La oposición y sus balas perdidas
Publicado el 5 de Octubre de 2011Por
Magnetto sabe que, más temprano que tarde, en la sociedad y en el país interpretado e interpelado por la presidenta no habrá lugar para los oligopolios de la palabra; y por eso sale a quemar su últimos cartuchos.
Cualquiera de nosotros podría tener la sensación de estar transitando un camino sembrado de piedras. Sobre todo si nos detenemos a revisar lo que proclama el dispositivo mediático concentrado; ni qué hablar del martirio sistemático al que nos vemos sometidos como televidentes, ahora que los opositores de distintos pelajes lanzaron sus spots de campaña electoral, de una campaña que, para la oposición, apenas si apunta a resolver quién se quedará con el lejano y casi testimonial segundo puesto.
Alberto Rodríguez Saá emerge desde un fondo de luz divina, para profetizar sobre un mundo wi fi perfecto y revelador. Ricardo Alfonsín se dice líder. Eduardo Duhalde definitivamente desvaría. Elisa Carrió no consigue hacerse entender. Y un personaje tan menor como la mutante Patricia Bullrich nos sugiere algo así como que el que no está con (Hugo) Moyano puede sí estar con ella, es decir… vaya uno a saber qué.
En el campamento colega el ruido es ensordecedor. Clarín y La Nación pretenden transformar la disputa político institucional de un club de fútbol (Banfield) en una especie de batalla, con la cual se estaría dirimiendo el futuro de Argentina; adjudican a La Cámpora todos los males imaginables y por imaginar; describen a la provincia de Buenos Aires como el escenario en el cual un supuesto campo de cruzados y otro defensor de cierto templo no identificado se entreveran a golpes de bombardas y garrotes, desangrándose sin piedad. Algo parecido procuran instalar los medios que corren de atrás, sobre todos los del ámbito bonaerense: todo gesto del ministro de Economía y candidato a la vicepresidencia, Amado Boudou, pasa a ser una conspiración a degüello contra el aspirante a vicegobernador de Buenos Aires, Gabriel Mariotto; a la vez que cualquier movimiento de este es interpretado como un ataque masivo por aire y tierra a su compañero de fórmula, el gobernador Daniel Scioli.
Un párrafo aparte amerita el espacio diario del canal de cable América 24, que conduce Mauro Viale; y aparte porque resulta difícil establecer los porcentajes que el mismo contiene de operación política y de simple negocio de su productor, con la presencia obsesiva de abogados y más abogados que actúan y sobreactúan en torno al trágico “caso Candela”. Cómo no percibir un tufillo desagradable, de esos que emanan de todo cuerpo aplicado a encubrir lo que no debería ser encubierto, a embarrar la cancha, tal cual se expresan quienes gustan de las metáforas futboleras.
Y para seguir con ellas, con las metáforas del viejo tablón, qué bien le pegaron como venía mis compañeros de la sección columnas en este diario, Alejandro Horowicz y Eduardo Anguita: el primero cuando se refirió el lunes al tsunami pronosticado para octubre, que determinará el retiro definitivo de no pocos políticos profesionales; y el segundo al explicar ayer por qué y cómo el siempre presente Héctor Magnetto “ve peligrar el monopolio”.
Ambos textos susurran inteligentes dudas y preguntas. Cuando “los jubilados de jubilación privada” pasen a cuidar el jardín de la casa o a jugar a las bochas en la plaza del barrio, ¿quiénes serán los opositores al segundo mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner? ¿Qué camino tomarán por fin el monopolio del Grupo Clarín y sus compañeros de ruta?
Desde cierta ingenuidad alguien podría afirmar que para contar con respuestas a semejantes interrogantes hay que esperar que el tsunami pase y los desbaratados por su onda expansiva se dediquen a hacer el recuento de los destrozos que sufrieron. Sin embargo, en esta Argentina de los cambios paradigmáticos que propuso Néstor Kirchner en 2003 y continúan expandiéndose con la conducción estratégica de Cristina, en esta Argentina, escribía, los tiempos se acortan y algunos no tienen más remedio que mostrar sus cartas por anticipado, que incurrir en eso del título de este texto, en disparar a tontas y a locas sus balas perdidas.
Los ruidos ensordecedores del campo colega responden a esa lógica del arrebato. Ya están apurando los ritmos del escenario que se avecina, cuando los opositores del afuera confirmen su jubilación: tratarán (ya lo están haciendo) que la oposición se acomode adentro y especule con lo que algunas voces llaman la herencia que presupone el tablero político de cara al 2015; allí están, ellos mismos saben bien quiénes son y quiénes no, los que aspiran a torcer el paradigma transformador e inclusivo que seguramente será refrendado el 23 de octubre.
Para ello necesitan de dos movimientos tácticos complementarios, provocar resquemores e internas precipitadas en el campo oficialista, con la ilusión de que las mismas lastimen o magullen en algo el poder de Cristina desde los primeros días de su segundo mandato, y encumbrar a cualquier costo y precio a alguien, o a más de uno que, desde el arranque mismo del país post tsunami K o peronista –ustedes elijan– pueda jugar como opción por derecha o restauradora de aquel país que casi nos lleva al mundo del no ser.
Nadie puede ni seguramente podrá aducir con visos de credibilidad que los “nuevos opositores” no serán sostenidos y alimentados –y si llega a hacer falta, creados– por el monopolio mediático, actuando este último casi a título de todo poderoso espíritu santo. Magnetto sabe que, más temprano que tarde, en la sociedad y en el país interpretado e interpelado por la presidenta, no habrá lugar para los oligopolios de la palabra; y por eso sale a quemar sus últimos cartuchos, apurado incluso porque su frente interno de asociados y aliados le está advirtiendo de nuevas realidades.
De esas nuevas realidades a las que aludió Mariotto, en su calidad de titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), cuando el lunes pasado, en Villa Gesell, cuestionó las medidas cautelares presentadas a la justicia para suspender la aplicación del artículo de la Ley de Medios que establece la adjudicación de licencias de TV a organizaciones sin fines de lucro.
Conforme informó oportunamente AgePeBA, la agencia pública de noticias de la provincia de Buenos Aires, el candidato a vicegobernador por el oficialismo participó de un encuentro de cooperativistas de todo el país, y ratificó su respaldo al sector; en ese sentido recordó que el gobierno nacional reconoce el “derecho de las cooperativas” a contar con el 30% de las señales, como lo establece la normativa vigente. “Ellos (los empresarios mediáticos concentrados) los miran a ustedes porque saben que en la medida en que las cooperativas avancen, se termina el monopolio; pero no sólo ellos, lo sabe también la ciudadanía que militó la nueva Ley de Medios y está esperando que la justicia resuelva”, subrayó Mariotto.
En muy pocas palabras más, ese es el escenario que le toca vivir a la política argentina; y aunque ninguna batalla se perdió como consecuencia de la balas perdidas, estas sí a veces provocan daños imprevistos. Por eso conviene estar alerta. <
Magnetto sabe que, más temprano que tarde, en la sociedad y en el país interpretado e interpelado por la presidenta no habrá lugar para los oligopolios de la palabra; y por eso sale a quemar su últimos cartuchos.
Cualquiera de nosotros podría tener la sensación de estar transitando un camino sembrado de piedras. Sobre todo si nos detenemos a revisar lo que proclama el dispositivo mediático concentrado; ni qué hablar del martirio sistemático al que nos vemos sometidos como televidentes, ahora que los opositores de distintos pelajes lanzaron sus spots de campaña electoral, de una campaña que, para la oposición, apenas si apunta a resolver quién se quedará con el lejano y casi testimonial segundo puesto.
Alberto Rodríguez Saá emerge desde un fondo de luz divina, para profetizar sobre un mundo wi fi perfecto y revelador. Ricardo Alfonsín se dice líder. Eduardo Duhalde definitivamente desvaría. Elisa Carrió no consigue hacerse entender. Y un personaje tan menor como la mutante Patricia Bullrich nos sugiere algo así como que el que no está con (Hugo) Moyano puede sí estar con ella, es decir… vaya uno a saber qué.
En el campamento colega el ruido es ensordecedor. Clarín y La Nación pretenden transformar la disputa político institucional de un club de fútbol (Banfield) en una especie de batalla, con la cual se estaría dirimiendo el futuro de Argentina; adjudican a La Cámpora todos los males imaginables y por imaginar; describen a la provincia de Buenos Aires como el escenario en el cual un supuesto campo de cruzados y otro defensor de cierto templo no identificado se entreveran a golpes de bombardas y garrotes, desangrándose sin piedad. Algo parecido procuran instalar los medios que corren de atrás, sobre todos los del ámbito bonaerense: todo gesto del ministro de Economía y candidato a la vicepresidencia, Amado Boudou, pasa a ser una conspiración a degüello contra el aspirante a vicegobernador de Buenos Aires, Gabriel Mariotto; a la vez que cualquier movimiento de este es interpretado como un ataque masivo por aire y tierra a su compañero de fórmula, el gobernador Daniel Scioli.
Un párrafo aparte amerita el espacio diario del canal de cable América 24, que conduce Mauro Viale; y aparte porque resulta difícil establecer los porcentajes que el mismo contiene de operación política y de simple negocio de su productor, con la presencia obsesiva de abogados y más abogados que actúan y sobreactúan en torno al trágico “caso Candela”. Cómo no percibir un tufillo desagradable, de esos que emanan de todo cuerpo aplicado a encubrir lo que no debería ser encubierto, a embarrar la cancha, tal cual se expresan quienes gustan de las metáforas futboleras.
Y para seguir con ellas, con las metáforas del viejo tablón, qué bien le pegaron como venía mis compañeros de la sección columnas en este diario, Alejandro Horowicz y Eduardo Anguita: el primero cuando se refirió el lunes al tsunami pronosticado para octubre, que determinará el retiro definitivo de no pocos políticos profesionales; y el segundo al explicar ayer por qué y cómo el siempre presente Héctor Magnetto “ve peligrar el monopolio”.
Ambos textos susurran inteligentes dudas y preguntas. Cuando “los jubilados de jubilación privada” pasen a cuidar el jardín de la casa o a jugar a las bochas en la plaza del barrio, ¿quiénes serán los opositores al segundo mandato de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner? ¿Qué camino tomarán por fin el monopolio del Grupo Clarín y sus compañeros de ruta?
Desde cierta ingenuidad alguien podría afirmar que para contar con respuestas a semejantes interrogantes hay que esperar que el tsunami pase y los desbaratados por su onda expansiva se dediquen a hacer el recuento de los destrozos que sufrieron. Sin embargo, en esta Argentina de los cambios paradigmáticos que propuso Néstor Kirchner en 2003 y continúan expandiéndose con la conducción estratégica de Cristina, en esta Argentina, escribía, los tiempos se acortan y algunos no tienen más remedio que mostrar sus cartas por anticipado, que incurrir en eso del título de este texto, en disparar a tontas y a locas sus balas perdidas.
Los ruidos ensordecedores del campo colega responden a esa lógica del arrebato. Ya están apurando los ritmos del escenario que se avecina, cuando los opositores del afuera confirmen su jubilación: tratarán (ya lo están haciendo) que la oposición se acomode adentro y especule con lo que algunas voces llaman la herencia que presupone el tablero político de cara al 2015; allí están, ellos mismos saben bien quiénes son y quiénes no, los que aspiran a torcer el paradigma transformador e inclusivo que seguramente será refrendado el 23 de octubre.
Para ello necesitan de dos movimientos tácticos complementarios, provocar resquemores e internas precipitadas en el campo oficialista, con la ilusión de que las mismas lastimen o magullen en algo el poder de Cristina desde los primeros días de su segundo mandato, y encumbrar a cualquier costo y precio a alguien, o a más de uno que, desde el arranque mismo del país post tsunami K o peronista –ustedes elijan– pueda jugar como opción por derecha o restauradora de aquel país que casi nos lleva al mundo del no ser.
Nadie puede ni seguramente podrá aducir con visos de credibilidad que los “nuevos opositores” no serán sostenidos y alimentados –y si llega a hacer falta, creados– por el monopolio mediático, actuando este último casi a título de todo poderoso espíritu santo. Magnetto sabe que, más temprano que tarde, en la sociedad y en el país interpretado e interpelado por la presidenta, no habrá lugar para los oligopolios de la palabra; y por eso sale a quemar sus últimos cartuchos, apurado incluso porque su frente interno de asociados y aliados le está advirtiendo de nuevas realidades.
De esas nuevas realidades a las que aludió Mariotto, en su calidad de titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA), cuando el lunes pasado, en Villa Gesell, cuestionó las medidas cautelares presentadas a la justicia para suspender la aplicación del artículo de la Ley de Medios que establece la adjudicación de licencias de TV a organizaciones sin fines de lucro.
Conforme informó oportunamente AgePeBA, la agencia pública de noticias de la provincia de Buenos Aires, el candidato a vicegobernador por el oficialismo participó de un encuentro de cooperativistas de todo el país, y ratificó su respaldo al sector; en ese sentido recordó que el gobierno nacional reconoce el “derecho de las cooperativas” a contar con el 30% de las señales, como lo establece la normativa vigente. “Ellos (los empresarios mediáticos concentrados) los miran a ustedes porque saben que en la medida en que las cooperativas avancen, se termina el monopolio; pero no sólo ellos, lo sabe también la ciudadanía que militó la nueva Ley de Medios y está esperando que la justicia resuelva”, subrayó Mariotto.
En muy pocas palabras más, ese es el escenario que le toca vivir a la política argentina; y aunque ninguna batalla se perdió como consecuencia de la balas perdidas, estas sí a veces provocan daños imprevistos. Por eso conviene estar alerta. <
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