ANALISIS POLITICO
La debilidad de los Kirchner
Julio Cobos y Hugo Moyano dejaron en evidencia, casi sobre el fin de la semana, el cuadro de debilidad que asoma en el gobierno nacional de cara al 2011.
La Casa Rosada y sus espadas en el Senado de la Nación debieron resignarse a la derrota por el 82 por ciento móvil para los jubilados, mensurando cuál era la resolución menos traumática en términos electorales, y optaron por el factor Cobos, en una estrategia que aún hoy sigue en los pasillos del Palacio Legislativo.
El oficialismo podría haber utilizado otras tácticas a la hora de la votación en la Cámara alta para evitar regalarle nuevamente el centro de la marquesina al vicepresidente de la Nación, pero prefirió esta vez aupar al mendocino para tener una salida dialéctica en el día después.
Por una vez, la poco vitaminizada oposición encontró una manera de puntear la agenda en un tema sensible al discurso progresista que intenta llevar adelante el gobierno y coló una cuestión vital: el necesario incremento de los haberes de la clase pasiva. La debilidad en el número de legisladores kirchneristas se mixturó con la escasa voluntad de algunos senadores del oficialismo de votar en contra de la iniciativa.
Contra las cuerdas. Quien haya seguido el debate habrá notado, sin embargo, la vacuidad de los discursos opositores a la hora de fundamentar la instrumentación de la iniciativa. En las bancadas anti-K flotó como leit motiv la imperiosa necesidad de poner al Ejecutivo contra las cuerdas, más allá de ponencias que evidenciaran el cómo. Que nadie se detenga por estos meses a demandarles algún valor agregado a legisladores y funcionarios. La campaña electoral cada vez más cercana opera como primera y única ratio a la hora de los posicionamientos y las votaciones.
El kirchnerismo se vio obligado por una vez a inmolarse en la cruz de la responsabilidad fiscal y el arqueo de la caja para justificar el rechazo al aumento de las jubilaciones, en una sonora variación de 180 grados respecto al habitual discurso cargado de voluntarismo y espolvoreado con gránulas progresistas.
Néstor Kirchner, desde Olivos, bajó la orden de darle, otra vez, la pelota a Cobos en el punto del penal. Más que el subibaja de la interna radical, influyó en la decisión la necesidad de licuar a la oposición a la hora de los festejos, precisamente por tratarse de una cuestión sensible a la inmensa mayoría de los argentinos. En Cobos, tuvo y tiene el oficialismo la posibilidad de direccionar los ribetes de furia, encabezados esta vez por la propia presidenta de la Nación, Cristina Fernández, y no por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien ya no logra sorprender a nadie con su furiosa pirotecnia verbal.
Pero, la opción Cobos, apenas logra disimular por 30 segundos la preocupación que comienza a sentirse en la intimidad de la Quinta de Olivos. El panorama legislativo, que hace mucho muestra un plano inclinado para el oficialismo en Diputados, podría trasladarse al Senado, donde algunos legisladores abonados a las políticas dictadas desde Balcarce 50 necesitan imperiosamente remontar la cuesta en sus provincias. El tiempo dirá si esa foto se transmite en película.
Lo que más dibujó la debilidad del gobierno sucedió el viernes en el multitudinario acto que el jefe de la CGT, Hugo Moyano, encabezó en el estadio de River Plate. Néstor y Cristina saben mejor que nadie de las cualidades espantavotos de clase media del líder camionero. Justo la franja con la que necesitan congraciarse para alcanzar el dorado número del 40% que les permita evitar el ballottage.
Sin embargo, ambos hicieron acto de presencia y debieron escuchar la amplísima factura a pagar que les elevó Moyano, quien tampoco se privó de ponerle fecha al cobro. Prometió llenar la avenida 9 de Julio de trabajadores, el 1º de mayo, en respaldo a quien le prometa avalar sus peticiones.
El hoy barbado sindicalista dejó en claro que su capacidad de movilización (imposible de alcanzar por cualquier otra referencia política o sindical) se activará de acuerdo a la respuesta que tengan sus pedidos para integrar las listas con dirigentes gremiales.
Sabe que su situación no es la mejor en un par de causas judiciales, y tomó también debida nota de los rumores que indican que la Casa Rosada no vería con malos ojos un procesamiento que le vuelva a tender un puente con los sectores moderados. En ese contexto se entienden mejor las recurrentes apelaciones a la “lealtad” y la “traición”. Dos adjetivos que también hicieron impacto en el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, quien en el palco sólo parecía contar los minutos que restaban para el final del encuentro moyanista.
El PJ y Santa Fe. Cómo salir de este brete es lo que hoy por hoy consume los nervios del ex presidente. Kirchner debe convivir con Scioli, pese a la incomodidad que esto le genera, y rendirse ante los planteos de Moyano, quien amenaza con tirarle los camiones encima a todo aquel que se cruce de vereda.
También se entiende en este micromundo la decisión del santacruceño de intentar atraer nuevamente al redil del PJ a muchos de los que hoy están en el Peronismo Federal. La necesidad tiene cara de hereje, pero siempre será eso: necesidad.
Subrepticiamente para muchos desde alguna oficina de la Casa Rosada se apuran las negociaciones sobre la provincia de Santa Fe. Kirchner quiere que todo el PJ santafesino (kirchnerista y federal) compita dentro de una interna, aun a riesgo de dividir a la propia tropa. No es casual el guiño para que Rafael Bielsa le dispute los votos del sector a Agustín Rossi, quien siempre ha sido la referencia provincial más leal a los Kirchner.
Esa división del espacio kirchnerista seduce a la mayoría del Peronismo Federal santafesino para dar la pelea por adentro, soñando que la divisoria de aguas termine favoreciéndolo en la interna.
Poco le importa a Kirchner el destino provincial del PJ. Su desvelo pasa por los votos a presidente que le puede traspasar un partido unido en Santa Fe. La respuesta a su lucubración está al caer. Sólo hay que dejar pasar las semanas. l
El kirchnerismo se vio obligado por una vez a inmolarse en la cruz de la responsabilidad fiscal y el arqueo de la caja para justificar el rechazo al aumento de las jubilaciones, en una sonora variación de 180 grados respecto al habitual discurso cargado de voluntarismo y espolvoreado con gránulas progresistas.
Néstor Kirchner, desde Olivos, bajó la orden de darle, otra vez, la pelota a Cobos en el punto del penal. Más que el subibaja de la interna radical, influyó en la decisión la necesidad de licuar a la oposición a la hora de los festejos, precisamente por tratarse de una cuestión sensible a la inmensa mayoría de los argentinos. En Cobos, tuvo y tiene el oficialismo la posibilidad de direccionar los ribetes de furia, encabezados esta vez por la propia presidenta de la Nación, Cristina Fernández, y no por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, quien ya no logra sorprender a nadie con su furiosa pirotecnia verbal.
Pero, la opción Cobos, apenas logra disimular por 30 segundos la preocupación que comienza a sentirse en la intimidad de la Quinta de Olivos. El panorama legislativo, que hace mucho muestra un plano inclinado para el oficialismo en Diputados, podría trasladarse al Senado, donde algunos legisladores abonados a las políticas dictadas desde Balcarce 50 necesitan imperiosamente remontar la cuesta en sus provincias. El tiempo dirá si esa foto se transmite en película.
Lo que más dibujó la debilidad del gobierno sucedió el viernes en el multitudinario acto que el jefe de la CGT, Hugo Moyano, encabezó en el estadio de River Plate. Néstor y Cristina saben mejor que nadie de las cualidades espantavotos de clase media del líder camionero. Justo la franja con la que necesitan congraciarse para alcanzar el dorado número del 40% que les permita evitar el ballottage.
Sin embargo, ambos hicieron acto de presencia y debieron escuchar la amplísima factura a pagar que les elevó Moyano, quien tampoco se privó de ponerle fecha al cobro. Prometió llenar la avenida 9 de Julio de trabajadores, el 1º de mayo, en respaldo a quien le prometa avalar sus peticiones.
El hoy barbado sindicalista dejó en claro que su capacidad de movilización (imposible de alcanzar por cualquier otra referencia política o sindical) se activará de acuerdo a la respuesta que tengan sus pedidos para integrar las listas con dirigentes gremiales.
Sabe que su situación no es la mejor en un par de causas judiciales, y tomó también debida nota de los rumores que indican que la Casa Rosada no vería con malos ojos un procesamiento que le vuelva a tender un puente con los sectores moderados. En ese contexto se entienden mejor las recurrentes apelaciones a la “lealtad” y la “traición”. Dos adjetivos que también hicieron impacto en el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli, quien en el palco sólo parecía contar los minutos que restaban para el final del encuentro moyanista.
El PJ y Santa Fe. Cómo salir de este brete es lo que hoy por hoy consume los nervios del ex presidente. Kirchner debe convivir con Scioli, pese a la incomodidad que esto le genera, y rendirse ante los planteos de Moyano, quien amenaza con tirarle los camiones encima a todo aquel que se cruce de vereda.
También se entiende en este micromundo la decisión del santacruceño de intentar atraer nuevamente al redil del PJ a muchos de los que hoy están en el Peronismo Federal. La necesidad tiene cara de hereje, pero siempre será eso: necesidad.
Subrepticiamente para muchos desde alguna oficina de la Casa Rosada se apuran las negociaciones sobre la provincia de Santa Fe. Kirchner quiere que todo el PJ santafesino (kirchnerista y federal) compita dentro de una interna, aun a riesgo de dividir a la propia tropa. No es casual el guiño para que Rafael Bielsa le dispute los votos del sector a Agustín Rossi, quien siempre ha sido la referencia provincial más leal a los Kirchner.
Esa división del espacio kirchnerista seduce a la mayoría del Peronismo Federal santafesino para dar la pelea por adentro, soñando que la divisoria de aguas termine favoreciéndolo en la interna.
Poco le importa a Kirchner el destino provincial del PJ. Su desvelo pasa por los votos a presidente que le puede traspasar un partido unido en Santa Fe. La respuesta a su lucubración está al caer. Sólo hay que dejar pasar las semanas. l
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