domingo, 17 de febrero de 2013

las barbas en remojo

LOS OBISPOS VEN POCAS CHANCES DE QUE EL NUEVO PAPA SEA LATINOAMERICANO

Incertidumbre en la curia argentina

El sucesor de Benedicto XVI definirá, entre otros temas, las vacantes en una decena de diócesis locales, entre ellas, la de Bergoglio. 

  
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Es cierto que Benedicto XVI buscó resolver, en los últimos años de su papado, los graves problemas que Juan Pablo II no afrontó, como los casos de pedofilia y el descontrol financiero de la Iglesia. Pero la otra parte de la verdad es que al viejo, en medio de ese proceso, le robaron todos los papeles del escritorio y se los filtraron a la prensa. Desde entonces se dio cuenta que, a su edad, era muy difícil gobernar el Vaticano y buscó el momento menos crítico para dejar su gobierno y proteger a toda la Iglesia", explica en perfecto criollo una poderosa sotana con varias horas de vuelo entre Roma y Buenos Aires. El hombre, al igual que la mayoría de sus colegas, se escuda en el dos veces milenario secretismo de la Iglesia Católica para preservar su testimonio en el anonimato, pero esa cláusula no le impide reflejar, en primera persona, el espíritu que atraviesa a las iglesias más influyentes del país, donde se respira un ánimo de incertidumbre e intriga ante la primera renuncia de un pontífice en 600 años. La abdicación de Benedicto XVI, anunciada el lunes pasado, no sólo desató perplejidad en todo el mundo. También en la Argentina, donde los principales protagonistas del poder eclesiástico local ya arrancaron la "santa quiniela" para adivinar quién será el sucesor del alemán Joseph Ratzinger, mientras se preguntan qué destino tendrá la curia local en la futura agenda vaticana, especialmente por la cantidad de puestos vacantes que el "Romano Pontífice" no cubrió y que deberá designar su sucesor. Uno de los casos más notables rodea de enigmas al nombre del futuro jefe del arzobispado de Buenos Aires, actualmente a cargo del cardenal primado Jorge Mario Bergoglio, que ya presentó su renuncia al Papa el año pasado, sin que Roma se la haya aceptado y haya designado a su sucesor.
Hasta que Ratzinger estuvo en el poder, confiesan los obispos consultados por este diario, los tiempos para las designaciones locales eran otros. Pero ahora que la Santa Sede se encamina a enfrentar un inédito proceso para elegir nuevo Papa con su antecesor vivo, la importancia política de la Argentina quedó relegada hasta que hayan pasado, por lo menos, seis meses o un año de la fumata blanca que anunciará al mundo que un nuevo Papa ha sido electo. 
Hasta que eso no suceda, no echará a correr la nueva cuenta regresiva para que Roma designe entre otros, al sucesor de Bergoglio en Buenos Aires y a los titulares de una decena de diócesis cuyos conductores ya presentaron la renuncia al Papa o la enviarán  durante este año. (Ver recuadro). 
Sin embargo, la previsible postergación de los nombramientos argentinos, junto al resto de las vacantes de la poderosa y millonaria estructura eclesial, no es un obstáculo para que las principales autoridades de la Iglesia criolla cuenten los porotos para adivinar quién podría resultar electo como próximo "Romano Pontífice". El conteo no sólo late al interior de las catedrales e institutos religiosos. También dentro del Gobierno Nacional, donde los funcionarios que siguen la coyuntura vaticana, anticipan que la Casa Rosada mantendrá un estricto silencio de radio hasta que haya una elección definitiva. A una semana de la renuncia papal, los protagonistas de la Catedral Metropolitana y de la Casa Rosada han resuelto escudarse en la discreción total, aunque en rigor, los porotos púrpuras ya ruedan sobre la ruleta de candidatos que deberán ser electos en Roma por 117 cardenales. 65 de ellos son europeos y los 52 restantes provienen del resto del mundo. En ese universo de sotanas rojas, existen 21 votos exclusivamente italianos. Son los sensibles integrantes de una mayoría europea que, según la evaluación de curas y políticos argentinos, hasta ahora no dio muchas señales de inclinarse por un pontífice de origen latinoamericano, a pesar de las reiteradas menciones sobre la candidatura del cardenal argentino Leonardo Sandri, ex sustituto de la secretaría de Estado para Juan Pablo II. 
Puertas adentro de la política eclesiástica argentina, la figura de Sandri desata feroces controversias. Sus defensores revistan en los sectores más conservadores del clero, encabezados por monseñor Héctor Aguer, arzobispo de La Plata, mientras que las críticas provienen del entorno del cardenal Bergoglio, el mismo que en abril de 2005 quedó segundo, durante las últimas votaciones papales que ganó Ratzinger, apenas el jesuita argentino decidió dar un paso al costado.  Esa tensión, dentro del microclima argentino, hizo crecer la figura de Sandri, el mismo purpurado que visitó su país natal en diciembre pasado para ver a su familia y, de paso, saludar a la presidenta Cristina Fernández. El pedido protocolar del diplomático vaticano fue respondido de inmediato por la Casa Rosada, que abrió las puertas del despacho presidencial y despertó todo tipo de especulaciones en el arzobispado porteño. 
El paso de Sandri por la pampa húmeda fue el prólogo protocolar de una candidatura que el propio cardenal promueve desde su oficina en el Vaticano. Ese movimiento es leído desde Buenos Aires, como parte de la brutal interna romana que quedó al descubierto con la filtración de los documentos papales que fueron revelados en medio del escándalo conocido como "Vatileaks". La revelación pública de la correspondencia personal del sumo pontífice, mostró un notorio enfrentamiento entre el cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone y su predecesor Angelo Sodano. Para los curas porteños consultados, ambos son parte del mismo entorno palaciego que mantuvo a Juan Pablo II en el poder hasta terminar senil, aunque sobre ellos, la figura del arzobispo de Milán, Angelo Scola aparece como una salida superadora dentro del mismo esquema. 
"Esta vez, el nombre del candidato está más guardado en la mente de los cardenales que en otras oportunidades", admite otro experto en derecho canónico, mientras analiza la imprevista coyuntura papal desde la vicaría de una imponente iglesia argentina. "Felizmente Ratzinger no siguió el camino de Juan Pablo II, que durante la última época no podía ni leer y quedó en manos de su entorno. Eso no es menor, porque con esa debilidad el mal espíritu busca la grieta para meter su propia ideología", grafica en clave de metáfora el habitual visitante romano, aunque evita anticipar la preeminencia de los candidatos europeos, italianos y norteamericanos para encabezar el Vaticano. El enigma recién comienza, aunque el conteo local indica que el próximo timonel del Vaticano podría provenir del norte del globo para conducir una Iglesia que no cambiará el rumbo conservador que les dejó Ratzinger, el mismo que se recluirá a partir de marzo para no ser visto nunca más después de su renuncia. "A partir de las 20 del 28 de febrero, Benedicto XVI se muere, pero la pregunta que se viene es qué pasará con Joseph Ratzinger, el cura que era cardenal y que ahora renunció al aplauso para afrontar los problemas de la Iglesia", dice otro religioso que, al igual que la mayoría de sus pares, admite que el Papa renunciante perderá los hábitos, pero difícilmente pierda poder. «
 
 
Las designaciones pendientes
La primera renuncia de un Papa en 600 años puso al Vaticano en un estado de conmoción general que, posiblemente, concluya después de Semana Santa. Cuando el nuevo cónclave cardenalicio defina sucesor, el pontífice mantendrá una agenda litúrgica de tres a seis meses para tomar el mando. En ese tiempo, las designaciones de obispos para todo el mundo quedarán suspendidas. Para el caso argentino, el nuevo Papa deberá designar al remplazante de Jorge Bergoglio en el Arzobispado de Buenos Aires y cubrir las sedes vacantes del obispado castrense, administrado por Antonio Candia, además de los obispados de Merlo-Moreno, Rafaela y San Francisco de Córdoba. La lista se completará con las jubilaciones de los titulares de las diócesis de Villa María (Cba.), Santiago del Estero, Gregorio de Laferrere (PBA), La Rioja y Resistencia. Fuentes cercanas a la nunciatura apostólica aclararon que varios de esos prelados, que deberán renunciar por cumplir los 75 años, podrían quedarse al menos uno o dos años más. Son parte de la decena de cargos que quedarán en manos del sucesor de Benedicto XVI. 

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