Los complejos mensajes que envían los votantes
Fueron dos derrotas seguidas con números más negativos de lo esperado.
Y las respuestas de los leales demostraron sorpresa, algunos desorientados y otros agresivos en su manera de enfrentarla.
Cuando se perdió en la Provincia, estaba Néstor; fue el que la sufrió, pero además era el conductor y obligó al silencio.
Ahora, vinieron el enojo, la desvalorización del votante y las explicaciones que le quitaban peso, que la ubicaban sobre el candidato y al margen del Gobierno.
Eso sí, los encuestadores oficiales fueron degradados como sociólogos y ascendidos como militantes. Ahora deberán jugar otro rol.
Y algún publicista que fue convocado a hacer silencio, como otros, como tantos.
Entre los que creen que no pasó nada y los que encuentran datos de un final de ciclo, entre ambos extremos deambula la verdad.
Un gobierno que no es tan maravilloso como lo describen sus seguidores ni tan negativo como lo ven sus enemigos. Una sociedad de exagerados. Se descansó demasiado en el hecho de que no existía opción opositora, en la ausencia de una alternativa.
Macri tenía sus votos, pero sin duda recibió un buen aporte de los que querían avisarle al Gobierno de su enojo y, en consecuencia, no podían votar a otro. En Santa Fe, pasó algo parecido, el asombro del peso de un tercero en discordia.
Los intelectuales que devalúan los votos del humorista, como si todo estuviera tan claro y la sociedad no estuviera capacitada para entenderlos.
La Presidenta ejerciendo un poder o, al menos, una manera de hacerlo que parece dejar poco espacio para el resto de las opiniones.
Ni el supuesto “modelo” estaba tan claro ni las alardeadas alternativas le enmendaban la plana.
En Santa Fe, el voto fue un golpe al sistema, a un socialismo algo gastado y burocrático y a un peronismo demasiado aferrado al poder del momento.Un humorista parece la medida justa de la provocación, como la melodía de una cumbia en medio de una ópera. Claro que el escenario que percibe el votante es aburrido y agresivo, que se nota el cansancio de un esquema político incapaz de ofrecer nada nuevo.
Ni el Gobierno es tan transformador ni la oposición tiene tantas ideas en su propuesta.
La figura de la Presidenta es solitaria y excluyente; sus seguidores se sienten incapaces de elegirle un heredero.
Y la oposición, con demasiados candidatos, que es lo mismo que no tener ninguno.
Y Duhalde, que ni siquiera puede convocar a los caídos o expulsados de la propuesta oficialista.
Y el radicalismo, angustiado observando la evolución del discurso y la solidez de su candidato.
Y algunos otros, más cercanos a la desaparición por carencia de votos que al poder al que intentaron llegar.
Nadie sabe si puede o no haber segunda vuelta y, mucho menos, quién pudiera ser el candidato en ese supuesto desafío. Una angustia generalizada, un gobierno al que la sociedad le comunica que no le acepta los delegados que elige y le avisa a la oposición que todavía no sabe si puede confiar en ella.
La dirigencia política no logra entender el mensaje de sus votantes, y ellos están dispuestos a castigar a los responsables de su frustración.
Momento maravilloso, donde lo nuevo no aparece todavía y lo existente no termina de asumir que transita su etapa final.
La sociedad inicia un debate profundo para encontrar una nueva dirigencia. En la desesperanza, fue el alarido del “que se vayan todos”; ahora, están decididos a elegir a los que quieren invitar o expulsar.
La política vuelve a enamorar, el debate convoca y apasiona. Los votantes son los actores principales, tienen esa cuota de misterio que hace temblar a los supuestos votados.
Un gran momento para la política.
*Militante justicialista.
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