domingo, 24 de febrero de 2013

el sociologo de la oligarquia

ESTADO Y SINDICATOS

Preferencias volátiles

Por Manuel Mora Y Araujo
24/02/13 - 01:43

 

El momento actual de la Argentina se caracteriza por un Gobierno que promueve un Estado intervencionista, un sindicalismo que pelea para mantener su cuota de poder y un mercado bastante anémico. Esos tres factores de poder tienden a oponerse unos a otros. No está para nada claro qué proponen los grupos políticos opositores ni cuáles son las orientaciones que seguirá la opinión pública cuando sea llamada a votar dentro de pocos meses. La Argentina está afuera de los debates actuales en gran parte del mundo, en los que se discute el papel del Estado, de las empresas y de los sindicatos, y su equilibrio relativo, en la superación de las dificultades económicas actuales.
De hecho, no está claro si la sociedad tiene un consenso sobre estos asuntos. Desde los años 40 hasta ahora los consensos, cuando existen, son de corta duración. El peronismo clásico propuso una constelación de poder con un Estado fuerte y sindicatos igualmente fuertes. Ese modelo de orden social “corporativista” se oponía a dos modelos muy diferentes: el “liberal”, que cobró aceptación a partir de los años 80 y durante los 90, y el estatista “puro”, que el presidente Alfonsín proponía desde su gobierno. El modelo liberal plantea un orden esencialmente regulado por el mercado –esto es, Estado y sindicatos menos gravitantes– mientras el modelo estatista puro plantea sindicatos más débiles, pero espera un papel más decisivo del Estado.
Puesto el cuadro de las preferencias sociales en estos términos esquemáticos y simplificados, reducidas a opciones binarias (a favor o en contra de un mayor poder de cada uno de esos factores), se dispone de una serie estadística que ilustra la evolución de las expectativas en esas dimensiones en años seleccionados a lo largo de los últimos treinta años de democracia: 1985 –apogeo del alfonsinismo–,1992 –apogeo del menemismo, éxito de la convertibilidad como enfoque de salida de la hiperinflación– 2000 –gobierno de De la Rúa–, 2005 –apogeo del kirchnerismo, el país emergiendo robustamente de la crisis– y 2012 –un mal año para el gobierno de Cristina–. (Ver la tabla adjunta.)
El sindicalismo tuvo su momento de gloria en la sociedad en los años 80 –lo que fue una pesadilla para el gobierno de Alfonsín–. Luego siguió una fuerte declinación hasta el significativo repunte en el presente. El estatismo está hoy en su momento de mayor esplendor; había caído a niveles bajísimos en los 90 y desde entonces fue subiendo.
Es llamativo que en 1985 la sociedad no acompañaba a Alfonsín en su ideal de un estatismo no corporativo (solamente el 15 por ciento adhería a esa configuración), mientras que en 1982 la sociedad sí acompañaba a Menem en la propuesta de un orden menos estatista y menos expuesto al poder sindical: el 58 por ciento lo respaldaba. Ese número se ha reducido hoy a un paupérrimo 11 por ciento, mientras la mitad de la población viene prefiriendo un orden estatista sin sindicatos fuertes, y un tercio un orden estatista con sindicatos fuertes.
La serie presentada en la tabla muestra momentos de mayor consenso social y momentos de mayor dispersión en las preferencias. Los años 90 y el presente han sido de mayor consenso: un consenso “liberal” en los 90, un consenso “estatista” en la actualidad. El consenso “liberal” de los 90 lo capitalizó el peronismo con Menem y gradualmente fue tiñendo a casi todo el espectro político; pero cuando las políticas de gobierno basadas en ese consenso terminaron fracasando, el costo recayó en la Alianza entonces en el gobierno. En el presente el Gobierno ha venido obteniendo más réditos que pérdidas, mientras los grupos opositores no encuentran un nicho dónde instalarse.
Pero hoy no está claro si el costado débil de esta ola de preferencias estatistas radica en las inconsistencias propias de ese modelo, en su aplicación desprolija o en la escasa confianza que reciben quienes lo implementan. Del mismo modo, el sindicalismo, aun habiendo mejorado su posición en las preferencias sociales, carga con el fuerte peso negativo de la imagen de sus dirigentes. En cuanto al “mercado”, sus acciones continúan en baja –y no solamente en la Argentina–.

*Sociólogo.

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