martes, 8 de abril de 2014

Una batalla jurídica crucial en un escenario lleno de barro

Una batalla jurídica crucial en un escenario lleno de barro

¿A quién le habló "Monchi Cantero" por TV la semana pasada? No parece que su propósito haya sido proclamar a la sociedad su inocencia y su injusta persecución. Si la idea era ganar credibilidad no resultó muy convincente.

El prófugo Ramón "Monchi Cantero" Machuca brindó una entrevista televisiva el pasado jueves.
Por Hernán Lascano / La Capital
¿A quién le habló "Monchi Cantero" por TV la semana pasada? No parece que su propósito haya sido proclamar a la sociedad su inocencia y su injusta persecución. Si la idea era ganar credibilidad no resultó muy convincente. Decir que la prueba de que es ajeno al tema es que en Rosario los bunkers siguen abiertos merece una sonrisa. Difícilmente alguna vez se deje de vender droga cuando hay una formidable demanda que empuja el negocio. Cuando un grupo claudica la venta no cesa: sólo cambian algunas manos, a veces dentro del mismo grupo. También fue notorio cómo cayó en una ciénaga cuando le preguntaron el modo en que había armado un lote de unas 15 propiedades, algunas muy onerosas como la chacra de Pérez, y de 64 vehículos incautados y camino a ser confiscados. Dijo que algunas cosas eran propias y otras no. Y que su familia tenía negocios legales, por ejemplo una tienda.
Surge como más comprensible no tanto a quién le habló Ramón Machuca, sino para qué lo hizo. El hombre fue procesado como organizador de una asociación ilícita que mediante hechos violentos, algunos extremos como homicidios, aseguró emprendimientos como administrar bunkers, adquirir armas, gestionar bienes y blanquear dinero, con la colaboración necesaria de un grupo de empleados de fuerzas de seguridad. Y en la pantalla este hombre prófugo mostró tres planillas de la Dirección de Migraciones que indican que el juez que le libró captura por todo ello viajó recientemente a Estados Unidos, dos veces, invitado por el padre de Martín "Fantasma" Paz, un presunto narco cuyo asesinato desató esta causa judicial.
¿Por qué habló Monchi? Es evidente: porque lo mandaron en el marco de una estrategia defensiva. No es para escandalizarse. Es solamente constatarlo.
Por primera vez en 18 años en Santa Fe se tomó la decisión de perseguir globalmente a un grupo vastamente conocido al que nadie osó antes tocarle un pelo. La ocasión para hacerlo no fue resultado de un plan meditado sino del crimen de Claudio "Pájaro" Cantero, evento que desató una oleada de sangre que provocó gran conmoción pública y colocaba en extrema inestabilidad a la institucionalidad de la provincia. Para instituciones inmóviles que nunca se suicidan, la decisión, improvisada, fue un necesario ponerse a salvo. Pero junto con eso empezar a dar una respuesta —con tropiezos, oscuridades y sin experiencia previa— a una sociedad donde el narcotráfico, como la impunidad, carece de legitimación social.
¿Y quién es Monchi Cantero? Podrían preguntárselo a los familiares de Lourdes Cantero. En unas escuchas realizadas por la Side aparece la voz de Monchi ordenando reventar a tiros el frente de una casa en Conscripto Bernardi al 6400. Lourdes, de 14 años, se asomó a la puerta justo cuando se producía la ráfaga de balazos que la liquidó frente a sus hermanos. También se le atribuye encargar el crimen de Luciano Cáceres, un chico de 16 años que en total soledad y desarmado, dentro de una casa abandonada, recibió un tiro letal en la cara. También se lo escuchó bajar directivas constantes sobre la organización del grupo.
Y era, sobre todo, una persona temida, no por lo que diga una causa judicial, sino por lo que repitieron tantas personas durante años a cronistas de este diario, en excursiones habituales a barrios de la zona sur donde ni la policía ni la Justicia llegaban. Y si llegaban no era para actuar. ¿Que esto no está probado en última instancia? Es cierto. Nadie ha sido condenado.
En cualquier trámite penal los acusadores y los defensores contienden no sólo en el campo jurídico. En este momento se están demarcando las condiciones políticas de la batalla. Y la cancha está llena de lodo.
Es ahí donde irrumpe Monchi hablando con Rolando Graña, donde se presentan las planillas de Migraciones y donde ayer los abogados de la mayoría de los acusados recusan a un juez que, curiosamente, ya se pronunció sobre el asunto que lo ocupaba.
También es el momento en el que el juez en cuestión, Juan Carlos Vienna, se ve obligado a explicar una situación muy sugestiva. Y donde la repartición policial que actuó contra Los Monos queda varias veces cuestionada por motivos que no son antojadizos. El último de ellos, una injustificable filmación a tres periodistas pertinentemente denunciada al Sindicato de Prensa por más que haya sido para demostrar —tal el argumento esgrimido por el policía que lo hizo— cómo se puede tender una trampa en un armado audiovisual.
Avanzar contra un grupo criminal presunto no puede ser de cualquier modo. Ya se sabe a qué atrocidades llegó este país justificando excepciones. Esto implica que cada paso de la investigación policial y judicial deben estar abiertos a la discusión y ser revisables. Consentir actos ilegítimos o delictivos invocando la necesidad de sancionar criminales sería caer en el fondo del barro.
Pero hasta ahora nadie del Poder Judicial provincial observó críticamente la investigación. Un penalista como Daniel Erbetta, docente universitario y ministro de la Corte Suprema de Santa Fe, opina que al juez le asistió la competencia para actuar. Esto fue discutido por dos fiscales federales pero dos jueces de ese mismo ámbito no les dieron la razón.
En este marco fangoso no hay nadie exento de dar explicaciones. Pero la causa está lejos de caer. Lo que no quiere decir que el marco probatorio con el que se procesó a 36 personas sea irrebatible. El gobierno provincial juega su partido al decir que hay que defender la causa. La oposición disputa el suyo al enfatizar en sus defectos.
Hará unos 15 años, un veterano funcionario judicial le dijo a este cronista que para entender la posición en el mundo de un abogado lo menos aconsejable es escuchar su discurso público. "Lo que hay que ver es a quién tiene entre sus principales clientes". Carlos Varela, el abogado de la mayoría de Los Monos, es un hombre de sagacidad extrema. Conversar con él es realmente fascinante. No es un abogado de marginales, aunque algunos lo crean, sino un cuadro técnico del Poder. Así con mayúsculas, como se escribe esa categoría en la teoría política. Ultimamente representó al destituido juez comercial Martín, al asesinado Luis Medina cuando tuvo la franquicia de Esperanto y al Casino de Rosario. Algo legalmente irreprochable. Pero ver los equipos en los que juega es importante para establecer las condiciones políticas de este combate.
Monchi dijo haber sido un chico de la calle cuando la familia Cantero le dio cobijo. Se sabe que eso es cierto. Pero al crecer, según la investigación, dejó de ser un marginal, convirtiéndose en un azote para los de su clase. Como pueden constatarlo con dolor los familiares de Lourdes Cantero en el barrio de la carne o los de Luciano Cáceres en el bunker donde murió en Ayacucho al 6500. A ellos no les dio ni piedad ni la posibilidad de defensa que el sistema legal le permite a él. Aparece Monchi en una banda que mandó a matar gente tan desguarnecida como él era al ser adoptado.
Que todos y cada uno de los sectores den, sin excepciones, las explicaciones que deben dar en este terreno donde conviven buena fe con jugarretas. La causa no debe prosperar si hay procedimientos sucios. Los actores de esta pelea son diversos. La legalidad es eso a lo que no se puede renunciar nunca, tanto como a procurar interpretar quiénes se mueven en la pelea, la prensa incluida, y a qué juegan.

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