lunes, 11 de febrero de 2013

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El posible desembarco en la Cámara Federal de Paraná de la esposa de “Cachi” Martínez y nuera del ex agente de inteligencia Oscar Martínez Lo primero es la familia

La Cámara Federal de Apelaciones de Paraná tendrá que sumar dos vocales próximamente. Los mayores puntajes de los concursos fueron logrados por Daniel Alonso –que proviene de Formosa, aunque es entrerriano– y Cintia Gómez de Martínez, actual fiscal federal de Santa Fe, desde mediados de la década de 1990, donde llegó de la mano de hombres de Carlos Menem. Su posible incorporación ya generó cierto malestar en ámbitos judiciales paranaenses, aunque nadie lo dice públicamente. Sucede que es esposa de Oscar Cachi Martínez, cuestionado por su pasado menemista y actualmente cercano al kirchnerismo. Su suegro, Oscar Roque Martínez, integró el Departamento Informaciones de la Policía de Santa Fe en la década de 1970 –lo que se denominaba el cuestionado “D-2”, que sirvió de base para que 18 militantes fueran asesinados, previo al golpe de Estado– y hay quienes sostienen que hasta 1980 fue agente civil de inteligencia, dependiente del Ejército Argentino. No obstante, su nuera nunca lo citó a declarar ante las denuncias que se hicieron, ni se excusó para que otros lo investiguen.
Daniel Enz

La Cámara Federal de Apelaciones de Paraná tendrá que sumar dos vocales próximamente. Los mayores puntajes de los concursos fueron logrados por Daniel Alonso –que proviene de Formosa, aunque es entrerriano– y Cintia Gómez de Martínez, actual fiscal federal de Santa Fe, desde mediados de la década de 1990, donde llegó de la mano de hombres de Carlos Menem. Su posible incorporación ya generó cierto malestar en ámbitos judiciales paranaenses, aunque nadie lo dice públicamente. Sucede que es esposa de Oscar Cachi Martínez, cuestionado por su pasado menemista y actualmente cercano al kirchnerismo. Su suegro, Oscar Roque Martínez, integró el Departamento Informaciones de la Policía de Santa Fe en la década de 1970 –lo que se denominaba el cuestionado “D-2”, que sirvió de base para que 18 militantes fueran asesinados, previo al golpe de Estado– y hay quienes sostienen que hasta 1980 fue agente civil de inteligencia, dependiente del Ejército Argentino. No obstante, su nuera nunca lo citó a declarar ante las denuncias que se hicieron, ni se excusó para que otros lo investiguen.

La historia de la abogada Cintia Gómez está estrechamente ligada al peronismo santafesino, aunque quizás nunca lo reconozca. De hecho, se transformó en fiscal federal siendo muy joven –a mediados de la década de 1990, con escasos años de actividad profesional–, de la mano de los movimientos acomodaticios que lograron ciertos hombres del menemismo en el seno del Poder Judicial de la Nación. No fue casual sino una tarea premeditada para lograr ciertos beneficios o privilegios con el correr del tiempo, ya que calculaban que, en algún momento, se iba a terminar la fiesta menemista y debían contar con cierta cobertura judicial.

El entonces senador nacional Augusto Alasino (PJ-Entre Ríos) hizo lo suyo en algunos ámbitos, en especial en Concepción del Uruguay, donde propició el nombramiento de la hija de un militante de su confianza. Así llegó a fiscal federal María de los Milagros Squivo, la misma que, años después de su desembarco, hizo archivar la causa por enriquecimiento ilícito que pesaba sobre sus espaldas. Algo parecido consiguió el ex senador nacional Jorge Massat (PJ-Santa Fe), fallecido el año pasado por una enfermedad, que ubicó al asesor legal de su empresa de Villa Ocampo como juez federal de Reconquista (cargo que ocupó hasta 2006 en que fue destituido por diversas irregularidades) y propició otros nombres.
Uno de ellos fue el de Cintia Gómez, a quien seguramente no conocía, pero no era un nombre más. Ya por esos días era la esposa de Oscar Cachi Martínez, un estrecho colaborador menemista en tiempos de la liquidación de Ferrocarriles Argentinos (donde fue uno de los cinco directores) y, de hecho, un joven con proyección, que en 1994 se transformó en el diputado provincial del Partido Justicialista más joven de la historia, con apenas 24 años. En ese mismo año asumió la flamante fiscal federal, en un acto del que participó el entonces secretario general de la Presidencia de la Nación, Eduardo Bauzá, uno de los dirigentes de mayor confianza de Carlos Menem. Bauzá fue un invitado de lujo del acto oficial, porque la joven Gómez, su sobrina, comenzaba su carrera en la Justicia Federal.En la ceremonia participaron varios allegados al menemismo y, además de su esposo, sobresalía la figura de su suegro: Oscar Roque Martínez, ex diputado provincial del justicialismo en la gestión que encabezó el ortodoxo José María Vernet. Su elección fue de esos premios que la derecha peronista dio, en 1983, en varias provincias a referentes vinculados con la violencia previa al golpe de Estado de 1976. Lo hizo en la capital entrerriana con Albaro Roldán, ex jefe de la Policía de Entre Ríos con Enrique Cresto e integrante del violento Comando Paraná, que persiguiera a la militancia de izquierda del PJ e incluso tuviera participación en el crimen del dirigente barrial Héctor Ramón Pichón Sánchez, en 1975. Roldán terminó como concejal de Paraná, entre 1983 y 1987; Martínez, en Santa Fe, fue elegido como diputado provincial, pese a sus antecedentes como integrante del Departamento Informaciones de la Policía de la vecina provincia, en la década de 1970. Fue miembro activo de lo que se denominaba el cuestionado “D-2”, que tuvo un rol preponderante en el asesinato y desaparición de 18 militantes –especialmente ligados a sectores de la izquierda peronista–, en la ciudad de Santa Fe, previo al golpe de Estado.

Martínez tenía el legajo policial número 366242 en la D-2 y dependía de Nicolás Correa, que era el enlace entre la fuerza de seguridad y el destacamento del Ejército Argentino en Santa Fe. Los más conocedores de esa época recuerdan que Correa fue clave para que Martínez pasara luego a ser PCI (Personal Civil de Inteligencia), dependiente del Ejército Argentino, donde recibía órdenes de Juan Orlando Rolón -jefe del Area 212- o del coronel Domingo Manuel Marcellini, quien comandaba el destacamento.

“Siempre tuvo un perfil muy bajo, pero era activo; por lo menos hasta 1980”, acotan. Incluso, hay quienes habrían detectado su presencia en algunos de los traslados de Raquel Negro –desde la terrorífica Quinta de Funes, donde fueran ejecutados varios militantes– hacia el Hospital Militar de Paraná. La recordada mujer del Tucho Valenzuela –uno de los cuadros salientes de Montoneros– fue varias veces derivada al nosocomio paranaense, donde parió mellizos en 1978.

Pero por esas cosas del destino, Martínez nunca fue citado a declarar en causa alguna, en relación a hechos por violaciones a los derechos humanos en Santa Fe. Menos que menos en alguna que pasara por la Fiscalía a cargo de su nuera, Cintia Gómez. De hecho, a principios de de febrero, Roberto José Martínez Door -un ex servicio, preso por privación ilegal de la libertad y tormentos-, presentó un escrito ante la fiscal Gómez, con graves acusaciones contra su suegro, pero la magistrada no le asignó importancia, ni se excusó

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