lunes, 5 de diciembre de 2011

El viernes en diputados ,la eleccion de presidente

La sesion del viernes en diputados en versos de grandes poetas  y escritores


Maria Eugenia Bielsa: Sor Juana Ines de la Cruz



Finjamos que soy feliz,
triste pensamiento, un rato;
quizá prodréis persuadirme,
aunque yo sé lo contrario,
que pues sólo en la aprehensión
dicen que estriban los daños,
si os imagináis dichoso
no seréis tan desdichado.

Sírvame el entendimiento
alguna vez de descanso,
y no siempre esté el ingenio
con el provecho encontrado.
Todo el mundo es opiniones
de pareceres tan varios,
que lo que el uno que es negro
el otro prueba que es blanco.

A unos sirve de atractivo
lo que otro concibe enfado;
y lo que éste por alivio,
aquél tiene por trabajo.

El que está triste, censura
al alegre de liviano;
y el que esta alegre se burla
de ver al triste penando.

Los dos filósofos griegos
bien esta verdad probaron:
pues lo que en el uno risa,
causaba en el otro llanto.

Célebre su oposición
ha sido por siglos tantos,
sin que cuál acertó, esté
hasta agora averiguado.

Antes, en sus dos banderas
el mundo todo alistado,
conforme el humor le dicta,
sigue cada cual el bando.

Uno dice que de risa
sólo es digno el mundo vario;
y otro, que sus infortunios
son sólo para llorados.

Para todo se halla prueba
y razón en qué fundarlo;
y no hay razón para nada,
de haber razón para tanto.

Todos son iguales jueces;
y siendo iguales y varios,
no hay quien pueda decidir
cuál es lo más acertado.

Pues, si no hay quien lo sentencie,
¿por qué pensáis, vos, errado,
que os cometió Dios a vos
la decisión de los casos?

O ¿por qué, contra vos mismo,
severamente inhumano,
entre lo amargo y lo dulce,
queréis elegir lo amargo?

Si es mío mi entendimiento,
¿por qué siempre he de encontrarlo
tan torpe para el alivio,
tan agudo para el daño?

El discurso es un acero
que sirve para ambos cabos:
de dar muerte, por la punta,
por el pomo, de resguardo.

Si vos, sabiendo el peligro
queréis por la punta usarlo,
¿qué culpa tiene el acero
del mal uso de la mano?

No es saber, saber hacer
discursos sutiles, vanos;
que el saber consiste sólo
en elegir lo más sano.

Especular las desdichas
y examinar los presagios,
sólo sirve de que el mal
crezca con anticiparlo.

En los trabajos futuros,
la atención, sutilizando,
más formidable que el riesgo
suele fingir el amago.

Qué feliz es la ignorancia
del que, indoctamente sabio,
halla de lo que padece,
en lo que ignora, sagrado!

No siempre suben seguros
vuelos del ingenio osados,
que buscan trono en el fuego
y hallan sepulcro en el llanto.

También es vicio el saber,
que si no se va atajando,
cuando menos se conoce
es más nocivo el estrago;
y si el vuelo no le abaten,
en sutilezas cebado,
por cuidar de lo curioso
olvida lo necesario.

Si culta mano no impide
crecer al árbol copado,
quita la sustancia al fruto
la locura de los ramos.

Si andar a nave ligera
no estorba lastre pesado,
sirve el vuelo de que sea
el precipicio más alto.

En amenidad inútil,
¿qué importa al florido campo,
si no halla fruto el otoño,
que ostente flores el mayo?

¿De qué sirve al ingenio
el producir muchos partos,
si a la multitud se sigue
el malogro de abortarlos?

Y a esta desdicha por fuerza
ha de seguirse el fracaso
de quedar el que produce,
si no muerto, lastimado.

El ingenio es como el fuego,
que, con la materia ingrato,
tanto la consume más
cuando él se ostenta más claro.

Es de su propio Señor
tan rebelado vasallo,
que convierte en sus ofensas
las armas de su resguardo.

Este pésimo ejercicio,
este duro afán pesado,
a los ojos de los hombres
dio Dios para ejercitarlos.

¿Qué loca ambición nos lleva
de nosotros olvidados?
Si es para vivir tan poco,
¿de qué sirve saber tanto?
¡Oh, si como hay de saber,
hubiera algún seminario
o escuela donde a ignorar
se enseñaran los trabajos!

¡Qué felizmente viviera
el que, flojamente cauto,
burlara las amenazas
del influjo de los astros!

Aprendamos a ignorar,
pensamiento, pues hallamos
que cuanto añado al discurso,
tanto le usurpo a los años.



Luis Rubeo : el regreso del Martin Fierro Canto 1

La Vuelta de Martin Fierro



Capitulo 1:



Atención pido al silencio

Y silencio a la atención,

Que voy en esta ocasión,

Si me ayuda la memoria,

A mostrarles que a mi historia

Le faltaba lo mejor.



Viene uno como dormido

Cuando vuelve del desierto;

Veré si a esplicarme acierto

Entre gente tan bizzarra

Y si al sentir la guitarra

De mi sueño me despierto.



Siento que mi pecho tiembla,

Que se turba mi razón,

Y de la viguela al son

Imploro a la alma de un sabio

Que venga a mover mi labio

Y alentar mi corazón



Si no llego a treinta y una

De fijo en treinta me planto,

Y esta confianza adelanto

Porque recibí en mi mismo,

Con el agua del bautismo,

La facultá para el canto.



Tanto el pobre como el rico

La razón me la han de dar;

Y si llegan a escuchar

Lo que esplicaré a mi modo,

Digo que no han de rair todos:

Algunos han de llorar.



Mucho tiene que contar

El que tuvo que sufrir,

Y empezaré por pedir

No duden de cuanto digo;

Pues debe creerse al testigo

Si no pagan por mentir.



Gracias le doy a la virgen,

Gracias le doy al señor,

Porque entre tanto rigor

Y habiendo perdido tanto,

No perdí mi amor al canto

Ni mi voz como cantor.



Que cante todo viviente

Otorgó el Eterno Padre;

Cante todo el que le cuadre

Como lo hacemos los dos

Pues sólo no tiene voz

El ser que no tiene sangre.



Canta el pueblero... y es pueta;

Canta el gaucho... y, !ay Jesús!,

Lo miran como avestruz,

Su inorancia los asombra;

Mas siempre sirven las sombras

Para distinguir la luz.



El campo es del inorante,

El pueblo del hombre estruido;

Yo que en el campo he nacido

Digo que mis cantos son

Para los unos... sonidos,

Y para otros... intención.



Yo he conocido cantores

Que era un gusto el escuchar;

Mas no quieren opinar

Y se divierten cantando;

Pero yo canto opinando,

Que es mi modo de cantar.



El que va por esta senda

Cuanto sabe desembucha,

Y aunque mi cencia no es mucha,

Esto en mi favor previene;

Yo se el corazón que tiene

El que con gusto me escucha.



Lo que pinta este pincel

Ni el tiempo lo ha de borrar;

Ninguno se ha de animar

A corregirme la plana;

No pinta quien tiene gana

Sino quien sabe pintar.



Y no piensen los oyentes

Que del saber hago alarde;

He conocido aunque tarde,

Sin haberme arrepentido,

Que es pecado cometido

El decir ciertas verdades.



Pero voy en mi camino

Y nada me ladiará;

He de decir la verdá;

De naides soy adulón;

Aqui no hay imitación;

Esta es pura realidá.



Y el que me quiera enmendar

Mucho tiene que saber;

Tiene mucho que aprender

El que me sepa escuchar;

Tiene mucho que rumiar

El que me quiera entender.



Más que yo y cuantos me oigan,

Más que las cosas que tratan,

Más que los que ellos relatan,

Mis cantos han de durar;

Mucho ha habido que mascar

Para echar esta bravata.



Brotan quejas de mi pecho,

Brota un lamento sentido;

Y es tanto lo que he sufrido

Y males de tal tamaño

Que reto a todos los años

A que traigan el olvido.



Ya verán si me despierto

Cómo se compone el baile;

Y no se sorprenda naides

Si mayor fuego me anima;

Porque quiero alzar la prima

Como pa tocar al aire.



Y con la cuerda tirante

Dende que ese tono elija,

Yo no he de aflojar manija

Mientras que la voz no pierda,

Si no se corta la cuerda

O no cede la clavija.



Aunque rompí el estrumento

Por no volverme a tentar,

Tengo tanto que contar

Y cosas de tal calibre,

Que Dios quiera que se libre

El que me enseñó a templar



De naides sigo el ejemplo,

Naides a dirigirme viene;

Yo digo cuanto conviene,

Y el que en tal güeya se planta,

debe cantar, cuando canta,

Con toda la voz que tiene



He visto rodar la bola

Y no se quiere parar;

Al fin de tanto rodar

Me he decidido a venir

A ver si puedo vivir

Y me dejan trabajar.



Sé dirigir la mansera

Y tambien echar un pial;

Sé correr en un rodeo,

Trabajar en un corral;

Me se sentar en un pértigo

Lo mesmo que en un bagual



Y enpriéstenmé su atención

Si ansí me quieren honrar

De no, tendré que callar,

Pues el pájaro cantor

Jamás se para de cantar

En árbol que no da flor



Hay trapitos que golpiar

Y de aquí no me levanto;

Si quieren que desembuche:

Tengo que decirles tanto

Que les mando que me escuchen.



Déjenmé tomar un trago:

Estas son otras cuarenta

Mi garganta esta sedienta,

Y de esto no me abochorno,

Pues el viejo, como el horno,

Por la boca se calienta.


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