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El pulso político
Cuando a Cristina todo le sale mal
Fernando Laborda
Viernes 29 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
El mágico y misterioso efecto luto parece haber llegado a su fin. En las últimas semanas, ha cundido la sensación de que la presidenta Cristina Kirchner destruye todo lo que toca, como ha expresado Elisa Carrió. La última muestra es el proyecto para reestructurar el campeonato de fútbol. En el Gobierno, algunos imaginaron que la manipulación de la máxima pasión de los argentinos les iba a reportar jugosos dividendos, pero sucedió todo lo contrario: hubo un masivo rechazo al proyecto por parte de los hinchas y la Presidenta quedó pegada a Julio Grondona en el peor momento del eterno mandamás del fútbol argentino.A las previsibles derrotas electorales en la Capital Federal y en Santa Fe, y al default kirchnerista en Córdoba, el oficialismo ha sumado el fracaso del operativo ADN con los hermanos Noble Herrera, las derivaciones del escándalo Madres-Schoklender y el papelón del proyecto "ascenso para todos" para terminar de estatizar el fútbol.
La agenda de la opinión pública, ese preciado bien que tan efectivamente controló el kirchnerismo durante tanto tiempo, se le escapó de las manos a la Presidenta. Los intelectuales K protagonizan un tenso debate en público y asesores comunicacionales de la Presidenta dan cuenta de su preocupación.
Los discursos triunfalistas en medio de la derrota son tomados como una burla al sentido común por quienes no votaron al kirchnerismo. Los ninguneos y las agresiones presidenciales hacia los contrincantes, como las reprimendas de Cristina Kirchner a Hermes Binner poco antes de los comicios de Santa Fe, provocan un efecto contrario al buscado desde la Casa Rosada. Las fuerzas de choque mediáticas generan cada vez más rechazo en la población. Todo parece salir mal.
Al cansancio social con el estilo de gestión K, que está más que latente, se ha sumado en las últimas horas la peor crítica que pudo recibir la Presidenta. Uno de los hombres que gozaron de mayor cercanía al matrimonio Kirchner, el ex jefe de Gabinete Alberto Fernández, la acusó de emular a George Orwell y al Ministerio de la Verdad que, en su obra 1984, se ocupaba de manipular o destruir documentos históricos para imponer un relato único conveniente al poder.
Más que nunca, la Presidenta parece forzada a reconstruir su relato e intentar la difícil tarea de tejer nuevas alianzas con la sociedad. La advertencia también vale para una oposición que, cada vez que el Gobierno insinuó una debilitación, se dejó llevar por el egocentrismo de sus dirigentes, consolidando una fragmentación funcional al oficialismo. Después del 14 de agosto, se verá si prevalece entre ellos la madurez o la ingenuidad.
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