Murió el ex arzobispo de Santa Fe que había sido condenado por abuso
En 1994, el Vaticano lo mandó a investigar por la denuncia de 47 seminaristas. En 2009 fue condenado a 8 años de cárcel. Falleció en su casa en La Falda.
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Tiempo Argentino
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El ex arzobispo de Santa Fe, Edgardo Gabriel Storni, quien en 2009 había sido condenado a ocho años de prisión por abuso sexual agravado, murió ayer a los 75 años en la localidad cordobesa de La Falda.
Pero Storni no murió en una cárcel. Lo hizo en su propia casa. Un chalet por el que el Consejo Episcopal del Arzobispado de Santa Fe, por decisión del entonces arzobispo emérito Moisés Blanchoud a cargo de la diócesis, pagó unos 100 mil pesos.
“El Rosadito”, como le decían, fue investigado en 1994, por orden del Vaticano: 47 seminaristas lo habían acusado de acoso sexual. Pero fue arzobispo de Santa Fe hasta el 1 de octubre de 2002, cuando presentó su renuncia ante el Papa Juan Pablo II, en medio de un escándalo por las denuncias de abuso sexual. El caso llegó a la justicia tras la publicación del libro Nuestra Santa Madre, de la periodista Olga Wornat, aunque diez años antes el seminarista Rubén Descalzo lo había señalado lo que provocó una investigación interna del Vaticano.
El juez Eduardo Giovanini procesó a Storni por el presunto delito de abuso sexual, aunque la causa quedó congelada con la muerte del magistrado. En 2002, el sacerdote fue separado de su cargo.
Recién a fines de 2009, la jueza María Amalia Mascheroni condenó a Storni a ocho años de prisión tras hallarlo culpable del delito de abuso sexual agravado. La jueza fundamentó su decisión: “No es un problema que sea homosexual, sino que haya aprovechado su situación de poder para abusar, para invadir, para dañar”. Sin embargo, el fallo fue anulado el año pasado por la Cámara Penal de Santa Fe, al tiempo que ordenó que se dicte un nuevo veredicto al admitir en parte la apelación que presentó la defensa, que buscaba la anulación de todo el proceso.
En Santa Fe, Storni era referente. Tenía estrecha relación con los dueños de medios de comunicación y con políticos como Jorge Obeid o Carlos Reutemann. El torturador Eduardo “Curro” Ramos se entregó en el Arzobispado, en 2001, cuando la Interpol lo mandó a detener por pedido del juez Baltasar Garzón.
En el capítulo 9 “El Príncipe y el del Pastor” del libro Nuestra Santa Madre, Wornat transcribe el horror: “Lo llamaron al dormitorio principal. El chico fue creyendo que debía cumplir alguna de sus obligaciones diarias de ceremonial. Entró a la habitación sólo alumbrada por dos veladores de bronce y una extraña sensación de intimidad le inundó el cuerpo y lo incomodó. Trató de no pensar y obedeció las directivas de su superior. Lo ayudó a desvestirse. Lo hizo con pudor pero creyendo que era algo normal en el seminario y que se tenía que acostumbrar a las normas de ese lugar al que había llegado hacía tres días. Tembloroso frente al cuerpo sexagenario, le sacó prenda por prenda... Cuando terminó, vio caer el cuerpo flácido del arzobispo sobre la cama, con su desnudez sólo cubierta con una toalla. El chico creyó que ya había cumplido con su tarea y se disponía a retirarse, pero se equivocó. Echado en el lecho de dos plazas con respaldo de bronce, monseñor lo llamó insinuante y le pidió que lo masajeara. Cada vez más nervioso, pero movido por el miedo y el respeto que le infundía la figura, el seminarista apoyó sus manos sobre la piel pálida, rosada y fofa, y comenzó a friccionarlo, A los masajes siguió la desnudez completa y el pedido de que se acostara al lado, y que lo acariciara en todo el cuerpo, pero sobre todo, en los genitales”. <
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