sábado, 16 de febrero de 2013

mas que guerra santa una lucha de poder terrenal

adios de ratzinger

Cómo es la 'guerra santa' que amenaza al Vaticano

Benedicto XVI hizo públicas las divisiones que pueden poner en peligro a la Iglesia. El VatiLeaks y el escándalo que terminó con un papado. Los sectores enfrentados.

Por Facundo F. Barrio
16/02/13 - 01:35

 

Cómo es la 'guerra santa' que amenaza al Vaticano Cumbre. Un cónclave en el Vaticano se reunió este año para analizar el futuro de la Iglesia Católica.
En la última misa que ofreció como Papa, Benedicto XVI reconoció la existencia de una batalla facciosa en el interior del Vaticano que, según los expertos, fue el motivo real de su histórica renuncia. El “Papa renunciante” –como ya lo bautizaron los medios italianos– se quejó del “rostro desfigurado de la Iglesia” por las “divisiones en el cuerpo eclesial” y llamó a los cardenales a “superar rivalidades e individualismos” y a abandonar “actitudes que buscan el aplauso”.
La durísima prédica de Joseph Ratzinger no sorprendió a los vaticanistas que venían anunciando, que detrás de los motivos oficiales de edad y salud esgrimidos sobre la renuncia papal, se escondían otros más oscuros vinculados a un cisma entre dos sectores cardenalicios que se disputan la sucesión del Santo Padre incluso desde antes de que su dimisión fuera una posibilidad cierta.
En los últimos meses, esa lucha intestina sin precedentes en la Santa Sede había puesto en jaque a hombres de máxima confianza de Benedicto XVI y había ventilado documentos escandalosos de los palacios vaticanos, en el caso de filtraciones masivas conocido como VatiLeaks. Los archivos revelados daban cuenta de sospechas de corrupción en las licitaciones inmobiliarias del Vaticano y de manejos financieros irregulares en el Banco Vaticano.
Detrás de la fuga de documentos existe una guerra palaciega entre dos sectores de los purpurados. Las filtraciones habrían sido sólo un capítulo de una “rebelión de monseñores” contra Tarcisio Bertone, secretario de Estado del Vaticano y mano derecha de Ratzinger. Atrás de la embestida estaría la mano de Angelo Sodano, un influyente veterano diplomático que antecedió a Bertone en su cargo y sirvió a Juan Pablo II durante más de 15 años.
Cuando asumió, todos esperaban que Ratzinger condujera un papado de transición. Pero el Papa alemán se propuso sanear la imagen de la Iglesia, afectada por numerosos casos de pedofilia y corrupción, y avanzó con investigaciones incómodas para algunos miembros de la “vieja guardia” de la curia romana. Bertone fue el artífice de esa política de mano dura. Aunque no había hecho carrera dentro del cuerpo diplomático del Vaticano, el Papa lo escogió en 2006 para la Secretaría de Estado porque había trabajado bajo su órbita cuando era cardenal.
Ese marco explica el carácter selectivo de las filtraciones del VatiLeaks: todos los archivos que se conocieron dejaban mal parados a Bertone y sus hombres. El objetivo inmediato parecía ser la cabeza del secretario de Estado. Al fin y al cabo, esa meta se cumplió: cuando el nuevo Papa sea ungido, Bertone perderá automáticamente su cargo en la cúpula de la Iglesia.
Pero la lucha de poder se centra ahora en la sucesión del actual Papa. El cónclave de 117 “cardenales electores” se reparte entre los “bertonistas” y los “diplomáticos” cercanos a Sodano. Los purpurados que siguen a Bertone fueron designados en su mayoría durante el papado de Benedicto XVI y son casi todos europeos. Los de Sodano, en cambio, representan a la vieja guardia política de Juan Pablo II.
En sus últimos meses al frente del Vaticano, Ratzinger tomó algunas decisiones que ahora podrían favorecer al sector de Bertone. Al menos siete de los nuevos cardenales con derecho a voto que designó son italianos y amigos del secretario de Estado. Sin embargo, aunque los 28 italianos representan nada menos que a una cuarta parte de los electores, están divididos entre bertonistas y diplomáticos y no hay acuerdo sobre la conveniencia de que uno de ellos sea “el” candidato.
Al mismo tiempo, Benedicto XVI dejó bien posicionado a Angelo Scola, italiano y amigo suyo desde hace cuarenta años, al nombrarlo en 2011 arzobispo de Milán. Scola aparece como uno de los favoritos en las apuestas. Pero, como suelen decir los vaticanistas, “quien entra Papa al cónclave sale cardenal”. De hecho, Scola despierta resistencias en sectores de la curia romana.
Las dudas sobre los italianos –quienes han tenido el monopolio del papado durante más de 450 años– abren las puertas a cardenales extranjeros. Sin embargo, hay ciertos requisitos que no todos ellos cumplen. Con la única excepción de Pío XII, todos los papas del último siglo fueron arzobispos. Este será el telón de fondo del cónclave que definirá la sucesión de Ratzinger. Como comentó el famoso vaticanista Eric Fratinni, “los medios necesitarán corresponsales de guerra para cubrir el evento”.

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