Las necesidades de la gente
Publicado el 2 de Octubre de 2011Por
Sociólogo, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
En los últimos ocho años, uno de los hechos más significativos es el regreso de las políticas públicas en materia de regulación de los mercados como respuesta a una necesidad del conjunto de la sociedad.
Más allá de la profunda crisis que los sectores conservadores y sus agonizantes liderazgos están atravesando, la esperanza blanca se corporiza en el nuevo producto de mercado aún sin fecha de vencimiento, que ha emergido en la última década. La pregunta aún sin respuesta es, si más allá de los aciertos en materia de asesoramiento de imagen, la remanida “nueva política” del ingeniero Mauricio Macri puede –en el extenso camino hasta las presidenciales de 2015– trascender los límites propios de la matriz ideológica de la derecha argentina y su proyecto de país para pocos.
Es indudable que una de las características más redituables en términos electorales del macrismo no ha sido justamente la polémica o el debate de ideas. La mayoría de la ciudadanía porteña que le renovó su voto a la gestión del ex dirigente deportivo devenido en político, no lo votó por esas virtudes ni por el cumplimiento a rajatabla de sus promesas. En etapas de estabilidad económica las preocupaciones de los ciudadanos –y los porteños no son la excepción– son permeables a los continuismos previsibles. Si en el ámbito privado el progreso económico les permite incrementar sus niveles de consumo, la ecuación electiva se torna insensible a los bloopers discursivos, los deslices ideológicos o los conflictos sectoriales, más allá de la magnitud de los mismos. Ni el conflicto relacionado a las carencias edilicias de la infraestructura educativa en el ámbito porteño, ni el affaire de las escuchas y el escándalo del ex comisario Jorge “Fino” Palacios pudieron menguar las simpatías por el sonriente ingeniero. También es cierto que ante tanto despropósito del conglomerado opositor a escala nacional, la decisión de concentrar sus fuerzas en el ámbito municipal –que le garantizara la continuidad de sus negocios–, le permitió escapar de la debacle generalizada de las filas anti K. Así ratificó su pragmatismo consuetudinario, virtud común en el empresariado cuya ideología tiene habitualmente, más allá de los gobiernos, el interesado color de sus ganancias.
En los tiempos que corren, en el capitalismo de consumo a escala global, ese pragmatismo atraviesa todas las clases sociales y se transforma en el espíritu de época que, heredado por la hegemonía neoliberal, atraviesa la subjetividad del ciudadano contemporáneo y de los potenciales consumidores en proceso de inclusión. De esto conoce algo el gurú del líder de la derecha argentina Jaime Durán Barba, quien le aconsejó hablar lo menos posible a su cliente y mostrarse como un ciudadano más, o sea, no pesada tarea de opinar de cosas tan complejas como la crisis mundial o el devenir del capitalismo global. Lo suyo son la frescura discursiva de las sensaciones o las percepciones propias del sentido común, como diría Antonio Gramsci, el más común de los sentidos.
Este nuevo ropaje light de la derecha, que confía en cosechar millones de voluntades–, producto de la siembra de décadas del posibilismo y de moderación propia de la hegemonía cultural de la transición posdictatorial– más allá de sus resultados electorales del ingeniero Macri, tiene una doble limitación. Por un lado, la particularidad del proceso político argentino y su última gran crisis, que se llevó puesto el experimento más elaborado del neoliberalismo de mercado, la Convertibilidad, que ha dejado sus marcas en la ciudadanía. Y por otro, las asignaturas pendientes de resolución de importantes sectores de la población que el mercado y su mano invisible no han podido solucionar en más de tres décadas de hegemonía.
A diferencia de la naturalización del consumismo estructural del primer mundo, el acontecimiento que marcó la impronta subjetiva de la caída de la Convertibilidad y la imposibilidad fáctica de cualquier plan que posibilitara la restauración del ideario neoliberal de los ’90 en la Argentina post crisis, ha posibilitado que en nuestra sociedad se desarrollara un antídoto social de significativos sectores de la población contra iniciativas propias del “noventismo” como las soluciones ajustistas, tan en boga hoy en Europa. Esta particularidad de la región que, en distinto grado, se ha expresado en los procesos heterodoxos que han servido de reacción al desastre económico del neoliberalismo post dictatorial en gran parte del subcontinente sudamericano han dejado marcas, en un amplio y significativo universo de la ciudadanía de estos países y la Argentina no es la excepción
En los últimos ocho años, uno de los hechos más significativo fue el regreso de las políticas públicas en materia de regulación de los mercados en respuesta a una necesidad del conjunto de la sociedad. El aprendizaje de este período no es otro que la revalorización del rol de las políticas públicas como la herramienta más idónea para intentar superar las profundas asimetrías de los mercados. La intervención estatal ha sido necesaria ante la tendencia a la precarización laboral y se puso en evidencia en algunas decisiones del Ministerio de Trabajo. Implementando la necesaria regulación en este campo, se ha ido contra corriente de las tendencias a la precarización de la mano de obra, hoy en crecimiento ante la crisis del empleo, tanto en Europa como en los Estados Unidos.
Las políticas estatales capaces de abordar el déficit habitacional del mercado de construcción de viviendas, una carencia histórica no sólo en nuestro país, es otro gran obstáculo para cualquier alternativa neoliberal, como la encabezada por el ex presidente xeneize. Lo cierto es que, pese al marcado crecimiento del empleo en los últimos ocho años, millones de familias argentinas todavía no han logrado solucionar sus problemas habitacionales ni tienen posibilidades de acceso a una financiación acorde a sus ingresos, aunque los mismos sean la sumatoria de varios integrantes del núcleo familiar. Esta deuda social, que con posterioridad a la crisis de 2001 no se ha podido afrontar, difícilmente podrá ser saldada en la Argentina por un gobierno de derecha, más allá del liderazgo que pueda ejercer y de los cambios estéticos que propongan de los asesores de imagen.
Por tal razón lo peor que les puede ocurrir a las filas de la denominada derecha de nuevo tipo es que en el próximo mandato de Cristina Fernández se profundice el modelo de inclusión y se afronten de una manera creativa y valiente las asignaturas pendientes de la democracia social argentina en curso. De las decisiones políticas que profundicen la lucha contra la desigualdad dependerá el futuro de las fuerzas que militan a favor de una sociedad más justa y equitativa. <
Sociólogo, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.
En los últimos ocho años, uno de los hechos más significativos es el regreso de las políticas públicas en materia de regulación de los mercados como respuesta a una necesidad del conjunto de la sociedad.
Más allá de la profunda crisis que los sectores conservadores y sus agonizantes liderazgos están atravesando, la esperanza blanca se corporiza en el nuevo producto de mercado aún sin fecha de vencimiento, que ha emergido en la última década. La pregunta aún sin respuesta es, si más allá de los aciertos en materia de asesoramiento de imagen, la remanida “nueva política” del ingeniero Mauricio Macri puede –en el extenso camino hasta las presidenciales de 2015– trascender los límites propios de la matriz ideológica de la derecha argentina y su proyecto de país para pocos.
Es indudable que una de las características más redituables en términos electorales del macrismo no ha sido justamente la polémica o el debate de ideas. La mayoría de la ciudadanía porteña que le renovó su voto a la gestión del ex dirigente deportivo devenido en político, no lo votó por esas virtudes ni por el cumplimiento a rajatabla de sus promesas. En etapas de estabilidad económica las preocupaciones de los ciudadanos –y los porteños no son la excepción– son permeables a los continuismos previsibles. Si en el ámbito privado el progreso económico les permite incrementar sus niveles de consumo, la ecuación electiva se torna insensible a los bloopers discursivos, los deslices ideológicos o los conflictos sectoriales, más allá de la magnitud de los mismos. Ni el conflicto relacionado a las carencias edilicias de la infraestructura educativa en el ámbito porteño, ni el affaire de las escuchas y el escándalo del ex comisario Jorge “Fino” Palacios pudieron menguar las simpatías por el sonriente ingeniero. También es cierto que ante tanto despropósito del conglomerado opositor a escala nacional, la decisión de concentrar sus fuerzas en el ámbito municipal –que le garantizara la continuidad de sus negocios–, le permitió escapar de la debacle generalizada de las filas anti K. Así ratificó su pragmatismo consuetudinario, virtud común en el empresariado cuya ideología tiene habitualmente, más allá de los gobiernos, el interesado color de sus ganancias.
En los tiempos que corren, en el capitalismo de consumo a escala global, ese pragmatismo atraviesa todas las clases sociales y se transforma en el espíritu de época que, heredado por la hegemonía neoliberal, atraviesa la subjetividad del ciudadano contemporáneo y de los potenciales consumidores en proceso de inclusión. De esto conoce algo el gurú del líder de la derecha argentina Jaime Durán Barba, quien le aconsejó hablar lo menos posible a su cliente y mostrarse como un ciudadano más, o sea, no pesada tarea de opinar de cosas tan complejas como la crisis mundial o el devenir del capitalismo global. Lo suyo son la frescura discursiva de las sensaciones o las percepciones propias del sentido común, como diría Antonio Gramsci, el más común de los sentidos.
Este nuevo ropaje light de la derecha, que confía en cosechar millones de voluntades–, producto de la siembra de décadas del posibilismo y de moderación propia de la hegemonía cultural de la transición posdictatorial– más allá de sus resultados electorales del ingeniero Macri, tiene una doble limitación. Por un lado, la particularidad del proceso político argentino y su última gran crisis, que se llevó puesto el experimento más elaborado del neoliberalismo de mercado, la Convertibilidad, que ha dejado sus marcas en la ciudadanía. Y por otro, las asignaturas pendientes de resolución de importantes sectores de la población que el mercado y su mano invisible no han podido solucionar en más de tres décadas de hegemonía.
A diferencia de la naturalización del consumismo estructural del primer mundo, el acontecimiento que marcó la impronta subjetiva de la caída de la Convertibilidad y la imposibilidad fáctica de cualquier plan que posibilitara la restauración del ideario neoliberal de los ’90 en la Argentina post crisis, ha posibilitado que en nuestra sociedad se desarrollara un antídoto social de significativos sectores de la población contra iniciativas propias del “noventismo” como las soluciones ajustistas, tan en boga hoy en Europa. Esta particularidad de la región que, en distinto grado, se ha expresado en los procesos heterodoxos que han servido de reacción al desastre económico del neoliberalismo post dictatorial en gran parte del subcontinente sudamericano han dejado marcas, en un amplio y significativo universo de la ciudadanía de estos países y la Argentina no es la excepción
En los últimos ocho años, uno de los hechos más significativo fue el regreso de las políticas públicas en materia de regulación de los mercados en respuesta a una necesidad del conjunto de la sociedad. El aprendizaje de este período no es otro que la revalorización del rol de las políticas públicas como la herramienta más idónea para intentar superar las profundas asimetrías de los mercados. La intervención estatal ha sido necesaria ante la tendencia a la precarización laboral y se puso en evidencia en algunas decisiones del Ministerio de Trabajo. Implementando la necesaria regulación en este campo, se ha ido contra corriente de las tendencias a la precarización de la mano de obra, hoy en crecimiento ante la crisis del empleo, tanto en Europa como en los Estados Unidos.
Las políticas estatales capaces de abordar el déficit habitacional del mercado de construcción de viviendas, una carencia histórica no sólo en nuestro país, es otro gran obstáculo para cualquier alternativa neoliberal, como la encabezada por el ex presidente xeneize. Lo cierto es que, pese al marcado crecimiento del empleo en los últimos ocho años, millones de familias argentinas todavía no han logrado solucionar sus problemas habitacionales ni tienen posibilidades de acceso a una financiación acorde a sus ingresos, aunque los mismos sean la sumatoria de varios integrantes del núcleo familiar. Esta deuda social, que con posterioridad a la crisis de 2001 no se ha podido afrontar, difícilmente podrá ser saldada en la Argentina por un gobierno de derecha, más allá del liderazgo que pueda ejercer y de los cambios estéticos que propongan de los asesores de imagen.
Por tal razón lo peor que les puede ocurrir a las filas de la denominada derecha de nuevo tipo es que en el próximo mandato de Cristina Fernández se profundice el modelo de inclusión y se afronten de una manera creativa y valiente las asignaturas pendientes de la democracia social argentina en curso. De las decisiones políticas que profundicen la lucha contra la desigualdad dependerá el futuro de las fuerzas que militan a favor de una sociedad más justa y equitativa. <
No hay comentarios:
Publicar un comentario