Y entonces se le cayó una lágrima. Y mientras la lágrima surcaba la mejilla, Silvana disparaba y disparaba, y seguía disparando con la vista nublada y brillante.
Sucedía en ese instante del arte y de la vida lo que el maestro total Henry Cartier-Bresson definía como milagro de su oficio: "Fotografiar es colocar la cabeza, el ojo y el corazón en un mismo eje". A veces el arte nos salva de la muerte.

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