sábado, 30 de julio de 2011

estos socialistas

Después de las elecciones de Santa Fe


El kirchnerismo asustado prepara
un zarpazo antidemocrático

Las elecciones de Santa Fe, como era previsible, le han dado al kirchnerismo más motivos de preocupación. La elección a gobernador de su candidato, Rossi (jefe del bloque K en la Cámara de Diputados, además), fue mala, peor que la de Filmus: sacó un 22% y quedó tercero lejos. El candidato PRO, Miguel Del Sel, hizo una muy buena elección (35%), transformándose en la novedad de las mismas, y quedando a sólo 3 puntos debajo del gobernador electo, el oficialista (socialismo) Antonio Bonfatti, que no dejó de pasar sustos creyendo que podía perder la elección.
Sin embargo, el resultado propiamente provincial está lleno de paradojas, ya que las tres fuerzas lograron algo pero se quedaron con un gusto amargo. Al kirchnerismo le fue mal a gobernador, pero como premio consuelo se aseguró el control de las dos cámaras provinciales gracias al 35% de Eugenia Bielsa. Del Sel apareció como la estrella de la elección (sin duda, se llevó los votos del PJ de derecha y Reutemann), pero en el fondo se quedó sin nada tangible: no ganó a gobernador y el PRO sacó sólo 6 diputados contra 15 del frente PS-UCR y 28 del PK. Y el binnerismo ganó a gobernador, pero está atado de pies y manos en las cámaras y depende del PJ. En un sentido, todos perdieron más de lo que ganaron, algo a lo que colaboró el sistema de boleta única, facilitando votos “cruzados”, evitando el engorro de los cortes de boleta (lo que de ninguna manera quiere decir que se trate de un método más “democrático” como han vendido los medios, sino solamente que es pasible de otro tipo de maniobras que las de la lista sábana).
Corrimiento electoral al centro-derecha
Sin embargo, las conclusiones más interesantes son las que se desprenden para el escenario electoral nacional. Luego de dos elecciones en distritos importantes (Capital y Santa Fe), y con los recaudos del caso para no extrapolar en exceso realidades con fuerte componente local, hay que decir que parece asomar una porción importante de voto conservador de centro-derecha, que puede manifestarse de distintas maneras. Las elecciones del PRO no pueden entenderse sólo como suma de dos realidades locales particulares; deben expresar también un corrimiento de parte del electorado hacia el centro derecha expresando electoralmente la actual coyuntura de estabilidad [1]. Quizá Del Sel resumió el pensamiento de esa franja al decir “yo no quiero un país donde lo anormal sea normal; quiero un país normal-normal”. Como señalamos tras las elecciones de Capital, la “normalización” del país por la cual trabaja el kirchnerismo, tiene la contradicción de que le quita, en parte, su propia base de sustentación que le dio origen y razón de ser: las condiciones heredadas de la crisis del 2001. Superada esa “anormalidad”, el “progresismo” K no hace falta más: su trabajo ha sido “completado” abriéndole el camino a fuerzas más a la derecha tipo el PRO.
Pero esta posible dinámica debe ser considerada como parte del cuadro más de conjunto, evitando extrapolaciones mecánicas. Porque lo más probable sigue siendo que la elección de Cristina el 14 de agosto se parezca más al buen resultado de Eugenia Bielsa que al casi papelón de Rossi. Además, la diáspora de la oposición hace que todavía ningún candidato en particular pueda capitalizar las últimas malas performances del kirchnerismo [2]. El voto “despolitizado” o “antipolítico” empalma bien con el estilo de campaña cuasi infantil del PRO, con música y globos de colores, pero no tanto con candidatos de perfil ideológico mucho más definido como Alfonsín o Duhalde, vistos además como políticos (demasiado) tradicionales. Es difícil que el propio Binner logre a presidente los votos que obtuvo su lista para gobernador. Irónicamente, el único que podría aprovechar plenamente estos aires conservadores despolitizados es Macri… que no puede ser candidato.
La apuesta al aparato en Provincia de Buenos Aires
Dicho esto, nos parece un hecho que de todos modos el kirchnerismo se ha llevado un flor de susto a partir de estos malos resultados (y todavía faltan el ballottage porteño y la elección en Córdoba, donde no hay candidato K puro). Así, tras pasarla mal en 3 de los 4 distritos más importantes del país, el gobierno quiere asegurar el cuarto: la Provincia de Buenos Aires. En ese marco hay que entender la escandalosa decisión de la justicia electoral de no garantizar la distribución de boletas y dejarla en manos de los fiscales partidarios, más allá de que ahora, al parecer, se haría cargo de esta tarea la Cámara Electoral Nacional. En todo caso, ese intento escandaloso hacía parte de un conjunto de medidas funcionales a asegurarle al gobierno una victoria con artes lícitas e ilícitas, apuntando a directamente repartirse los votos de las agrupaciones minoritarias (lo que igualmente tratarán de hacer en el caso de los lugares donde las agrupaciones minoritarias no lleguen a tener fiscales para controlar el comicio a lo largo de todo el día). Estas “artes” representan un verdadero manotazo reaccionario en el plano electoral, uno de cuyos objetivos es borrar del mapa a la izquierda.
Porque la realidad es que en la Provincia de Buenos Aires cada vez se vienen acumulando más mecanismos de distorsión masiva de las condiciones en que se dan las elecciones nacionales, por la vía de hacer desaparecer las boletas de los partidos que no tengan fiscales. Lo que es ya una práctica habitual del tipo “no se quejen que no hay sus boletas en la mesa porque no tienen fiscales”, frase habitual de los punteros del PJ, intentó ser “legalizada” con la escandalosa resolución del juez Blanco.
Se trata ya de una práctica generalizada en la Provincia de Buenos Aires, no casualmente donde se concentra el 40% del electorado nacional, y, además, el grueso de los votos de la clase trabajadora.
El sentido de estas prácticas kirchneristas que seguramente estarán al rojo vivo el 14, está muy claro: para lograr que las “internas” de agosto dejen instalada la sensación de reelección inevitable de Cristina, es indispensable una avalancha de votos al FpV en la Provincia de Buenos Aires, el electorado más numeroso del país. Si persiste la dispersión del voto opositor (de ahí la desesperación de Duhalde por conseguir un compromiso de unirse detrás del anti K más votado el 14), y la diferencia a favor de Cristina es grande superando el ansiado 40%, las últimas derrotas K pasarán a segundo plano y lo que quedará como saldo es la “invencibilidad” del kirchnerismo, hoy cuestionada. Por eso la apuesta en la Provincia de Buenos Aires es tan decisiva para el gobierno, y por eso esa batalla la darán con todo el arsenal de trampas y fraudes de que puedan disponer.
El costo de no haber hecho campaña contra la proscripción
Este operativo es tanto más peligroso para la izquierda por cuanto la coyuntura nacional sigue bastante “planchada” desde el punto de vista de las luchas. Esto no sólo quita presencia y visibilidad a la izquierda, puesto que ése es su verdadero terreno, sino que pone en primer plano de la escena política las idas y vueltas de la aritmética electoral, aspecto en el que las noticias no parecen auspiciosas.
Lamentablemente, las fuerzas agrupadas en el Frente de Izquierda, que se dedicaron desde principios de año a minimizar el peligro de proscripción por la vía del piso del 1,5% (llegando al extremo de que este planteo no figura en ninguna de las dos versiones de programa presentadas públicamente), oscilan entre el autismo y una denuncia tardía. Porque a lo largo del año no hicieron nada concreto para enfrentar y derrotar los instrumentos con que el gobierno busca invisibilizar a quienes lo critican desde la izquierda. Para esto habría que haber hecho una tarea preparatoria de esclarecimiento entre una amplia franja que solamente ahora parece estar comenzando a acometerse...
Desde el punto de vista electoral, y con las actuales reglas del juego, es evidente que la auto proclamación estilo Altamira (“tenemos un piso de 400.000 votos en todo el país”) y la pasividad pedante del PTS (“no hay que dramatizar”) son pésimos consejeros. La elección de Santa Fe volvió a mostrar una paupérrima performance del Frente (11.200 votos a gobernador, el 0,64%, y 19.300 a diputados, el 1,15%), nuevamente por debajo de la suma de los votos PO-PTS en 2009.
Para colmo de males, si algo han mostrado las últimas elecciones es el tremendo grado de polarización entre los principales candidatos, que deja muy poco para el resto (aunque es difícil hacer pronósticos categóricos, precisamente porque recién el 14 se votará en Provincia de Buenos Aires, donde se concentra el grueso del voto de la izquierda independiente). En Capital, la suma de los votos a Jefe de Gobierno de las tres listas más fuertes fue del 88%. En Santa Fe la polarización fue aún más brutal: las tres listas más votadas se llevaron el 96,2%. El PO (formalmente en la provincia no alcanzaron a constituir el “frente”) salió cuarto… con el 0,64% (esperemos que el PO no salga a decir ahora con tono triunfalista “somos la cuarta fuerza de la provincia”).
Digamos que este escenario muestra también un corrimiento al centro del electorado que supo votar a la izquierda. El peso del “voto útil” es aplastante y ex votantes de la izquierda roja se inclinan sin mayores contradicciones por un candidato, como mucho, de centroizquierdista reformista, pero que al menos “tiene chances” [3] y luego cortan boleta en los cargos legislativos. [4]
Redoblar la pelea contra la escalada proscriptiva
En estas condiciones, la tarea número uno de la izquierda, el activismo y la vanguardia es poner todo para defender la existencia electoral de la izquierda independiente e impedir el avance kirchnerista sobre las reglas de juego electorales en un sentido reaccionario y antidemocrático. Más allá del resultado de los recursos judiciales, lo decisivo es poner en marcha una campaña masiva que tenga dos sentidos. El fundamental, naturalmente, es el político, de denuncia del atropello K a los derechos políticos de la izquierda.
Pero también es necesaria una campaña de orden práctico, para que todas las fuerzas políticas que no dependemos del aparato de Estado, ni actuamos con estructuras punteriles y bandas semimafiosas sostenidas con dinero público, nos pongamos de acuerdo para la distribución de las boletas si fuera necesario y para la fiscalización, preservando el derecho democrático elemental de que las personas puedan votar a quien quieran y que su voto sea respetado. Los partidos y agrupaciones de izquierda y democráticas tienen la palabra y la oportunidad de actuar en común para evitar una degradación de los derechos adquiridos por todo el pueblo y los trabajadores argentinos.

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