martes, 5 de julio de 2011

veron que no es peron , por suerte

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FRESCURA Y ESPONTÁNEIDAD DE DISCURSO
El encierro
04.07.2011 | 08:46 hs.· Autor: Eliseo Verón · Fuente: Perfil
Las dos recientes intervenciones de la señora Presidenta a propósito de las próximas elecciones –cuando finalmente anunció su candidatura en el mismo salón donde fue velado Néstor Kirchner y cuando, en Olivos, reveló quién sería su compañero de fórmula– fueron dos metáforas audiovisuales, tan transparentes como inquietantes, del ejercicio del poder que caracteriza al kirchnerismo. La puesta en escena no es nueva, pero se ha perfeccionado con la práctica a lo largo de estos años de gobierno. Me produjeron una sensación parecida a la que puede generar el show de alguna banda pop cuya frescura y espontaneidad son el resultado de un libreto de producción implacable hasta en los más mínimos detalles.

Allí está la gestualidad verbal y corporal que mantiene el contacto con el público presente en la sala, y vuelve explícito una y otra vez que está hablándoles a esos amigos –con sus propias palabras: “a todos y cada uno de los que me acompañan”– cuya cualidad central es la lealtad (principal característica, según la Presidenta, de su ministro de Economía, y que justifica su candidatura a vicepresidente). Ese contacto, reiterado por la mirada que recorre permanentemente al público que la rodea, define el tono comunicacional, y en ese marco se acomodan todas las demás operaciones discursivas. Nunca faltan las interpelaciones directas a algunos de los leales presentes (“allí está Kunkel en penitencia”; “¿te acordás, Mariotto, cuando…?”; alusión a su charla con una diputada: “ah, ahí estás”; “aplaudan, aplaudan –a propósito de la mención de River–; De Vido, que es un sectario, es de Boca y por eso no aplaude… aplaudan todos”). Tampoco faltan las anécdotas, que testimonian de la informalidad propia del intercambio entre amigos (larga referencia a su tropiezo y consiguiente golpe en la cabeza, particularmente a esa enfermera del Hospital Otamendi que, mientras le daba una inyección –“yo con la cola así”–, le preguntaba si ya sabía quién iba a ser su vicepresidente).

En términos de contenidos, los dos invariantes de siempre. Por un lado el ataque a los medios, que enuncian descalificaciones, injurias, ficciones y mentiras y que últimamente, para colmo, han especulado sobre su salud y sus estados de ánimo. Por otro lado la temática autorreferencial: en el mismo momento en que la señora Presidenta insiste en la necesidad de distinguir cuidadosamente la persona de la función, no hace otra cosa que hablar de sí misma: su alto sentido de la responsabilidad, ese otro golpe del que nunca se va a recuperar, su dolor, sus obligaciones de madre, sus recuerdos, su fuerza, su convicción. ¿Situación de la Argentina y del mundo, proyecto de gobierno, prioridades si es reelecta? El mundo se derrumba pero la Argentina, desde que el kirchnerismo gobierna, no podría estar mejor. Somos un “modelo” hasta para los islandeses (sic). Esa palabra mágica, “el modelo”, cuyo contenido sin ninguna duda todos los presentes en la sala conocen perfectamente.

Es como si ese contacto directo con “el pueblo”, sin pasar por el filtro siempre malintencionado de “los medios” (obsesión de los gobiernos que algunos autores llaman neopopulistas) se hubiese convertido, en el caso particular de Cristina Fernández de Kirchner, en su contrario. La Presidenta no se construye como tal: en el ejercicio de su función y a propósito nada menos que de la próxima elección presidencial, no tiene al parecer nada que decirles a los ciudadanos argentinos. Quiero decir: a los ciudadanos que no estamos sentados en la sala escuchándola, que estamos del otro lado de las cámaras y que ella nunca mira.

En el anuncio de la candidatura de Amado Boudou a la vicepresidencia, hubo un momento que puede ser considerado, según el punto de vista que se adopte, como un rasgo de humor o un auto-comentario sarcástico, pero también como un síntoma ligeramente siniestro: “¿Dónde está la cámara de Crónica? A ver… ¿allá? Porque es la luz que me encandiló y me hizo caer el otro día”.

Esas dos intervenciones de Cristina Fernández de Kirchner en la irónicamente llamada cadena nacional, con un tono de discurso improvisado de sobremesa, nos han ofrecido el espectáculo de una Presidenta encerrada con (y protegida por) sus fans. Decididamente, nuestro problema no es el presidencialismo. Nuestro problema es de qué presidencia estamos hablando: la de un Club de Amigos o la de una Nación.

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