domingo, 3 de julio de 2011

La ciudad autonoma de Buenos Aires (municipalidad para nosotros) elecciones

Elecciones 2011

La encrucijada capital

Tan decisiva en su peso electoral como difícil de encasillar ideológicamente en cuanto a preferencias partidarias, la ciudad de Buenos Aires se encamina sin pronósticos seguros a la crucial elección del domingo próximo, en la que se definirá entre los favoritos Macri, Filmus y Solanas quién será al jefe de gobierno hasta 2015. También permitirá testear el ánimo electoral con vistas a octubre, en uno de los principales distritos del país.

Domingo 03 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
La encrucijada capital
/ Fernando Gutierrez / Diseño: Silvana Segu y Silvina NicastroVer más fotos

Por Joaquín Morales Solá
Cambiante, sofisticada y vanguardista, la Capital ha sido siempre un distrito extraño y, a la vez, precursor de la Argentina. Es la región del país con más alto PBI per cápita, con más oferta de infraestructura y con el mayor nivel de acceso a la información pública. La Capital es uno de los cuatro grandes distritos del país (junto con la provincia de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba), pero es el único que se ha dado el lujo de ser consecuentemente antiperonista en la peronista Argentina. Su historia electoral es más conservadora que progresista, aunque también encaramó en el parlamento nacional a importantes dirigentes de la izquierda, desde Alfredo Palacios, el primer diputado socialista de América, a principios del siglo pasado, hasta la reciente entronización de Pino Solanas como un referente destacado de la progresía nacional.
Orgullosa de ser la vidriera más visible del país, su condición de precursora quedó confirmada con la rápida eliminación que hizo de los dos grandes partidos políticos argentinos. Ni peronistas ni radicales pueden decir, en efecto, que controlan al electorado de la Capital. La caída más estrepitosa fue la del radicalismo, que lideró durante varios años a una mayoría de los votantes porteños. La caída de Fernando de la Rúa, después de más de dos décadas de ganar elecciones capitalinas, significó también el fin del radicalismo. La Capital nunca fue peronista. Sólo Carlos Menem, en el momento más espléndido de su gloria política, en 1993, logró un triunfo para el peronismo en elecciones legislativas de la Capital.
Antiperonista y opositora al gobierno nacional. Esos son los grandes rasgos políticos de la Capital. La reforma constitucional de 1994 incorporó la elección popular del jefe de gobierno. El peronismo se resistió a convalidar esa crucial modificación, porque sabía que perdería la administración de uno de los distritos más decisivos del país. Fue, sin embargo, la condición innegociable que le puso el radicalismo para acompañar la reforma que tenía como objetivo primordial la reelección de Menem. El peronismo accedió por último, pero no se equivocó en sus presagios. Un año después, Menem consiguió la reelección como presidente, pero la Capital eligió en 1997 a su primer jefe de gobierno, De la Rúa, un viejo opositor al peronismo y al menemismo.
El comportamiento de la Capital con De la Rúa es también una prueba de su autonomía electoral. Los porteños lo llenaron al ex presidente de halagos electorales, pero también fueron los que ejecutaron su derrocamiento presidencial. Sin los cacerolazos porteños de diciembre de 2001, De la Rúa hubiera tenido, quizás, margen para conservar su cargo. Los saqueos del conurbano bonaerense pertenecían a un distrito ajeno y hostil, que nunca controló. Fue el ruido infernal e interminable de las cacerolas porteñas, donde estaba el corazón de su electorado, lo que le indicó la puerta de salida de la presidencia. Los porteños lo encumbraron y también lo derribaron.
Lo más cercano que el peronismo tuvo a un jefe de gobierno elegido fue Jorge Telerman, pero llegó a esa función como vicejefe de Aníbal Ibarra luego de que éste fuera expulsado del cargo por la Legislatura. Con todo, Telerman es un peronista que frecuenta los libros, culto y curioso de las nuevas corrientes políticas e intelectuales. Es un peronista que cultiva los gustos y las formas de una mayoría de capitalinos.
Sea como sea, radicales y peronistas ya no influyen en la Capital. El próximo domingo, las elecciones podrían polarizarse entre Mauricio Macri y Daniel Filmus. Macri es vecino del peronismo, pero nunca lo frecuentó por temor al antiperonismo de la Capital. Filmus es un aliado del kirchnerismo, que viene de la militancia en partidos de izquierda; nunca fue peronista y es difícil que se lo entrevea como tal. Importa establecer que ambos debieron alejarse o cortar lazos con el peronismo para tener posibilidades electorales en la Capital. El radicalismo, a su vez, ha caído en las últimas elecciones a porcentajes de un desolado dígito, casi vergonzosos para su trayectoria electoral en la Capital.
¿Es ésa una anticipación del futuro político argentino? Aunque hay distritos con mayor dosis de lealtad electoral (al peronismo en la provincia de Buenos Aires o al radicalismo en Córdoba, aun con los últimos fracasos de éste), lo cierto es que el peronismo y el radicalismo están buscando en la Nación nuevas formas y nuevas propuestas para seguir existiendo. El kirchnerismo es, de algún modo, un ensayo de renovación conceptual y hasta estética del peronismo. El radicalismo trabó una alianza con Francisco de Narváez y con Javier González Fraga para mostrar un proyecto diferente del histórico. El resto del país parece darles una oportunidad a los dos partidos históricos, en tanto no sigan siendo lo mismo que fueron, mientras que la Capital los condenó directamente a la extinción.
La Capital prefirió, en cambio, lanzar al ruedo a una figura nueva, que poco a poco se va convirtiendo en un protagonista de la política nacional. Macri es una expresión auténtica de la centroderecha argentina, aunque también es un político popular. De hecho, tiene más aceptación en los barrios del sur que en el aristocrático norte de la Capital. Tiene más adeptos entre quienes sólo cuentan con estudios primarios o secundarios que entre quienes han colgado un diploma universitario. Según especialistas en opinión pública, el mejor pergamino electoral de Macri ha sido la creación de la Policía Metropolitana. Se trata de una policía secundaria, es cierto, pero mostró la voluntad de Macri para encarar el principal problema social, la inseguridad, y para desafiar al gobierno nacional en un tema en el que éste no acierta desde hace ocho años. Algo de verdad debe de haber en esas aseveraciones, porque la primera decisión electoral capitalina de Cristina Kirchner fue, precisamente, el anuncio de un nuevo plan de seguridad para el distrito.
Otros analistas de encuestas señalan que la Capital está perfilando también a un líder alternativo al kirchnerismo. La Capital demostró que puede darle al país un liderazgo nacional distinto del que está. Lo hizo en 1999 cuando De la Rúa fue elegido para reemplazar a Menem y al peronismo en el gobierno nacional. La más grande y poderosa provincia de Buenos Aires no estableció aún que está en condiciones históricas de proporcionarle a la Argentina un liderazgo diferente. Muchos presidentes argentinos han sido bonaerenses, pero ninguno llegó a la presidencia, por el voto popular, después de controlar el poder de la provincia más decisiva del país.
A medida que se acerca el domingo de elecciones en la Capital van perdiendo fuerza los discursos que se refieren sólo a la administración de la Capital. Van perdiendo fuerza, incluso, otras fuerzas políticas, que caen abatidas por la polarización entre kirchnerismo y antikirchnerismo. Es decir, entre Macri y Filmus. El discurso de ellos se va encerrando también en esa opción crucial. Macri desliza que un triunfo kirchnerista en la Capital podría abrirle las puertas a una mayor radicalización del oficialismo, que llegaría a proponer una reforma de la Constitución nacional para eternizar a Cristina. Filmus convoca al voto popular desde el cristinismo. Es la concordancia, dice, entre el gobierno nacional y el capitalino lo que resolverá los problemas de los porteños.
En el medio, se metió una contradicción: muchos de los que votan a Macri podrían votar también a Cristina Kirchner. Tal vez se trate sólo de una muestra más de la desideologización de la sociedad, a contrapelo del exceso de ideología de sus políticos, pero lo más probable es que sea el producto de una mezcla. El discurso con matices progresistas de la Presidenta cae bien en un porcentaje no menor del electorado capitalino, que también se enterneció ante las insistentes imágenes de una viuda abatida. Cristina Kirchner tiene, además, hasta la estética personal de una señora de la Capital, al revés de su marido muerto, desaliñado e informal, que nunca conquistó el cariño de los porteños. Cristina es de apariencia cuidadosa y progresista. ¿Cuántas señoras de los barrios elegantes de la Capital son así? Muchas.
La Capital nunca votó para mejorar sus problemas cotidianos, aunque también es cruel para juzgar a sus jefes de gobierno. De la Rúa, Ibarra, Telerman y Macri no se salvaron de los más precisos balances sociales sobre sus gestiones. Sin embargo, siempre prevaleció en el voto capitalino la contienda política nacional y hasta sus vibraciones más frívolas. De la Rúa fue el voto contra el menemismo. Ibarra fue el único que cosechó de la popularidad del entonces presidente en funciones, Néstor Kirchner, pero hacía menos de un mes que éste había llegado al poder y contaba entonces con las mejores encuestas que tuvo en su vida de político. Ibarra recolectó en sus dos elecciones de los mejores momentos de De la Rúa y de Kirchner, pero su experiencia fue una excepción ayudada por la inestimable fortuna política. Fortuna que concluyó luego abruptamente para el ex jefe de gobierno. Macri ya fue siempre, y parece que ahora lo es más, la expresión del voto antikirchnerista.
Dicen que Cristina Kirchner mandó sacar su foto de los afiches que promocionaban las candidaturas de Filmus y de Carlos Tomada. Tiene, entonces, la información o la intuición de que en la Capital los aguarda a sus candidatos una derrota, que no quiere compartir. Sería un milagro que ganara una elección en la Capital un gobierno nacional que descuidó hasta niveles increíbles la inseguridad, que jamás pudo disciplinar el espacio público, que promovió un crecimiento imparable de las villas de emergencia y que hizo hasta lo indecible para obstaculizar a la opositora administración capitalina. Macri cosecha más de esos errores de sus adversarios que de sus propios aciertos.
@La Nacion
LOS CANDIDATOS A JEFE Y VICEJEFE DE GOBIERNO
Son 12 fórmulas
Acción ciudadana
Jefe: Javier Castrilli
Vicejefe: Leda Iruruzun
www.castrillijavier.com.ar
Autodeterminación y Libertad
Jefe: Luis Zamora
Vicejefe: Cecilia Paul
ayl.org.ar

Coalición Cívica
Jefe: M. E. Estenssoro
Vicejefe: Fernando Sánchez
www.coalicioncivica.org.ar
Convergencia Federal
Jefe: R. López Murphy
Vicejefe:Ana Pauleso
www.convergenciafederal.org.ar
Frente para la Victoria
Jefe: Daniel Filmus
Vicejefe: Carlos Tomada
danielfilmus.com.ar
Más Buenos Aires
Jefe: Jorge Telerman
Vicejefe: Diego Kravetz
www.telermansabe.com
MID
Jefe: Jorge Tdesca
Vicejefe: Lisandro Yofre
www.jorgetodesca.com.ar
Nuevo Más
Jefe: César Rojas
Vicejefe: Rubén Saboulard
www.mas.org.ar
Frente de Izquierda
Jefe: Myriam Bregman
Vicejefe: José Castillo
po.org.ar
PRO
Jefe: Mauricio Macri
Vicejefe: María Eigenia Vidal
www.mauriciomacri.com.ar
Proyecto Sur
Jefe: Fernando Solanas
Vicejefe: Jorge Selser
www.proyecto-sur.com.ar
Unión Cívica Radical
Jefe: Silvana Giudici
Vicejefe: Claudio Augugliaro
www.silvanagiudici.com.ar

Contrapunto biográfico

El kirchnerista que sabe decir que no

Nicolás Balinotti
LA NACION

Domingo 03 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
El kirchnerista que sabe decir que no
Daniel Filmus no es un kirchnerista de manual. Construyó un perfil moderado, se resiste a entrar en algunas de las peleas que el Gobierno considera sagradas, se vanagloria de no tener enemigos, pero, sobre todo, es uno de los pocos que le dijo no a Néstor Kirchner y consiguió evitar el destierro.
Se plantó en 2009, cuando rechazó la candidatura testimonial a diputado cuando ya era senador nacional. Desde entonces lo empezaron a mirar con desconfianza en el oficialismo, lo que le valió algún desplante y puso en el freezer su relación con Cristina Kirchner. Algo que se agravó cuando desoyó órdenes de la Casa Rosada e impulsó la ley de protección de glaciares, contraria a los intereses de las grandes mineras.
Así y todo, Filmus es hoy la única figura kirchnerista con un caudal de votos competitivo en la Capital. La Presidenta intentó encontrar otra opción, pero ninguna le garantizaba una pelea equitativa con el macrismo.
Al final lo eligió a él. Como hizo en el resto del país, le armó la lista y la fórmula y lo condenó a un papel silencioso cuando fue proclamado como el candidato a jefe de gobierno porteño.
Así, Filmus, a sus 56 años, podrá ir el domingo por la revancha. En 2007 perdió la elección porteña en primera y segunda vuelta ante Mauricio Macri. No fue la única derrota de ese año: cayó, también, con María Eugenia Estenssoro, la candidata de Elisa Carrió, en los comicios legislativos. Pero accedió al Senado por la minoría.
No sólo sus antiguos plantones lo condicionan ante la tropa oficialista. Algunas huellas de su pasado lo incomodan.
Filmus esquiva las críticas cuando le enrostran que trabajó con el ex intendente porteño Carlos Grosso y que fue asesor de la ministra menemista Susana Decibe, autora de la ley federal de educación, en 1993. Se defiende diciendo que abandonó el proyecto ante las primeras discrepancias pero lo cierto es que participó activamente en los contenidos de la ley de educación presentada por el menemismo. Años después, cuando fue ministro de Educación de Kirchner, aplicó una reforma, pero las modificaciones fueron mínimas, según precisan los especialistas.
Viejos colegas de la gestión educativa lo juzgan por su habilidad para percibir a tiempo el cambio de clima político.
Los reproches le son indiferentes. Generan apenas un intenso parpadeo que se parece más a un tic que a la molestia que, admiten en su entorno, le ocasiona que le recuerden ese capítulo de su carrera.
La actividad en el Senado no es tan frenética como lo era en el Ministerio de Educación. Las jornadas laborales le permiten un alto durante los fines de semana. El sábado o el domingo es un día reservado para un asado en familia o para ir a la cancha a ver a su querido San Lorenzo.
La voz apagada de Filmus se enciende cuando está en la tribuna del Ciclón. Suele ir a los partidos tanto de local como de visitante. Se hace mala sangre, pero es un hincha mesurado. "Es medido, no es de putear. Ni siquiera se le salió la cadena cuando festejó el campeonato de 2007", recuerda el ex presidente de San Lorenzo, Rafael Savino.
Subsecretario de Educación porteño en 1989, con Grosso, y secretario del área entre 2000 y 2003, con Aníbal Ibarra, Filmus desembarcó en el Ministerio de Educación de la Nación con la llegada de Kirchner al poder. Iba a ser el candidato a vicejefe de Ibarra, pero Alberto Fernández le ofreció el cargo de sus sueños. Aún conserva su amistad con el ex hombre fuerte del kirchnerismo, ahora tan odiado por los ultra K.
Durante su gestión con Grosso, ocurrió el escándalo de la "escuela shopping". El siempre se despegó. Y recuerda que fue el entonces concejal Ibarra -su futuro jefe- quien denunció, en 1991, que el Concejo Deliberante había autorizado la construcción de una galería comercial en la planta baja de la escuela Mitre.
En su gestión al frente del Ministerio, logró la sanción de leyes como la de educación nacional, que estableció un piso mínimo de financiamiento del sistema del 6 por ciento del PBI a partir del año pasado, y la obligatoriedad del secundario.
En sus años con Ibarra en la ciudad no sufrió ni un solo paro docente. Desde siempre, Filmus mantiene una excelente relación con los sindicatos. "Ser del palo de la docencia generó una mejor predisposición a la hora de negociar. Sabe decir que no para no engrupir y no generar falsas expectativas", lo describe Horacio Ghilini, secretario general del Sindicato Argentino de Docentes Privados (Sadop). También lo endulza el dirigente de la CTA Hugo Yasky.
Para sus críticos, sin embargo, Filmus fue el responsable de darles un enorme poder a los gremios. Esto, según sus opositores, politizó la gestión educativa con consecuencias en la calidad de la enseñanza.
"Emparejado seriamente" con su segunda mujer y padre de dos hijas, Filmus era un nómade porteño hasta que echó raíces en el barrio de Colegiales. Antes había deambulado por Paternal, Villa Crespo y Palermo.
Le gusta contar que comenzó su carrera de trabajador a los 11 años, cuando vendía biromes en la calle. Egresó como sociólogo en la UBA, con especialización en educación, y ejerció como docente hasta desembarcar en la función pública.
Se ganó el reconocimiento intelectual y académico desde su actuación como director de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). Fue también investigador del Conicet. Carga con el estigma del prodigio: inició la escuela primaria con 4 años y medio, de la mano de su madre, que era profesora de inglés.
En medio de la batalla mediática que plantea el Gobierno, Filmus también es una excepción: trata con igual cordialidad a periodistas de medios independientes u oficialistas. Es el kirchnerista distinto, el que no siempre dijo que sí a las órdenes del jefe.
AUTORETRATO
"Es imprescindible ser sencible para ser político"
Tengo 56 años y vivo en Colegiales con mi familia: mi mujer, nuestra hija Maite y una de las nenas de Marisa. Mi otra hija, Malena, tiene 20, estudia cine y trabaja en un restaurant en Nueva York.
Nací el 3 de junio de 1955 en La Paternal, poco antes de que la Revolución Libertadora golpeara al país y terminara sangrientamente con la segunda presidencia de Perón. La foto de mi primer día de clases me muestra con guardapolvo blanco, moño a lunares y portafolio de cuero; tenía 4 años porque mi hermano mayor me había enseñado a leer y escribir. Esa foto me dispara emociones; me emociono cada vez que izan la bandera en cualquier escuela del país, pero más si es en la de Maite o la de Malena. Tuve que desarrollar la cosa al revés: me tocó estar en situaciones tremendas, desde la dictadura en adelante, y me fui endureciendo.
Provengo de una familia de inmigrantes y de un hogar que atravesó crisis económicas profundas. Mi padre tenía cuatro años en 1928 cuando llegó a la Argentina desde Moldavia huyendo de los pogroms. Pasó 11 años en un orfanato; no pudo terminar la primaria y empezó a ganarse la vida vendiendo telas en Once. Con mi madre, Cecilia, profesora de inglés, tuvieron, además de mí, dos hijos: Jorge, hoy científico, y Adriana, actriz.
Mi viejo me legó la fuerza de la militancia, la sensibilidad social y el amor al equipo. Con mi mamá tenía una relación más intelectual. De mi infancia recuerdo ir a la cancha con mi viejo, hincha de Independiente, que de tanto llevarnos a ver a San Lorenzo se sorprendió a sí mismo cambiando de cuadro en medio de un partido.
Hice la primaria en la escuela República de Ecuador y parte del secundario en una escuela técnica estatal. En tercer año tuve que abandonar el colegio para trabajar de técnico telefónico. Más tarde, terminé los estudios secundarios en la escuela nocturna Revolución de Mayo. Era muy chiquito cuando entré al secundario (tenía 11), así que, en realidad, mi primer trabajo fue vender con un amigo de la escuela lapiceras, cinta scotch, esas cosas baratas.
A veces me dicen que me ven demasiado "sensible" para la política, que es mundo de duros. A mí me parece imprescindible ser sensible para ser político. Para mí, desde muy joven, la base para la militancia fue la indignación frente a la injusticia.
Quizá por eso, en los años 70, ingresé en Sociología de la UBA, y luego me especialicé en Educación. Allí comencé a construir una mirada más compleja sobre la desigualdad social y empecé a interesarme en la política como herramienta transformadora. Esta percepción se profundizó con la experiencia como alfabetizador en barrios carecientes. Eran los difíciles años de la dictadura, y al recibirme, en 1977, me dediqué a la docencia en el movimiento de derechos humanos.
Recuerdo que yo tenía la idea de que al día siguiente de asumir como ministro de Educación de Néstor Kirchner tenía que ir a recorrer el interior profundo. Me tocó ir a Entre Ríos y al Impenetrable, a escuelas de los lugares más pobres. Fue la forma que encontré de salir de la Capital y pasar de ser un tipo muy vinculado a la escuela urbana de clase media y media baja a conectarme con los chicos y los docentes que más lo necesitan. Otra digresión: me gustan los asados, el truco, y si no fuera sociólogo, educador y político, me gustaría ser director técnico o novelista.
En los 80 cursé una especialización en Educación de Adultos y una maestría en Educación. En los primeros años de la democracia fui presidente del Colegio de Graduados en Sociología. En 1989, ingresé en la gestión pública como director general de Educación de la ciudad. En 1992 renuncié para ocupar la dirección de Flacso y dedicarme a la investigación en el Conicet y a la docencia en la UBA.
En 2000, volví al gobierno de la ciudad como secretario de Educación de Aníbal Ibarra, cargo que ocupé hasta 2003, cuando acepté conducir el Ministerio de Educación de la Nación durante la presidencia de Kirchner. Desde allí tuve la satisfacción de llevar adelante muchas de las transformaciones que había propuesto en mis días de investigador y demostrar que es posible mejorar los sistemas educativo y tecnológico en Argentina.
En 2007 fui candidato a jefe de gobierno de la ciudad y logré el 40 % de los votos en la segunda vuelta. Ese mismo año me postulé para senador nacional -acompañando la candidatura presidencial de Cristina Fernández de Kirchner- y fui elegido.
Hoy soy nuevamente candidato a jefe de gobierno porque quiero concretar mi sueño. Creo que es posible hacer de esta ciudad una ciudad modelo, inclusiva, moderna, rica y sobre todo justa. Como dice el Negro Dolina, quiero llevar a nuestra agenda de gobierno aquellas cosas que soñábamos en las pizzerías. Y que seguimos soñando.
© La Nacion
Contrapunto biográfico

Joven de la política, veterano del poder

Gabriel Sued
LA NACION

Domingo 03 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
Joven de la política, veterano del poder
Sentado en el piso frío de un sótano en la avenida Garay, donde permanecía cautivo desde hacía una semana, Mauricio Macri jugó una última carta. Por el pequeño hueco por donde le bajaban la comida, le comentó a uno de sus secuestradores que soñaba con ser presidente de Boca, pero que ya le parecía difícil lograrlo. "Creo que ustedes me van a matar", se explicó. El raptor, fanático xeneize, le respondió: "¿Cómo vamos a matar al futuro presidente de Boca?"
El encierro concluyó una semana después, cuando Mauricio Macri, que era gerente general de Socma, fue liberado en un descampado del bajo Flores. Había sido capturado el 24 de agosto de 1991, por tres hombres que lo metieron adentro de una caja de herramientas con forma de ataúd que luego cargaron en el baúl de una combi blanca. Iba desnudo, con los ojos vendados y las manos atadas con alambre. Los secuestradores eran de una banda de policías retirados organizada durante la última dictadura.
El secuestro se resolvió cuando Franco Macri, padre de Mauricio y mandamás de un poderoso emporio de empresas, pagó una suma cercana a 8 millones de dólares. Se encargó de entregar el rescate Nicolás Caputo, el mejor amigo de Mauricio, luego su socio y, hasta hoy, el hombre que más influye en el actual jefe de gobierno porteño.
No era la primera vez -y no sería la última- que su pasión por el fútbol le aliviaba una situación incómoda. Usaba ese recurso de chico para integrarse a sus compañeros del colegio Cardenal Newman, que lo miraban de reojo porque era hijo de un inmigrante rico pero sin estudios. Lo hizo valer en su primera semana como jefe de gobierno porteño, en 2007, cuando salió a tocar timbres para hablar cara a cara con los vecinos.
La tarea parece sencilla pero no lo era para un hombre "frío", "distante" y poco afecto al contacto físico, según describieron cinco de las diez fuentes consultadas por La Nacion, empresarios, funcionarios, dirigentes políticos y amigos de Macri.
"Se ponía mal, casi fóbico, con el contacto con la gente", contó un dirigente que lo acompañó en sus primeros pasos en la política.
Cuando llegó a la Jefatura de Gobierno, Mauricio Macri sólo tenía en su legajo político dos años sin vuelo como diputado nacional y una derrota frente a Aníbal Ibarra en las elecciones para jefe de gobierno porteño, en 2003, año en el que por primera vez decidió postergar un objetivo que sigue vigente: ser presidente de la Nación.
Pero ya era un veterano del poder. No sólo porque había logrado cumplir el sueño de presidir Boca Juniors entre 1995 y 2007, después de reformar el estatuto del club para habilitar un tercer mandato. También porque desde muy joven participó en los negocios con el Estado que tenía el grupo empresarial fundado por su padre.
"Desde pequeño, Franco lo introdujo en sus relaciones con funcionarios, militares y empresarios en las que sustentaba y acrecentaba los negocios con el Estado que cimentaron la fortuna familiar", dijo a La Nacion la periodista Gabriela Cerruti, legisladora de la ciudad, candidata kirchnerista y autora de la biografía de Mauricio Macri El Pibe .
Cuando tenía menos de 20 años, Franco Macri lo llevó a conocer al intendente de la dictadura militar Osvaldo Cacciatore. "Fue el último que pensó la ciudad de Buenos Aires", diría años después el jefe de Pro, en una frase que generó polémica, como cuando en 2002, poco antes de su primera campaña electoral, propuso meter presos a los cartoneros que no se adaptaran a un plan estatal de reciclado de residuos.
Ingeniero civil recibido en la Universidad Católica Argentina (UCA), admirador de Alvaro Alsogaray, de adolescente Mauricio Macri se afilió a la Ucedé. Años más tarde, apoyó como empresario la reelección del presidente Carlos Menem, a quien el grupo Macri había aportado muchos cuadros técnicos para su primera presidencia.
Pero no militó efectivamente en política hasta que pudo ser el jefe de su propio partido, Pro, después de la crisis de 2001.
En la campaña de 2007, el kirchnerismo se encargó de remarcar que "Mauricio", como prefiere que lo llamen el jefe de Pro para evitar toda asociación con los negocios del grupo fundado por su padre, "es Macri". Para entender esa frase, alcanza con ver los cargos que ejerció en el grupo empresarial: entre 1985 y 1995, dirigió Sideco, fue gerente general de Socma y presidente de Sevel, la licenciataria de FIAT en la Argentina.
Por esa tarea, recibió, en 2001, su primer procesamiento judicial: lo acusaron de simular exportaciones de autopartes a Uruguay para cobrar reintegros impositivos. Pero enseguida fue sobreseído por la Cámara de Casación Penal. Hoy tiene un procesamiento firme como integrante de una asociación ilícita, formada entre otros por el primer jefe de la Policía Metropolitana (su creación más promocionada) Jorge Palacios, dedicada a espiar al ex cuñado de Macri y a un familiar de una víctima del atentado contra la AMIA.
Pero la frase lanzada por el kirchnerismo durante la campaña de 2007 no da cuenta del complejo vínculo que siempre unió a Mauricio Macri con su padre. "La conflictiva relación entre ellos determinó la decisión de Mauricio de lanzarse a la política para desafiar su identidad por fuera del mandato paterno, pero sin que esto signifique resignar los beneficios de pertenecer al holding familiar", sostuvo Cerruti.
La partida de Mauricio Macri se produjo un año después de que el grupo perdiera la licencia de FIAT, un fracaso empresarial por el que padre e hijo se culpan mutuamente. "Están los que eligen tener y los que eligen ser, y vos elegiste ser", recuerda Mauricio Macri que le dijo el empresario Gregorio Chodos: una frase que lo marcó para siempre.
Los dirigentes que lo tratan hoy coinciden en que Macri es un apasionado de la gestión, pero que nunca llegó a disfrutar de la construcción política, a la que sigue mirando con desconfianza. "Se aburre con las reuniones que no tienen un destino claro", detalló uno de sus funcionarios de confianza. Destacan que aprendió a escuchar y que sabe delegar cuestiones de la gestión. Pero cuentan que las decisiones más importantes las toma en una mesa muy chica, integrada por Caputo y por su asesor estrella, el ecuatoriano Jaime Durán Barba.
AUTORETRATO
"Una contribución para que vivamos en un país mejor"
Nací en la ciudad de Tandil el 8 de febrero de 1959. Soy padre de Agustina, Jimena y Francisco. Estoy casado con Juliana Awada y estamos aguardando la llegada de Antonia, un regalo de Dios en esta época tan especial de mi vida, en la que me siento feliz por todo lo que he podido construir en familia y por mi trabajo cotidiano como jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires.
Este es mi tercer matrimonio. Anteriormente estuve casado con Ivonne Bordeu y con Isabel Menditeguy.
Cursé el colegio primario y secundario en el colegio Cardenal Newman, donde tuve maestros y profesores que me inculcaron los valores de la cultura del esfuerzo, el respeto y el compromiso de servicio con la sociedad. Luego egresé como ingeniero civil en la Universidad Católica Argentina y completé mi formación con estudios de Economía y Finanzas en nuestro país y en el exterior.
Mi actividad laboral comenzó muy joven en el campo privado, y cuando tenía 22 años me tocó dirigir diversas empresas relacionadas con la construcción y la industria automotriz.
En 1995 inicié mi gestión como presidente de Boca Juniors, donde viví una de las etapas más maravillosas de mi vida, no sólo por todo lo que logramos en el campo deportivo, que fue mucho y difícil de igualar, sino también por las obras que contribuyeron a refundar el club y a devolverle esplendor y liderazgo.
Más recientemente arranca esta otra época, ya mucho más vinculada a mi presente actual, cuando tomé la decisión de asumir un compromiso político, convencido de que podía hacer una contribución importante para que los argentinos vivamos en un país mejor.
A comienzos de 2002 comencé a trabajar en el armado de mis equipos técnicos en el seno de la Fundación Creer y Crecer y fundé el partido Compromiso para el Cambio, que luego se transformó en Pro. Fui elegido diputado nacional en 2005 y en 2007 los porteños me dieron su confianza con amplio respaldo para gobernar la ciudad de Buenos Aires. Esa tarea es la que hoy estoy cumpliendo con mucho entusiasmo y pasión y espero poder profundizarla y fortalecerla en un nuevo período si el veredicto de los ciudadanos así lo decide.
Contrapunto biográfico

Con el discurso nacional-estatal del primer Perón

Marcelo Veneranda
LA NACION

Domingo 03 de julio de 2011 | Publicado en edición impresa
Con el discurso nacional-estatal del primer Perón
Con un revólver calibre 22 en la mano y una nariz de payaso en el rostro, el hombre se acercó a Fernando "Pino" Solanas. Por detrás. En los segundos que separan un "entreguen las billeteras" de otro "si no te callás, la próxima va a la cabeza", disparó seis veces a las piernas del cineasta, que quedó tendido en el estacionamiento de los laboratorios Cinecolor, en Vicente López. El pistolero subió a su coche. Lo esperaba otro hombre al volante, con una ametralladora. Nunca buscó la billetera.
Un día antes, Solanas había ratificado en la Justicia las denuncias de "traición" al peronismo contra el entonces presidente Carlos Menem, que lo había querellado por injurias. El menemismo en pleno repudió el atentado, aunque lo calificó como un hecho de inseguridad. Nunca se encontraron sospechosos y la investigación languideció en los tribunales de San Isidro. Hasta las balas se perdieron. "No me van a callar", gritaba Solanas, desde la ambulancia.
Los seis disparos de la noche del 22 de mayo de 1991 marcaron el inicio de la carrera política de Solanas, que hoy lo tiene como candidato porteño: apenas el último capítulo de una película que comenzó a rodar hace 75 años en Vicente López, donde creció junto a cuatro hermanos bajo la prédica católica y conservadora de su padre, un prestigioso médico de la Zona Norte, pero a media cuadra de la casa de Raúl Scalabrini Ortiz, padre de su amigo y compañero de la universidad, Yuyo.
Las clases de Derecho duraron poco más de dos años. No así el vínculo con el intelectual del primer peronismo ni los acercamientos a núcleos juveniles del radicalismo. Para entonces, el ex alumno del Colegio Nacional de San Isidro era profesor de piano, pero fue como compositor de jingles publicitarios como empezó a hacer carrera.
Entre 1958 y 1959, durante la presidencia de Arturo Frondizi, fue secretario de Julio Canessa, director de Gas del Estado. El cine llegaría en 1962, con su primer corto, Seguir andando . Seis años después terminaría de editar las siete horas de su primer largometraje, La hora de los hornos que, en tiempos de proscripción, exhibió clandestinamente. La mecánica de mostrar sus películas y hablar de política no lo abandonaría más.
La militancia y el cine terminaron de cruzarse en 1971, cuando Juan Domingo Perón lo convocó a Madrid para filmar dos testimonios. Como con las "causas originarias" de la UCR, todavía hoy Solanas sostiene buena parte del discurso nacional-estatal del primer Perón. También algunos de sus giros y ademanes.
Al exilio de París, en 1977, Solanas llegó con su tercera mujer, la actriz Chunchuna Villafañe. Con la primera se había casado y separado antes de los 20 años. Con la segunda tuvo dos hijos, Juan Diego y Victoria Eva (otra definición ideológica). El tercero, al que trata como propio, es Flexa D'arco Iris Corrêa, un alto moreno de rastas que lo acompaña a sol y sombra. Uno de los pocos que, en privado, logra romper con la solemnidad de Pino. "Flecha" es el hijo previo de la actual mujer de Solanas, con quien hoy vive en Olivos: Ângela Corrêa, la modelo y actriz brasileña 18 años menor que conoció al filmar El viaje , en 1990. Para entonces, Pino comenzaba a ser premiado en los principales festivales de cine europeos.
"Podría vivir en Venecia, mucho más cómodo, pero tiene un enorme compromiso con la defensa de los intereses nacionales", dice la diputada Alcira Argumedo, vicepresidenta de la productora del cineasta y candidata a Presidenta por Proyecto Sur, el partido de Solanas, a quien conoce desde 1968. "Es el último patriota que conozco", sostiene otro de sus amigos más antiguos, el pintor Luis Felipe Noé.
Como el legislador Julio Raffo o el abogado Jaime Nuger, los íntimos de Solanas destacan a coro su compromiso con las "causas nacionales". También su capacidad de convencer a partir de una memoria demoledora, que le permite enhebrar una frase de Jauretche y una anécdota de su última filmación en Tartagal con las estadísticas de pobreza o el costo del cemento para el subterráneo. Ante las cámaras, su medio natural, esa capacidad se potencia. Por eso su equipo sufre la falta de debates de la campaña porteña.
También reconocen sus "vetas insoportables", sus "monólogos" y "lo cabezón" que puede resultar cuando está convencido de algo. "Como cuando dirige en cine, sigue sus inspiraciones aunque lo hagan cambiar de rumbo en plena marcha", desliza Argumedo. En política, como en casi todas sus películas, Solanas es guionista, productor y director.
El método lo llevó a romper varias alianzas. La última, con el gobernador santafecino Hermes Binner, una fractura que le podría costar la posibilidad de ingresar al ballottage porteño. Es "vedettismo", le endilgó el intendente socialista de Rosario, Miguel Lifischitz. "Viene, te dice una cosa en privado y se da vuelta para mentir ante las cámaras", lo acusa uno de sus rivales más enconados, el gobernador sanjuanino José Luis Gioja, con quien está enfrentado a muerte por la megaminería.
Pero incluso sus detractores y ex aliados le reconocen la "lealtad" con la que defiende a su tropa propia, a pesar de los costos. Sugieren que rompió con Binner por defender sus lazos con el MST de Vilma Ripoll (históricamente enfrentado al socialismo) y con el Partido Socialista Auténtico que le prestó su personería en la elección porteña de 2009 (cuando salió segundo).
Como cuando decidió bajarse de la carrera presidencial para buscar la jefatura de gobierno porteño, ahora sus ex socios esperan una nueva "inspiración" que lo lleve a retirar la candidatura nacional de Proyecto Sur y hacer campaña con Binner. Para eso Pino debería ser desleal a Argumedo, su aliada más antigua.
AUTORETRATO
"Encabecé la defensa de Yacyretá y Salto Grande"
Nací en Argentina en 1936. Mi militancia y mi compromiso político estuvieron siempre íntimamente ligados a mi actividad artística. Me formé políticamente junto a hombres como Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche, Carlos Astrada, John William Cooke y Rodolfo Ortega Peña, y fui secretario privado de Julio Canessa.
En 1968 realicé en forma clandestina mi primer largometraje, La hora de los hornos , película documental sobre el neocolonialismo y la violencia en el país y América Latina que fue difundido en más de setenta países.
En 1971 fui convocado por Juan Domingo Perón a filmar en Madrid sus dos testimonios cinematográficos: La revolución justicialista y Actualización d octrinaria para la toma del poder . Luego de filmar Los hijos de Fierro , y habiendo sido amenazado de muerte por la Triple A, me exilié en Francia, donde filmé - en 1980- el documental La mirada de los otros . Durante mi exilio participé en varias organizaciones de solidaridad en defensa de los derechos humanos, denunciando internacionalmente la situación argentina.
Con la caída de la dictadura, en 1983, regresé a Buenos Aires, filmé Tangos... El e xilio de Gardel , y Sur . En junio de 1989 promoví la gran asamblea de sindicatos audiovisuales que se realizó en el Centro Cultural San Martín, y exigí la convocatoria a un gran debate y una ley marco de Radiodifusión que reemplazara a la de la dictadura. Fui una de las primeras voces denunciantes de la traición de Menem a los contenidos del voto, la privatización de los canales y la Ley de Reforma del Estado.
En marzo de 1991 acusé a Carlos Menem de estar al frente de una "banda de delincuentes que está saqueando el patrimonio público" y, luego de reafirmar mi acusación, fui víctima de un atentado de grupos comando ligados a la seguridad del Estado, en el que recibí seis disparos de arma de fuego en las piernas.
En 1992, el ex diputado nacional y dirigente Luis Brunati me invitó a encabezar un gran frente político y social. Nació el Frente del Sur, integrado por varios partidos políticos y organizaciones sociales. En 1993 fui elegido diputado nacional por el Frente Grande. En 1997 terminó mi mandato y, a pesar de los ofrecimientos de distintas fuerzas políticas, volví a mi profesión.
Durante mi gestión como diputado nacional (1993-1997) elaboré más de 160 proyectos, entre resoluciones y leyes, encabecé el movimiento por la defensa de Yacyretá y Salto Grande, y llegué a interpelar al Ministro Cavallo y al ex Secretario de Energía Carlos Bastos cuando intentaron privatizar estas empresas, las centrales nucleares de Embalse y Atucha, y la Fábrica de Aguas Pesadas en Arroyito (Neuquén).
En el 2002 participé en el Movimiento por la Recuperación de la Energía Nacional Orientadora (Moreno) y encabecé la formación de Proyecto SUR, un espacio político dedicado a la investigación de una propuesta programática nacional. Desde entonces, recorro el país para testimoniar su crisis y sus posibilidades.
En 2004 presenté el documental Memoria del saqueo , que inició una serie de filmes destinados a retratar las vivencias del país luego del 2001: La dignidad de los nadies y Argentina latente , donde se describen las potencialidades científicas del país, seguidos por La próxima estación , estrenado en septiembre de 2008, que trata sobre las pésimas condiciones del servicio ferroviario, así como sobre la corrupción reinante desde su privatización. En 2009 presenté Tierra Sublevada: Oro Impuro , un documental sobre el saqueo de la minería a cielo abierto en distintas regiones del territorio argentino.
El 10 de diciembre de 2009 asumí como diputado nacional en la ciudad de Buenos Aires por el movimiento político, social y cultural llamado Proyecto Sur, y centré mi propuesta en recuperar los recursos naturales del país y en terminar con los negociados de las grandes empresas de rentas, capitales, minería, etc., para poner a disposición del Estado nacional esos recursos económicos, que deberían redistribuirse para terminar con la pobreza y la indigencia. También propuse un plan nacional de recuperación de los ferrocarriles argentinos.

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