La derrota política de los medios hegemónicos
Publicado el 24 de Octubre de 2011Por
Jefa del Equipo de Investigación.
Todo triunfo tiene una contracara, que es la derrota. Sobre todo, en términos electorales. En este caso, el triunfo corresponde a un equipo que lleva años de trabajo, liderado desde 2007 por una sola persona: la primera mujer en la historia argentina que logró ser presidenta por segunda vez consecutiva, gracias al voto popular, y con la mayor diferencia con respecto a su segundo, desde el retorno de la democracia. La derrota, en cambio, tiene al conjunto de la oposición como protagonista –con todas sus variantes y entendiendo las diferencias reales entre Eduardo Duhalde y Hermes Binner–, pero reconociendo que delegaron al unísono el liderazgo en el cártel Clarín-La Nación, como único aglutinante posible y, hoy vemos, como gran perdedor político.
La capacidad de reunir a los candidatos en torno a sus banquetes para negociar quién podría doblegarse mejor ante sus planes hegemónicos está diluida y hoy derrotada. La foto de la cena ofrecida por Héctor Magnetto en agosto del año pasado para Eduardo Duhalde, Francisco de Narváez, Mauricio Macri, Carlos Reutemann y Felipe Solá, no sólo está amarilla, sino ajada. Aquel otro encuentro anterior, que se conoció de boca del propio Néstor Kirchner, en el que Magnetto se negaba a aceptar la candidatura de Cristina Fernández, entre otras cosas por su condición de mujer, quedó definitivamente sepultada.
Por eso ahora, la esperanza está puesta en el futuro, en saber qué se hará para profundizar el modelo. Sólo por citar la agenda pendiente en materia comunicacional, la cantidad de diputados kirchneristas que resultaron electos son clave para convertir en ley el proyecto que busca declarar de interés público la producción, comercialización y distribución de papel para diarios. Las trabas de la oposición, de las espadas mediáticas del Grupo Clarín en el Congreso, beneficiaron la continuidad del monopolio en Papel Prensa, cimentado en sangre y detractor de la libertad de expresión de las argentinas y los argentinos. Pero a partir de diciembre la correlación de fuerzas será otra y permitirá avanzar en esta ley tan importante para la existencia de múltiples diarios con ecuaciones económicas positivas a lo largo y ancho del país.
También es una deuda pendiente el cumplimiento pleno y efectivo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. A cada paradigma político le corresponde un paradigma mediático y ayer la mayoría eligió este modelo de democratización de la palabra, de pluralidad de voces, que para poder existir necesita de la plena vigencia de esta ley, sin ningún tipo de excepciones.
El momento es hoy, porque quedó plasmado en el voto que las 347 tapas negativas del diario Clarín no pudieron con esta necesidad de ejercer el derecho a la información que declaró la mayoría. Tampoco el intento de construir un escenario de totalitarismo, cesarismo y hasta hitlerismo, atribuidos a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Ni el de instalar la sensación de desprotección ciudadana presente en más de la mitad de sus tapas del período comprendido entre el 26 de mayo de 2010 y el 16 de agosto de este año, relevado por el equipo de investigación de Tiempo Argentino (de 445 portadas, en 238, es decir en el 53%, publicaron acontecimientos vinculados con la declamada “inseguridad”).
La subestimación del pueblo por parte del cártel Clarín-La Nación quedó en evidencia. La madurez del electorado, también. Nadie tiene ya una mirada ingenua sobre sus publicaciones. El derecho a dar y recibir información, la obligación de hacer una lectura crítica de los medios, la capacidad de disociar lo que dicen, de lo que viven, parece estar ahora en el ADN de la mayoría.
Siguiendo la línea de pensamiento de Raúl Scalabrini Ortiz, quien consideró que “en un país empobrecido, los grandes diarios son órganos de dominio colonialista”, la Argentina, sin dudas, se está enriqueciendo. Por eso hoy, el triunfo también es del pueblo; y la derrota política, de los medios hegemónicos
Jefa del Equipo de Investigación.
Todo triunfo tiene una contracara, que es la derrota. Sobre todo, en términos electorales. En este caso, el triunfo corresponde a un equipo que lleva años de trabajo, liderado desde 2007 por una sola persona: la primera mujer en la historia argentina que logró ser presidenta por segunda vez consecutiva, gracias al voto popular, y con la mayor diferencia con respecto a su segundo, desde el retorno de la democracia. La derrota, en cambio, tiene al conjunto de la oposición como protagonista –con todas sus variantes y entendiendo las diferencias reales entre Eduardo Duhalde y Hermes Binner–, pero reconociendo que delegaron al unísono el liderazgo en el cártel Clarín-La Nación, como único aglutinante posible y, hoy vemos, como gran perdedor político.
La capacidad de reunir a los candidatos en torno a sus banquetes para negociar quién podría doblegarse mejor ante sus planes hegemónicos está diluida y hoy derrotada. La foto de la cena ofrecida por Héctor Magnetto en agosto del año pasado para Eduardo Duhalde, Francisco de Narváez, Mauricio Macri, Carlos Reutemann y Felipe Solá, no sólo está amarilla, sino ajada. Aquel otro encuentro anterior, que se conoció de boca del propio Néstor Kirchner, en el que Magnetto se negaba a aceptar la candidatura de Cristina Fernández, entre otras cosas por su condición de mujer, quedó definitivamente sepultada.
Por eso ahora, la esperanza está puesta en el futuro, en saber qué se hará para profundizar el modelo. Sólo por citar la agenda pendiente en materia comunicacional, la cantidad de diputados kirchneristas que resultaron electos son clave para convertir en ley el proyecto que busca declarar de interés público la producción, comercialización y distribución de papel para diarios. Las trabas de la oposición, de las espadas mediáticas del Grupo Clarín en el Congreso, beneficiaron la continuidad del monopolio en Papel Prensa, cimentado en sangre y detractor de la libertad de expresión de las argentinas y los argentinos. Pero a partir de diciembre la correlación de fuerzas será otra y permitirá avanzar en esta ley tan importante para la existencia de múltiples diarios con ecuaciones económicas positivas a lo largo y ancho del país.
También es una deuda pendiente el cumplimiento pleno y efectivo de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. A cada paradigma político le corresponde un paradigma mediático y ayer la mayoría eligió este modelo de democratización de la palabra, de pluralidad de voces, que para poder existir necesita de la plena vigencia de esta ley, sin ningún tipo de excepciones.
El momento es hoy, porque quedó plasmado en el voto que las 347 tapas negativas del diario Clarín no pudieron con esta necesidad de ejercer el derecho a la información que declaró la mayoría. Tampoco el intento de construir un escenario de totalitarismo, cesarismo y hasta hitlerismo, atribuidos a los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Ni el de instalar la sensación de desprotección ciudadana presente en más de la mitad de sus tapas del período comprendido entre el 26 de mayo de 2010 y el 16 de agosto de este año, relevado por el equipo de investigación de Tiempo Argentino (de 445 portadas, en 238, es decir en el 53%, publicaron acontecimientos vinculados con la declamada “inseguridad”).
La subestimación del pueblo por parte del cártel Clarín-La Nación quedó en evidencia. La madurez del electorado, también. Nadie tiene ya una mirada ingenua sobre sus publicaciones. El derecho a dar y recibir información, la obligación de hacer una lectura crítica de los medios, la capacidad de disociar lo que dicen, de lo que viven, parece estar ahora en el ADN de la mayoría.
Siguiendo la línea de pensamiento de Raúl Scalabrini Ortiz, quien consideró que “en un país empobrecido, los grandes diarios son órganos de dominio colonialista”, la Argentina, sin dudas, se está enriqueciendo. Por eso hoy, el triunfo también es del pueblo; y la derrota política, de los medios hegemónicos
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