¿Cristina y Macri, bonapartistas?
Por Manuel Mora y Araujo Una vez más, los estudiantes se vuelcan a las calles para protestar. Esta vez el detonante fue el mal estado de los edificios escolares y, en el caso del Nacional Buenos Aires, el tema de la dirección del colegio. La primera reacción del Gobierno de la Ciudad fue denunciar una movida política; aun más lejos en esa dirección fue el Gobierno nacional, que intentó en un principio capitalizar políticamente la movilización estudiantil, hasta que los estudiantes proclamaron a gritos que también están en contra de él y se guardó prudentemente a silencio. Está claro que hay “política” en la movilización estudiantil, pero no está tan claro de qué política se trata. Y posiblemente hay otras cosas –entre ellas, el mal estado de los edificios escolares, desde luego.
Así quedaron definidos dos planos diferentes de estas movilizaciones estudiantiles: los motivos puntuales de la protesta y los móviles políticos por detrás de esos temas puntuales. Por otra parte, en gran parte de la sociedad, por razones políticas o por otras razones, inclusive estéticas, a bastante gente le molesta ver a los estudiantes en la calle, agitando consignas y simplemente protestando. La valoración de la protesta como método es un tercer plano. Frase común: “Aunque puedan tener alguna razón, no comparto la metodología”.
Los motivos de la protesta son, como casi todo, discutibles. Es posible que si los colegios estuvieran mejor de cómo están, los estudiantes habrían encontrado eventualmente otros motivos para protestar. Eso no quita que el Gobierno debería ocuparse con mayor celo del estado de los colegios; pero, sin duda, hay muchas otras cosas por las cuales protestar y no siempre hay alguien que lo hace.
En el plano político, a menudo sucede que la política se apropia de los hechos imprimiéndoles un sentido que no es el buscado por los actores que los desencadenaron.
Estos estudiantes piensan que están actuando en nombre de ideales de izquierda, muy de izquierda, más específicamente revestidos de retórica trotskista. Pero la interpretación más común no es que estamos ante un renacer de las ideas revolucionarias en la juventud sino un hecho político de cortísimo alcance.
Los estudiantes protestando son una imagen que casi cualquier sociedad del mundo ha conocido. Si alguien no recuerda lo que eran las calles de Buenos Aires en tiempos de la confrontación entre “laicos” y “libres”, o París en 1968, o las calles de Santiago al inicio de la gestión de Bachelet, o si ignora los relatos del derrocamiento de Yrigoyen con la FUBA en la calle (a favor del golpe), o Córdoba, durante la reforma universitaria en 1918, aquí está un relato de una escena de Oxford, a fines del siglo XII, que tomo casi al azar de Internet: “Hacia las nueve de la mañana, bandas de universitarios desfilaban por las calles en formación militar. Si los oficiales universitarios no pudieron refrenarlos, el alcalde fue igualmente incapaz de contenerlos. La gran campana de San Martín sonó dando la voz de alarma; los cuernos de buey también se hacían oír en las calles; se enviaban mensajeros al interior para reclutar campesinos aliados. Los académicos, que llegaban a tres mil en total, iniciaron su ataque simultáneamente en varios barrios. Destruyeron depósitos de especias, cuchillería y otros. Armados con arcos y flechas, espadas y escudos, hondas y piedras, cayeron sobre sus oponentes. Mataron a tres e hirieron a cincuenta o más. Una de las bandas tomó posición en High Street, entre las iglesias de Santa María y Todos los Santos, y atacó la casa de un tal Edward Hales. Este Hales era un antiguo enemigo de los académicos”.
Los mismos que se indignan porque los estudiantes protestan apoyaron, y posiblemente asistieron, a las manifestaciones a favor del agro en 2007, no se molestan cuando los agricultores cortan las rutas (hace dos años era tan difícil ir a Rosario como ahora, por causa de los obreros de Paraná Metal), tal vez algunos simpatizaron con Gualeguaychú, tal vez más de uno, si le toca vivir en la avenida Pueyrredón en Buenos Aires, acompañó la protesta por el cambio de mano… La protesta es un tema aparte, pero no son los estudiantes secundarios porteños quienes la inventaron.
Hay otro plano relativo a los motivos de los estudiantes. Posiblemente sus intenciones no se agotan en la reparación de los edificios escolares, y piensan en cambio que están sumándose a una corriente histórica que transformará el mundo. ¿Quien podría no entenderlos, si alguna vez ha pasado por algo así? Hay una demanda insatisfecha de ideales políticos capaces de darle sentido a la vida. La oferta, hoy, es pobrísima. Creo que éste es un problema serio.
He oído decir que los estudiantes acusan al gobierno de Macri de “bonapartista”. Y al de Cristina también. O sea, los equiparan (en ese punto, muestran cierta sofisticación analítica). Ahora, haciendo honor al pensamiento de Trotsky o al de Marx, esta aplicación de la noción de “bonapartismo” a esos dos gobiernos es, por decir lo menos, insólita. Estos estudiantes, presumo, tal vez no leyeron ni a Trotsky ni a Marx. Protestan como se protestó en todas las épocas; pero hay dudas sobre si saben por qué protestan.
*Rector de la Universidad Torcuato Di Tella
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