TERCER MANDATO DEL PROYECTO NACIONAL
Una solicitud muy pertinente
En su ya muy charlado discurso del jueves en Huracán, Hugo Moyano en un párrafo sustancial y poco analizado, abrió la puerta de negociaciones salariales acordadas entre los trabajadores, el Gobierno y los empresarios que garanticen la competitividad de la economía.
La condición que pide el líder de la CGT es básica: que el sector patronal pusiera límites a su voracidad corporativa materializada en el proceso de aumento desmedido de precios para sostener tasas de ganancias récord y crecientes.
Un pedido muy pertinente. Sostener la competitividad de la economía no debe tener como variable de ajuste el salario ni el tipo de cambio, como antes de mayo de 2003. Es hora de discutir también la tasa de ganancia empresaria.
Al respecto, hemos dicho en esta misma columna que aún hay mucho recorrido disponible para la suba salarial, teniendo en cuenta que hoy los costos laborales por trabajador son los más bajos desde el año 2005 y en promedio tras la megadevaluación, son aún (mucho) más bajos que en el año 2001.
Por otra parte, la alternativa de dólar alto como única vía realmente existente para mantener la competitividad de la economía en general y la del sector industrial en particular, no es posible. El impacto de una devaluación sobre los precios domésticos desarticularía el eje de inclusión social creciente, que el Gobierno debe sostener por diversos motivos, no sólo económicos vinculados al consumo doméstico como motor central del crecimiento. Sucede además que este es un gobierno peronista y despliega un proyecto histórico, si ese despliegue se suspende, el Gobierno ya no gravitaría.
Las presiones sobre el tipo de cambio recientes y las anteriores (hubieron cinco según Cristina) se inscriben en la saga –entre otras cosas– de perpetuar la competitividad vía tipo de cambio alto, exclusivamente. Complementariamente, debe señalarse que otras alternativas menos salvajes de ganancia de competitividad no se han transitado con la intensidad deseada.
Por ejemplo, los niveles de inversión privada en el país, no son aún los esperables en una etapa que permitió altísimas tasas de ganancia empresaria, mientras, cerrando el círculo, el sector financiero privado, otro gran ganador de la etapa, no presta a tasas y plazos razonables más que para el consumo y pareciera ya demandar a los gritos una ley de reforma que ordene el volumen, la orientación y costo del crédito.
Para enfocar aún más la problemática que enfrenta en el tercer mandato del proyecto nacional iniciado en mayo de 2003, un párrafo muy interesante de un nuevo-viejo artículo del Axel Kicillof, hoy viceministro de Economía, que permite analizar la extensión del campo del debate y los lineamientos probables de la política económica para un año donde “la etapa rosa” va concluyendo y se demanda “sintonía fina”.
Desde luego, se trata de “sintonía fina” sobre el gasto público, pero también sobre la competitividad empresaria, su tasa de ganancia media, costos laborales, montos de inversión, orientación y montos del crédito y, finalmente, solo como un componente importante del sistema, el nivel del tipo de cambio”.
El del dólar entonces es un precio de la economía de singular importancia, que no deberá se “alto” sino el valor resultante en el marco de un conjunto de políticas orientadas a darle la deseada “competitividad” a la economía.
Así las cosas, lo que primero debe garantizarse es el sustento político del Gobierno, puesto que como señalara Néstor en setiembre de 2003 frente a la asamblea de la ONU, “los muertos no pagan”, y está más que probado que “los muertos no compiten”.
Dice Kicillof: la política económica basada casi exclusivamente en el tipo de cambio tuvo indudablemente buenos resultados en términos de crecimiento. Pero su etapa “rosa” está llegando a su fin. Los aumentos de precios fueron limando la competitividad y los beneficios de la protección, porque con una paridad fija reducen el tipo de cambio real. Peor aún, aunque el empleo se expandió, los salarios no lograron siquiera superar, en términos reales, el techo de la década de 1990.
En la actual discusión, la ortodoxia atribuye todas las dificultades a la intervención del Estado y reclama “enfriar” la economía a través de la contracción del crédito, del gasto público y de los salarios. Se equivocan. A todas luces es necesario trascender la simple receta del “dólar caro”, pero para convertir al crecimiento actual en un verdadero proceso de reindustrialización.
*Director Consultora Equis.
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