peronismo y kirchnerismo
Una identidad indiscutible
Creo que esto es peronismo, sí. Que en la cotidianeidad del ejercicio del poder no esté muy vigente el folclore, la mitología peronista, no quiere decir que esto no sea peronismo. Lo es en términos, por darle un solo caso, de percepción del poder y de cómo ejercerlo. Sí, sí, el kirchnerismo es peronismo puro.
La cita que abre esta columna, perteneciente al historiador Alain Rouquié, describe bien y de manera sucinta las características peronistas duras del kirchnerismo.
En rigor, aproximándonos más al tema, tras la crisis de la salida de la convertibilidad instaurada por el peronismo en su fase menemista y sostenida hasta su estallido por la alianza progresista Frepaso-UCR, frente a la coyuntura de quiebre social, político y económico abierta en el año 2001, tal como lo señala Julio Burdman (leer): “El peronismo tuvo una respuesta eficaz a esa crisis y que fue el kirchnerismo…”.
En efecto, la fase kirchnerista del populismo peronista, típica de la post crisis de 2001, además de modelar el ciclo de mayor crecimiento económico de la historia nacional y el proceso de caída de la pobreza más vigoroso desde la recuperación democrática, pudo resolver la crisis de representación política que hizo al justicialismo marchar dividido en tres listas de volumen casi equivalentes en el año 2003. Tras ocho años de gobierno, el kirchnerismo restituyó al peronismo su condición de partido dominante, que marcha a una elección de más de 55% de votos, la de mayor caudal de aceptación desde la que produjera el mismo Juan Perón en 1973.
Retomando los ejes tradicionales del despliegue histórico del populismo peronista, el kirchnerismo reinstaló la intervención del Estado en la economía como gran regulador, habilitó la discusión paritaria tras una década de clausura. Restituyó el salario mínimo vital y móvil, y revitalizó como nunca antes las prácticas sindicales que ganaron poder y tuvieron en la conducción de la CGT el mejor aliado del proyecto del Ejecutivo durante estos dos períodos de gobierno, aun con las tensiones inevitables que surgen de la relación entre gremios y gobierno, en particular en un ciclo de crecimiento económico tan robusto como el acontecido entre los años 2003 y 2011.
Así las cosas, el kirchnerismo es peronismo puro y duro de post crisis y no cabe demasiada discusión a poco de revisar su arquitectura territorial, articulada dominantemente sobre gobernadores justicialistas, observando su anclaje gremial insoslayable y presente en los momentos de crisis como pilar de gobernabilidad democrática. Sin embargo, si los señalamientos anteriores son fuertes, la señal definitiva de la filiación peronista del kirchnerismo hay que buscarla en el liderazgo pleno, único e indiscutido de Cristina Kirchner. Bajo su autoridad se organiza la más amplia diversidad de miradas, tradiciones y agendas de “todos y todas”, pero este abanico multicolor se despliega bajo la conducción indiscutida de la Presidenta, como también fue y es tradicional en las formaciones populistas. Hoy, como lo fue ayer con Perón en la etapa del peronismo fundacional, sólo se pertenece al kirchnerismo si se reconoce sin discusiones el liderazgo de Cristina Kirchner. No es gritando “La vida por Cristina” que se es kirchnerista, se lo es aceptando su conducción. Otra vez, peronismo al palo.
Finalmente, más allá de los fuegos de artificio, las gambetas comunicacionales y los deseos de apropiarse de un supuesto “post kirchnerismo” de dirigencias variopintas que pueblan el entramado de aliados del Frente para la Victoria de derecha a izquierda del arco político, el kirchnerismo es peronismo post crisis y se apronta para inaugurar su tercer período de gobierno no para “ser superado”, sino para “superarse”.
Proceso de autosuperación populista, tal como lo plantea Hernán Brienza en el reciente texto colectivo Kirchnerismo para armar: “El movimiento nacional y popular se consolidará no sólo en términos electorales, sino fundamentalmente históricos –hegemónicos– si tiene la posibilidad de ‘hacer felices’ a los argentinos, pero, al mismo tiempo, si logra una estructura de cuadros y militantes que sean mejores que el resto. Si se produce finalmente esa transformación, el peronismo kirchnerista entrará en la etapa superior de su existencia”.
*Director de Consultora Equis.
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