RUPERT-GATE
Mundo mediático
Estalló una nueva crisis de confianza en la prensa. El epicentro fue Inglaterra; el impacto –una vez más–, global. Hace pocos meses, WikiLeaks desató una fuerte reacción en todo el mundo apuntando a la “irresponsabilidad” de un medio capaz de acceder a cuantiosa información hipercalificada y de liberar y difundir toda la información que tiene. Fue una apelación a favor del rol de los medios convencionales que “editan” –o sea, que filtran y administran– la información, una defensa frente a la amenaza de los nuevos medios. Lo nuevo versus lo viejo, lo nuevo peligroso versus lo viejo seguro.
El caso de News of the World –el Rupertgate, como ha sido llamado– destapó esta vez la olla desde otro costado, poniendo al descubierto prácticas oscuras y deleznables que un medio de prensa –sea viejo o nuevo– puede practicar. Invasión de la privacidad –algo que escandalizaba en tiempos de los paparazzi y del espionaje clásicos y ahora cada vez más va pareciendo una minucia–, el uso delictivo de información privada para el chantaje o la extorsión, o para el sensacionalismo informativo amarillo, la especulación financiera, la utilización política de la información, todo eso junto y aun más sale de esa olla con mal olor. Un escándalo completo, que desnuda las malas prácticas y además los vínculos oscuros entre el poder económico y el poder político y los rápidos reflejos defensivos de los implicados o los involucrados –incluyendo, desde luego, a quienes invirtieron su dinero en esos negocios–.
Esto vuelve a llevar la mirada del mundo a los medios en general. Por un tiempo al menos, se aliviará la presión que estaba centrada en los “nuevos medios”. Pero lo cierto es que el caso News of the World no tiene nada de nuevo. Una columna en la reciente edición de la revista norteamericana The Nation recuerda a los lectores que la publicación fue creada en 1865 “para contrarrestar los vicios de la exageración y la mala representación periodística por la cual mucho de lo que se escribe sobre política en nuestros días deforma las cosas”. El experto inglés en comunicación Brendan Bruce abre su libro Images of power refiriendo la impresionante operación de Enrique VII para vilipendiar la imagen de Ricardo III, su derrotado en Bosworth, una operación comunicacional tan exitosa que sus mentiras son creídas hasta nuestros días gracias a la amplificación que hizo Shakespeare de ellas para consolidar el poder de los Tudor.
El mundo sigue andando, sin pedir permiso ni auscultar opiniones. Los viejos medios pueden seguir haciendo lo que hacen, bien y mal, y los nuevos medios también lo harán; y las técnicas como las de los Tudor y Shakespeare –muy anteriores a los medios de prensa–, también. No fue por decreto de nadie que apareció en México el blog de los narcos o que existen y seguirán existiendo los Assange. No fue el Parlamento inglés el que creó la prensa amarilla ni el gobierno de Estados Unidos el que dispuso que existiera The Nation. Son el resultado de decisiones de personas que se valen de los recursos tecnológicos disponibles, o los inventan, y que crean productos periodísticos no convencionales, como lo fue The Nation en su tiempo. Esas cosas existen porque es posible producirlas y porque hay gente que demanda esos productos; es todo lo que hace falta.
El hecho es que los consumidores de información eventualmente queremos saber más que lo que nos dicen, queremos conocer más de lo oficial y también de lo secreto, de lo transparente y de lo oscuro, de lo limpio y lo cochino, y si nos lo ofrecen lo consumimos. Sin duda, hay personas que prefieren un mundo con guardianes confiables; pero también hay otras que quieren saberlo todo, sin guardianes, y que temen menos a la información que a su ocultamiento.
Hace falta, hoy como siempre, un sentido de responsabilidad en quienes administran canales de comunicación. Lo que pudo hacer News of the World, y la impresionante madeja de intereses y malas prácticas que ha quedado al descubierto, podrá seguir haciéndose. Pienso que también seguirá estando en demanda, en las sociedades, un sentido de la responsabilidad profesional de los comunicadores mediáticos y una justicia determinada a exigir el cumplimiento de las leyes.
Y debemos aceptar que la vida trae cosas nuevas, muchas veces de alcances inciertos o eventuales consecuencias temibles, y que todo lo viejo con lo que estamos acostumbrados a vivir no por conocido ha estado, y está, exento de consecuencias desafortunadas. Es muy bueno que exista la libertad de prensa y que nadie dictamine qué sí y qué no está en circulación, aun cuando el precio sea que exitosos News of the World entren en circulación.
*Profesor Universidad Torcuato Di Tella.
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