LAMBERTO Y LA POLICIA APUNTARON A LORENTE COMO RESPONSABLE DE LA SUSPENSION
Al enterarse del compañero herido, la policía decidió ingresar al estadio y repartir balazos en la zona de la pileta y la pensión del club. El terror se apoderó de las familias que se encontraban plácidamente disfrutando de la fresca tarde de domingo. Algunas personas afirmaron que uniformados los intimidaban revoleando pistolas 9mm y un hincha fue derivado al Heca con una balazo de goma en la pierna. A esa misma hora, funcionarios provinciales y municipales aguardaban en el complejo que Ñuls posee en Ricardone a la espera de que la delegación arrancara su viaje al Gigante, tal como habían pactado. Viajar todos juntos como muestra de un "mensaje de paz". Pero cuando recibieron el aviso de la balacera, rápidamente se dirigieron al Parque. Altas fuentes del gobierno provincial indicaron a Rosario/12 que en ese mismo viaje de vuelta Lorente planteó la suspensión del partido. Incluso, habría llegado a comunicarse con un par de Central para adelantarle la idea. Pero nada era oficial hasta ese momento.
El clima en la cancha de Ñuls era muy espeso, los hinchas, aún conmovidos por el tiroteo, no ahorraron insultos cuando vieron llegar al ministro de Seguridad Raúl Lamberto, el viceministro Matías Drivet, al secretario de Gobierno municipal Fernando Asegurado y a Lorente. Les reprochaban el accionar policial, sobre todo cuando se actuó frente a la piscina.
Tras sortear la andanada de agresiones, dirigentes leprosos, provincia y municipio se encerraron en una oficina. Al mismo tiempo, en otro punto de Rosario, en Arroyito, los hinchas canayas ingresaban a la cancha esperanzados de ver un partido de fútbol. Pero la fiesta ya no tenía razón de ser. Un cuarto de hora antes de las 19, Lamberto salió y dijo en potencial que el partido "no se jugaría", aunque no ahondó en las razones. Unas horas después, llegó el cruce de acusaciones.
En declaraciones a los medios, el ministro reveló que "misteriosamente" el sistema de cámaras de seguridad que tiene el Coloso no funcionó en el momento de la balacera, y que se secuestró un arma 9mm en un baño de la pensión. Tanto Speciale como la cúpula policial y la empresa organizadora avalaron públicamente los dichos de Lamberto y aseguraron que la idea de suspender el partido partía desde la dirigencia rojinegra, en la persona de Lorente. "La seguridad estaba absolutamente garantizada", apuntó el ministro a la noche, en una entrevista que otorgó al canal de noticias TN.
Al tanto de la suspensión, en el estadio canaya desde la voz del estadio se le arrimaba leña fuego al comunicar que no se jugaría porque no se presentó el equipo visitante. Los 20 mil hinchas, mitad de la capacidad del estadio, bramaron y cantaron: "El que no salta, abandonó".
Por orden de Speciale, los jugadores salieron al césped a las 20 (hora del comienzo del partido) a realizar un entrenamiento a puertas abiertas, en lo que a esa altura parecía una comedia grotesca. Los hinchas los recibieron con bengalas de colores, mientras afuera del Gigante la policía repartía balas de goma en algunas puertas de ingreso. Los jugadores apenas levantaban los brazos para saludar. La situación no pasó de los cinco minutos porque la policía no pudo impedir el ingreso de los simpatizantes, unas 300 personas que desvistieron a los jugadores y se quedaron con parte de sus pertenencias. El plantel se defendía como podía y se esforzaba en regresar al vestuario. Los pocos uniformados que aún estaban en el campo no podían con los exaltados.
No solamente los hinchas se convirtieron en víctimas de la violenta tarde. Dentro de la cancha de Ñuls, dos reporteros gráficos fueron golpeados por "aparentemente" barrabravas rojinegros (ver aparte). Héctor Río, trabajador del diario La Capital, y Juan José García, de El Ciudadano, fueron agredidos a metros de donde se encontraban Lamberto y un grupo de policías. A García le quitaron la cámara, robaron la tarjeta de memoria y borraron todas las imágenes registradas.
La seguidilla de nueve atentados a sedes partidarias de Ñuls y Central culminó ayer con mucha más violencia, una investigación en curso y una serie de reproches y acusaciones que, se presume, se prolongará durante toda la semana.
Acusaciones cruzadas para justificar el escándalo
La seguidilla de nueve atentados a sedes partidarias de Ñuls y Central culminó ayer con mucha más violencia, una investigación en curso y una serie de reproches que, se presume, se prolongará durante toda la semana.
Por Pablo Fornero
A las 18.45, poco más de una hora antes del comienzo del partido, el Ministerio de Seguridad suspendió oficialmente el clásico que iban a disputar Central y Ñuls. La escalada de atentados y violencia se propagó hasta último momento cuando barras rojinegros se enfrentaron a media tarde a tiros con la policía en el Parque Independencia. Un uniformado recibió un disparo de arma de fuego en el cuello, fue intervenido rápidamente en el Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (Heca) y se encuentra lúcido. El plantel leproso se quedó en la concentración de Ricardone y no partió hacia el Gigante de Arroyito. Agentes policiales ingresaron a los tiros a la zona de parrilleros y piletas, dentro del estadio, donde se encontraba un gran número de familias. La Provincia, el presidente de Central Norberto Speciale, un representante de World Eleven y la policía dieron garantías y aseguraron que "la gente de Ñuls decidió no presentarse". Incluso, apuntaron directamente al presidente del club, Guillermo Lorente, como responsable de la suspensión. "No me importa lo que dijo Lamberto. Si dice que fue decisión de los clubes suspenderlo, miente", respondió el máximo dirigente rojinegro. Diez personas fueron detenidas y alojadas en dependencias policiales. La jueza Alejandra Rodenas, que había realizado una convocatoria a la pacificación, investiga el hecho.
El jueves a la noche, en Tribunales, el gobierno provincial, el municipio, las dirigencias y la empresa organizadora habían garantizado la seguridad del partido. Anticiparon un amplio despliegue policial, con la utilización de un helicóptero y cámaras de videovigilancia. Y aseguraron que 200 uniformados custodiarían otros puntos de la ciudad. Pero ninguno estaba apostado en las adyacencias del Coloso. Por Pellegrini y Ovidio Lagos, paseó una caravana de hinchas de Central e intercambió piedrazos con un grupo de hinchas. La versión judicial indica que los simpatizantes se replegaron hacia dentro del estadio. La policía los persiguió y elevó el clima de tensión al punto de que comenzó un cruce de disparos. En ese intercambio, una bala calibre 22 fue a parar al cuello del agente Pablo Orellano, cuya vida estuvo en riesgo, pero personal médico del Heca logró estabilizarlo luego de una intervención quirúrgica. Al cierre de esta edición, se encontraba en buen estado general, fuera de peligro, sin compromiso en vía aérea o vascular.Al enterarse del compañero herido, la policía decidió ingresar al estadio y repartir balazos en la zona de la pileta y la pensión del club. El terror se apoderó de las familias que se encontraban plácidamente disfrutando de la fresca tarde de domingo. Algunas personas afirmaron que uniformados los intimidaban revoleando pistolas 9mm y un hincha fue derivado al Heca con una balazo de goma en la pierna. A esa misma hora, funcionarios provinciales y municipales aguardaban en el complejo que Ñuls posee en Ricardone a la espera de que la delegación arrancara su viaje al Gigante, tal como habían pactado. Viajar todos juntos como muestra de un "mensaje de paz". Pero cuando recibieron el aviso de la balacera, rápidamente se dirigieron al Parque. Altas fuentes del gobierno provincial indicaron a Rosario/12 que en ese mismo viaje de vuelta Lorente planteó la suspensión del partido. Incluso, habría llegado a comunicarse con un par de Central para adelantarle la idea. Pero nada era oficial hasta ese momento.
El clima en la cancha de Ñuls era muy espeso, los hinchas, aún conmovidos por el tiroteo, no ahorraron insultos cuando vieron llegar al ministro de Seguridad Raúl Lamberto, el viceministro Matías Drivet, al secretario de Gobierno municipal Fernando Asegurado y a Lorente. Les reprochaban el accionar policial, sobre todo cuando se actuó frente a la piscina.
Tras sortear la andanada de agresiones, dirigentes leprosos, provincia y municipio se encerraron en una oficina. Al mismo tiempo, en otro punto de Rosario, en Arroyito, los hinchas canayas ingresaban a la cancha esperanzados de ver un partido de fútbol. Pero la fiesta ya no tenía razón de ser. Un cuarto de hora antes de las 19, Lamberto salió y dijo en potencial que el partido "no se jugaría", aunque no ahondó en las razones. Unas horas después, llegó el cruce de acusaciones.
En declaraciones a los medios, el ministro reveló que "misteriosamente" el sistema de cámaras de seguridad que tiene el Coloso no funcionó en el momento de la balacera, y que se secuestró un arma 9mm en un baño de la pensión. Tanto Speciale como la cúpula policial y la empresa organizadora avalaron públicamente los dichos de Lamberto y aseguraron que la idea de suspender el partido partía desde la dirigencia rojinegra, en la persona de Lorente. "La seguridad estaba absolutamente garantizada", apuntó el ministro a la noche, en una entrevista que otorgó al canal de noticias TN.
Al tanto de la suspensión, en el estadio canaya desde la voz del estadio se le arrimaba leña fuego al comunicar que no se jugaría porque no se presentó el equipo visitante. Los 20 mil hinchas, mitad de la capacidad del estadio, bramaron y cantaron: "El que no salta, abandonó".
Por orden de Speciale, los jugadores salieron al césped a las 20 (hora del comienzo del partido) a realizar un entrenamiento a puertas abiertas, en lo que a esa altura parecía una comedia grotesca. Los hinchas los recibieron con bengalas de colores, mientras afuera del Gigante la policía repartía balas de goma en algunas puertas de ingreso. Los jugadores apenas levantaban los brazos para saludar. La situación no pasó de los cinco minutos porque la policía no pudo impedir el ingreso de los simpatizantes, unas 300 personas que desvistieron a los jugadores y se quedaron con parte de sus pertenencias. El plantel se defendía como podía y se esforzaba en regresar al vestuario. Los pocos uniformados que aún estaban en el campo no podían con los exaltados.
No solamente los hinchas se convirtieron en víctimas de la violenta tarde. Dentro de la cancha de Ñuls, dos reporteros gráficos fueron golpeados por "aparentemente" barrabravas rojinegros (ver aparte). Héctor Río, trabajador del diario La Capital, y Juan José García, de El Ciudadano, fueron agredidos a metros de donde se encontraban Lamberto y un grupo de policías. A García le quitaron la cámara, robaron la tarjeta de memoria y borraron todas las imágenes registradas.
La seguidilla de nueve atentados a sedes partidarias de Ñuls y Central culminó ayer con mucha más violencia, una investigación en curso y una serie de reproches y acusaciones que, se presume, se prolongará durante toda la semana.
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