martes, 1 de julio de 2014

A 40 AÑOS DE LA MUERTE DE PERON > COMO ERA Y QUE PASO EN LA ARGENTINA QUE LLORO LA MUERTE DE PERON

A 40 AÑOS DE LA MUERTE DE PERON > COMO ERA Y QUE PASO EN LA ARGENTINA QUE LLORO LA MUERTE DE PERON
La tristeza popular y el desastre nacional
El retrato de Juan Domingo Perón excede a su muerte y a la vez la incluye. Fundador de un movimiento que ya lo sobrevivió 40 años, la trayectoria de Perón hizo que el 1º de julio de 1974 fuera una fecha de inmenso dolor popular y al mismo tiempo acelerase la pendiente de la Argentina hacia su peor tragedia.
http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Martín Granovsky
Lo que pasó antes del 1ª de julio de 1974 no era ninguna maravilla, pero lo que vino después fue una tragedia. La muerte de Juan Domingo Perón marcó una cuenta regresiva que terminaría el 24 de marzo de 1976, con el golpe militar más cruento de la historia argentina.
Endiosado a veces por el abrazo con Ricardo Balbín y otras por su vuelta a la Argentina como hecho en sí mismo dentro de una marcha casi celestial, ¿el último Perón es una continuidad del que gobernó entre 1946 y 1955 y lideró un movimiento desde el exilio entre los 18 años que van de 1955 a 1973? Y si no fue una continuidad, ¿acaso podía serlo? La verdad es que su figura terminó surcando la historia entre la extensión de la ciudadanía a grandes masas de argentinos en la segunda mitad de los ‘40 y la tremenda crisis de 1974, entre el Plan Quinquenal y el Pacto Social, por un lado, junto al avance de los derechos sociales y políticos y por otro lado el comienzo del fin.
Perón ya estaba muy enfermo a mediados de 1974. Los médicos que lo atendieron, entre ellos el entonces ministro de Educación Jorge Taiana, emitieron este parte: “El señor teniente general Juan Domingo Perón ha padecido una cardiopatía isquémica crónica con insuficiencia cardíaca, episodios de disritmia cardíaca e insuficiencia renal crónica, estabilizadas con el tratamiento médico. En los recientes días sufrió agravación de las anteriores enfermedades como consecuencia de una broncopatía infecciosa. El día 1º de julio, a las 10.25, se produjo un paro cardíaco del que se logró reanimarlo, para luego repetirse el paro sin obtener éxito todos los medios de reanimación de que actualmente la medicina dispone. El teniente general Juan Domingo Perón falleció a las 13.15”.
Cuando su ataúd fue depositado en el Congreso, pasaron por delante alrededor de 150 mil personas. Más de un millón rodearon al Congreso en esos días grises, fríos, lluviosos y tristes.
Los discursos de homenaje al presidente muerto sirven para entender retazos de la época.
El más célebre es el pronunciado por el presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, Ricardo Balbín. “Los partidos políticos decidieron mantener las instituciones”, dijo. Habló del “encuentro definitivo en una conciencia nueva para servir la causa común de los argentinos”. Agregó Balbín: “No sería leal si no dijera también que vengo en nombre de mis viejas luchas, que por haber sido claras, sinceras y evidentes permitieron en estos últimos la comprensión final, y fui recibido con confianza en la escena oficial que presidía el presidente muerto. Ese diálogo amable me permitió saber que él sabía que venía a morir a la Argentina, y antes de hacerlo dijo que quedaron atrás las divergencias para comprender el mensaje de la convivencia en la discrepancia útil”. “Frente a los grandes muertos tenemos que olvidar todo lo que fue el error, cuanto en otras épocas pudo ponernos en las divergencias y en las distancias”, dijo Balbín. “Y frente a un muerte ilustre tiene que estar alejada la hipocresía. Los grandes muertos dejan siempre el mensaje.” Luego vino la frase que quedó: “Este viejo adversario despide a un amigo”.
Balbín había estado preso en el primer peronismo y el abrazo entre los dos, tras la vuelta de Perón, quedó como un símbolo de que al menos el viejo gorilismo y las antiguas persecuciones políticas habían terminado.
Por los gobernadores habló un petisón de patillas que iba por su primer mandato. No podría cumplirlo por el golpe de 1976. Recién tendría condiciones para volver a ganar y disfrutar de dos períodos completos entre 1983 y 1989. El riojano Carlos Menem, en nombre de sus colegas, lo llamó “querido maestro”. Dijo que “un líder no se genera por propia determinación” y definió a Perón como “un líder de América y del mundo”. Remarcó que “no ha dejado, según sus propias palabras, otro heredero que el pueblo”.
Signo de una época en la que las Fuerzas Armadas jugaban como actores políticos y eran vistas como tales incluso en democracia, habló el comandante general del Ejército, Leandro Anaya. “Es el militar que trasciende del plano específico y se inserta en el plano nacional”, definió a Perón. “Tuvo dos grandes pasiones, el Ejército y su pueblo”, dijo, y rescató la idea de Perón de “la unión nacional”. “Los enemigos de todo lo argentino, tanto internos como externos, redoblarán sus esfuerzos para quebrar la magna obra que vos conducíais”, vaticinó.
La representación de las Fuerzas Armadas por parte de Anaya fue anunciada por el locutor oficial. Anaya, en cambio, dijo que hablaba por el Ejército. La diferencia tiene su matiz. Cuando murió Perón ya era comandante de la Marina el almirante Emilio Eduardo Massera. Miembro de la organización fascista internacional con sede en Roma Propaganda Dos, Massera tenía relación directa con Licio Gelli, el jefe de la PDue que había sido condecorado por el propio Perón a través del canciller Alberto Vignes.
El mosaico del Congreso también estuvo integrado por la Confederación General del Trabajo y la Confederación General Económica, que habían pedido el duelo nacional aun antes de que lo anunciara el Gobierno.
Adelino Romero, por la CGT, dijo en el homenaje del Congreso que “un conductor auténtico nunca se va del todo”. Describió que “una congoja traspone las fronteras y hace que nos sintamos más hermanos en el dolor”, y entonces “comprendemos tal vez como nunca el valor de la palabra solidaridad”. Según Romero, “nos deja huérfanos de las soluciones que congeniaban genialmente nuestras necesidades con las necesidades del país”. También elogió Romero la “entereza moral” de María Estela Martínez de Perón, “la compañera Isabel”. Su consigna fue: “Unidad de los trabajadores y unidad de los argentinos”.
El último de los mensajes corrió por cuenta de Julio Broner, presidente de la CGE. Fue menos formal que los otros cuando habló del futuro: “La Argentina enfrenta con la muerte del general Perón uno de los instantes más difíciles de su historia”. Broner dijo que “ahora se acrecentarán las acechanzas y los peligros”, y para prevenir una crisis lanzó estos objetivos: “Hacer el máximo esfuerzo para evitar cualquier fisura en la unidad nacional”, “preservar el proceso institucional en cualquier circunstancia que se presente”, “impulsar las metas económicas y sociales del plan de reconstrucción nacional”.
Todavía era ministro de Economía José Ber Gelbard, el antecesor de Broner en la CGE. El 5 de julio, Gelbard todavía jugó un papel importante en una reunión de gabinete a la que Isabel convocó también a los líderes de la CGT y la CGE y a Balbín, además de a los tres comandantes generales del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea.
Sin embargo, a esa altura José López Rega no sólo había sido confirmado como secretario privado sino que el puesto había sido elevado al rango de una Secretaría de Estado con dependencia de la Presidenta. López Rega retenía el Ministerio de Bienestar Social.
En su libro El burgués maldito, María Seoane da mucha importancia a varios hechos que se cruzaron en los días posteriores a la muerte de Perón:
  • El asesinato del radical amigo de Balbín y ex ministro del Interior de Alejandro Lanusse Arturo Mor Roig. Montoneros alegó que había sido “sentenciado” por su “complicidad” en la masacre de Trelew del 22 de agosto de 1972. Para Seoane fue la ruptura de “la tregua impuesta por el duelo popular”.
  • La muerte de Adelino Romero y su reemplazo por un dirigente afín a López Rega, Segundo Bienvenido Palma.
  • La presión sobre Gelbard para liberalizar precios y salarios.
  • El recrudecimiento de los ataques, como el asesinato, el 31 de julio, del diputado Rodolfo Ortega Peña. “Yo puedo ser el próximo”, dice el libro que dijo Gelbard.
A esa altura una serie de acontecimientos previos a la muerte de Perón había sellado las cartas de la Argentina.
Sin pretensiones de causa-efecto ni de jerarquizaciones, esa serie no podría esquivar la represión en Ezeiza al regreso de Perón, el 20 de junio de 1973, el enfrentamiento cada vez más agudo dentro del peronismo luego del desplazamiento del presidente Héctor Cámpora el 13 de julio de 1973 y el asesinato del secretario general de la CGT José Ignacio Rucci por parte de Montoneros el 23 de septiembre, justo antes de que Perón asumiera la presidencia el 12 octubre del ’73. Tampoco habría que tirar al cesto de los datos inútiles el desplazamiento de gobernadores que sólo en sentido muy amplio podían ser definidos como de la Tendencia Revolucionaria, cuando en rigor eran viejos peronistas ligados más bien a la Resistencia y, en todo caso, no enrolados en la ortodoxia. Ese fue el caso de Ricardo Obregón Cano en Córdoba y Oscar Bidegain en la provincia de Buenos Aires. La destitución de Obregón Cano fue fruto de un golpe policial-militar que se proponía destruir la experiencia del sindicalismo combativo local, donde convivían sin problemas clasistas de izquierda como Agustín Tosco junto a peronistas como Atilio López. López fue uno de los primeros muertos de la Alianza Anticomunista Argentina, vinculada al comisario Alberto Villar y a López Rega. Tosco moriría en la clandestinidad, enfermo, en 1975.
La muerte de Perón, tal como temía Broner, catalizó lo peor de la política argentina, agudizó las contradicciones hasta el paroxismo, abarcó maniobras como el control fascista de la educación y la universidad (por parte del tándem formado por el ministro Oscar Ivanissevich y el rector de la UBA Alberto Ottalagano), precipitó la crisis económica con el rodrigazo de 1975 y terminó preparando el terreno para la represión sistemática, la desindustrialización y la pulverización de un mundo –el de las fábricas y los obreros– como obra de la dictadura que duró siete años y siete meses. Lo cierto es que en 1976, cuando Jorge Videla asumió el mando en nombre de una junta que también integraba Massera, ya reinaban las dictaduras en Chile, Uruguay y Brasil, que no había tenido interrupción alguna desde 1964.
La idea de la izquierda latinoamericana según la que, derrotados en Vietnam, los Estados Unidos quedarían destruidos, se reveló errónea. Washington firmó la paz en Vietnam en 1973 y se retiró de Saigón en 1975 para recobrar fuerzas dentro de la Guerra Fría gracias a una mayor solidez en América latina.
Vista la historia a la distancia, no parecía haber espacio para un proceso de transformaciones profundas. Hasta una tibia reforma requería una constelación de fuerzas, una energía y una modestia retórica que nadie lograría. Ni Perón.
 A 40 AÑOS DE LA MUERTE DE PERON > OPINION

Llevó en sus oídos

http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Sergio Wischñevsky
El peronismo cumple hoy 40 años sin Perón. Fue el 1º de julio de 1974 a las 13.15. María Estela Martínez de Perón, que ya estaba ejerciendo la presidencia, hizo el anuncio a las 14.10. La CGT decretó el cese de actividades y la CGE se sumó. Por un conflicto gremial, ese día no hubo diarios. Su cuerpo se expuso para el último saludo del pueblo en el Congreso de la Nación hasta el jueves 4. Multitudes desconsoladas se acercaron y desfilaron bajo una lluvia que completaba la escena, en un pasar de rostros doloridos incesante. Más de un millón de personas se quedaron sin poder verlo, otros cuantos millones se aferraron a la televisión que transmitía sin pausas. Llegaron para cubrir la ceremonia dos mil periodistas extranjeros. Vinieron los presidentes de Uruguay, Bolivia y Paraguay. Antes de que se iniciara la marcha hacia Olivos, en el Congreso, doce oradores despidieron al muerto: Benito Llambí, en representación de los ministros; José Antonio Allende, por los senadores; Raúl Lastiri, en nombre de los diputados; Miguel Angel Bercaitz, por la Corte Suprema de la Nación; el teniente general Leandro E. Anaya, en representación de las Fuerzas Armadas; el gobernador riojano Carlos Menem, en nombre de sus colegas de todas las provincias; Ricardo Balbín, por los partidos políticos; Duilio Brunillo y Silvana Rota, por el Partido Justicialista; Lorenzo Miguel, de las 62 Organizaciones; Adelino Romero, de la CGT; y Julio Broner, por la CGE.
En Moscú estaban reunidos el presidente de EE.UU., Richard Nixon, y el primer mandatario de la Unión Soviética, Leonidas Brezhnev, que hicieron un alto en su cumbre de potencias mundiales y organizaron un homenaje. En Brasil decidieron tres días de duelo. En todo el mundo las banderas quedaron a media asta, incluso en la ONU. El Mundial de Alemania había comenzado el 14 de junio, desde el 1º de julio se hizo un minuto de silencio en los estadios.
Los informes médicos del doctor Seara y sobre todo de Jorge Taiana, sus médicos personales, indican que Perón estaba enfermo desde hacía mucho tiempo. Impacta ese contraste entre el personaje tan poderoso en público y tan vulnerable en la intimidad. ¿Cuánto de eso jugó en la preponderancia de Isabel y López Rega en sus últimas decisiones políticas? ¿Cuánto es sólo y simplemente achacable a él?
Si bien desde muy temprano en su historia política existieron las 20 verdades peronistas e incluso se ha desarrollado una doctrina, Perón era un líder carismático y ese carisma no se hereda. ¿Pudo haber dejado un heredero? Aquí sólo el lirismo de un discurso da una pista: “Mi único heredero es el pueblo” suena genial pero ¿cómo se concreta? Apropiarse del peronismo y su esencia fue y es una tentación tan frecuente como vana. El propio caudillo fundador tuvo quienes se le enfrentaron y le discutieron en nombre de las verdades peronistas. Cuando decidió que Héctor Cámpora fuera el candidato a presidente por el justicialismo tuvo que soportar la resistencia de los dirigentes sindicales de la CGT Azopardo. Los sucesos de la masacre de Ezeiza que le arruinaron la fiesta del regreso no son otra cosa que el reflejo de esa puja interna en la que todos gritan fuerte “viva Perón”, pero todos tienen su propia idea de cuál debería ser el “verdadero”.
El General se acercaba a su muerte, él lo sabía, con un problema enorme sin resolver: como darle continuidad al peronismo.
Pero ¿quién podía ser su heredero? ¿Galimberti? ¿Lorenzo Miguel? ¿Quién hubiese sido la figura aceptada por todos? Ninguna lo era. Finalmente optó por Isabel, sin ninguna virtud como líder y sin lograr ser ni la sombra de Evita, pero por lo menos era su esposa, tenía su apellido. El problema quedó sin resolverse, tal vez porque no tenía solución, tal vez porque no quería morir.
Pero su muerte fue en sí misma un golpe político fenomenal. Los casi 30 años transcurridos desde aquel mítico 17 de octubre de 1945 hasta ese dramático julio de 1974 forjaron en los sectores populares una conciencia muy particular. Es frecuente ver a esas masas como el telón de fondo, la escenografía que da el marco a la épica justicialista. Sin embargo, todo líder, todo caudillo, forma y es formado por las multitudes, por los trabajadores. El rol de catalizador y aglutinador de esa masa dispersa no se construye desde la lógica institucional. Por eso en gran medida esos líderes son insustituibles. Perón, entre otras muchas cosas, fue un producto de los trabajadores argentinos, y su muerte generó un vacío político desgarrador, la antesala de una tragedia. Detrás de ese ¡viva Perón! con los dedos en V había mucho más que un simple culto a la personalidad.
Las fuerzas desatadas en aquellos años ’70 eran titanes que ningún hombre podía conjurar, todos le pedían mucho, él los había alentado a eso. Viendo los sucesos que se precipitaron tras su muerte, ese Perón que volvió del largo exilio y declaró ser un león herbívoro que proponía un acuerdo social entre trabajadores y empresarios, entre la derecha y la izquierda, no fue acatado. Estaba más allá de sus fuerzas contener la tempestad.
Sin embargo, una paradoja muy interesante se ha consumado. No pudo cumplir su última tarea, muchos pronosticaron que sin su líder y sin haber dejado herederos el movimiento peronista desaparecería. Hasta hay quienes le diagnosticaron a la Argentina peronista una larga agonía. Pero el peronismo sin Perón ya lleva 40 años de existencia, con una identidad zigzagueante, con cambios radicales, con virajes impresionantes, con fuerzas conservadoras y con fuerzas de vanguardia.
No son muchos los movimientos políticos carismáticos que sobreviven a su fundador. Pero el peronismo no sólo es una lógica política, el historiador Daniel James lo define como una “estructura de sentimiento”; hoy está de moda decir empoderamiento. Pero tampoco son muchos los líderes mundiales que han podido despedirse de las multitudes que los encaraman diciéndoles para emoción de todo aquel que tenga sangre en las venas: “Llevo en mis oídos la más maravillosa música, que es la palabra del pueblo argentino”. Es muy difícil definir qué es el peronismo, pero entregados a sentir ese torrente de emoción que generó este hombre, por ahí es más fácil acercarse.

Análisis y recuerdos

Estela de Carlotto
Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo
CONMOVIDA POR LA JUVENTUD

La titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, recordó que el día que murió Juan Domingo Perón se sintió “muy conmovida” por ver cómo sus dos hijas, militantes de la Juventud Peronista, “sufrían por la muerte de su líder”, y llamó a los argentinos a “recordarlo como un hombre con virtudes y defectos que pasó a la historia por lo que hizo por su Patria”. “Eran momentos de un gobierno constitucional muy frágil y mi marido y yo sufríamos mucho por el compromiso militante de nuestras hijas”, relató. Recordó las “discusiones cariñosas con Claudia y con Laura, que eran defensoras a ultranza de Perón, y mi marido y yo, que estábamos en la vereda de enfrente”. Luego, dijo: “Comencé a valorarlo y a entender que había hecho muchísimo por su país, alentando a la juventud a participar y comprendiendo el desafío de gobernar después de una dictadura atroz que lo obligó a 18 años de exilio y a regresar con una salud quebrantada”.
Eduardo Jozami
Director del Centro Cultural Haroldo Conti

UNA LECTURA DESAPASIONADA
Eduardo Jozami, director del Centro Cultural Haroldo Conti que funciona en la ex ESMA, afirmó que “Perón fue un líder nacional que pensaba en un país con distribución del ingreso, más justo, con mayor participación de los asalariados en el PBI y con una idea de conducción política, de cómo se organizaba el país”. Agregó que a 40 años de su muerte, “es posible hacer una lectura más desapasionada, reconociendo tanto aspectos positivos de sus mandatos como hacer una lectura crítica de los últimos años de su gobierno”. “Su muerte implicó la desaparición de la única posibilidad de establecer un control relativo de la profunda crisis que había en el peronismo y de dar continuidad al gobierno iniciado en 1973. Desde sectores de JP y Montoneros existió una reacción muy dura contra Perón, se perdió de vista la significación global de su figura en una coyuntura muy crítica que imponía una visión sesgada del proceso”, agregó.
Dante Gullo
Diputado porteño

LA PERSECUCION
“La muerte de Perón vino a interrumpir un proceso de diálogo que iniciamos con él después del 1° de mayo (de 1974) y que se profundizó después del 12 de junio, cuando él dio su último discurso en la Plaza”, señaló el diputado porteño Dante Gullo, dirigente de la JP en los ’70. “Luego, cuando nos quedamos sin Perón, (José) López Rega e Isabel toman otro camino. Profundizan la persecución sobre nosotros con la Triple A y ya no hubo vuelta atrás.” “A mí, la muerte de Perón me sorprende en el comité nacional de la UCR, me encontraba en una reunión con (Ricardo) Balbín, armando una charla que íbamos a tener con sectores juveniles de ese partido. La idea era armar una reunión pública entre Perón, Balbín y las juventudes del peronismo y el radicalismo para fijar coincidencias. La muerte de nuestro conductor frustró todo.”
Horacio González
Director de la Biblioteca Nacional

UNA MEMORIA SOCIAL
“La coherencia del peronismo es la coherencia de una fuerza que acepta muchos matices y acepta que esos matices tengan una condensación en una figura central: Perón. Eso, de alguna manera, aparece depositado hoy en la figura de Cristina Fernández de Kirchner”, dijo el director de la Biblioteca Nacional, Horacio González, aunque diferenció entre los que arrean hacia el neoliberalismo bajo la cobertura del peronismo y los que ven al movimiento creado por Perón “como una memoria social que no se puede manipular”. El sociólogo y ensayista señaló que Perón habló de la “felicidad del pueblo y de la grandeza de la Nación, pero también hay un hilo de tragedia que mantiene viva la memoria”. Señaló que “si se habla de la tela profunda que hay en el peronismo, es necesario hablar de estas cosas. Porque finalmente explica su supervivencia, la complejidad de la historia del peronismo y el hecho evidente de que personas de izquierda hayan pasado a actuar en el peronismo”.
Norberto Galasso
Historiador

LA CRISIS MAS PROFUNDA
“La muerte de Perón, en gran medida, significó la crisis más profunda del peronismo, porque ya no habría nadie con capacidad para realizar lo que a él mismo le resultaba difícil: conciliar los componentes internos del movimiento”, analizó Norberto Galasso. El historiador ubicó al menemismo como la fase “antiperonista” del movimiento nacional, que “hegemonizado por intereses extranjeros lleva adelante la destrucción de todo lo positivo que había hecho Perón del ’45 al ’55, con sus políticas de liberación nacional e industrialización con inclusión social”. Opinó que con Néstor Kirchner se inicia un proceso de “reconstrucción del movimiento nacional con perfiles propios”. “Hay peronistas históricos, que dicen ‘yo apoyo a Cristina porque soy peronista’ y otros de la juventud que sostienen ‘nosotros no somos peronistas; somos kirchneristas; reconocemos la importancia del peronismo, pero somos otra cosa, un tercer movimiento histórico’.”
Lorenzo Pepe
Titular del Instituto Nacional J. D. Perón

LAS CHARLAS EN MADRID
“Aún hoy recuerdo el abrazo que me dio cuando llegué a su casa de Madrid (en febrero de 1966). Aún hoy me conmueve recordar ese abrazo, al que todavía puedo sentir. Yo sabía que me abrazaba el más grande de los hombres que la política argentina había parido”, recordó el dirigente peronista Lorenzo Pepe, titular del Instituto Nacional Juan Domingo Perón. Contó que las charlas duraban horas, mientras compartían un café, un cognac o un paseo por el jardín de la residencia, acompañado de sus perros caniches, “por los que sentía locura”. Recordó que Perón le dijo: “Mire, Lorenzo, lo que usted no consiga con un abrazo difícilmente lo consiga con una trompada. Un hombre persuadido lo acompaña a su jefe hasta el final del camino, mientras que un tipo obligado se le raja en la primera esquina”.
Taty Almeida
Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora

UNA EX GORILA
“Escuché la información por la radio, y no obstante no haber votado jamás al peronismo, su muerte me impactó”, dijo Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. El 1º de julio de 1974, Almeida no estaba en su casa en donde vivía –ya separada– con sus dos hijos, Fabiana y Alejandro, que sería desaparecido por la Triple A, un año después, bajo la presidencia de María Estela Martínez de Perón. Almeida dice que en esa época era “gorila”, ya que pertenecía a una familia en la que la mayoría de sus miembros eran militares, incluso la familia de su esposo, y con un padre que fue gobernador de la provincia de Entre Ríos durante el gobierno de Arturo Frondizi. “Estoy segura de que desde donde esté (Alejandro) debe decir ‘mirá esta gorilita de mierda en qué se convirtió, y en buena hora’.”


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