relato k vs. realidad
El fin de Cristinalandia
La Presidenta insiste con plantear un escenario idílico, donde todo lo bueno lo hace el Gobierno y lo malo, los otros. Baño de hechos.
Fue un verdadero Aló presidente. Esa es la definición que mejor describe lo sucedido durante la inauguración del período de sesiones ordinarias del Congreso. La extensión del discurso de la Presidenta, sus reiterados comentarios al margen a modo de viñetas y los cantos “tribuneros” de los miembros de La Cámpora que coparon los palcos del recinto se conjugaron para configurar una puesta en escena que por momentos alcanzó niveles de realismo mágico. Durante su interminable alocución, Cristina Fernández de Kirchner hizo conocer su relato de la realidad. Es un relato donde se mezclan datos verdaderos con otros que no los son y que confluyen con el propósito de construir una visión del presente que termina dando por resultado algo parecido a Cristinalandia.
El “relato” del kirchnerismo es bien simple: todo lo bueno les pertenece y todo lo malo es culpa de otros. Pero no todo acaba allí. Las cosas buenas que hace el Gobierno tienen un aire épico, ya que se logra concretarlas a pesar de los palos que pone la oposición –que no existe y que da muestras de seguir vagando por Galimínides– o de las mentiras de Clarín, las perversiones de La Nación o las maldades de PERFIL.
Es verdad que hay crecimiento económico y más empleo. Pero también que hay inflación y un nivel de asistencialismo sin el que hoy mucha gente no podría vivir. Y esa es la demostración palpable de que persiste una situación socioeconómica crítica que las cifras que dio a conocer la Presidenta no reflejaron.
Si los ferrocarriles andan mal no es culpa de una gestión corrupta de la que el Gobierno es cómplice, sino que es responsabilidad de los organismos de control, que nunca pidieron la rescisión del contrato. Lo que no dijo la Presidenta es que ya en 2008 la AGN había denunciado, a través de un informe que acaba de ser corroborado, un estado calamitoso de la situación de las líneas Sarmiento y Mitre que están concesionadas al grupo Cirigliano, el mismo que le pagaba dádivas generosas al ex secretario de Transporte Ricardo Jaime. A propósito de la tragedia de Once, el juez Claudio Bonadío, que está a cargo de la causa, aceptó la participación del Estado como querellante, una decisión ominosa por la que se tergiversa la esencia de la causa, ya que en ella deberían ser investigadas no sólo las gruesas falencias en la prestación del servicio por parte del Grupo Cirigliano sino también la actitud cómplice de la Secretaría de Transporte. La decisión del juez va en un solo sentido: garantizar la impunidad de los funcionarios públicos comprometidos por la tragedia. Kirchnerismo puro. Una cosa es cierta: así como a Eduardo Duhalde le pesará por siempre la masacre de Puente Pueyrredón y a Aníbal Ibarra lo de Cromañón, a este gobierno le pasará lo mismo con la tragedia de Once.
Si la educación está en problemas es porque los docentes son todos unos vagos que ganan $ 3 mil por trabajar cuatro horas semanales y tener tres meses de vacaciones. Si esto mismo lo hubiera dicho Macri, desde el kirchnerismo cuanto menos lo habrían calificado –y con razón– de troglodita. Una cosa es señalar a aquellos docentes que puedan tener conductas reprochables y otra muy distinta es descalificarlos a todos, que es lo que hizo Cristina. Se ve que jamás les perdonará a los docentes de Santa Cruz sus protestas por mejoras salariales.
Hubo también un párrafo para las Malvinas. Sorprendió al anunciar que le había pedido al titular de Aerolíneas la apertura de negociaciones para establecer vuelos desde Ezeiza hacia Puerto Argentino. Una propuesta inteligente –la única– dentro de esta escalada sin sentido que el Gobierno montó en su intento de recuperar el ejercicio de la soberanía sobre las islas. El problema es que la medida se contradice con la decisión de frenar las importaciones de productos de origen británico y de bloquear la entrada a puertos argentinos de buques con bandera de posesiones del Reino Unido. Otra vez kirchnerismo puro en acción.
El tema de los subtes puso punto final a una especie de luna de miel política que simularon vivir la Presidenta y el jefe de Gobierno porteño. Hay que recordar que Macri y Scioli son los enemigos políticos a destruir por el kirchnerismo. A ellos se sumó Hugo Moyano. Lo de los subtes fue el final de un fiasco anunciado. Aquí las culpas se reparten. Está claro que el gobierno nacional necesita sacarse de encima los subtes tras haber advertido que la caja que sostiene la onerosa red de subsidios estatales ha comenzado a flaquear. Pero Macri no hizo una adecuada evaluación de cómo serían las cosas. No sólo se equivocó en eso, sino que tomó decisiones como si ya estuviera en posesión de los subtes, siendo la más relevante la del aumento de la tarifa. Por eso, el haber anunciado que rechazaba el traspaso un día antes de que se debiera hacer efectivo, fue poco serio.
La ruptura de Moyano con el Gobierno ya no tiene marcha atrás. Su ausencia en el Congreso fue notoria. La falta de movilización de la CGT en las adyacencias, también. Y a eso no se lo suplanta con La Cámpora. La decisión de Norberto Oyarbide, el juez todoterreno para los mandados del poder, de reactivar la “causa suiza” fue la gota que rebasó el vaso. “Esto es un apriete”, dijo Moyano, conocedor de los códigos. Para tener una evaluación real de la verdadera dimensión del deterioro de esa relación es recomendable releer el artículo de Página/12 del domingo 20 de marzo de 2011, firmado por Horacio Verbitsky (unos días antes se había conocido el exhorto librado por la Justicia suiza). Se lee allí que el viernes 18 “Moyano se había reunido con el ministro de Planificación, Julio De Vido, saludado por teléfono a la Presidenta y preparado un documento en el que advertía contra un intento por ‘destruir la alianza estratégica entre el Gobierno y los trabajadores’”. De todo ese “amor” nada queda ya. Por otro lado, se supo que la ex ministra de Salud Graciela Ocaña y el diputado Manuel Garrido presentarán una denuncia contra el canciller Héctor Timerman y otros funcionarios por incumplir los deberes de funcionario público por haber frenado esta causa.
Un párrafo final para el último anuncio hecho por la Presidenta. Es el referido a la modificación de la Carta Orgánica del BCRA. Tal proyecto es indicio de una sola circunstancia: al Gobierno se le acaba la plata. Cuando este proyecto sea aprobado, no habrá más trabas para que la máquina de emitir moneda no tenga límites. Eso, que seguramente hará las delicias de los amigos del vicepresidente Amado Boudou que se quedaron con el negocio de la fabricación de billetes, pondrá al país al borde de un precipicio.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.
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